Si tuviera que elegir una sola palabra que definiera lo que ahora mismo siento sería, sin duda alguna, MAKTUB (= una bonita casualidad), porque gracias a esa casualidad, incierta e inesperada, hoy puedo leer historias tan maravillosas como éstas. Gracias de nuevo por confiar en el inconmensurable valor de las palabras, porque ellas, independientemente de su origen, de su musicalidad, de su naturaleza…tienen el poder, como dijo Walt Whitman “de cambiar el mundo”.
Expresaos siempre en libertad, las palabras os concederán ese privilegio. Decid lo que sentís, no silenciéis nunca vuestra voz, ni permitáis que se apague la esencia de lo que sois. Dejad que las palabras vibren, vivan y vuelen.
Wabi Sabi
Vamos andando por la calle y no nos paramos a pensar en el tiempo que llevan los árboles ahí plantados, observando cómo sus ramas se han ido cayendo y han ido creciendo de nuevo. Hay pequeños detalles que no observamos, como el color de las hojas, la hierba en el suelo, las grietas en las paredes, los bancos estropeados sobre los cuales se asientan grandes vivencias y momentos que nunca olvidarán. Simplemente párate a escuchar una tarde a los pájaros, al viento, sólo observa y escucha como hay detalles que te podrían hacer más feliz. Me encanta caminar bajo la lluvia, todo el mundo con paraguas, yo prefiero sentir la lluvia sobre mi cabeza, tengo tantas manías que necesitaría muchas líneas para describirlas. Me gusta lo imperfecto, lo diferente. Aún estás a tiempo de hacerlo, hoy cuando vayas por la calle, observa y disfruta de lo maravilloso que es el mundo.
Wabi Sabi, belleza en las imperfecciones, belleza en las curvas de una mujer, en los hoyuelos de una sonrisa; por un momento párate a pensar si de verdad merece la pena lo perfecto, lo común. Yo adoro lo distinto, lo único. Sencillez, naturalidad. Por eso adoro a los niños, con esa inocencia imperfecta son como ellos quieren ser, y si un niño quiere vestirse de rosa que lo haga, ¿por qué tiene que estar mal? ¿Sólo porque la sociedad lo diga? No, lo siento, nunca aceptaré esa respuesta, lo bonito se encuentra en lo diferente, en la espontaneidad.
Acércate a varias personas y pregúntales qué es lo que está de moda, seguro que casi toda por no decir todas, te contestarán lo mismo, a eso me refiero, la moda es lo que a uno le gusta. Haz tu vida como tú quieras, es tuya y no del mundo, no hay que dejar que los prejuicios te afecten, sólo aprende de ellos. Aprecia lo imperfecto, es lo único que realmente te muestra la verdad, una mujer sin maquillaje, sin operaciones, lejos del estándar mitificado que se han empeñado en proyectar como el ideal inalcanzable. Hace años la mujer perfecta era una mujer con curvas, una mujer real, una mujer diferente. Todo cambia, pero seguro que las personas que muestran su opinión acaban siendo más felices que las que se convierten en víctimas de su físico, cierran su mente y descuidan su alma.
Lucía Tárraga Romero, 3ºESO C
A ti, ramé.
Y supongo que tenían razón cuando decían que eras como un huracán, lo arrasabas todo a tu paso. Pero caí por ti con una sola mirada y una sonrisa que acentuaba tus hoyuelos. Todas pensamos que podemos cambiar a un hombre, que podemos hacer que deje de ser un mujeriego y se convierta en un príncipe azul. La verdad es que nunca pasa, no puedes cambiar la naturaleza de las personas, solo puedes amarlas. Y te amé, te amé con cada pedazo de mi corazón. Aún sigo recordando tus caricias, los besos que me erizaban la piel, la forma que tenías de hacerme sentir gigante solo con unas pocas palabras, cuando te quedabas impresionado cuando me arreglaba . . . Todas esa cosas me hicieron pensar que sí, que te había cambiado, que siempre estarías a mi lado. Pero como una estrella fugaz desapareciste y no he conseguido olvidarme de ti. Has sido lo más bonito y lo más desastroso que ha pasado por mi vida, me rompiste todos los esquemas pero me creaste unos nuevos. Has sido los que muchas personas definen como “Ramé”, algo caótico y hermoso al mismo tiempo, pero también fuiste mi perdición. Y es que no sé si te podré superar, supongo que una parte de mi corazón siempre tendrá tu nombre. Solo espero que si nos volvemos a encontrar seamos dos desconocidos dispuestos a dar todo por el otro como lo hicimos algún día (o como yo lo hice).
