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Reseñas de libros

Estimados alumnos y alumnas aquí os dejo, tal y como os prometí, algunos ejemplos de reseñas de libros. Espero os gusten y os ayuden…

Esclavos del silencio (La piel de la memoria)

La piel de la memoria

Kalil Mtube era un niño como cualquier otro. Había nacido en un continente desdichado y en un país aún más pobre: Malí, en el seno de una aldea que ni tan siquiera figuraba en los mapas: Mubalébala; sin embargo, y a pesar de las circunstancias, Kalil era feliz, feliz porque tenía a sus padres, a sus hermanos y porque en su pequeño mundo, el único que había podido conocer, la gente había aprendido a vivir, como él, de las pequeñas cosas.

Pero los sueños y sobre todo las esperanzas, no conocen geografías, porque residen en el corazón de las personas. Y eso le sucedía al pequeño Kalil, quien solía imaginarse a sí mismo en un futuro como una persona formada, que hubiese aprendido muchas cosas y con un buen trabajo. En definitiva, nada que no desease cualquier persona, sólo que en su caso esa era una ambición que difícilmente podría despojarse algún día del disfraz de la utopía.

Todo empezó a desmoronarse en la vida de Kalil el día en que perdió a su madre: Kebila Yasee, quien le había dado tanto cariño y le había enseñado tantas cosas de la vida. El padre se quedó entonces al cuidado de Kalil y de sus ocho hermanos, pero el sustento familiar no alcanzaba para todos y la situación empezó a ser cada vez más insostenible, hasta que el cabeza de familia decidió tomar una drástica decisión que marcaría para siempre el camino de Kalil.

Era una mañana cualquiera en el pequeño poblado de Mubalébala, y aunque era soleada, algo le decía a Kalil que la oscuridad no tardaría en cernirse sobre él. Su padre mantenía una conversación acalorada con un señor al que Kalil nunca antes había visto. Kalil no entendía apenas nada, simplemente pudo deducir que estaban negociando un precio, pero lo que no sabía es que en realidad estaban hablando de él. Todo transcurrió muy rápido y antes de que pudiera darse cuenta, su inocencia estaba siendo arrastrada a trompicones por la tierra árida sobre la que tantas veces había corrido y jugado. Se desprendió así de la mano de su padre, quien le había vendido con la esperanza de que pudiera encontrar un futuro mejor, y ahora su vida, su libertad estaba en aquellas manos enemigas, cargadas de odio e incomprensión.

Así comienza el desgarrador testimonio de Kalil Mtube, la historia real de un niño al que la vida privó sin miramientos de todo aquello que un día le había hecho feliz, arrastrándole a una carrera sin fin por la supervivencia. Jordi Sierra i Fabra vuelve a sorprender, aunque esta vez con mayor fuerza si cabe, con esta obra de emotivo título: La piel de la memoria.

Durante sus treinta años viajando por el mundo, este autor catalán, tal y como se recoge en el prólogo de esta novela, tuvo la oportunidad de conocer a niños protagonistas de crudas y conmovedoras vivencias. Kalil Mtube fue uno de esos niños a los que la suerte no acompañó; tras ser vendido por su padre, algo que él nunca pudo entender aunque sí llegó a perdonarle, fue conducido hasta una plantación de cacao en Costa de Marfil. Allí pasó dos años de su vida marcados por el horror que infundía el propietario de aquellas tierras: Manu Sibango, quien se limitaba a explotar a todos los niños que habían llegado hasta allí enviados por sus familias con la ilusión de que algún día, tras recaudar algo de dinero, pudieran tener una vida mejor.

Kalil, a pesar de su tierna ignorancia, propia de un niño de once años, sabía que aquello no era justo y que tanto él, como todos los demás niños de aquel agónico lugar, merecían algo mucho mejor, pues al fin y al cabo no habían hecho nada malo para estar allí. Cada día que pasaba era para Kalil una condena y sólo le mantenía vivo sus ganas de escapar, de huir para regresar a su tierra, junto a sus hermanos y poder volver a ser feliz como un día lo había sido.

