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Relatos libres

Todo comenzó con una palabra, o una frase quizá, o una oración de sentido completo, la que me dio la clave para avanzar…No recuerdo bien cuál de todas ellas fue el detonante, pero el caso es que a partir de ese preciso instante tuve la necesidad imperiosa de sentarme a escribir…De una idea nació una historia, y esa misma historia fue creciendo en mi mente a pasos agigantados, y con ella sus protagonistas, concebidos en mi interior como los mejores arquetipos para dar vida a ese relato…Y así fue transcurriendo el tiempo, aunque para mí se había detenido en ese momento en el que mi imaginación empezó a vagar libre…

Demasiado bueno para ser verdad

Y entonces lo logré.

Lo primero que hice fue probarlo, pero no conmigo mismo, obviamente, sino con un mono, así que le di un libro con el marcapáginas, y cuando lo cerró, desapareció. Lo había logrado.

Unas semanas después, me invitaron a asistir a una convención anual de grandes inventos, por lo que decidí ir.

Allí presenté mi gran e innovador invento: un marcapáginas que al colocarlo en un libro y cerrarlo, te teletransportaba a la escena de esa página. Cuando acabé la presentación, la gente no se lo podía creer, y todos querían uno. En solo unos días ya se habían vendido cientos de miles. Unos lo usaban para visitar su libro preferido, otros para viajar en el tiempo y aprender algo más. Fue un gran éxito, aunque yo todavía no me atrevía a probarlo, por lo que me conciencié y ese mismo día lo intenté. Elegí un libro que contaba la historia de dos hermanos que vivían en la sabana africana, y situé el marcapáginas en una escena que según narraba el libro, parecía ser preciosa. Respiré profundamente y lo cerré. De repente, una extraña sensación comenzó a subirme desde los pies hasta la cabeza, y cuando ésta alcanzó la cima de mi cuerpo, sentí que flotaba. Después, se me oscureció la vista, y comencé a escuchar un pitido muy leve, pero molesto. Después de esto, me desperté en medio de la sabana africana, en la preciosa puesta de sol emitiendo un aura rosada que se reflejaba en algunos lagos del lugar, justo como se describía en el libro, y unos minutos después pasaron los dos protagonistas por delante de mí, pero no me vieron, creo que simplemente no podían verme. Aquello era increíble, lo que había creado era una maravilla con opciones infinitas. Podías viajar a donde siempre te habría gustado viajar.

Cuando el sol desapareció del horizonte, decidí volver, así que cogí el libro que tenía en mis manos, y lo abrí. Otra vez esa sensación comenzó a surcar mis venas hasta llegar a la cabeza, y, seguidamente, aparecí en mi casa.

Estaba emocionado, y con ganas de viajar en otros libros de mi gran estantería. Es por esto que elegí un libro antes de irme a dormir.

El siguiente libro que escogí fue uno que narraba los terribles acontecimientos de la segunda Guerra Mundial, pero era muy viejo, por lo que no sabía a ciencia cierta si iba a funcionar. Repetí el proceso y allí aparecí, en Varsovia, contemplando una gran fila de soldados Nazis asaltando la ciudad polaca. Me quedé impactado al ver cómo se podían cometer tantas crueldades. Es por esto que la rabia me superó e intenté detener a los soldados como fuese, pero me fue imposible, ya que ellos no me veían y yo tampoco podía tocarlos.

De repente, todo se detuvo, como si algo se hubiera estropeado.

La verdad, no me preocupé demasiado por si me pasaba algo, sino que tenía curiosidad por saber qué ocurría, así que salí del libro.

Inmediatamente vi como un trozo de la página estaba emborronado por algún líquido, y por eso se había detenido, como si de un carrete de película se tratase.

Así que quité el marca páginas de ese libro, y pensé qué pasaría si yo mismo escribiese mi propia historia. Así que me puse a escribir un corto relato sobre mi infancia, y luego me adentré en él.

La primera escena que vi fue a mi madre en el sillón que teníamos en mi antigua casa, y eché a llorar. Hacía ya diez años que mi madre había fallecido, y desde entonces, no había podido hablar con ella.

Mis lágrimas eran tantas que se manchó el papel en el que había escrito la historia y se volvió a detener, pero esta vez de una manera diferente. Las cosas que me rodeaban comenzaron a cambiar de forma y de color, para después evaporarse. Tras unos segundos, me encontraba en medio de la nada, mirase donde mirase, sólo se veía blanco y más blanco. Por un momento me asusté, pero se me ocurrió escribir algo en el papel mientras estaba dentro de la historia. Comencé a redactar mi infancia de nuevo, pero esta vez en el colegio, aunque no pasaba nada. Empecé a agobiarme, por lo que decidí quitar el marcapáginas, aunque tampoco respondió. En ese momento me quedé helado como una roca. Volví a colocarlo para más tarde quitarlo, y seguía sin funcionar. Estaba muy agobiado, atrapado en medio de la nada, así que decidí romper el papel, pero por muchos trocitos que hiciera, seguía sin ocurrir nada. Me puse histérico.

Comencé a andar en línea recta esperando encontrar algo, pero fue en vano, así que mi última esperanza era romper el marcapáginas, pero a la vez me daba miedo por si ocurría algo peor, aunque fuese mi única opción.

Lo rompí y entonces cientos de sonidos surgieron de la nada. Todos irritantes y molestos. Después, todo mi cuerpo comenzó a pesar más y más, y un gran dolor de cabeza me invadió. Grité con todas mis fuerzas, y volví al salón de mi casa, con el marcapáginas roto en mi mano, y un puñado de papeles rotos en el suelo.

Tras este acontecimiento decidí dar un discurso público en el que advertía a la gente de que debían de usar el marcapáginas con mucha cautela ya que podía llegar a causar grandes problemas.

Me costó mucho volver a tener confianza en mi invento, ya que casi no salí vivo de allí. Aun así la recuperé.

Durante unos meses estuve investigando qué pasó ese día con el marcapáginas, así que para arreglarlo tenía que investigar.

Volví a escribir la misma historia, la mojé con la misma cantidad de agua que la otra vez y ocurrió lo mismo. Troceé el papel y pasó lo mismo, es decir, nada.

Cuando rompí el marcapáginas comenzó el ruido molesto y el dolor de cabeza, pero no desaparecía, y tampoco salía del libro, por lo que me agobié bastante. Comencé a gritar y a gritar, pero nada funcionaba, entonces me desmayé, y fue entonces cuando me desperté.

Todo había sido un sueño, uno muy real y a la vez fantasioso, uno muy divertido y a la vez traumático, uno demasiado bueno para ser verdad.

Álvaro Medina

¿Por qué esperamos, por norma general, a que sea siempre demasiado tarde?

La vida nos pone delante unas 20.000 adversidades, pequeñas y grandes: desde que te deje tu marido a que te encuentren una enfermedad terminal. Muchas veces la vida te quita cosas pero tú no renuncias a ellas. Así es, porque sólo seremos fuertes y extraordinarios de verdad si estamos dispuestos a ser los últimos del pelotón. Sólo apreciaremos realmente a nuestros seres queridos cuando seamos conscientes de que tarde o temprano se irán, y sólo del mismo modo que, paradójicamente, sólo valoraremos la inmensidad de la vida cuando el hilo de esperanza que nos une a ella se torne frágil. Pero, ¡cuidado! Aún estamos  a tiempo de cambiar , y apreciar cada segundo como si fuera realmente el último. Las cosas excepcionales no surgen del poder, sino del montón donde están las personas que no aspiran a ser nada. Sólo seremos fuertes de verdad si estamos dispuestos a ser los últimos.

Es mucho más difícil rendirse cuando estás arriba que cuando estás abajo. Porque en una posición privilegiada la oportunidad de tenerlo todo es muy grande. El que está abajo no tiene que renunciar a nada, porque no tiene oportunidades. Intenta en la medida de lo posible hacer cosas hermosas. Cosas de las que te puedas sentir orgulloso, para que cada vez que las recuerdes, se dibuje una gran sonrisa en tu rostro. Porque no tiene sentido hacer la cosas si solamente te interesa el beneficio que ganarás después.

 Sé que una persona es capaz de no trabajar y ser igualmente feliz, o más. Es una elección. Los seres humanos somos como niños, de manera natural exploramos el mundo. Jugamos y escogemos la manera de jugar. ¿Podría no jugar a nada y pasármelo bien también? Totalmente. Estamos perfectamente capacitados para poder ser felices sin necesidad del dinero. Porque realmente tropezamos varias veces con la misma piedra, pero al final acabamos aprendiendo algo de la vida, ya que te puede cambiar de un momento a otro en cuestión de segundos, pero con ganas y una gran sonrisa y positividad, somos capaces de superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino.

“ No te acuestes sin haber aprendido algo nuevo”

Natalia Guillem

El ying y el yang

Todo está a oscuras. Decido encender la luz para ver dónde han caído mis peluches. En mi cabeza, tengo el esquema hecho para llegar hasta el interruptor de la luz. Voy hacia él guiándome por las paredes. No está. ¿Dónde estoy? Empiezo a agobiarme y decido darme por vencida, pero de repente encuentro el interruptor. La habitación se ilumina dejándome ver que no es mi cama. Fijándome en el primer detalle que encuentro, un dibujo del ying y el yang. ¿Qué habitación es esta? Nada de lo que veo es como yo recuerdo. Decido salir de allí. No conozco esta casa. No hay nadie. Encuentro la cocina demasiado ordenada y limpia para lo que yo estoy acostumbrada. Encuentro una nota que dice: “tienes el almuerzo en la nevera. Nos vemos a las hora de comer”. Me empiezo a agobiar pues no me cuadra absolutamente nada.

Salgo de casa y hace un calor de verano, en cambio todos van súper abrigados. Me acerco a un señor e intento preguntarle dónde me encuentro. Se lo digo en francés, castellano, valenciano e inglés, pero nada, sigue sin entender mi pregunta. Pasa de largo y sigue con su camino. Los coches llevan estampados y son grandísimos. ¿Qué es todo esto? Las piernas me empiezan a temblar pues todo es de otra forma y soy la única que no sabe el motivo.

Se me ocurre ir a preguntar al ayuntamiento, ya que mi madre trabajaba allí aunque como ya pensareis, no tengo ni idea de dónde puede estar. Veo un edificio muy bajo al que entra gente muy rica, por cómo van vestidas. Me acerco poco a poco y entro. El suelo es de cristal y se ve un acantilado enorme debajo de mí. Cada vez me propongo más rendirme. En ese edificio no hay nada más que un mercado en el que se venden a los niños, o eso parece. Por tal de no ser vendida me doy media vuelta y salgo de ese escalofriante sitio.

Van pasando las horas y las ideas se me van agotando. Cuando ya es casi de noche, me siento en un banco y dejo que mis ojos lloren todo lo que han percibido hoy. ¿Pero qué es todo esto? ¿Qué ha pasado con mi vida? Me duele la cabeza de pensar y encontrarle lógica a algo que no tiene sentido. Mi cabeza da vueltas y vueltas a lo sucedido. No sé por qué he despertado esta mañana en esa casa, tampoco sé por qué todo es tan distinto a mí y por supuestísimo tampoco sé a qué se debe todo esto.

Todo el día no ha tenido sentido y todas estas rarezas hacen que me dé por vencida en menos de veinticuatro horas. Sin ganas de nada me levanto de esa especie de banco. Algo cae al suelo. Una carta:

“Querida hija, perdón por el imprevisto. Estamos condenados a muerte por no haberte educado adecuadamente, vive tu vida, te sonreiremos todos los días desde el cielo”

No me puede estar pasando todo esto a mí. Mi madre me ha educado perfectamente al igual que mi padre. Es un laberinto sin una miserable salida. Lo he perdido todo en un día. He perdido la ilusión, mi casa, mi familia, mi pueblo. He perdido toda mi vida, y lo peor es que no sé por qué  razón.

Rendida de todo decido irme a esa casa tan rara que ha cambiado mi día y por tanto toda mi vida. Entro en ella. No quiero pensar más. Apago la luz fijándome solo en el dibujo del ying y el yang deseando que ojalá dentro de lo malo haya algo bueno y que cuando vuelva a despertar vuelva a la realidad. Aunque hasta mañana no lo podré saber.