Lucía Montesinos Medina, 3ºESO A
Un nudo en la garganta
Y no podía dejar de mirarte, te juro que no podía. Esa nariz, esa boca, esos ojos… Dios, tus ojos me perdían, me llevaban a paraísos artificiales en los que me perdía por quién sabe cuánto tiempo. Me causaban un revoltijo de emociones en mi interior, en todo mi ser. Un nudo en la garganta que solo tú podías deshacer. Cuanto más te miraba más perfecto me parecías, supongo que era eso que llaman “wabi sabi”, incluso la más mínima“imperfección”, como algunos dirían, era perfecta para mí. De verdad que me superaba, todo eso me superaba.
Ahora ya no me supera. Ya no te miro, o por lo menos lo intento. Tus ojos ya no me llevan a lo paraísos artificiales en los que tanto compartimos. Ahora las emociones que me provocas no son las mismas. El nudo que tengo permanentemente en la garganta ya no lo puedes deshacer.
Pero sigues siendo tal y como eras cuando me enamoré de ti. Tal y como me dijeron que serías. Tal y como tú me dijiste que eras. Pero yo hacía caso omiso a todas las advertencias, me cegaba el “forelsket” esa euforia del primer amor. Y ha sido todo culpa mía, culpa mía por ser tan ilusa, culpa mía por creer que te cambiaría, culpa mía por quererte.
Aitana Palao Peydró, 3ºESO B
Palabras para hablar de amor
Hace ya 8 meses del fallecimiento de su padre en un trágico accidente de autobús. Aunque ya ha pasado cierto tiempo, Rachel se siente descolocada, no hay un solo día en el que no sienta SAUDADE, o lo que es lo mismo, que el recuerdo de su padre le venga a la mente sin cesar. Un sentimiento, mezcla de dolor e impotencia, que invade su alma y la conduce a una situación agónica. Tras barajar varias posibilidades para conseguir DATSUZOKU, Rachel había escogido el que sería el escape de su rutina diaria. Ya estaba decidido. Era el momento de contárselo a Loren, su madre. A todo ello cabe añadir el hecho de que la joven podría considerarse LUFTMENSCH, una persona soñadora y entusiasta. Cuando tan sólo tenía 3 años, Rachel ya imaginaba que estaba totalmente sola, inmersa en un frondoso bosque en busca de aventuras, en lo que se conoce como WALDEINSAMKEIT. Además, había tenido la gran suerte de poder disfrutar de unos padres a los que les apasionaba viajar, lo que acentuaba aún más su WANDERLUST, en otras palabras, su gran deseo de explorar nuevos territorios y conocer los rincones más extraordinarios del planeta.
Mamá estaba en la cocina, preparando la cena como cada noche. Rachel aprovechó aquel instante para hablar con ella del que sería su próximo destino.
– Me gustaría hablar contigo, mamá.
– Claro, Rachel. ¿Qué sucede?
– Ya sabes que estos últimos meses están siendo muy duros para mí porque… bueno… ya sabes a lo que me refiero.
Aquella situación se había convertido en MOKITA, la muerte de su padre era ya un hecho evidente, pero nadie todavía se atrevía a hablar de ello.
– Lo sé, hija. Todos estamos atravesando un momento muy duro en nuestras vidas y puedo imaginar perfectamente cómo te sientes, pero no podemos permitir que todo esto nos supere. De todos modos, ya sabes que si yo puedo hacer cualquier cosa por ti, lo haré, sin ninguna duda.