Nadie reía en aquel ominoso lugar, nadie se quejaba, todo era gris, triste, cada día era igual de duro que el anterior, y las esperanzas de que algún día todo cambiase se habían evaporado con el devenir del tiempo; pero entonces, como un sueño inesperado, llegó ella: Naya. Kalil había escuchado hablar del amor en muchas ocasiones, pero no supo lo que era en realidad hasta que la contempló por primera vez. No tardaron en hacerse amigos, sentían una conexión mágica que les ayudaba a sobrellevar mejor su compleja situación. En cuanto Kalil la vio, supo que Naya sería especial para él el resto de su vida. Y la salvó de su relación con un hombre que tras saber que se había quedado embarazada, la abandonó.

Kalil había encontrado un motivo para continuar adelante, para luchar e incluso para albergar la posibilidad de poder hallar la felicidad aun esas circunstancias; pero desafortunadamente, las cosas se torcieron y Kalil supo entonces que tenía que marcharse de aquel lugar.

Nadie se atrevía a desafiar las normas del vil y despiadado Manu Sibango, pero Kalil lo tenía claro, sabía que tenía que escapar de allí para siempre. Su experiencia le había hecho fuerte y sabía que su madre estaba con él y le guiaba; no sería fácil, pero al menos tenía que intentarlo y así lo hizo…

Resulta extraño pensar que esta historia pueda haber ocurrido en pleno siglo XXI, donde hablar de esclavitud es hablar de una lacra del pasado más remoto, a la que teóricamente un día se consiguió poner fin; sin embargo, no es así. La piel de la memoria es el testigo vivo de una de las muchas, infinitas voces que tuvieron que vivir en silencio ese calvario y de todas aquellas que siguen sufriéndolo hoy.

La piel de la memoria es un canto a la vida, a la verdadera amistad, al amor; pero sobre todo es una historia para reflexionar, llena de valores y con un mensaje claro: amar la vida. A través de un lenguaje sencillo y accesible, el mismo protagonista Kalil Mtube es quien va narrando en primera persona cada paso, cada detalle de su truculenta experiencia, y lo hace con tal naturalidad, que consigue transportar al lector a cada uno de los escenarios de su historia. Sus ojos, los ojos del pequeño Kalil se convierten desde el principio en los ojos de aquel que está siguiendo el relato, y de esta manera consigue que el lector se emocione, se conmueva, se entristezca con él, logrando la plena identificación, en definitiva, una perfecta empatía.

Una historia para pensar, para soñar, para aprender a valorar el verdadero sentido de la vida, para hacernos ver la inmensidad que se esconde en las cosas más pequeñas, una historia para emocionarnos, para hacernos crecer como seres humanos; en definitiva, una historia que nos ayudará a querer ser mejores personas cada día. Así es La piel de la memoria… una memoria, que como cuenta el sabio del poblado de Kalil, Mayele Kunasse, está nutrida y seguirá nutriéndose por todo lo que vamos recogiendo en cada escalón de la vida, para así formar las capas de la misma, su curtida piel.

Caperucita en la ciudad de la libertad (Caperucita en Manhattan)

caperucita

Todos conocemos el cuento clásico de Caperucita Roja: Una niña que vestida siempre con la misma caperuza roja y acompañada de su cesta de magdalenas, iba cada día a visitar a su dulce y tierna abuela con la que le gustaba pasar largas horas. Pero un día, la curiosa y atrevida Caperucita decide, aun a sabiendas de que con ello desobedecería a su madre, tomar otro camino para poder así cruzar el tenebroso bosque, con tan mala suerte que se encuentra a un malvado y feroz lobo que logrará engañarla con su astucia, para llegar antes a la casa de la pobre abuelita…Y el final, como ya sabéis, con adaptaciones infantiles aparte, no es precisamente feliz.