Llúcia Castelló

El maravilloso destino

No pensé que lo haría nunca, pero aquella noche, bajo la mágica luz de la luna, me atreví a sentarme frente a aquella enigmática mujer, la cual empezaría a leer las líneas de mi mano… Sus grandes ojos marrones y su tímida sonrisa, me producían una sensación única y nueva, que jamás había experimentado. Solamente, ella y yo. Ya nos conocíamos, pero no de esa manera, nunca uno enfrente del otro. Para mí ya fue todo un milagro que ese verano empezáramos a hablar pero tenía asumido que todo se quedaría ahí, una amiga más. Se acabó el verano, al igual que nuestras largas, entretenidas y divertidas conversaciones. Las pocas semanas antes de empezar de nuevo el instituto, me enteré que ya andaba con otros y en esos instantes noté como una parte de mi sensible corazón, parecía romperse. Aun recibiendo esa triste noticia, intenté seguir y no darle más vueltas a lo que fue, pero en mi mente sólo aparecía ella, tan divertida y tan natural. Pasaron los meses y se acercaban las fiestas de mi ciudad y yo ya me iba olvidando de esa mágica mujer con la que se había acabado todo. Uno de esos días, íbamos a disfrutar del último acto antes de que empezaran las fiestas, estaba con mis amigos hablando y cuando me giré, la vi. Mi cuerpo empezó a temblar, hacía tiempo que no la veía… Empezó el acto y mis ojos solamente la miraban a ella, tan atenta en lo que veía y tan concentrada, hacían que volviera a recordar esas conversaciones de verano. Acabo el acto y se dirigió a mí, apoyo sus manos en mi espalda y mantuvimos una breve conversación… A la mañana siguiente, encendí mi teléfono, creía que estaba soñando pero ella me habló para que le pasara una foto. Así volvimos a hablar y todas las fiestas las pasé junto a ella, todas las tardes, todas las noches e incluso le acompañaba hasta su casa por las oscuras calles para protegerla y que no le pasara nada. Así empezó lo nuestro, un beso en la última noche… Empezamos con nuestra aventura. Quedamos varias veces, nos saludábamos, nos abrazábamos, la protegía del frío de la noche, fuimos a su casa, conversábamos de nuestras aficiones, de nuestros gustos, de nuestros familiares, de nuestros estudios y lo mejor eran sus imprevistos juegos para poder cogerme la mano y para poder robarme un beso. Todo fue perfecto; sus buenas noches, sus buenos días, la forma en la que me miraba, sus tonterías para que nos enfadáramos y al segundo nos reconciliáramos, su forma de mostrarme su amor… Pero empezaron los problemas; los días sin apenas conversaciones, las largas esperas para poder ver su contestación, los intentos de quedar y no poder verla… Me estaba empezando a poner en la peor situación de perderla de nuevo.

Definitivamente todo se acabó, sus pensamientos se nublaron y no quiso seguir intentándolo. Me dolió, pero lo vivido a su lado fue lo mejor que he podido experimentar y sentir en todos los años que llevo viviendo. Se empezó a distanciar, a intentar olvidar,  al igual que yo, pero sé que los momentos vividos y los recuerdos siempre permanecerán en nuestras mentes. Aunque cada uno haya tomado su camino, aún sigo sintiendo algo por ella y ese amor siempre estará presente porque fue el primero de muchos…

Victoria Bernabeu

La increíble historia de Miguel

Desde el momento en que nació, Miguel había sido un niño muy querido por todos por ser el primer hijo de sus padres y el primer nieto de sus abuelos. Siempre había sido un niño muy risueño, bueno y travieso. Tenía una buena relación con sus hermanas pequeñas Alejandra y Martina y sacaba muy buenas notas.

Pero conforme se iba haciendo mayor su carácter fue cambiando cada vez más; empezó a meterse con sus hermanas casi todos los días y sus notas cayeron en picado. Sus padres intentaron  hablar con él para saber lo que estaba ocurriendo, pero Miguel no se dignó ni a contestarles.

Un día Miguel llegó a casa con un humor peor que el de costumbre y la pagó con su familia; empezó a gritar y a faltarle el respeto a todos. Decidió encerrarse en su habitación y no hablar con nadie y se quedó dormido en la cama.

A la mañana siguiente abrió los ojos y no reconoció la habitación. Se levantó inmediatamente, salió  de la habitación y bajó por unas escaleras de madera hasta llegar a la planta baja de esa casa tan extraña, abrió una puerta blanca y se encontró a un hombre y a una mujer comiendo tostadas y bebiendo té.

Miguel les preguntó quiénes eran y por qué estaba él en su casa. Ellos se quedaron atónitos con la pregunta y se empezaron a reír y ninguno le contestó.  Miguel decidió huir, pero cuando estaba saliendo por la puerta el hombre le cogió del brazo bien fuerte y le dijo ¿Dónde te crees que vas? Ahora fue Miguel el que no contestó.

La mujer le dio una fregona y le dijo que limpiara toda la casa y que hiciera la comida que más tarde vendrían sus hermanas del colegio hambrientas.

Miguel no entendía nada ¿Quiénes eran esos dos? ¿Qué hacía él ahí?

Comenzó a limpiar. Cuando llegaron dos niñas a la casa y le preguntaron de malas formas si les había hecho la comida, Miguel afirmó con la cabeza. Se armó de valor y les preguntó quiénes  eran.

La niña que parecía más mayor se empezó a reír mientras la más pequeña le dijo ¿Eres tonto? Anda vete a limpiar. Miguel le repitió la pregunta hasta que la que antes reía le contestó diciendo: somos tus hermanas y esos de ahí son tus padres, dijo señalando el marco de fotos en el que aparecía la mujer y el hombre que había visto esa mañana.

Miguel les dijo que eso era imposible, que él ya tenía una familia maravillosa y empezó a llorar desconsolado y a arrepentirse de todo lo que les había dicho a su familia estos días porque en realidad ellos eran lo más importante para Miguel.

En ese momento sonó el despertador y Miguel saltó de la cama aliviado, ¡todo había sido un sueño!

Fue corriendo a la habitación de sus padres que todavía dormían y les pidió perdón y empezó abrazarles como no lo había hecho nunca.

María Reche

 En otro mundo

Me desperté en una habitación extraña a la mía, no era del color morado como yo siempre la veo, sino de un color amarronado y la pared de piedra, la cama donde estaba acostada no era como la mía, sino que era antigua, de madera, me levanté extrañada viendo como era la habitación en sí no estaba la lamparita de noche, ni siquiera había luz, la habitación estaba atestada de muchas antorchas de fuego, vi que había un espejo, me acerqué a el, miré mi ropa, era diferente, no llevaba pantalones negros vaqueros, sino que llevaba pantalones negros de algodón y como parte de arriba llevaba algo parecido a una chaquetilla de cuero negra, cuando me fijé en mí llevaba puesto un collar  y una figura de una llama de fuego ya que nunca lo había visto y llevado, no le di mucha importancia a eso, pero algo pasaba en mí, sentía algo correr en mis venas, como si mi cuerpo ardiera de fuego y entonces  en ese mismo instante entendí lo que me pasaba, tenía el poder de crear fuego en mis manos, y de momento salió una llama de fuego de mi mano, ¡No me lo podía creer! Podía controlar el fuego, era algo extraordinario y entonces decidí salir de esa habitación tan extraña. Salí y enseguida vi que no era la placita donde jugaba de pequeña, sino que era un terreno de tierra donde había algunos hombres luchando con espadas de madera. Me puse a observarlos con curiosidad y de momento sentí que alguien me hablaba:

-¿Ya habéis salido de vuestra habitación?-dice con voz graciosa-

-¿Dónde estoy?-pregunto fríamente, él sonríe y dice-Estáis en unos de los castillos más famosos del siglo XI, ¿No sois de por aquí verdad?-pregunta con curiosidad. No sabía qué contestar, si decir la verdad o mentir.

-Soy de otro reino y me perdí yendo a casa-le miro a la cara, entonces responde:

-Estáis mintiendo se os nota en los ojos-me mira fijamente, no sabía qué decir así que dejé que él hablara.

-Os recogí tirada en el suelo delante de nuestra muralla, así que contesta a mi pregunta:

¿De dónde sois o de dónde venís?-dice con cara seria, no tenía elección, así que contesté:

-Soy de otro mundo…-digo pausadamente, veo que me mira extrañado, mientras sigo diciendo-estaba en mi habitación y de momento empecé a sentirme mal y desde ahí ya no me acuerdo…y cuando me desperté aquí me di cuenta que podía controlar el poder del fuego-cuando acabé la frase, él me miró alucinado y al fin respondió-¿Podéis controlar…e…el fuego- dice entrecortado, afirmo con la cabeza y él pregunta:

-¿Cómo os llamáis?-yo respondo rápidamente-Me llamo Nieves ¿Y tú?

-Soy John, el rey de este castillo.-cuando dijo que era el rey de este castillo se me paró el corazón al instante ¿Un chico tan joven y rey? 

Pasaron días y John me enseñó todo el castillo, me enseñó cómo se vestían en esa época, su cultura, su comida y muchas cosas más y cada vez me gustaba más John. Era amable con sus caballeros, con sus sirvientes etc. Era valiente. Hasta que un día él me presentó a una mujer con el cabello rojo-Hola, yo os ayudaré a volver al mundo donde vivís-no sabía qué decir, por una parte quería irme de aquí volver con mi familia, pero por otra parte quería quedarme con John, el chico que me había enseñado tantas cosas… a combatir a manejar el fuego. La mujer de rojo nos guió hacia una puerta a través de la cual se supone que volvería a casa y no volvería nunca jamás a este lugar tan fantástico. Esta era una situación en la que nunca había estado, renunciar a mi vida normal o renunciar a vivir una vida de aventuras y de cosas nuevas. No tardé en decidirlo y de repente se volvió todo negro. En unos instantes abrí los ojos y lo primero que vi fue el colgante con la llama de fuego…y en ese momento lo entendí todo: Estaba en mi nueva casa.

Neus Lozano

Un sueño hecho realidad

Me levanté y mi ubicación no era la de un día normal, sino totalmente distinta, estaba en un lugar desconocido sin saber dónde ir ni qué hacer, tampoco tenía mi cuerpo normal sino que era uno totalmente diferente, me encontraba en una casa muy grande y lujosa que sólo estaría al alcance una persona de gran poder económico. Esta casa me sonaba de verla alguna que otra vez por las redes sociales, y es que me había levantado y ya no era el mismo de antes, sino que ahora era una gran futbolista llamado Cristiano Ronaldo, no sabía muy bien qué hacer, ya que todo esto era muy nuevo para mí y estaba desubicado, poco a poco fui por toda la casa y descubrí que era algo fascinante, ya que era tan grande que hasta te perdías dentro de ella, también tenía un gran exterior y una dama de casa la cual me fue indicando dónde se encontraban las cosas, pero lo difícil aún estaba por llegar, ya que todas las tareas y trabajos tendría que realizarlos, yo sin saber ni cuáles eran, pero lo primero que hice fue coger uno de sus preciosos vehículos, los cuales eran de muy alta gama y recorrí la ciudad con él, no fue una buena idea ya que no era consciente de lo que podía suceder, y efectivamente sucedió, mientras paseaba mucha gente venía hacia mí y me pedían autógrafos, fotos y muchas más cosas, yo lo hice, pero al final supe que era mala idea ya que la gente no se marchaba y cada vez acudía más, finalmente, tras muchos empujones, conseguí escapar y poder volver a casa.

Cuando llegué le pregunté a la dama de casa qué era lo que tenía que hacer y dónde tenía que ir, ella me enseñó una agenda en la cual tenía muchas cosas que hacer y las cuales no había hecho, lo siguiente que me tocaba era ir a un entrenamiento, lo que me hacía mucha ilusión, jugar con gente con niveles tan altos. Cuando llegué yo estaba fascinado de ver a esas estrellas, con los que tantas veces había soñado y ahora yo formaba parte de ellas, aún no me lo acababa de creer pero era cierto, cuando acabé aquel entrenamiento fui a mi casa de nuevo y me encontré con mi familia, a la cual no conocía demasiado, aunque fue muy fácil adaptarse ya que ellos me trataban con normalidad pues no sabían lo que sucedía.

Por la noche, en la cama, no me acababa de creer muy bien lo que había sucedido y por qué me encontraba allí, qué habría pasado con mi familia anterior y miles de preguntas más….

 Adrián Galiano

Manta y precinto

Son las 9 de la mañana, una hora más tarde de la apertura del museo de arte de la ciudad. No es un día normal ya que la obra más importante del edificio ha desaparecido.