– Bueno, mamá. He estado pensando y creo que necesito desconectar y alejarme unos meses de todo esto. Una buena alternativa es la de ser au pair en otro país. Cuidaré de unos niños y a cambio recibiré un sueldo semanal durante mi estancia allí. Creo que me vendrá bien para reflexionar y pensar sobre mi futuro profesional. Además, conoceré gente nueva y visitaré lugares fantásticos. He encontrado una buena familia en París, ya he hablado con ellos y no hay problema en que me incorpore la próxima semana. También quería pedirte perdón, mamá, por contártelo ahora pero estoy segura de que si te lo llego a decir con mayor antelación, no me hubieras dejado ir.
– Rachel, todo esto es muy precipitado, pero si es lo que necesitas, no me voy a interponer en tu camino. Sólo te pido que te cuides y, por favor, escríbeme a diario. Sé que puede ser muy productivo para tu futuro y una bonita experiencia para ti.
Eran las 10 de la mañana y Rachel había aterrizado en el pequeño aeropuerto de Charles de Gaulle. Estaba nerviosa, expectante ante el que sería su nuevo hogar durante nueve meses. Léa Courtois, la madre de dos niños de 7 y 12 años, era la encargada de recoger a Rachel a su llegada. Se saludaron y emprendieron el viaje a casa. Esa misma tarde conoció a François y a sus dos encantadores hijos, quienes le brindaron una calurosa bienvenida.
Al cabo de unos días, la joven estadounidense se sentía desconcertada: por un lado estaba feliz, ya que se sentía afortunada al haber encontrado a aquella maravillosa familia, pero también tenía DÉPAYSEMENT, ya que se sentía un tanto extraña en una casa que no era la suya. Ese fin de semana, los padres le solicitaron un servicio de babysitting y Rachel pensó en pedir unas pizzas para los tres. Treinta minutos después, un repartidor llamado Antoine tocó al timbre de la casa, Rachel recogió las pizzas y tras intercambiar unas palabras, la joven sintió algo diferente, ya que a pesar de no ser su tipo de chico, le pareció interesante.
A pesar de sentirse ENGENTADA, necesitaba rodearse de gente de su misma edad para distraerse y salir de la sistemática rutina que se repetía cada semana. Entró en Facebook y vio un grupo que se llamaba “Americanos en París”, allí conoció a un grupo de chicos y chicas en su misma situación. Quedaron ese mismo viernes para ir a una cafetería de la zona. Entablaron conversación sobre distintos temas y compartieron sensaciones. Rachel se encontraba muy cómoda en aquel ambiente, pero, de repente, y pese al HYGGELIG, es decir, esa sensación de serenidad que le proporcionaban los que serían sus nuevos amigos, todo a su alrededor se detuvo. Era él. No recordaba su nombre, pero se acordaba perfectamente de aquellos rasgos. Tras observarle unos segundos, se percató de que él también la estaba mirando. Se puso roja. Él tomó la iniciativa y se acercó a saludarla.
– ¿Te acuerdas de mí?
– Emm… Bueno, no estoy segura. ¿Eres el pizzero del otro día?
Tan pronto como pronunció esas palabras, se avergonzó de inmediato de haberse dirigido a él de aquella manera.
– Sí, ¿Rachel, verdad?
– Perdona, todavía no domino el idioma con fluidez.
– No te preocupes. Quizás te parezco algo atrevido, pero, ¿te gustaría que quedáramos algún día y charláramos un rato? Podría ser un guía extraordinario.
– Claro.
Rachel extendió su mano y le facilitó su número de teléfono escrito en una servilleta de papel.
– Te llamaré.
– Hasta luego, Antoine.
Era una tarde como otra cualquiera. Rachel se encontraba jugando con los niños y de repente sonó su móvil. Le había llegado un mensaje. “¿Te apetecería quedar el próximo sábado?”. Se puso nerviosa, contestó rápidamente con un “Sí” contundente.
El punto de encuentro era el nuevo bar que acababan de abrir en la esquina de la avenida principal. Se sentaron en una mesa al lado del gran ventanal que ofrecía unas vistas impresionantes de la gran ciudad. No podía soportar aquel ruido constante que él realizaba al masticar todos y cada uno de los entrantes. Sin embargo, y sin entender el por qué de la situación, se dio cuenta de que no le molestaba, sino todo lo contrario, le parecía algo gracioso y casi adorable. Sin duda, aquello era WABI SABI, no comprendía cómo podía no importarle algo así cuando sabía perfectamente lo maniática que era, pero él era diferente, le gustaba, así como todas y cada una de sus imperfecciones que lo convertían en alguien realmente perfecto para ella. Terminaron de cenar, se despidieron cordialmente y ella cogió un autobús que la llevó a casa.