Así era la Caperucita de Perrault y también lo fue de los hermanos Grimm, aunque en una versión más dulcificada. La Caperucita de nuestro tiempo vive en Manhattan, se llama Sara Allen y sueña con la libertad. Creció rodeada por los libros que le regalaba Aurelio, el marido de su abuela, a la que tanto admira. Y esas lecturas plagadas de fantasía y sueños fueron alimentando su fe en que algún día ella sería la protagonista de una de esas historias con las que tanto le gustaba recrearse.

Sara tiene diez años y vive en Brooklyn con sus padres, pero ella no soporta vivir allí, porque desde bien niña se convenció a sí misma de que las cosas más maravillosas sólo pasaban en Manhattan, el núcleo central de la ciudad de Nueva York. Cada noche, cuando todas las luces se apagan, Sara pasa minutos e incluso horas imaginando que vaga libre por las calles de la gran manzana, descubriendo a su paso secretos e historias que jamás podrá olvidar.

Cada sábado, Sara, su madre y una gran y sabrosa tarta de fresa, la preferida de la señora Allen, cuya receta es un auténtico secreto de familia, van hasta casa de la abuelita en Morningside. Sara adora a su abuela, le fascinan las historias que siempre le cuenta, su poderosa imaginación y su carácter espontáneo e intrépido, tan diferente al de su madre, quien siempre la lleva fuertemente cogida de la mano y no la deja soltarse ni un segundo. Para Sara, el sábado es el mejor día de la semana porque es con su abuela con quien Sara puede compartir sus sueños y su afán por descubrir.

Caperucita en Manhattan

Un día, tras un fortuito accidente familiar, Sara ha de pasar el fin de semana sola, algo que ve como una oportunidad, una oportunidad para hacer por fin realidad su sueño de perderse por las calles de Manhattan, y conocer así gente, escuchar las historias que se esconden detrás de cada una de esas personas, embriagarse por el encanto y la inmensidad de cada recoveco de la isla y vivir experiencias únicas e inolvidables.

Sin pensárselo dos veces, Sara, ataviada con su habitual impermeable rojo, sale a la calle en busca de las aventuras con las que tantas veces había fantaseado. Siguiendo el ritmo alegre de su cesta, donde llevaba la ya famosa tarta de fresa que su madre había dejado preparada la noche anterior, toma el metro con la intención de ir a visitar a su abuela; no sin antes hacer una parada esencial en Central Park, una decisión que cambiaría su vida para siempre, porque aquella tarde se encontró, después de tanto tiempo de espera, con la mismísima y ansiada libertad.

Una abuelita valiente, transgresora y bella, que además fue gran artista de su tiempo, la magnífica Gloria Star. Un lobo que sólo mantiene de animal el apellido, pues se ha reconvertido en el señor Wolf, maestro pastelero. Y una niña soñadora, intrépida y con afán por aprender y saber son los protagonistas de la versión de Caperucita más actual, la propuesta por la escritora Carmen Martín Gaite.

Sin perder la esencia y la estructura genuina de la obra original, Martín Gaite supo darle la vuelta a la historia para conseguir que donde antes el lector podía leer miedo, ahora vea libertad y donde antes veía temeridad ahora vea valentía y sueños cumplidos. Perrault describió a su Caperucita como una niña demasiado atrevida y confiada para advertir con ello de los peligros que las mujeres jóvenes podían correr si se acercaban a desconocidos (utilizando para ello la metáfora del lobo). La Caperucita de la gran manzana no tiene miedo a nada, ni a nadie, aunque también ayuda el hecho de que los personajes con los que se encuentra son buenos y dulces con ella, y no viles como lo fue el lobo en el cuento clásico.

Sara, nuestra Caperucita más contemporánea, había soñado infinidad de veces con la idea de poder vivir una historia propia de los cuentos que tanto le divertían, y lo consiguió. No conocemos el final de su historia porque Martín Gaite quiso dejarlo abierto a la imaginación del lector, tal y como a la pequeña Sara le hubiese gustado.