La plaza que hay enfrente está repleta de policías que han acordonado la zona. Fuera de ésta, hay mucha gente preocupada por el incidente, entre ellas, periodistas. Las calles aledañas al museo están cortadas al tráfico. Hay una ambulancia al lado de la puerta principal y las personas que había en el interior del edificio se han quedado dentro sin poder salir, incluidos los visitantes, los trabajadores del museo y el señor de la ambulancia.

Mi amigo Gonzalo y yo somos detectives reconocidos a nivel nacional y nos presentamos en la zona minutos más tarde.

–    ¿Qué ha pasado? – pregunta Gonzalo.

–    Han robado la obra principal del museo -contesta uno de los policías.

Entramos y lo primero que hacemos es inspeccionar las distintas salas en busca de pistas. En primer lugar, vamos a la recepción. No tiene nada anormal, simplemente un escritorio, una silla y un ordenador, dos grandes plantas en las esquinas, una máquina expendedora y una cámara de seguridad detrás del mostrador.

Seguidamente, vamos a ver las salas de exposiciones. No encontramos nada extraño, a excepción de la del cuadro robado: se encuentra repleta de otras obras de arte, plantas en todas las esquinas y una cámara rota encima de una de ellas. No sé si será un estilo de arte o no, pero este museo tiene una pequeña obsesión por las plantas. Cerca de donde debería estar el cuadro el suelo está pegajoso.

Después, revisamos los baños, pero no hay nada en especial. Tampoco en la sala de limpieza: nada fuera de lo común. Por último, vamos a revisar las grabaciones que hay archivadas en la sala de control. Vemos cada una de ellas. Las que tienen algo interesante son las de la recepción, la de la sala del cuadro y la de la puerta principal.

En la sala del cuadro, se puede ver que una de las guardias sufre un golpe en la frente de un desconocido y, a partir de ahí, la cámara deja de grabar, ya que recibe otro golpe del agresor. Todo esto sucede cuando no hay nadie en toda la sala.

En la recepción, la recepcionista desaparece de su lugar de trabajo cuando ocurre lo anterior. Dos minutos más tarde, entra el hombre que conducía la ambulancia. Poco después, salen todos los visitantes y trabajadores del museo y, más tarde, el hombre de la ambulancia lleva en camilla a la vigilante.

Desde el punto de vista de la cámara exterior se puede observar la llegada de la ambulancia y la entrada de la camilla al interior del vehículo. Después de esto, la policía ya ha llegado y no se observa nada más.

–    ¿Puedes ver algún rastro del agresor? – pregunto-

–    No, es muy extraño.

Volvemos a poner la grabación de la sala del cuadro una y otra vez hasta que me percato de algo interesante.

–    Fíjate bien, no hay nadie que le pegue, se da el golpe ella misma – afirmo.

–    Por lo que ella también rompería la cámara. Vamos a tener una charla con ella – dice Gonzalo.

Vamos al interior de la ambulancia donde se encontraba.

–    Señora… ¿Me podría decir su nombre? – pregunta el compañero.

–    María, mi nombre es María. – contesta.

–    Bueno, doña María, hemos visto en las cámaras de seguridad que se ha dado un golpe a sí misma, por lo que ha sido usted también la causante de la ruptura de la cámara, ¿cierto? – pregunta Gonzalo.

–    No. Estaba vigilando la sala que me tocaba a esa hora cuando de repente un desconocido me dio fuertemente en la frente. Quedé inconsciente y la recepcionista llamó con su teléfono móvil a emergencias. Más tarde llegó el señor de la ambulancia. Hizo que todo el mundo se apartara ya que podría producirme más malestar del que ya tenía. Tras verme cómo estaba y esas cosas, decidió llevarme en camilla a la ambulancia pero ya habían acordonado la zona y no podíamos salir.

Gonzalo y yo susurramos unas cosas que podrían dejarla callada.

–    ¿Y podría explicarnos por qué no entra ningún hombre en la recepción segundos antes del golpe? – pregunto.

–    Eso no lo sé, pregúntaselo a la recepcionista – contesta María.

–    Gracias María por la información – dice Gonzalo para concluir.

Vamos en busca de la recepcionista y la encontramos en la misma recepción.

–    Señora… ¿Me podría decir su nombre? – pregunta Gonzalo.

–    Mi nombre es Carmen. – contesta.

–    Nos hemos fijado en que María se ha golpeado ella misma pero afirma que ha entrado un sospechoso segundos antes de que esto ocurriera. ¿Nos podría confirmar si ha entrado alguna persona, Carmen? – digo.

–    No, no ha entrado nadie.

–    Vale, gracias por la información. – concluye Gonzalo.

Nos vamos.

–    Sabemos que María está implicada pero no sabemos dónde puede haber dejado el cuadro. – le comento a Gonzalo.

–    Ni idea, desde luego lo tiene que haber escondido bien. Creo que es mejor que volvamos y revisemos las grabaciones en busca de alguna nueva pista. – me contesta.

Volvemos a la sala y estamos mucho tiempo mirando detalladamente una y otra vez cada grabación. De repente, las alarmas suenan en mi mente.

–    ¡Fíjate Gonzalo! – exclamo. – Cuando el señor de la ambulancia vuelve con María en la camilla, hay un bulto debajo de la manta que oculta la vigilante.

–    ¡Ostras, es verdad! Vayamos a hablar con el hombre. – contesta alegremente.

Volvemos a la ambulancia y empezamos a charlar con él.

–    ¿Me podría decir su nombre, señor? – pregunto.

–    Alfredo. – contesta.

–    Don Alfredo, nos hemos fijado que cuando vuelve con la camilla hacia la ambulancia, hay un bulto bajo la manta. ¿Nos podría explicar por qué? – pregunta Gonzalo de forma curiosa.

–    Será una arruga porque María iba tumbada. – afirma.

–    No es un bulto pequeño. Ocupa casi toda la camilla. Podríamos decir que… ¡cómo el tamaño del cuadro desparecido! – grita Gonzalo.

En ese momento Alfredo se puso tenso y yo me percaté de que había precinto americano en una de las paredes de la ambulancia.

–    Ahora tengo yo otra pregunta. Cuando revisamos la zona de los hechos, el suelo estaba pegajoso, como si fuera de una cinta o precinto como el que tiene a su lado. ¿Me podría decir qué pinta ahí uno de esos? – le pregunto.

–    A veces las vendas no se adhieren bien y lo uso para que no se despeguen. – contesta seguro de sí mismo.

–    ¡Qué buen médico eres! – dice Gonzalo con tono irónico. – Me encanta como dejas ventilar las heridas.

Se me acerca Gonzalo al oído y me susurra:

–    Lo tenemos en el bote, ves llamando a los policías, sé dónde está el cuadro y quiénes son los implicados. Mientras voy distrayendo a este culpable.

–    Vale. – le contesto.

Corro hacia los policías y los medios de comunicación.

–    ¡Señoras y señores! Mi amigo detective Gonzalo afirma saber quiénes son los sospechosos y lo más importante, dónde está el cuadro. – grito. – Acompañadme.

Varios policías me siguen.

–    Hola señores policías. – saluda Gonzalo. – Estad atentos de lo que van a ver ante sus ojos.

Gonzalo se gira y se dirige a María. Mientras tanto, el ansia me invade.

–    María, ¿podrías levantarte un momento por favor? – pregunta mi amigo.

–    Me encuentro muy mal, me voy a desmayar en cuanto me levante.

–    No importa, cualquier policía te puede sostener.

María se levanta y un policía le ayuda a bajar.

–    ¡Señoras y señores! – grita ilusionado. – ¡Vean ante sus ojos el cuadro desaparecido!

Levanta la manta sobre la que María estaba tumbada y allí estaba el cuadro.

–    ¡Bravo, bravo! – grito sin poder aguantarme.

–    Y los culpables son estas dos personas de aquí, María y Alfredo. – afirma Gonzalo.

Rápidamente dos policías esposan a los culpables. Mientras tanto, Gonzalo empieza a contar cómo sucedió el robo.

–    María se situó debajo de la cámara para poder disimular más el golpe que se dio ella misma y, así, al caer podría romper la cámara. La recepcionista se percató de lo ocurrido y llamó a la ambulancia. Alfredo sabía lo que tenía que hacer y fue el primero en coger el vehículo hasta aquí. Llegó a la zona donde supuestamente agredieron a María e hizo que se alejara todo el mundo para que nadie le viera coger el cuadro. Lo colocó sobre la camilla, lo precintó para evitar que se cayera, puso una manta por encima para disimularlo y, después, María se tumbó sobre ella. Salieron y se metieron en la ambulancia pero los policías llegaron rápido y no pudieron escapar con el cuadro a tiempo.

Nos deja a todo sorprendidos. Los policías empiezan a llevarse a los culpables a comisaría.

–    ¡Policía, espere un momento! – grito para que el policía que lleva a María se gire.

Corro hacia ellos y me dirijo en concreto a María.

– Ya puedes dejar de fingir el dolor – digo mientras le guiño el ojo y le devuelvo el rollo de precinto que habían usado.

Santi Millán

¿Destino o casualidad?

Atravesamos la gran muralla que separaba el parque del bosque y entramos en la recepción. Una joven y sonriente dependienta nos atendió con una amabilidad un tanto siniestra. Su brillante pelo castaño estaba recogido en un elegante moño y su uniforme estaba inmaculado.

–Bienvenidos a Dexyland– Dijo con una voz dulzona como el caramelo e igual de pegajosa –Unas cuantas normas para empezar, no os acerquéis demasiado a los límites del parque, no os quitéis las pulseras de todo incluido y la más importante, divertíos–

Mostró una perfecta sonrisa de dientes blanquísimos. Cada vez me daba más mala espina, pero me dije que no debía preocuparme, sólo serían dos semanas con motivo del viaje de fin de curso. Le seguimos fuera del vestíbulo y Dexyland apareció ante nuestros ojos.

–Montad en este autobús– Dijo señalando un vehículo de color morado y decorado con el logotipo del parque

Cuando el autobús arrancó, casi me estampo contra el asiento de delante. Paula y yo nos miramos y reímos.

–Aquí podéis ver las primeras atracciones de agua –Dijo cuando el autocar se detuvo tan bruscamente como había arrancado –Lo último en cascadas, recorridos acuáticos y submarinismo. Las atracciones siguen por aquí, montañas rusas, tío-vivos, mochilas voladoras, atracciones de terror y la sección de la que más orgullosos estamos: la zona San Valentín.

– ¿La zona de San Valentín?  Vaya chorrada– Dije a lo que Paula asintió

Seguimos por, lo que explicó, la zona de la feria. Cientos de casetas de feria en filas perfectamente colocadas y de todo tipo. Pasamos por la zona de “relax” hasta llegar a la zona del hotel. Bajamos y vimos nuestras maletas en la puerta. Era muchísimo más grande de lo que me lo había imaginado.

–Antes de nada os diré cómo funcionan las habitaciones –Dijo la voz de caramelo de la dependienta.

–Genial, espero que nos toque juntas– dijo Paula

–Las habitaciones son de dos personas y mixtas–

¡Había oído bien! ¡Mixtas! No podía ser, dormir con un chico no era lo que más me apeteciera en el mundo. Eso no era mi idea de vacaciones. ¿Cómo lo habrán permitido las profesoras? Pensé. Comenzó a decir nombres

–Paula y Carlos, Sara y Daniel –Y continuó a lo largo de la lista –Y por último Celia y Mauro–

Se me cayó el alma a los pies. Mauro, mi mejor amigo, ¿de verdad? Y Paula y  Carlos, ¡se odian! Miré a Paula para quejarme esperando que me diera la razón.

–Bueno– Dijo –Es una forma diferente de pasar las vacaciones–

– ¡Pero te ha tocado con Carlos!– Dije con los ojos como platos

–Habrá que darle otra oportunidad–

Sin decir nada más recogió su maleta y se fue con su compañero de habitación, como todo el mundo. Al final solo quedábamos Mauro y yo, porque las profesoras se habían esfumado.

– ¿Vamos Celia?– Preguntó intentando cogerme de la mano

–Sí– Aparté la mano de inmediato

Me había equivocado, el hotel no era grande, era enorme, tenía 225 plantas sólo en este edificio, pero por fuera sólo parecían cinco. En recepción nos dieron  la tarjeta de nuestra habitación, era la 2.043. Subimos en el ascensor junto con Paula y Carlos, que parecían muy diferentes, se reían juntos e iban cogidos de la mano.

Dio la casualidad de que su habitación estaba enfrente de la nuestra. De repente tuve una idea.