La segunda cita tuvo lugar dos semanas después. No fue la mejor cita del mundo, tampoco estaban en un restaurante exclusivo, pero nada de eso importaba, sólo él y ella, juntos, parecían conocerse de toda la vida, las palabras brotaban solas de su boca y podía sentir que aquella conversación podría durar toda la noche. Aquella conexión era espectacular. Llegó a casa. No podía disimular la enorme sonrisa dibujada en su rostro. Estaba algo aturdida, un sentimiento de felicidad que desconocía por completo, algo que nunca antes había experimentado, estaba segura, se trataba de FORELSKET. Por primera vez, estaba enamorada.
Aparentemente todo iba bien. Su relación con la familia era maravillosa, los niños la adoraban, Antoine estaba cada día más loco por ella; sin embargo, Rachel se sentía incompleta, le invadía la nostalgia de su tierra natal, de todo lo que había dejado atrás al emprender aquella aventura. TOSKA definía aquella situación a la perfección. Además, estaba un tanto confusa. Por un lado, sentía un amor irracional por Antoine, que ya había admitido en más de una ocasión; no obstante, por otra parte, no lograba entender cómo podía sentir todo aquello que a la vez se mezclaba con un sentimiento de rabia e impotencia debido, sin duda alguna, a la terrible muerte de su padre. Esa sensación era RAMÉ.
Pasaron algunos meses y Rachel seguía su relación con Antoine. Todo fluía perfectamente. Antoine, que ya la conocía bastante, se había percatado de que algo le rondaba la cabeza últimamente. A pesar de sus intentos fallidos por que le hablara sobre ello, finalmente fue Rachel la que tomó la decisión de expresarle los sentimientos que la acechaban de manera constante.
– Antoine, me gustaría hablar contigo.
– ¿Qué ocurre, Rachel? – dijo algo intrigado.
– Verás… como ya sabes, estoy muy a gusto aquí contigo, con mi trabajo, con todo esto pero, no puedo dejar de pensar en mi madre, echo de menos también a mis amigos y bueno, llevo semanas dándole vueltas al mismo tema y me he planteado volver a casa pero me aterra el hecho de separarme de ti. Quiero estar contigo hasta el final, lo que siento es SARANG.
– Decidas lo que decidas, te apoyaré en cualquier decisión que tomes. ¿Conoces la leyenda del Hilo Rojo? Cuando dos personas están predestinadas a estar juntas, no importa el tiempo que pase ni tampoco lo que pueda suceder, ya que al final acabarán encontrándose si el destino lo decide de esta forma.
En ese preciso instante, Antoine agarró a Rachel por la espalda y la condujo hasta él, abrazándola muy fuerte. GIGIL se apoderó de él pues no pudo contener las ganas de apretar a Rachel. La amaba profundamente.
Javi Latorre Martí, 3ºESO A
Siempre en mi corazón
Recuerdos, sólo recuerdos… recuerdo esa cabaña cerca del lago, esos días en los que salíamos a jugar por el bosque hasta que mis padres nos decían que volviésemos antes de que anocheciera.
Sólo son recuerdos, nada más…
Quiero volver, necesito sentir esa tranquilidad, recorrer cada parte de esa casita, cada rincón, cada habitación llena de recuerdos y añoranza, tengo ganas de revivir cada uno de los momentos vividos junto a ti y sentir que todavía estás conmigo, de sentirte vivo otra vez…Ha pasado mucho tiempo desde que te fuiste, necesito volver y descubrir el significado de esa extraña palabra que me dijiste una vez: Toska.
Ahora me dirijo hacia mi antigua casa, donde pasé toda mi infancia. Cada paso que doy los recuerdos me invaden, todavía me acuerdo de ese día en el que tropecé con una pequeña raíz de un árbol, y me dijiste: “¿Ves ese árbol? Está enfermo al igual que yo y algún día morirá, y esa raíz, junto a otras, crecerá y seguirá adelante. Prométeme que disfrutarás cada segundo de tu vida, no quiero que me olvides, pero no quiero que te sientas triste cada vez que me recuerdes, sólo vive y lucha por tus sueños.”