Como todo cuento, Caperucita en Manhattan encierra no una, sino muchas moralejas, mensajes que apelan directamente al corazón de un lector inmerso en una lectura divertida, sencilla, con mucho encanto y donde cada detalle ha sido pensado con la máxima rigurosidad. La soledad en la figura del lobo, la vitalidad en la persona de la abuelita, el valor de la amistad, la niñez más inocente y pura, el poder de los sueños, el afán de libertad, la bondad y la valentía son algunos de los principales temas de la obra, valores que el lector podrá constatar en la personalidad de los diferentes personajes, lo que le ayudará a acercarse más a ellos y a empatizar con sus sentimientos.

La lectura es el placer de viajar con la mente hasta aquellos mundos que tanto nos gustaría conocer. Y Martín Gaite ha cumplido a la perfección con esta expectativa; en Caperucita en Manhattan  nos ofrece la oportunidad de vivir un entrañable y mágico encuentro con la ciudad de Nueva York, para descubrir que detrás del ritmo frenético de sus calles, de sus imperecederas luces y su espíritu trasnochador, hay muchas, muchísimas personas con sueños por cumplir, con deseos de libertad, con ganas de encontrar la paz y la tranquilidad que un día perdieron, entusiasmados por encontrar su sitio y ser al fin felices.

Ulises y su travesía literaria (Días de Reyes Magos)

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Hacerse mayor implica, de algún modo, renunciar a ciertos privilegios de los que gozábamos en la infancia, como podrían ser la inocencia y la ilusión de creer que nada es imposible y que los sueños pueden hacerse realidad de un momento a otro, pues su cumplimiento sólo depende de la fuerza y la intensidad con la que los deseemos. Sin embargo, conforme el devenir de los años se hace más y más constatable, vamos cayendo en la cuenta de que ya nunca podremos regresar a esa etapa de la que en muchas ocasiones no hubiésemos querido escapar jamás.

Pero de repente, en nuestra recién iniciada edad adulta, se cruza de manera inesperada un libro que nos devuelve un pedacito de esa magia que creíamos haber perdido y nos invita a revivir la ilusión de aquellos días en los que esperábamos ansiosos la venida de nuestros adorados y entrañables Reyes Magos, pues aunque hace ya tiempo que descubrimos su verdadera identidad; su esencia, su ternura y su amor nos seguirán envolviendo para el resto de nuestra vida, aunque a veces nos cueste creer en ello.

Días de Reyes Magos no es sólo un homenaje a nuestra literatura, pues son constantes las referencias a grandes clásicos, así como a algunos de sus personajes más emblemáticos; es también una historia dedicada a todos aquellos padres que se desviven por sus hijos y que luchan cada día por llenar sus vidas de alegría, de emoción y de esperanzas.

El protagonista, Ulises, pasa de la noche a la mañana de ser el centro de su casa a tener que convertirse a la fuerza en adulto, sin pasos intermedios que ayuden a digerir mejor ese cambio. Un día un compañero de clase, uno de los más espabilados, “El Guille”, le revela, muy a su pesar, lo que él entonces escuchó como si de un auténtico desacato se tratara, y que venía a decir que los Reyes Magos no eran quienes decían ser en realidad. Este fortuito descubrimiento marcará un punto de inflexión en la vida del joven Ulises, que pasará de ser un niño arropado y feliz a convertirse en el blanco de las continuas discusiones de sus padres, en el foco de las frustraciones de uno y otro, hasta el punto de que arrastrado por unas circunstancias que no le dejan mayor elección, empezará a sentirse profundamente perdido.

Pero lo importante y lo más reseñable es que Ulises nunca estará solo durante ese período de búsqueda y reflexión, pues contará con el apoyo incondicional de su amiga Cali, Calipso, una joven apasionada de la literatura; y de todas las personas que más le quieren, sobre todo sus padres, que sabrán reconocer su error para hacer que la vida del pequeño Uli (como le suelen llamar cariñosamente) sea lo más maravillosa posible.