–Chicos, ¿qué os parece si Paula y yo nos quedamos con una habitación  y vosotros con la otra?–

Di por hecho que aceptarían, porque Mauro y Carlos se llevan muy bien, pero me equivoqué. Me quedé de piedra al saber quien dijo la respuesta

–No, que si no nos regañarán además, yo quiero ir con él– Dijo Paula señalando a Carlos.

Entré en la habitación seguida de Mauro y descubrí con horror que sólo había una cama así que le obligué a dormir en el sofá.

Al día siguiente intenté hablar con Paula, pero no la encontré ni en la cafetería del hotel, ni en su habitación ni tampoco en la recepción. Del que no me pude separar fue de Mauro, que me siguió a todas partes. Resignada me cambié para estrenar las atracciones de agua. Sin embargo, tampoco en esta ocasión pude deshacerme de mi compañero, así que decidí que lo trataría como mi mejor amigo y no como el desconocido que me seguía desde hacía un día.

Fue una de las mejores mañanas de mi vida. Los toboganes hacían giros imposibles, las cascadas te calaban hasta los huesos y los recorridos acuáticos eras divertidísimos. Cuando por fin lo probamos todo paramos para comer. Nos compramos unos perritos calientes y nos sentamos para comérnoslos tranquilos. Me lo estaba acabando cuando vimos aparecer a Paula y a Carlos que venían de la zona de San Valentín.

Ella llevaba un oso de peluche gigante y él le pasaba el brazo alrededor de la cintura. Era una imagen que jamás pensé que vería. Los dos llevaban estampada en la cara una ridícula sonrisa que no era nada natural en ellos, como la de Mauro, que en vez de ser burlona era dulce, demasiado dulce. Se acercaron a nuestra mesa.

– ¿Qué os parece si vamos a la zona de feria esta tarde?–  Preguntaron al unísono

Asentí conforme, por fin podría hablar con Paula, pero qué equivocada estaba. Ella sólo tenía ojos para su acompañante y no me hizo ni caso, y para colmo Mauro no hacía otra cosa que hacerme estúpidos regalos.

Harta de todo me alejé hasta los lindes del bosque que empezaba justo donde acababa el parque. Me dispuse a cruzar, pero una pared invisible me lo impidió. Esto me puso muy nerviosa, tampoco ayudó el hecho de que un extraño brillo se extendió descubriendo la figura de una gran cúpula apenas visible que rodeaba todo el parque. Y lo vi todo con diferentes ojos. Todas las risas, los abrazos, los besos, todo era una ilusión había algo en el parque que los tenía atrapados en ese eterno sopor. ¿Cuánto tiempo llevarían aquí estas personas sin que el mundo exterior se acordara de ellas? Entonces recordé las palabras de la guía. Una mano me agarró el hombro. Era Mauro.

– ¿Estás bien? Te has ido sin avisar –

La vi. La pulsera del “todo incluido”. Sin pensármelo dos veces se la arranqué de la muñeca y luego me quité la mía. Pareció como si se despertara de un sueño. Me miró con expresión interrogante así que le guié a la habitación y se lo conté todo.

Al día siguiente, cuando bajamos a desayunar, vimos a una de las empleadas (exactamente igual que las demás, pero pelirroja) atravesar un pasillo oscuro repleto de cuadros en el que se podía distinguir en el  fondo una puerta. Esperamos a que la traspasara para seguirla.

Tenía una extraña sensación, era como si miles de ojos me miraran al mismo tiempo. Me giré por instinto, pero solo había una persona a mi lado, Mauro, el de verdad, recuperado de su extraña enfermedad de amoritis.

Fue instantáneo, giré la cabeza y un personaje del cuadro salió del lienzo. Mauro me apartó justo a tiempo. El resto de los cuadros también se salieron y pronto nos vimos rodeados. Echamos a correr hacia el hotel para refugiarnos en nuestra habitación, lo cual no fue un gran problema, ya que yo siempre había sido rápida y llegamos sanos y salvos. Nos dejamos caer en el sofá agotados.

– ¿Qué ha sido eso?– Preguntó jadeando por el cansancio

–No lo sé pero yo quiero averiguarlo–

En la otra punta del parque dos ojillos plateados brillaban de emoción mientras veían en la pantalla dos adolescentes confusos dispuestos a descubrir qué le pasaba a todo el mundo en Dexyland.

–Ay querida sobrina, siempre supe que a ti no te afectaría la cúpula, una lástima que nunca puedas volver a atravesarla, Celia–

Una risa fría como el hielo hizo estremecer a dos de las perfectas empleadas del parque y llegó también al corazón de Celia y supo que no sería nada fácil descubrir la verdad.

Clara Sirvent

¿Destino o casualidad?

Bajamos del coche. En aquel momento los nervios se apoderaron de mí, porque sabía que en un mes y medio que duran las vacaciones de verano, mis padres no vendrían a recogerme. No conocía a nadie, ni siquiera quería ir, pero mis padres pensaron que era bueno para mí, porque decían que era bueno que me relacionase con la gente. Me despedí de mis padres y mi hermano pequeño, y se fueron. En aquel momento, supe que tenía que hacer amigos para sobrevivir en este estúpido campamento.

Me instalé. Mi habitación era bastante grande. Habían tres camas, pero sólo estaba yo. Al instante entraron dos niñas acompañadas de sus padres, y se instalaron. Fui a presentarme.

-Hola, me llamo Andrea.-dije nerviosa-.

-Hola, yo soy Nuria y esta es mi hermana Alejandra. ¡Me parece que vamos a ser compañeras de habitación todo el verano!-dijeron muy entusiasmadas-.

Al irse sus padres nos estuvimos conociendo y eran bastante agradables. Nos hicimos amigas.

Salimos de nuestra cabaña y nos dirigíamos hacia donde estaban todos para darnos la bienvenida, yo iba mirando mi móvil cuando me tropecé con alguien y me caí al suelo. Me ayudó a levantarme y me preguntó si me había hecho daño. Era un chico alto y moreno. Me puse muy nerviosa, y le dije que no me había pasado nada. Él me sonrió y se fue. Estábamos todo el campamento reunido para dar la bienvenida a todos. Dieron unas palabras sobre cómo iba a ser el campamento y las diferentes actividades que íbamos a hacer. Al final de todo, el monitor nos quitó los móviles a todos porque decía que el verano era para estar con personas y no con aparatos. Creí que era mi fin. Todos los niños nos juntamos para conocernos, cuando de repente se me acercó el chico con el que me tropecé.

-Hola, perdón por lo de antes, soy Carlos.

-No pasa nada, ha sido culpa mía, soy Andrea. -Me puse un pelín roja-.

-¿Es la primera vez que vienes a este campamento?

-Sí, una fantástica idea de mis padres.-dije con ironía-¿y tú?

-No este es mi segundo año. A mí al principio tampoco me gustaba, pero ya verás como al final del verano no te querrás ir.

-Pues a ver si es verdad lo que dices.-se rió-. Pero no sé cómo porque tampoco es que conozca a nadie.-agaché la cabeza-.

-Andrea, te presento a tu primer amigo del campamento: Carlos.-me cogió del hombro y me lo dijo mostrándome a todo el campamento.-yo me reí.-

Mientras hacían la bienvenida, hicimos un pequeño grupo de amigos y después de cenar estábamos en mi habitación. Éramos Alejandra, Carlos, Nuria, Luis y Adrián y Ángela, también hermanos. Esa noche me lo pasé muy bien. Estuvimos charlando de todo para conocernos mejor. Alejandra es igual que su hermana, físicamente y en la forma de ser. Nuria era una chica rubia y baja pero muy inteligente. Luis era flaco y tenía los ojos azules. Era una persona muy atenta y observadora, pero no tan espabilada como Ángela. Adrián tenía algo de sobrepeso, no hablaba mucho pero se notaba que era educado y majo. Carlos era alto y moreno. Era deportista, jugaba al fútbol. Era muy gracioso, aunque me daba un poco de vergüenza hablar con él. Pues sí me daba vergüenza, la gota que colmó el vaso fue que se sentara a mi lado. Me preguntó mil cosas sobre mi vida, y me preguntó si tenía novio. Le dije que no. Me dijo que era muy raro ya que era una chica bastante guapa. Me moría de la vergüenza, pero me gustó.

Era domingo por la mañana y nos tocaba jugar a una gymkana, dijeron que nos pusiéramos por parejas. Carlos me preguntó que si quería ser su pareja y yo le dije que sí. Me emocioné mucho. Cantamos, bailamos, corrimos y reímos. Disfruté mucho con él.

El campamento no estaba nada mal. Habían muchas habitaciones, las habitaciones principales eran  muy grandes, y la comida, riquísima. Estaba empezando a creer que iba a ser un buen verano.

Por fin había conseguido tener un buen grupo de amigos. Siempre estábamos juntos, aunque Carlos y yo casi nunca nos separábamos. Nos pasamos tonteando a todas horas, durante una o dos semanas. Me estaba empezando a gustar, y creo que yo a él también, pero no sabía cómo decírselo.

Hacía una noche preciosa,  había  un montón de estrellas. Estábamos sentados a la orilla del lago.  Me trajo hasta aquel lugar porque tenía una cosa muy importante que decirme.  Por un segundo nos quedamos contemplando las estrellas, y luego nos miramos.

-Te he traído aquí porque tenía una cosa muy importante que decirte y no me la podía callar.  Cuando viniste a este campamento, creía que eras de esas personas muy superficiales,  que prefieren estar con el móvil a estar con las personas y quería averiguarlo, porque me pareciste guapísima y encantadora.  Mi tío es el monitor que quitó los móviles.  Se lo dije yo.  Que estuviésemos en el mismo grupo de amigos me entusiasmó mucho,  porque así podría conocerte mejor. Empezaste a hablar y me enamoraste. Te conocí cómo eras de verdad y me enamoraste. Me gustas Andrea.

En ese momento yo estaba emocionadísima, pero no sabía qué decirle, porque me quedé sin palabras. Estaba tan contenta…

-Tú también me gustas Carlos.

De repente, silencio.  Era como si sólo existiéramos él y yo. Nos mirábamos sonriéndonos el uno al otro. Entonces se acercó lentamente, me quitó el pelo de la cara, y me besó.  Mágico.

Nos abrazamos y fuimos al campamento donde estaban todos cenando. Cuando entramos, Ángela sabía que pasaba algo, nos lo notó en la mirada. Se lo contamos. Todos nuestros amigos se alegraron mucho.

Estaba durmiendo, y caí en la cuenta de que sólo quedaban dos semanas para que se acabara el verano, y por lo tanto, marcharme. Tenía razón Carlos, no me quiero marchar. A la mañana siguiente todo el grupo nos reunimos y estuvimos hablando.

Teníamos que aprovechar todos los días como si cada uno de ellos fuera el último, porque no sabíamos cuándo nos íbamos a ver otra vez. Y eso hicimos. Cada día intentábamos dar lo mejor de nosotros. Corríamos como nunca y disfrutábamos mucho. Por primera vez sentía que tenía amigos de verdad. Con Carlos disfrutábamos al máximo lo que nos quedaba. Dábamos paseos largos y charlas interminables. Le quería de verdad.

Llegó el momento. Se acabó el verano. Esa mañana nuestros padres vendrían a recogernos. Era el fin. Antes de que llegaran decidimos despedirnos. Nos dimos todos un abrazo, como si nunca se acabara. Cada uno dijo unas palabras para despedirse. Fue muy triste. Carlos y yo nos miramos, y sin decir nada nos abrazamos.-Te quiero-. Le dije lo mismo. En aquel momento pensaba que no nos volveríamos a ver.

 Vinieron nuestros padres y nos fuimos. Es curioso. Primero no quieres que llegue el verano, y después no quieres que acabe. Llegamos a casa. Subí corriendo a mi habitación y me tumbé en la cama. Te paras a pensar y  te das cuenta de que todo ha terminado, de que no volverás a ver a los maravillosos  amigos que hiciste, de que nunca vas a volver a experimentar la sensación que tienes con el primer amor. Empieza el otoño, empieza el instituto. Esa época en la que no quieres salir de tu casa porque prefieres quedarte tumbado en la cama con el móvil. Este verano me he dado cuenta de que no necesito el móvil para conocer a gente, porque las puedes seguir, dar «me gusta», pero no sabes cómo son realmente. Cuando de verdad conoces a la gente es cuando sales a la calle, a disfrutar. Esas personas que he conocido este verano. A algunas no las voy a volver a ver, pero a otras sí. Aunque no las vuelva a volver a ver sé que siempre van a estar ahí pase lo que pase, porque son mis amigos.  Y siempre tendrán en mi corazón un lugar guardado. Para mis amigos.