Continuo caminando, ya se ve el lago, tan cristalino y azul como siempre, a lo lejos ya puedo ver la casita.
Me siento en la orilla del lago, donde una vez me quedé dormida y tú viniste a buscarme.
Las lágrimas amenazan con salir, respiro y continúo caminando. He llegado, estoy enfrente de la puerta, sólo tengo que abrirla y todos los recuerdos y sentimientos me inundarán en un mar de lágrimas… sólo tengo que girar el pomo oxidado de la puerta de madera de la pequeña casita donde nací y pasé los mejores años de mi vida, donde te conocí, y viví y sentí cosas que nunca volveré a sentir, tengo que entrar… Lo he descubierto, eso es lo que siento, una palabra llena de emociones, toska, nostalgia del lugar en el que nací. Ahora sólo quiero llorar y volver a esos tiempos de felicidad.
Inés Mira Pérez, 3ºESO B
En busca de la belleza colateral
Todos sabemos lo dura que es a veces la vida, dolor, nostalgia, estrés, remordimientos, mentiras… También sabemos cómo de duro nos puede golpear, enfermedades, la pérdida de un ser querido, rechazo por parte de los demás… Para mí, la vida es como una montaña, un día estás en la cima y otro estás a los pies, tú has luchado y peleado por alcanzar la cima, pero, de repente, un suceso lo cambia todo y vuelves al mismo sitio en el que habías empezado. Pero, ¿por qué tiene que ser eso un inconveniente, puede acaso detenernos? En mi opinión, no puede. Desde que éramos niños nos han dicho y repetido miles de veces que cuando caes, tienes que volverte a levantar, porque sino ¿qué haríamos?, nos hundiríamos en nuestro propio dolor y remordimiento, sólo por el mero hecho de haber cometido un error, nunca debemos rendirnos, hay que seguir luchando y viviendo al máximo cada día de nuestra existencia hasta que nos hayamos ido para siempre.
En mi caso, yo aprendí esto gracias a cierta persona que llegó a mi vida en el momento idóneo, justo cuando estaba a punto de rendirme.
Todo comenzó un frío día de febrero, yo me dirigía hacia la universidad cuando recibí una llamada, era mi padre. Su voz sonaba muy triste y pausada, sin pensármelo dos veces, le pregunté el porqué de esa tristeza, y tras dos segundos, respondió. En ese momento yo no supe cómo reaccionar, subí al coche, arranqué y mientras estaba en la autopista, me derrumbé, paré a un lado de la carretera y empecé a llorar y a gritar. Aún no me podía hacer a la idea de que se hubiera ido y de que nunca más la podría volver a ver. Ella era uno de mis pilares, era mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, era la única persona en la que de verdad podía confiar, no podía ser cierto.
Cuando ya me hube tranquilizado, salí del coche, salté por encima de la valla y caminé durante una hora, hasta que llegué a un denso bosque de pinos y robles, me adentré en él sin ninguna preocupación, tras un buen rato caminando, empezó a anochecer, en la distancia divisé la luz de una casa, acto seguido me dirigí hacia ella, que se encontraba en un amplio claro en medio del bosque. Al lado de la casa había una especie de vieja camioneta de los años 80 y un pequeño pozo, me acerqué al porche de la casa, miré por la ventana, pero no vi a nadie dentro. Pero cuando me giré, delante mía tenía a una chica más o menos de mi misma edad, de pelo castaño y ojos verdes, se quedó mirándome unos segundos, que para mí fueron eternos y entonces, me preguntó quién era y qué hacía allí, yo no supe qué responder, al fin reaccioné y le dije que me había perdido en el bosque y que no encontraba mi coche. Ella me invitó a pasar la noche en su cabaña, ya que era demasiado tarde para buscar el camino de vuelta, estaba anocheciendo. La cabaña era más grande de lo que me pensaba, me acomodé en un sillón y estaba a punto de dormirme cuando vi como la chica se sentaba a mi lado. Yo la miré extrañado, pero ella me miró sonriendo, me preguntó el porqué de mi dolor y mi huida de todo cuanto conocía, yo me sorprendí mucho, no me conocía de nada y yo tampoco la conocía, era una extraña que vivía en una cabaña en medio del bosque. A pesar de ello, me entraron ganas de sincerarme y así lo hice, le conté todos mis problemas y mi dolor por lo sucedido y ella dijo algo que no llegué a entender, wabi sabi, me lo explicó y al fin lo entendí, encontrar belleza en las imperfecciones, aquella extraña quería hacerme entender que del dolor y el sufrimiento podemos sacar cosas buenas, podemos aprender, no hace falta olvidar, sólo tenemos que seguir viviendo con ese recuerdo pero quedándonos siempre con el lado bueno de las cosas.