Un ciego que recita largos romances a la boca del metro y que conoce de memoria largos pasajes de algunas de las obras más ilustres de nuestra literatura; una profesora de gran vocación que intenta transmitir a sus alumnos su amor por los libros y la joven Cali son algunos de los personajes más importantes de esta obra, que a buen seguro ayudará a despertar entre los adolescentes, y los no tan adolescentes, una tremenda inquietud hacia muchos títulos, acercándoles también a su temática de una forma tan sutil, pero tan bien traída al mismo tiempo, que nadie podrá resistirse.

Días de Reyes Magos se constituye como un paradigma idóneo para trabajar el intertexto lector, entendiendo por éste la capacidad de interrelacionar conocimientos previos con otros nuevos que se vayan adquiriendo y sumándose al bagaje ya existente. Ese intertexto lector, como se podrá deducir, será mucho más amplio y enriquecido conforme al nivel de competencia lectora y, con ella, la competencia literaria que tenga cada persona. Conseguir que nuestros alumnos lean, como algunos ya habrán podido comprobar, no es en muchos casos tarea sencilla y más cuando se trata de promover en ellos el interés y el gusto por lecturas más profundas y de mayor calado literario; de manera que recurrir a obras como la del prestigioso autor español Emilio Pascual, puede ser una alternativa francamente productiva.

Ulises era un adolescente, que como muchos de su generación, no sentía especial atracción por la literatura; sin embargo, desde que una mañana descubre en su buzón un ejemplar de La guerra de los botones y otro de El club de los poetas muertos, iniciándose así un misterioso juego que se prolongará durante meses, su concepto de la lectura empezará a cambiar radicalmente, hasta el punto de que su fascinación por el mundo literario y sus personajes será cada vez más significativa y encontrará en ese espacio de sueños e imaginación el calor que tanto necesitaba en ese momento de confusión y soledad.

Víctimas de su destino (Rebeldes)

Cartel peli Rebeldes

En 1967 una joven llamada Susan E. Hinton dio vida a una de las novelas que aún hoy, a pesar de todo el tiempo transcurrido, sigue siendo un referente clave dentro de las obras de literatura juvenil. Rebeldes, como así se llamó, se consagró ya por entonces como la piedra filosofal de los adolescentes de la época. Su temática atemporal, el carisma natural de sus personajes y la cercanía transmitida por cada uno de ellos; así como su fácil y atractiva lectura, reforzada por una alta calidad lingüística y literaria, fueron los factores responsables del éxito cosechado por esta novela que sigue siendo protagonista en muchas de las aulas de todo el mundo.

Ponyboy Curtis, protagonista de la historia, era el menor de tres hermanos huérfanos: Sodapop, el hermano mediano y Darry el hermano mayor. Eran pobres, siempre lo habían sido y de hecho, vivían en East Side, uno de los suburbios más conocidos de la isla de Manhattan; pero sin embargo, aún a pesar de su delicada situación económica, siempre habían sido felices, pues eran una familia humilde y muy unida hasta que un día todo se truncó. Sus padres murieron en un accidente de tráfico y ya nada volvió a ser igual en sus vidas. Darry, quien siempre había soñado con ir a la universidad, tuvo que abandonar su gran meta para convertirse de la noche a la mañana en un responsable y comprometido cabeza de familia con sólo veinte años.

Johnny Cade era hijo único, pero lejos de que esa circunstancia hubiese llevado a sus padres a focalizar en él todo su cariño y atención, éstos nunca le manifestaron ni la más mínima señal de afecto; sino todo lo contrario, su padre bebía y pagaba con él los efectos de una vida de excesos y frustraciones. Por su parte, su madre siempre guardaba silencio y sus ojos, al contrario que los de Johnny que siempre conservaban una chispa de ternura y vivacidad, miraban fría y duramente a quien no era más que un niño de dieciséis años necesitado de amor.

Dallas Winston, Dally, también era el único hijo de un matrimonio que se había desentendido por completo de él. Necesitado de afecto, de valores y de normas, Dally se había ido haciendo a sí mismo como una persona fría, agresiva y aparentemente imperturbable, víctima de la vida que le había tocado llevar cuando no era más que un adolescente de diecisiete años.