Sonia Sanchís

Las puertas del Docker

“Los rifeños avanzan, el ejército español busca refuerzos” Padre leía el periódico como cada día cuando una noticia hizo saltar las alarmas…”Todos los jóvenes de 17 años serán llamados a filas” en ese momento un silenció invadió la casa hasta que mi hermano mayor irrumpió en el salón: “Yo iré”, pero él no cumplía con la edad, padre era un noble con contactos en las altas esferas militares que hizo lo indecible por librarme de la guerra, pero el ejército no admitía excepciones, en dos días salía un tren rumbo a Marruecos donde todos los quintos serían distribuidos. En ese instante nada se podía hacer ya, yo iría a la guerra a defender a mi país, aunque había una posibilidad para que no subiera a ese tren, fugarme.

No estaba del todo seguro, pero yo no podía ir a la guerra, mi hermano sería mi cómplice, el se aseguraría de que padre pensara que yo estaba combatiendo en el frente, madre ya  estaba al tanto de mis planes, sin embargo no dijo nada. Era la madrugada del 7 de Julio de 1921, a las nueve salía el tren rumbo a Melilla, me despedí de padre y mi hermano me acompañó a la estación, por el camino, pensaba en los gestos de complicidad de mi madre que sabía que todo iría bien, al llegar a la estación el comandante que se encargaría de nosotros pasaba lista, “Fernando García-Velázquez” y allí entró mi hermano, con mi traje de militar y una maleta vacía, mi camino no acababa en ese tren, ese no era mi destino. Sonó una voz, “Pasajeros al tren”  un tren rumbo a Portugal salía en pocos minutos, sentí una fuerza que me llevó a subirme en ese tren y dejar que el futuro decidiera por mí. Me senté en el asiento número 17 de la fila 5 junto a una señorita de pelo castaño y ojos azules a la cual me presenté, pero no dejé que ella se presentara, porque mi futuro era incierto, me recordaba a un libro que leía de pequeño, la llamé la habanera. A la llegada a Lisboa me dediqué a vagar por sus calles perdidas y sin rumbo, al llegar la noche no tenia donde pasarla, unos ojos se iluminaban al final de la calle, era ella esperándome para darme cobijo, su humilde cabaña se convirtió en mi refugio, día a día me levantaba al alba para ir a la frontera,  y comprar un ejemplar de “El Imparcial” para leer la columna dedicada a los soldados españoles en Marruecos, mientras ella preparaba un delicioso té con el que daba aroma a toda la calle. Un día de Septiembre se nombraba el ascenso a un tal Sargento García-Velázquez por su gran labor en el frente. En ese instante sentí a mi hermano cerca y sabía que todo iba bien, dos días después en esas mismas líneas aparecía una esquela con el nombre del Sargento Fernando García-Velázquez, todo dio un vuelco, en ese instante cogí esos papeles y marché en busca de mi nuevo destino, Melilla. Me presenté como el doctor Valverde y me convertí en el director médico del hospital de Melilla “El Docker” rodeado de humildad salvé a Rifeños y Españoles víctimas de esta gran desgracia, todo por devolver a mi hermano el sacrificio que hizo bajo mi nombre y que nunca le fue agradecido, un día en que el desánimo pesaba, llegó un paciente especial , en estado crítico y desorientado se presentó mi hermano en el Docker, no había muerto, los rifeños lo habían secuestrado y habían fingido su muerte, ahora era mi turno, tenía que salvarlo, pasaron los días mi hermano ya volvía a ser él, había olvidado sus semanas de cautiverio, todo parecía estar bien. Un día entró por las puertas del hospital una señorita a la cual conocía pero no quise saber su nombre, era la habanera, se presentó como la nueva enfermera del hospital. Las puertas del Docker hacían volver a la gente que había perdido por el camino, mis padres volvieron al hospital un fresco 24 de diciembre, 1921 quería devolvernos todo el daño que nos había hecho reuniéndonos a todos por navidad, mis padres, ella, mi hermano y yo  estábamos juntos en nuestro nuevo hogar “El Docker”.

Mis padres volvieron a casa la madrugada del día siguiente, habían descubierto que su hijo no había ido a la guerra, que yo  era ahora el director médico del Docker y que mi hermano no había muerto, y ahora era el Sargento de un ejército con un nombre falso, él seguía recuperándose para volver al frente, la portuguesa seguía sin decirme su nombre, pero porque yo no quería, y yo ahora era doctor, le había cedido mi nombre a mi hermano y seguía aguardando para ver lo que me depararían las puertas del Docker.

Javi Rueda

Amor cortés, amor prohibido, amor utópico

Una de las expresiones literarias más importantes y hermosas del medievo fue, sin duda, el amor cortés, reflejo de un amor tan puro y deseado, como prohibido y utópico.

Después de conocer las luces y las sombras de este período histórico, y descubrir su legado literario, pedí a los alumnos que escribieran una historia de amor platónico, al estilo de los románticos trovadores. Y a la vista de estas maravillosas historias, no me cabe duda de que el amor ha sido, es y siempre será la mayor fuente de inspiración.

¡Disfrútenlas!

Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía.
Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós.
No sé si me quisiste… No sé si te quería…
O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco,
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho… no sé si te amé poco;
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo,
y el corazón me dice que no te olvidaré;
pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida,
mi más hermoso sueño muere dentro de mí…
Pero te digo adiós, para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

José Ángel Buesa

Aprendí a amarme

Me dolía, me dolía muchísimo. Era como una constante presión en el pecho que no me dejaba respirar. Solamente habían pasado dos días desde que descubrí que no era suficiente para el hombre al que amaba.

Siempre había sido consciente de que yo le adoraba más que él a mí. Sí, me tenía aprecio, me cuidaba, se preocupaba por mí. Pero no sabía amarme.

Nuestro matrimonio fue concertado, a los seis años ya sabía que me iba a casar con él. Desde ese momento, mi corazón no perteneció a nadie más. Me volví totalmente dependiente de él. Y esperaba con desesperación el día en el que pensaba que sería totalmente mío.

Pero me equivoqué, me equivoqué y caí estrepitosamente en el vacío del dolor.

Llevaba dos días encerrada en mi habitación, tumbada en la cama, y como única compañía tenía a Nana.

-Por favor, ábreme, te lo explico si me dejas entrar. Por  favor no me ignores, te quiero, ¿vale? No lo olvides.

Y más lágrimas.

-Señora, ¿está segura de que no quiere que le abra?

-No Nana, no podría enfrentarle, sé que me destrozaría más de lo que lo ha hecho.

Me arreglé el vestido, entré al comedor y me senté en la larga mesa. Sobre mí, la mirada expectante de mi marido.

-Yo, yo, yo…

-No digas nada, por favor, no la fastidies.

-Quiero disculparme. Sé que te he hecho daño.

-Sí, me has hecho mucho daño, no sabes cuánto. Me has devastado alma y corazón, y has dejado en mi mente el único pensamiento de que no soy suficiente para ti.

-Cariño, sí que lo eres, te quiero.

-¡No! No digas eso, no me quieres, si quisieras de verdad no me harías daño.

-¡Es que solamente no sé cómo quererte! ¡Has estado enamorada de mí toda la vida! Me asustas, me asusta saber que nunca lograré ser como tú. Siempre te he tenido en consideración, pero me costó quererte como lo hago ahora. Yo no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo amarte, al menos como debes. Te mereces mucho más que lo que yo puedo ofrecerte.

-¡Pero yo te quiero a ti! No quiero más, no quiero una historia de amor perfecta, te quiero a ti.

-Pues eres realmente tonta. Podrías tener lo que quisieras. ¿Por qué? ¿Por qué me eliges a mí?

Él ya se había levantado, y tenía un brazo apoyado en mi respaldo, y el otro acorralándome en la silla.

Yo no podía hacer otra cosa que no fuera  llorar, pensaba que después de tanto tiempo ya no me quedarían lágrimas. Pero ahí estaban otra vez. Mis cálidas y húmedas lágrimas, que habían sido mi única compañía cuando más necesitaba que me las secaran.

-¿Que por qué te elijo? Ya te lo he dicho. Te quiero frente a toda cosa, persona y circunstancia. Y ninguna infidelidad va a cambiarlo. Piensa, ¿por qué me ha dolido tanto, si no te quisiera? ¿Por qué he vuelto si no es porque te amo con locura?

-Enséñame- me dijo.

-¿Qué?

-Enséñame a amarte como tú me amas. Por favor.

-¿¡Enserio!? El amar a una persona no se enseña. – y en ese momento pensé una cosa. Una cosa de la que nunca me recuperaría, una sola acción que me dejaría un vacío permanente en el corazón y me impediría ser completamente feliz.

-Quizá  debería alejarme de ti. Quizás debería olvidarte, pasar página, intentar ser feliz. – dicho esto me levanté y aparté la silla estrepitosamente.

-No, no, no. No me dejes – se arrodilló y me cogió de la cintura. Apoyó su cabeza en mi vientre y empezó a llorar.

Nunca le había visto llorar, y realmente me impactó. A pesar de eso le dije:

-Lo siento, no quiero sufrir más.

Y dicho esto, le besé la frente, le aparté sus manos de mi cintura y le dejé, allí, arrodillado, llorando, devastado. Y a su lado, mi corazón.

Aitana Palao Peydró, 3ºESO B

 El día que te vuelva a ver

Nunca fue un  amor correspondido, pero aun así, él y yo luchábamos porque lo fuera, hasta que se acabó y no volví a verle nunca más desde aquella noche.

Él era alto, cabello moreno, con unos ojos verdes preciosos en los que me gustaba perderme.

Todas las noches, a las once en punto, cuando todo el mundo apagaba las luces para dormir y descansar hasta el próximo día, nos encontrábamos en secreto en el balcón de mi habitación. Todo salía siempre como esperábamos, nunca nadie nos había descubierto, pero aquella noche sólo pasaron desgracias.

Solíamos hablar muy bajito, entre susurros, procurando no hacer mucho ruido para que nadie nos descubriera, incluso en alguna ocasión subió a mi habitación trepando por el balcón y nunca nadie había notado su presencia.

Hacía una noche preciosa, la luna llena iluminaba con fuerza, por desgracia, yo estaba a punto de comprometerme con un hombre al que yo no deseaba. Conversando con él aquella noche rompí a llorar debido a que no quería compartir mi vida con ese hombre y deseaba que el amor entre él y yo no tuviera ningún impedimento, él me abrazó y me dijo que algún día los dos podríamos ser felices, pero yo le dije que eso era imposible, y me contestó que nada era imposible, que sólo tendríamos que luchar por lo que queríamos, yo no contesté y seguí entre sus brazos, entonces la puerta se abrió de golpe, se acercó la figura de un hombre mayor, enseguida lo pude reconocer. Era mi padre, y cada vez lo teníamos más cerca, sabía lo que iba a pasar, por lo tanto le dije que corriera y que no volviera nunca, que yo estaría bien. En realidad, no quería que se fuera, pero debía hacer lo mejor para los dos. Esa noche me dio el último beso y me dijo por última vez que me amaba.

Mi padre intentó buscarlo hasta que se rindió, nunca volví a salir sola, siempre con  la compañía del que ahora es mi esposo.

Pero no me arrepiento de nada de lo que hice. Desde que se fue siento un gran vacío en mi vida, pero siento que algún día lo volveré a ver, porque siempre recordaré lo que dijo: nada es imposible.

Ainara Bautista Bayona, 3ºESO A

Hilo rojo

En la vida no todo lo que ocurre es bueno, no todo es un camino de rosas, no todo es como los cuentos lo pintan.

Lo mismo ocurre en el amor, no todo es correspondido, no todos son amados, no todos aman, no todos sienten, no todos quieren sentir a alguien a su lado.

Dejando de lado esto, todos hemos tenido un primer, único y verdadero amor. Unas veces, la vida nos permite estar con él o ella para siempre, otras, las almas gemelas son separadas. El famoso hilo rojo que une a estas dos personas se alarga, pero jamás se corta.

La historia que voy a contar trata sobre este vínculo deseado por muchos.

Desde que nacieron, Clara y David estaban unidos, una fuerza, un sentimiento futuro, había algo que los unía. Desde que vieron la luz del mundo ambos estaban predestinados a encontrarse una vez en la vida.