A la mañana siguiente me desperté, pero parecía que no hubiera nadie en la casa, salí fuera y estaba a punto de irme cuando oí la voz de aquella chica, le di las gracias por acogerme y le pregunté su nombre, Annabeth, nos miramos por última vez, ella sonrió y yo también, me di la vuelta y comencé a caminar, llegué a mi coche y me dirigí rumbo a casa con esas dos palabras dando vueltas en mi cabeza, wabi sabi.
Lucía Valls Hernández, 3ºESO C
Adhara
La verdad no es algo fácil de reconocer y de aquí en adelante te costará mucho soportar la cruda realidad.
Un grito recibió en este mundo a una pequeña muchacha, su madre decidió llamarla Adhara “la más hermosa”. Aunque Adhara nació como una niña más, era algo diferente, tenía una belleza incomparable, su piel atezada, sus rasgos afilados, su cascada de cabello negro y, sus ojos del color del agua, le ofrecían un futuro muy prometedor.
Al cabo de los años su madre hizo de ella un arma letal y despiadada, sin un corazón con el que poder amar, ya que para su madre ningún hombre era digno de su extraordinaria belleza. Todo aquel que cruzaba con ella una mirada se quedaba turbado. Adhara se acostumbró a conseguir lo que quería utilizando sus cualidades, con una sola mirada era capaz de enamorar el corazón más frío.
Todo el mundo la envidiaba, todos la odiaban y, sobre todo, le tenían miedo. Adhara se había convertido en una marioneta controlada por su madre, conseguía cuanto quería gracias a la belleza de su hija. Sin embargo Adhara seguía sintiendo añoranza, nostalgia por algo que no tenía, amor.
La soledad se había convertido en un abismo con una profundidad vertiginosa, hasta que lo vio, no advirtió nada, no se dio cuenta de nada, nada existía más allá del cruce de sus miradas. Fue algo “uncany”, una experiencia sobrenatural e inexplicable, extraña. Con una mirada fugaz hizo que su pequeño corazón comenzara a latir por primera vez.
Ella no había llegado a vislumbrar por qué, en verdad se atraían el uno al otro. La sonrisa la delataba, no podía reprimir esa pequeña curva cada vez que lo veía, lo que él realmente sentía acabaría con ella. El chico había quedado prendado de ella como muchos otros, pero esta vez era algo mutuo.
Condenar a los hombres a la eternidad, esas eran las enseñanzas de su madre. Adhara intentó alejarlo de ella, pero sus vidas quedarían marcadas para siempre. Su belleza era una maldición, una perdición para muchos hombres. Una noche con su modo sutil y su gracia apareció delante de él y le dijo “serás objeto de elogio sin fin y nuestro amor un vago recuerdo, nuestra historia seguirá viva mientras tú me sigas recordando”.
Después no hubo nada en absoluto.