 Two-Bit Matthew y Steve Randle, el mejor amigo de Sodapop, completaban el corazón de esta pandilla conocida como los greasers (grasientos), para ellos todo un orgullo y para los socs, sus rivales, una vergüenza, un símbolo de pertenencia a una clase inferior.

Los greasers habían hecho de los vaqueros, las zapatillas de lona y sobre todo de la gomina, su sello de identidad. Daba igual en que situación pudieran encontrarse, y si ésta era más o menos compleja, siempre tenían que ir peinados al estilo que marcaba su estética: bien engominados, pues su largo y voluminoso pelo era al fin y al cabo su rasgo más característico.

Sin embargo, aunque aferrarse a las directrices genuinas de su condición les ayudaba a  sentirse vivos y orgullosos de ser quienes el destino había querido que fueran, su vida estaba marcada por el dolor, el dolor de no haber sentido nunca el amor paternal o de haberlo perdido cuando más lo necesitaban; el dolor y la impotencia de saber que difícilmente las cosas cambiarían y que no tenían más remedio que resignarse a vivir aquello que les venía impuesto. Dolor porque no sólo habían de sobrellevar la carga de su apesadumbrado y gris día a día, sino que además, se veían abocados a peleas constantes y descabelladas con los socs, la pandilla del barrio de West Side (uno de los más pudientes del corazón de la gran manzana) en definitiva, la cara opuesta de la moneda a la que ellos representaban.

Sea como fuere, lo cierto es que greasers y socs, socs y greasers no eran más que un grupo de adolescentes a los que su núcleo social más cercano había convertido en víctimas. Los greasers pedían a gritos afecto y comprensión, amparo en los momentos difíciles y palabras cargadas de ternura para paliar la tristeza que pudiera sobrevenirles, pues no eran más que unos niños sedientos de amor. Los socs eran jóvenes a los que sus padres habían educado en la falsa cultura del materialismo, donde el esfuerzo representaba un papel poco menos que secundario, pues habían sido malacostumbrados a tener cuanto deseaban sin que ello les supusiera gran sacrificio; sin embargo, lejos de sentirse afortunados ante esa situación, ansiaban que sus padres les impusieran disciplina, normas y límites que les ayudasen a distinguir la frontera entre lo que está bien y lo que está mal, pues ellos eran demasiado jóvenes para interpretarlo por sí mismos.

De manera que arrastrados por una sociedad que de algún modo no había sido justa con ellos, encontraron en la violencia su válvula de escape. Un camino equivocado y sin retorno que Hinton quiso retratar en su obra maestra: Rebeldes, una historia sobre el valor de la verdadera y pura amistad; una historia para reflexionar sobre el peso determinante que desempeña el amor paternal en la vida de una persona. Una historia sobre el honor, sobre la capacidad de supervivencia. En definitiva, una historia dedicada a todos aquellos niños a los que la vida obligó a convertirse en adultos sin pasos previos, condicionados por unas circunstancias desfavorables que no jugaron en su favor.

Hinton reflejó en su obra a una parte de la sociedad juvenil neoyorquina de finales de los sesenta, que adolecida de muchos males: marginación, familias desestructuras, falta de valores y atención, etc. optaron por la senda peligrosa del vandalismo, haciendo verídica la premisa de que “la violencia sólo engendra más violencia”. Pero lo que esta autora no sabía, es que esa realidad viviría hasta nuestros días con la misma o mayor intensidad que la de aquel momento. Y de nosotros, del conjunto de la sociedad, depende que esa indeseable situación cambie.

Rebeldes es una historia de ayer y de hoy, cuya lectura puede ser determinante para que nuestros alumnos empiecen a tomar conciencia del peligro que implica cualquier enfrentamiento y que la violencia sólo traerá más violencia, pero nunca solucionará nada. El reputado cineasta Francis Ford Coppola llevó a la gran pantalla en 1982 la adaptación de esta novela que todos los jóvenes deberían leer al menos una vez en su vida.