A los cinco años se conocieron y se hicieron mejores amigos. Siempre estaban juntos, incluso practicaban el mismo deporte.

A los dieciséis, su relación se convirtió en algo más que una amistad.

A los 18 él se encaminó a letras y ella a ciencias. Estudiaron en ciudades muy alejadas una de la otra, pero su relación siguió adelante.

A los veinte todavía no habían  acabado los estudios. Llevaban ya tiempo sin verse y, finalmente, él conoció a alguien más, al igual que ella.

Ambos se casaron y tuvieron hijos con sus respectivas parejas. Clara y David jamás volvieron verse.

Su hilo se alargó, pero jamás nada pudo ni podrá romper la fuerza del amor verdadero.

Una historia triste que en muchos casos se hace realidad, pero ¿Y si cambiamos su desenlace?

A los veinte todavía no habían acabado los estudios, pero se reunían frecuentemente y hablaban por Skype para no perder el contacto. Cuando acabaron la universidad, se fueron a vivir juntos a una casa de campo.

A los veintiséis, él le propuso matrimonio y un año después se casaron. A los treinta, tuvieron su primer hijo y tres años más tarde tuvieron otra hija.

Vivieron unidos desde el día en que nacieron hasta el día en que murieron. El hilo rojo unió sus dedos meñiques para siempre e incluso después de la muerte, este especial vínculo sigue existiendo.

Estos dos finales diferentes nos enseñan que una pequeña acción o decisión, puede cambiar nuestra vida para siempre. De poder estar con ese amor para siempre a no poder volver  a verlo nunca más. Debemos aprender a tomar nuestras decisiones correctamente, ya que de lo contrario pagaremos un precio muy alto.

Carla Valero Ruiz, 3ºESO B

Cartas sin destino

Ellos eran dos enamorados, de estos que los ves y a ti también te entran ganas de tener pareja. Se miraban como los niños miran los escaparates de las pastelerías, como un prisionero observa la libertad desde las rejas de su celda. Pero todo acabó pronto entre ellos comidos por el pesimismo y por el miedo a lo que pensaran los demás. Él pensaba que la molestaba y ella que él se merecía algo mejor y así, poco a poco la barrera entre ellos fue creciendo.

Pero todo cambió ese 9 de agosto, ella salía de su nuevo apartamento y él intentaba variar la monótona ruta que tomaba para correr, sus ojos se cruzaron y mil fuegos artificiales se encendieron en su interior. Todos esos recuerdos y sentimientos una vez sepultados por las inseguridades se abrieron paso y salieron otra vez, como si el tiempo nunca hubiera pasado.

Se acabaron saludando con dos besos de cortesía, pero más cerca de los labios de lo normal y con olor a te echo de menos. Al final cada uno siguió su camino pero pensando qué habría pasado si se hubieran girado al final de la calle, sí algo habría cambiado. Así que acabaron como en el medievo, él escribiendo cartas pensando en ella y ella esperando a recibirlas para encontrar algo que le hiciera creer que su vida tenía aventura, pero nunca llegó a experimentarla.

Lucía Montesinos Medina, 3ºESO A

Amor imposible más allá de la muerte

Amor, para algunos es tener un nudo en la garganta, o mariposas en el estómago, u otros sólo repiten frases que han leído o escuchado en algún sitio.

Pero, ¿y el amor verdadero? Ese amor que esperan todos, ese amor que se da en los libros y en las películas, ese final feliz… O el amor cortés, esas historias de un amor real pero imposible, ese amor prohibido y utópico.

Esta es la triste historia de Aalis y Owen, una preciosa e inteligente dama que pertenecía a la nobleza, y su amado Owen, un pintoresco trovador perdidamente enamorado de ella.

“El cielo se tiñe de un color rosado. Amanece, puedo observar como el sol se despierta entre las montañas. Las paredes de mis aposentos empiezan a iluminarse por la resplandeciente luz del sol. Cierro los ojos y dejo que esa calidez me lleve a otro lugar… ¿Estarás bien, Owen? ¿Sientes dolor alguno? No puedo olvidar esos cálidos besos, esas caricias, esa sonrisa que me regalabas cada vez que nos veíamos en secreto. ¿Por qué no podemos estar juntos? ¿Por qué no puedo levantarme cada mañana a tu lado? Toda mi felicidad siempre es arrebatada… no quiero vivir con otro hombre al que no ame, no quiero vivir sin ti.                                                            

Añoro esos suaves labios, esos ojos verdes, esa preciosa sonrisa…Sólo quiero un mundo contigo, sin que la sociedad elija con quién debo casarme.

El sonido de la puerta de mi alcoba me devuelve a la normalidad, pero sigo contemplando el paisaje que me envuelve. Quiero desvanecerme, y ser uno de esos rayos de sol que me deslumbran.

_Aalis, es la hora de vuestro desayuno.

No puedo más, las lágrimas se apoderan de mí.

_Señora no llore…

Arlet se acerca a mí, y me envuelve en sus brazos.

_Todavía puedo recordar como lo ejecutaban frente a mí. Todavía puedo recordar su mirada asustada, pero a la vez tranquila. Y como pudo regalarme esa última sonrisa que desbordaba sentimientos y emociones…

No puedo continuar hablando, las lágrimas se han apoderado de mí. Sólo puedo llorar en brazos de Arlet, y recordar, sólo recordar todo lo vivido con él… sólo serán recuerdos”.

Inés Mira Pérez, 3ºESO B

Mi última oportunidad

Mis días se acababan y mi corazón palpitaba cada vez más y más, cuando el rostro de mi querida amada pasaba por mi cabeza. No me quedaba mucho tiempo, ella se iba a casar.

Mi corazón y todo mi ser decaían al ver la gran oportunidad que antaño tuve, y ahora sólo me quedaba el gran error que me torturaba día tras día.

Hubo un tiempo en el que ella me amaba, pero yo sólo me fijé en aquella forma física que me atraía, sin llegar más allá ,sin conocer su forma de ser, ni su forma de pensar, lo único que me interesaba era su aspecto.

Yo fui un niño ingrato y consentido, y ahora que maduré, tomé conciencia del gran dolor que a ella antaño cause. Ella me trató como a un rey, y yo a ella como un juguete.

Desearía poder echar el tiempo atrás, para poder tratarla como ella se merecía y poderle pedir perdón por todo aquel daño, mi corazón sólo deseaba permanecer a su lado y decirle todo aquello que sentía y siento por ella. El día llegó, su boda, ya es demasiado tarde, ella ama a otro hombre. Y yo jamás podré perdonármelo, me mata el dolor de haber sido un insensato.

Lidiana Martínez Pérez, 3ºESO A

 

Vidas

Vidas intensas, llenas de vericuetos y pronunciadas aristas, de momentos para el dolor y espacio para la risa; luces y sombras entretejiendo los días, días repletos de experiencias, de silencios, de palabras necesarias y otras tantas no dichas. Vidas vividas hasta la extenuación, disfrutadas sin remilgos, ni peros, ni pretextos. Vidas vividas en libertad, amadas y valoradas por el mero hecho de ser, aun con el vacío que dejan las preguntas sin respuesta, que un día, curiosamente, dejaron de doler.

Vidas hechas a fuego lento, a base de efímeros y volátiles segundos, minutos, horas, días y años. Vidas rápidas, momentos eternos. Vidas llenas de sueños, de metas, de esperanzas, de fracasos, de derrotas, de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y no debió ser. Vidas inefables, vidas escarmentadas de aciertos y errores, vapuleadas por el arrepentimiento, y al tiempo, alentadas por la posibilidad de retomar un nuevo rumbo. Vidas, todas ellas únicas, y por ello especiales. Historias que hoy merecen un especial reconocimiento en nuestro blog.

La piel que triunfa en las pasarelas

    Winni Hawrlow

La modelo Winnie Harlow posando para la marca Desigual

 Soraya Aracil y Lucía Montesinos

 28/02/17

La  canadiense Winnie Harlow ha causado sorpresa en el mundo de la moda, es la primera modelo con vitíligo que ha triunfado en las pasarelas.

Winnie Harlow nació en Toronto (Canadá) en julio de 1994. Su infancia no fue fácil, a los cuatro años de edad se le diagnosticó vitíligo, una enfermedad degenerativa de la piel que causa la muerte de las células responsables de la pigmentación cutánea, creando zonas con piel más blanca. La presencia de dicha despigmentación ha hecho que la historia de Harlow sea un cuento de superación, a pesar de una infancia llena de vejaciones (fue víctima de acoso escolar, algunos niños la llamaban «vaca» o «cebra» por su aspecto) intimidaciones e intentos de suicidio, esta enfermedad no ha impedido que la joven luzca las últimas tendencias en moda, aunque el camino no ha sido fácil. Con solo 22 años esta joven ha conseguido llevar a cabo su gran sueño: ser modelo. Su inusual aspecto es su mayor baza, y Harlow ha sabido aprovecharlo, es una modelo única. Según cuenta ella en varias entrevistas  toda esta lucha y sufrimiento sólo ha conseguido que sepa sacarle partido a su belleza y que sea más fuerte ante la sociedad.

Trasladada a California, Winnie consiguió hacer de su enfermedad un rasgo distintivo y se presentó al concurso America’s Next Top Model desde donde saltó a la fama. Nadie en su sano juicio hubiera apostado porque  la espigada niña pudiera llegar a ganarse la vida en el mundo de la imagen.  Ahora es una modelo cotizadísima y diferente.

Después de contratarla para protagonizar la campaña “La vida es chula” de la firma Desigual, una marca que intenta diferenciarse del resto por ser llamativa y poco convencional, hizo de Harlow su embajadora perfecta: una mujer bella, segura y diferente al resto. A partir de ahí, su carrera profesional emprendió un imparable ascenso y actualmente es un referente internacional en el mundo de la moda, demostrando que su talento y sus aptitudes van mucho más allá de la diferencia que marca su característica piel. A pesar de que la vida de Winnie no fue siempre de color rosa, la exótica maniquí nos ha transferido una gran lección de vida: los límites no los marca, ni impone la enfermedad, sino nosotros mismos si así lo deseamos.

Además de  mostrar una actitud y autoestima encomiable, como parte esencial de su particular belleza, la modelo ha hecho que todo aquello que le causó dolor y burla, ahora sea motivo de alabanzas y halagos. Harlow quiere demostrar que es posible triunfar,  para ser irremplazable uno debe buscar siempre ser diferente.

Javier Mira, un ejemplo de emprendedor

Javier Mira

                                                     Javier Mira (derecha), junto a su socio Salvador Martí en la salida de FacePhi al MAB.

Con más de 20 años de experiencia trabajando en diferentes empresas multinacionales, Javier Mira presenta al mundo una nueva empresa con muchas aspiraciones a ser una de las más importantes del mundo.

 Jordi Vilaplana Sola

26/02/17

Javier Mira ha trabajado en muchas empresas multinacionales donde ha liderado equipos e implementado estrategias de expansión. Y ahora, tras 20 años trabajando en otras empresas, ha decidido montar junto con su socio una empresa propia, FacePhi, una empresa que se dedica a programar equipos de seguridad en el que sólo se necesita un rostro para acceder a donde queramos entrar.

Pero su historia no comienza aquí, desde que acabó la carrera, (estudió en la universidad Sophia de Tokio), buscó un trabajo en el extranjero para desarrollar sus capacidades ya que aquí, en España, no había puestos de empleo acordes a su formación. Encontró un trabajo en una empresa grande y reconocida en el ámbito mundial. La sede se encontraba en Japón y allí se fue a trabajar. Pasó por varias empresas antes de estar en una de las más importantes a nivel mundial, Fujitsu.

Hace unos años volvió a España para casarse con su esposa y la madre de sus dos hijos, Rosa. Una vez aquí, ya no volvió a salir a buscarse un trabajo fuera, puesto que encontró uno aquí. Después nacieron sus dos hijos, Javi y Sara, y como él dice: “Mis hijos son los amores de mi vida”.

Un día llamó a un amigo suyo de la universidad y le contó su idea de crear una empresa y a éste le entusiasmó, por lo que rápidamente empezaron a recaudar dinero para construirla. Hasta que en 2012 pudieron hacer realidad su sueño. Al principio tuvieron problemas de inversión y estuvieron rozando la bancarrota, pero como el fénix resurge de sus cenizas, ellos también lo hicieron y en tan solo año y medio pasaron a invertir 1 millón de euros. Actualmente, la empresa funciona bien y tienen varios clientes en Sudamérica y en Europa. Pero según dicen sus fundadores: “Estamos dispuestos a romper fronteras y llegar a ser líderes mundiales en biometría”.