Soraya Aracil Seco, 3ºESO A
Saudade
Me acuerdo perfectamente de ese día: era un martes soleado, un martes con mucho encanto, ya que en el colegio me tocaban las asignaturas que más me gustan, todo iba muy bien, salimos a las doce y media de las clases para ir al comedor a comer como hacía de lunes a viernes, ya que mis padres estaban trabajando. Cuando acabamos de comer nos pusimos a jugar al fútbol de la misma forma divertida y apasionada en la que lo hacíamos antes, hasta que sonó la campana, ahí supimos que teníamos que ir a clase de tres a cinco y media. Llegué a clase y me reencontré con mis amigos de nuevo, como todos los días hacía a estas horas. La primera hora fue muy divertida: plástica, la segunda no tanto, pero no me disgustaba, religión. Por fin llegaba la hora, faltaban diez minutos para ir a entrenar a fútbol sala, pero entonces todo se paró cuando Cristina, la conserje, me llamó por el megáfono ´´Por favor Pau Verdú te esperan en recepción´´ Yo fui allí con mucho entusiasmo pensando que me iba ya a entrenar, pero todo se me vino abajo cuando me dijeron que cogiera la mochila que el abuelo estaba malito y que me tenía que ir. Mi padre nos recogió a mi hermana y a mí y nos dijo: “vamos a pasar por casa, me ducho, nos arreglamos y vamos a ver al abuelo”. Tras una espera impaciente mi padre recibió una llamada, era mi madre, y por la cara que puso mi padre deduje que no eran buenas noticias, tras quince segundos de espera incómoda nos dijo que el abuelo se había ido al cielo, después de esto nos fundimos los tres en un apasionado abrazo lleno de lágrimas.
Esos días los pasé muy mal debido a la mayor pérdida de mi vida hasta el momento. Hoy lunes veinte de febrero a las cinco y veintisiete minutos de la tarde, cada vez que pienso en ese momento y en él me emociono, y siento saudade: nostalgia o deseo y añoranza por algo que no tienes.
Pau Verdú Palao, 3ºESO B
La vida son dos días
Todos hemos perdido algo que añorábamos con locura y por desgracia se fue o no pudimos retenerlo. El tener una cosa y que de repente una noche desaparezca es doloroso.
Pues eso es justo lo que me pasó con mi segundo padre, con uno de mis referentes, con uno de mis ídolos, con mi abuelo. Una noche normal a las doce en punto sonó el teléfono y no sé por qué me dio una corazonada de que algo bueno no iba a traer esa llamada. Pues así sucedió, esa llamada trajo una trágica noticia y era que a mi abuelo le había dadoun infarto. Mi madre se fue corriendo a Alcoy y dos horas después recibí una llamada que nadie quiere en su vida; esa llamada decía que mi abuelo había fallecido. Difícil de asimilar cuando el día de antes estábamos juntos discutiendo entre bromas sobre futbol, riéndonos de barbaridades que soltábamos los dos y charlando de cómo iban a ser las fiestas de Moros y Cristianos que él tanto amaba.
Era incapaz de entender que ya no le podría ver nunca más, tan sólo en fotografías.
Está claro que a todos nos va llegar el momento en el que nos tendremos que ir a un lugar desconocido, el lugar que descubriremos llegado nuestro momento, pero no es fácil decir adiós a alguien a quien has querido tanto.
Yo soy de los que pienso que hasta que no te pasa no sabes lo que se siente, y lo que sentí era un sentimiento desconocido, porque hasta ese momento no había perdido a alguien tan cercano y querido.
En el momento en el que pierdes a alguien tan importante en tu vida se siente dolor, tristeza, enfado, pena, melancolía y SAUDADE. Sentimientos que a nadie nos gusta sentirlos, pero sintiéndolo mucho esto es ley de vida y es algo de lo que no nos podemos librar.
Yo creo que sentir dolor es necesario. Me atrevería a decir que es algo imprescindible, porque es algo que me ayuda a pensar, a recapacitar, a hablar conmigo mismo, a superarme, a crecer…
Considero que la vida son ciclos, etapas por las que todos tenemos que pasar, que el día a díaes un misterio y que puedes ser millonario y en apenas segundos, por una mala gestión, puedes arruinarte.
En conclusión, vive, lucha, llora, ríe, sé feliz, ama lo que tienes y a quien tienes, pues como bien dicen “la vida son dos días”.
Pepe Fernández León, 3ºESO C
Datsuzoku
Definido como un escape de la rutina diaria, como aquello que todas las personas necesitan alguna vez en su vida. Todos necesitamos tiempo para nosotros, relajarnos, pensar en nuestras cosas y planificar el futuro (pero no muy lejano).
