“Si no se puede ser perfecto, aspiremos al segundo escalón: ser sensatamente imperfectos “. Con este ilustrativo mensaje el filósofo y pedagogo Gregorio Luri comenzó una ponencia que estuvo cargada de humildad, verdad y humor. Palabras clave para que nuestra vida cotidiana en familia, donde todos nos equivocamos y volvemos a empezar, sea gratificante y sencillamente hermosa.
Luri insistió en la importancia de valorar el regazo diario que nos proporciona nuestro hogar, porque ahí donde nos levantamos, reímos y reñimos, pero, sobre todo, vivimos, es donde el amor está por encima de todo. “Quererse, al fin y al cabo, es mucho más fácil que comprenderse “.
Fallaremos, sí, meteremos la pata en más de una ocasión, por supuesto, pero también es evidente que cuando hagamos balance como padres, sabremos que algo hicimos bien. Si los hijos/as son capaces algún día de expandir ese amor que les dimos, podremos complacernos de haberlo hecho lo mejor posible. Basta con dar ejemplo, pues como puntualizó el profesor Luri, “el ojo es el órgano educativo “.
Desde aquí aprovechamos de nuevo para agradecer su presencia, totalmente altruista, y, cómo no, sus reflexiones nacidas al amparo de la cercanía, la nobleza y la experiencia de un gran padre y también maestro.