Emma Watson, de niña a mujer

Emma Watson

Emma Watson durante la charla de la ONU de 2014

Lucía Valls Hernández

26/2/2017

Actualmente, Emma Watson es una de las mujeres más influyentes de todo el planeta, con sólo 26 años ya se ha convertido en un ejemplo a seguir. Porque además de ser una gran actriz, es también embajadora de buena voluntad de la ONU Mujeres, modelo y gran apasionada de la lectura y el estudio. Pero si os parece, empecemos hablando de su carrera como actriz:

Muchos de nosotros ya la conocimos en su día como la simpática e inteligente amiga del joven mago Harry Potter y de su amigo Ron Weasley, en las ocho películas que tratan la inolvidable e histórica saga escrita por J.K Rowling. Papel que le otorgó fama, mucho prestigio y que marcó un antes y un después en su vida. Tras acabar la saga, se le presentaron multitud de nuevos proyectos, tales como Mi semana con Marylin, Las ventajas de ser un marginado, Regresión y Noé entre los más destacados. Pero en lo que respecta a lo personal, Emma estuvo muy centrada en sus estudios, quería dedicarles el máximo tiempo posible, quería estudiar y asistir a la universidad, pero no podía dejar a un lado su carrera. De hecho, ingresó en la universidad, pero tuvo que hacer un breve parón para tres años más tarde, conseguir graduarse en literatura inglesa.

Tras graduarse hizo sus pinitos en la moda, trabajando con grandes marcas y lo más importante, se convirtió en embajadora de buena voluntad de la ONU Mujeres, donde mostró su dedicación y determinación en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, el movimiento He For She, que lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, en la sociedad actual.

Durante estos últimos años, Emma parece ser que se ha tomado un pequeño tiempo de descanso, para disfrutar de una de sus mayores pasiones: la lectura, y poder descansar, pero muy pronto la volveremos a ver en la gran pantalla, y una vez más, volverá a sorprendernos con su talento y su enigmática sonrisa.

Francisco Sarabia, gran aficionado a descubrir mundo

Lucía Brotons Sarabia

Domingo 19 de Febrero de 2017

Francisco Sarabia nació en mayo de 1931.

A los cinco años sufrió un trágico acontecimiento que marcaría una gran parte de su vida, “en plena Guerra Nacional murió mi padre dejando a mi madre viuda con 7 hijos, la mayor tenía 11 años.”

Lucía Brotons

Francisco Sarabia luciendo una de sus genuinas sonrisas

En ese momento crítico, su madre decidió meter a dos de sus hermanos y a él en un internado llamado Casa Misericordia de Murcia. “Nos levantaban a las seis de la mañana y a las últimas cinco personas que salían de la habitación les castigaban a limpiar las habitaciones. En aquel momento no existían escobas ni fregonas entonces teníamos que arrodillarnos y limpiar nosotros a mano. Allí estuve hasta los 12 años y cuando terminé ingresé en un seminario, hasta que 18 meses después me expulsaron por tartamudo. ”

Seis años más tarde, Francisco conoció a la mujer de su vida, Josefa “Con 18 años conocí a mi mujer, nos fugamos de casa y nos vinimos a vivir a Ibi, ya que encontré un buen trabajo y me ficharon en el equipo de fútbol ‘Rayo Ibense’. Nos casamos en ese mismo año. Con 19 años tuve a mi primer hijo”. Posteriormente crió a 7 hijos más. Pero, por desgracia, su mujer enfermó gravemente y él solo tuvo que hacerse cargo de sus hijos y de su mujer, quien no se podía mover sin la ayuda de alguien. “Tenía que llevarle a todos los sitios en una silla de ruedas, vestirle, ducharle, hasta darle de comer. Yo apenas salía de casa ya que no tenía tiempo para mí, me dedicaba exclusivamente a mi familia.”

En 2003 falleció su mujer dejándole un gran vacío sentimental, pero con el paso del tiempo se aficionó al senderismo y esta pasión le ayudó a sobrellevar su dolor. “Con 76 años hice el Camino De Santiago, adelgacé 16 kilos y pasé mucha hambre, ya que al llegar tarde al pueblo donde dormíamos, cerraban los bares y no tenía apenas nada de comer en la mochila.”

Hoy Francisco es un hombre que anda una media de 10 kilómetros diarios, disfruta de las pequeñas cosas de la vida y nos transmite pequeños valores morales del día a día.

 Más fuerte que nunca

Laura Pérez

En 2004, a la edad de 59 años, Remedios Manzanero sufrió cáncer de mama. Siempre se encontraba en su caseta que, según ella, era un lugar que le proporcionaba paz y mucha tranquilidad.

Laura Pérez y Laura Salvador

Sábado 18 de Febrero de 2017

Nos encontramos en Ibi, una pequeña ciudad de la provincia de Alicante en la Comunidad Valenciana, son las 11:28 de la mañana y estamos en el acogedor piso de Remedios Manzanero. Está sentada enfrente de nosotras y lista para empezar. Comienza a embarcarnos en su gran historia.

Remedios creció en el seno de una familia muy humilde de Castilla La Mancha, concretamente en Tomelloso, lugar en el que nació. Es la segunda de cuatro hermanos, sus padres no podían permitirse pagar ningún tipo de estudios a ninguno de sus hijos, excepto a la más mayor que, con ayuda de sus padres y su trabajo, pudo estudiar fuera. Remedios ejerció como madre de sus hermanos menores cuidándoles y dándoles de comer mientras que su madre trabajaba muy duro, ella solamente pudo ir al colegio durante cinco meses. Se mudó de Tomelloso a Puerto de Sagunto donde vivió ocho años, hasta que finalmente llegó a Ibi, donde a los 16 años conoció a Emilio Bernabeu, quien a día de hoy es su marido. Fue madre de dos hijos: una chica y un chico, y ahora es abuela de cuatro nietos y se encuentra más feliz y más fuerte que nunca.

Todo empezó con una operación de vesícula en el mes de agosto. Un día, mientras se encontraba en la ducha, notó algo extraño, pero prefirió no darle importancia. Se dirigió a una revisión de la vesícula 22 días después de su operación, en su cabeza rondaba ese extraño bulto y al fin decidió contárselo al médico quien, inmediatamente, decidió realizarle una biopsia para comprobar si era dañino o no. Al cabo de muy pocos días comprobaron que no era bueno, entonces empezó su odisea. Remedios se sometió a una operación compleja. Ella nos aclara que prefiere que le llamen Reme entonces obedecemos y nos dice: «En ningún momento pensé en rendirme, desde el primer día tuve esperanzas y jamás dudé acerca de si debería operarme o no, sino que fui clara en todo momento».

Se sometió a seis sesiones de quimio y a treinta sesiones de radioterapia en Valencia. Reme nos cuenta que conoció a muchas personas a lo largo de esta terrible experiencia y nos dice: «Conocí a un joven de unos 17 años que vivía cerca de un pueblo de Valencia, yo estaba acostada en una camilla dentro de la ambulancia, porque al ser más mayor tenía preferencia, pero no soporté ver ese dolor reflejado en su cara entonces no dudé en cederle mi camilla, a pesar de que los médicos no me dejasen, pude salirme con la mía y sentarme yo en el sitio de aquel joven. Recuerdo que me miraba como si hubiese hecho una especie de milagro y no paraba de agradecérmelo  y me decía que quería rendirse, que no soportaba más ese dolor, me alarmé como una loca y le dije: Las personas no se rinden, las personas luchamos y afrontamos cualquier cosa que se interponga en nuestro camino, mírate, yo sé que podrás y mi gran fórmula para enfrentarme a cada día de lucha es sonreír, ayudar, y sobre todo, quererme, así que nunca más te atrevas a decir que quieres rendirte porque eres grande. Recuerdo esas palabras constantemente y ese joven, como bien yo sabía, pudo salvarse y vino a buscarme para darme fuerzas, aunque no las necesitaba».

Reme afirma que incluso ella tenía más esperanzas en recuperarse que su familia, una de las cosas que le hacía sonreír y seguir adelante era su primera nieta Laura, quien por entonces tenía dos años de edad y siempre sabía cómo decir alguna tontería para hacerla reír en sus peores días, añade que era una niña con mucha labia y muy alegre, con sólo dos años sabía hablar bastante bien y le animaba con cualquier cosa. «Al fin y al cabo comprobé que es verdad que las personas o las cosas más pequeñitas ayudan mucho y nos enseñan las lecciones más grandes»-añade Reme.

Los peores días eran los que pasaba en el hospital, no soportaba ver a todas las personas cabizbajas que se encontraban a su alrededor, hacía que sus ánimos bajasen, pero nos informa que ella siempre les ayudaba dándoles consejos, contándoles historias e incluso un día les bailó y cantó para ver cómo reían un rato.

Al fin, un día consiguió salir y ese cáncer fue eliminado de ella de manera impecable. «Di una lección tanto a mi familia como a mis amigos y a todas las personas que conocí,  supe afrontar todo esto desde el primer momento. Le debo todo a mi familia y amigos, pero en especial a mi madre, a la que no existe un día en el que no la añore».-nos comenta Reme.

Ya cuando salió del cáncer, en el año 2012 recibió una de las peores noticias de su vida, a su hermana menor, Pilar, le detectaron un terrible cáncer linfático, pero no se vino abajo y la acompañó a cada una de sus revisiones, operaciones y quimios. Siempre, tanto ella como su hermana, se mantuvieron con una sonrisa dibujada en la cara. Actualmente las dos lo recuerdan y se describen a sí mismas como personas fuertes.

A día de hoy se considera la persona más feliz del mundo, aun habiendo pasado por esta grave enfermedad, está orgullosa de tener a sus cuatro nietos y a sus hijos sanos, al igual que a su marido y hermanos y amigos. Sale a caminar casi todos los días, se pone música en casa y disfruta de ligeros bailes cuando se aburre, y siempre intenta estar lo más cerca posible de sus nietos e hijos. Nos reconoce que su marido es una persona esencial en su día a día.

Finalmente Reme nos dice: «Cada persona de este mundo que esté pasando por lo que yo pasé, les aconsejó que levanten la cabeza, que sean positivos, cojan fuerzas de su propia voluntad y que se quieran a ellos mismos, sin olvidar que deben vivir cada día como si fuese el último. Todos podemos contra el cáncer».

Un sueño hecho realidad 

Oprah Winfrey

Oprah Winfrey posa ante las cámaras con su primer Emmy a finales de los 80.

En Los Ángeles todo el mundo camina apresuradamente, la brisa de verano sopla y hace que las famosas palmeras californianas dancen al son del mar. Oprah Winfrey (Misisipi, 1954) toma asiento en su familiar sillón a la espera de la señal de los colegas de producción, la cual alerta el final de los anuncios. Este ritual se convierte en la rutina diaria de Oprah, que se siente orgullosa de poder dar vida al éxito televisivo ‘The Oprah Winfrey Show’.

Silvia Casanova Llinares

Martes 23 de febrero de 2017

Winfrey nació en Misisipi el 29 de enero de 1954. Junto con su madre soltera y su abuela creció humildemente empapándose de experiencia y sabiduría, ya que a los 6 años tuvo que afrontar una de las peores etapas de su vida. Sufrió abusos físicos y psíquicos que convirtieron su día a día en un completo caos. Su situación era tan mala que a los trece años decidió escaparse de casa. “Yo quería mucho a mi madre y a mi abuela, pero lo hice porque sabía que cuando me arrestaran me llevarían con mi padre lejos de la ciudad donde mi infancia acabó”.

Y así fue, en Nashville junto a su padre, un dócil barbero,  Oprah supo superar su infancia traumática. A los 19 años empezó a adentrarse en el mundo de la comunicación trabajando como reportera en una estación de radio de Nashville y, posteriormente, entró en la Universidad de Tenesse, donde afortunadamente  ganó diversos concursos de belleza.

Cuando cumplió los 22 años, Winfrey se trasladó a Baltimore, donde se le planteó una oferta que no pudo rechazar,  presentar un programa de televisión, ‘People are talking’. Su primera aventura en la pequeña pantalla se prolongó ocho años, en gran parte gracias a su especial habilidad ante la cámara. “Yo, sin duda, siempre fui una chica muy extrovertida, me gustaba y me gusta interactuar con la gente, ya que sentía que al escuchar sus historias no era la única que había sufrido en un pasado, ahora lo hago por vocación y devoción”.