Yo soy igual que todos, yo también necesito tiempo para mí, por ejemplo, cuando me voy a jugar al fútbol, ya que, para mí, es un descanso de las presiones de la rutina.
Como ejemplo estaría irte de viaje, explora el mundo que te rodea, que es muy grande y muy interesante. Hay que poder salir de viaje una vez al año. Cuando yo me voy de viaje me dejo TODA la tecnología en casa, ya que las vacaciones es un tiempo que te tienes que tomar para relajarte. El último viaje que hice para relajarme lo hice yo solo, me fui a Francia en avión para visitar a mi familia de allí. Mis padres me dijeron que no tenían dinero para que nos fuéramos todos juntos. Yo decidí que necesitaba un descanso, por lo que me compré el vuelo y me fui solo con una maleta para una semana y media, y el móvil (por precaución).
La experiencia de viajar tú solo, considero que todo el mundo debería poder hacerla, ya que es algo muy satisfactorio y relajante. Sólo coge un avión y vete por ahí. Descubre mundo que es lo más bonito que se puede hacer en este mundo.
Al igual que viajar, para despejarte de la rutina, también se pueden hacer otras cosas. Un ejemplo podría ser practicar tu hobbie favorito, sea el que sea. En mi caso sería jugar al fútbol, ya que cuando juego me siento libre y no pienso en otra cosa. Es un momento de liberación de los problemas del día a día.
Como último consejo, sólo os digo que disfrutéis de la vida, que solo son dos días y uno de ellos está lloviendo a todas horas.
Roberto Molina Pérez, 3ºESO B
Un sueño fortuito
Hoy iba a ser un día normal como cualquier otro. Me levanté sobre las 7:30 de la mañana, desayuné una taza de café, como siempre, con una buena tostada.
Me fui hacia el trabajo sobre las 8:00, llegué a la oficina a la hora de siempre y fui hacia mi minúsculo cubo para hacer el informe que me pidió que redactase el subgerente. Cuando acabé el informe ya eran las 10:00 de la noche, así que no me andé con preámbulos y me fui derecho a casa.
A la vuelta, cuando estaba a una manzana de mi casa, descubrí que la calle estaba cortada, así que tuve que dar un rodeo de una hora para llegar hasta ella, porque casi todas las calles del barrio estaban cortadas, porque la red eléctrica estaba fallando y no sabían el porqué.
Cuando llegué a mi casa debían ser las 12:00 por lo que fui derecho a la cama. Al día siguiente me levanté un poco tarde, sobre las 8:00, y como veía que no llegaba al trabajo, decidí quedarme en casa ese día.
Sobre la 1:00 de la tarde decidí ir a comprar al supermercado y fue allí donde encontré a mi vieja amiga Ana, que fue conmigo al instituto. Charlamos un rato y ella me propuso que hiciera algo que ella describió como ‘’datsuzoku ‘’ y me invitó a ir con ella a París a cerrar un trato con sus inversores de allí, y yo, sin dudarlo, acepte.
El viaje fue muy cómodo, fuimos en primera clase porque después del instituto Ana se hizo rica en bolsa invirtiendo un dinero que ganó en un concurso, y con la ayuda de sus padres ganó 1.000.000$, con los que abrió su empresa Milwaukee Airlines Company, y como era la jefa podía ir gratis en primera.
Cuando llegamos fuimos directos al café donde habían quedado. Una vez allí Ana me explicó que quería que fuera porque yo estudié francés y ella no y estaba buscando un traductor, pero todos eran muy caros y cuando me vio en el supermercado pensó que yo lo haría gratis (y tenía razón). Y después de una agradable charla y de cerrar el trato con los inversores, Ana me preguntó si querría trabajar para ella como su representante y que me pagaría clases para aprender chino, español, alemán… y otras muchas lenguas que necesitase, y yo, sin dudarlo, acepté.
Cuando regresamos fui derecho a las oficinas y le dije a mi jefe que dimitía, y aunque se lo tomase mal me alentó a que creciera como persona y triunfase en mi nuevo trabajo.
Y así, después de quedarme dormido, fue como me gané, en mi opinión, uno de los mejores trabajos del mundo.
Jordi Sanz Verdú, 3ºESO C