Al cumplir los 30 años la carrera profesional de Oprah dio un gran paso adelante. La WSL-TV de Chicago la contrató para presentar su propio programa matinal, el ’A.M. Chicago’. En un corto período de tiempo consiguió ella sola colocar su talk show en el número 1 del ranking de audiencias. La verdadera razón del éxito de este programa fue su presentadora y esto se vio reflejado en septiembre de 1985, cuando el ‘A.M. Chicago’ se convirtió en ‘The Oprah Winfrey Show’. “Aquel día no podía ocultar la felicidad que sentía en mí, el programa se convirtió en algo totalmente mío y ahí fue cuando me di cuenta de que mi sueño de  infancia, mi meta en la vida se había cumplido, estaba sumergida en un sueño profundo del que hasta el momento no he despertado”.

Unos años después ganó su primer Emmy debido a los más de 30 millones de espectadores que seguían fieles a su programa. La figura de Oprah Winfrey  y su récord de longevidad en pantalla otorgaron a este programa un gran prestigio, tanto que los personajes más famosos del mundo pasaron sin dudar por su plató para enfrentarse a las mil y una preguntas de Winfrey.

Además de ser una excelente profesional, Oprah también es una mujer concienciada con los problemas sociales. Su niñez la ha sensibilizado y no ha dudado en involucrarse en diferentes organizaciones, tanto benéficas como de concienciación social. En 1991 llevó a cabo una campaña a favor de la creación de una base de datos a nivel de todo Estados Unidos donde poder registrar los datos de abusadores de niños. Este proyecto se transformó en la ley conocida como Oprah-Bill, hecha realidad en 1993 bajo la presidencia de Bill Clinton.

“Empecé dando las gracias por las cosas pequeñas, y cuánto más agradecida estaba, más aumentaba mi recompensa. Eso es porque aquello en lo que te concentras se expande, y cuando te concentras en lo bueno de la vida creas más. Las oportunidades, las relaciones e incluso el dinero empezaron a fluir en mi camino cuando aprendí a agradecer todo lo que me sucedía en la vida”.­­

Helena Bonham Carter: La locura personificada

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Helena Bonham Carter en los Premios Óscar de 2011

Con 51 años, la actriz ha conseguido dos nominaciones a los premios Óscar, siete nominaciones a los Globo de Oro y ha ganado un Premio Emmy, entre otros. Londinense de nacimiento, Bonham Carter sigue debutando en distintas películas.

Carlos Asensio Alal

23/02/17 

Como acostumbra a hacer la mayoría de los días, Helena se traslada a su estudio de grabación con espíritu efusivo y emprendedor. Entra en su backstage y se deja maquillar. En unos instantes, Helena ya es otra persona.“Mis personajes suelen ser muy distintos, locos y extrovertidos” declara Bonham Carter.

Helena fue en cierto modo huérfana de padres, ya que ambos sufrieron graves enfermedades mientas ella era una adolescente. A los 20 años, Helena consiguió su estrellato en Una habitación con vistas (1986). Éxito que la encumbró en el séptimo arte, el cine.

Bonham Carter ha participado en conocidos largometrajes como: Hamlet (1990), Dancing Queen (1993), Merlín (1998) (nominada a los Globos de Oro como mejor actriz de reparto de miniserie), Charlie y la fábrica de Chocolate (2005), Los miserables (2012), entre otras…

En el film Sweeney Todd (2007) interpretó a la Sra. Lovett. “Creo que es totalmente amoral. Está llena de energía, de vida, es una superviviente. Es tan entusiasta y vital…” Helena Bonham Carter compartió este film con su amigo y compañero de trabajo Johnny Depp. “Él trabaja muy bien, se adapta a cualquier personaje y es muy entusiasta” declaró Helena. Fue nominada a los Globos de Oro por su papel en la  comedia-musical, nominada a mejor actriz por los Premios Saturn y ganó un Premio Empire a mejor actriz por su interpretación.

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Bonham Carter como la Sra. Lovett en Sweeney Todd

Desde el 2006 hasta el 2011, Bonham Carter debutó en la saga de películas Harry Potter como Bellatrix Lestrange (Harry Potter y la Orden del Fénix, Harry Potter y el misterio del príncipe, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte 1 y Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte 2), una mortífaga loca por haber estado en la cárcel de los magos y que ayuda al antagonista principal, Lord Voldermort. “Es obvio que tiene un desorden de personalidad” afirmó riéndose. “Aprovecho cada momento que tengo y, si puedo improviso, siempre me divirtió crear el aspecto de ella.Me dieron ropas en forma de saco, pero pensé, debo ser más sensual y las cambié por otras”. Explicaba mientras se reía…

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Carter como Bellatrix Lestrange 

En 2009, el gran director de cine Tim Burton, estrenó Alicia en el País de las Maravillas con Helena como la Reina Roja. “Es un placer trabajar con Tim Burton, como director es un hombre fantástico y loco, y como marido es un hombre muy especial” compartió Helena. Tuvo con él dos hijos Billy y Nell. En 2014 decidieron separase.

En 2010 debutó en El discurso del rey alabada por la crítica. “Es un punto de vista muy emocional e íntimo y que tuvo un gran impacto nacional e internacional. Además no creo que la generación de hoy conozca esto. Yo interpreto a la Reina Madre, Isabel, y sin mi ayuda, él no lo hubiera conseguido” declaró Carter. Fue nominada a mejor actriz de reparto en los Premios Óscar y en los Globos de Oro. Fue ganadora de un premio BAFTA a mejor actriz y fue nominada a mejor actriz en los Premios Empire.

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Helena Bonham Carter en El discurso del Rey

Helena Bonham Carter sigue disfrutando de su oficio como actriz, compaginando su vida profesional y su vida personal. “No me tomo las cosas tan a pecho y mi vida es más rica” explica con tranquilidad. “Las cosas buenas llegan a las personas que saben esperar”. Ella empezó en pequeñas series de televisión y ahora es una actriz muy solicitada por los mejores cineastas… “¿Por qué ser normal cuándo puedes ser única?” se pregunta Bonham Carter…

Toni Abadía, una historia de superación en Río 2016

Me negaba a tener que despedirme de mi sueño sin ni siquiera haber comenzado. Me llegué a plantear muy seriamente si debía correr. Finalmente, tras meditarlo bien, decidí tomar la salida sin realmente saber si prodía finalizarla.

Lucía Tárraga Romero

23/02/17

Cada cuatro años, los Juegos Olímpicos nos dejan un sinfín de momentos para recodar, algunos dulces como la conquista del podio olímpico por parte de muchos de los deportistas españoles y otros no tan dulces, pero que a veces terminan con un final feliz. En Río 2016, el atleta zaragozano Toni Abadía, que no estaba dispuesto a renunciar a su sueño olímpico, disputó la prueba de 5.000 metros con piedras en la vesícula.

Abadía, a falta de las Olimpiadas, concluía una temporada inmejorable. Reciente campeón de España en todos los terrenos (cross, ruta, pista), mejores marcas personales, bronce europeo en 10.000 metros y mínima olímpica con mejor marca personal en 5.000 metros. Todo parecía apuntar a que este atleta de 26 años llegaba a Río en su mejor momento y dispuesto a pelear por un puesto en la final, pero unas molestias, que desencadenarían en unas piedras en la vesícula, truncaban sus opciones de final, pero, no así su decisión de correr su prueba olímpica.

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Toni Abadía en los Juegos Olímpicos de Río 2016

Le gustaría volver a conseguir una medalla en un campeonato internacional, seguir mejorando las marcas que acreditó y, sobre todo, poder acudir a un par de Juegos Olímpicos más. A pesar de todo él seguirá luchando. «Mi sueño era llegar a la final, había entrenado muy bien y había llegado en el mejor momento de la temporada. El dominio africano en esta disciplina hacía que fuera un objetivo ambicioso, pero iba a poder tener ciertas opciones en función de cómo se desarrollasen las semifinales.»

«Me quedo con el cariño de toda la gente que me lo ha demostrado cuando más lo necesitaba.» Durante todo su debut Abadía contó con el apoyo de su familia, y especialmente el de su madre.

Se negaba a tener que despedirse de su sueño sin ni siquiera haber comenzado. Se llegó a plantear muy seriamente si debía correr pero, finalmente tras meditarlo bien, decidió tomar la salida sin realmente saber si podría finalizar la prueba.

Probablemente el hecho de saber que desde que era pequeño había deseado ese momento le animó seguir corriendo hasta el final de la prueba. Las fuerzas no acompañaban y trataba de pensar lo menos posible en el desarrollo de la carrera ya que iba totalmente sacado de ritmo y con la única aspiración de llegar a meta.

Fue una sensación agridulce para Abadía, tal y como la describió «Una sensación de ahogo horrible. Además estaba envuelto en sudor y apenas podía correr un metro más, pero estaba moderadamente contento de haber podido finalizar mis Juegos Olímpicos.«

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Abadía después de clasificarse para los Juegos Olímpicos de Río

Los días posteriores comenzaron las malas sensaciones, el malestar y la asfixia era cada vez mayor hasta llegar a tener que ser trasladado al centro policlínico de la Villa Olímpica. Tras realizarse las pruebas médicas y no conseguir acertar con el diagnóstico, le trasladaron al hospital más cercano, y allí le diagnosticaron finalmente el cólico biliar de vesícula. «Quería que todo terminase cuanto antes y poder estar en casa con mi gente. La espera se hizo más larga de lo esperado.»

Tras llegar a España confirmaron el pronóstico dado en Río, se dispusieron a operarle a la mayor brevedad, de manera que a la semana de llegar a España pasó por quirófano.

«La operación parece prácticamente olvidada. Prácticamente ya entreno con total normalidad, aunque de vez en cuando hay ligeras molestias que van desapareciendo.»

Abadía está llevando a cabo su recuperación perfectamente, aunque al principio sufrió un poco más. «Los primeros días fueron muy duros porque te ves muy incapacitado para hacer cualquier cosa, como levantarte de la cama y andar, pero he evolucionado muy bien y la verdad es que tengo unas ganas enormes de recuperarme del todo y poder sentirme competitivo.»

Tanto barrios de su ciudad, como entidades organizativas y clubes deportivos han destacado su labor deportiva; una trayectoria que le ha llevado a estar en los juegos olímpicos de Río. Evidentemente como atleta y deportista local, para Abadía es un auténtico orgullo recibir todo este tipo de reconocimientos.

Todo el apoyo de su familia, seguidores, amigos, se podría resumir en una palabra vital.

«Muchas veces no nos damos cuenta ni agradecemos todo lo que hace nuestro entorno más cercano por nosotros, pero lo cierto es que jamás hubiese llegado donde he llegado si no fuera por ellos, nunca podré estar lo suficientemente agradecido.»

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Toni Abadía en la entrega de medallas de Río

A corto plazo no se plantea todavía un objetivo, pero en marzo es el campeonato de España y le gustaría poder acumular su tercer título consecutivo, y está trabajando desde hoy para ello.

Le encantaría estar en Tokio 2020 y es su gran objetivo a largo plazo, ya sabe cuál es la línea a seguir, sólo queda extremar las precauciones y demostrar que puede llegar a una gran cita en unas condiciones óptimas.

Kyle Maynard: En la pista y en la vida, un luchador

Kyle Maynard

Kyle Maynard hace de modelo de Nike

Kyle Maynard, nacido en Georgia en 1986, es un joven estadounidense que sufre desde pequeño un trastorno genético muy raro, llamado amputación congénita, enfermedad por la cual nació sin codos ni rodillas.

Ainara Bautista y Claudia Hidalgo

22/02/17

Desde pequeño el padre de Kyle nunca le dio las condiciones que necesitaba, como adaptar la casa a sus necesidades, porque según su padre tenía que acostumbrarse a realizar la vida que se iba a encontrar.

Desde pequeño tuvo una vida muy dura, pero fue superándose a sí mismo día a día. “Voy a salir a intentar cosas que la gente piensa que no puedo hacer. Pero yo sé que sí puedo.”

6 de enero de 2012, subida al Kilimanjaro:

Con casi 30 años, Kyle se enfrenta ahora mismo al mayor de sus retos: subir a la cumbre del Aconcagua. Con 6.960 metro de altura. Kyle lleva 20 días subiendo la montaña para conseguir llegar a la cima. “Voy a ser el primer cuádruple amputado que hace cumbre en el Aconcagua, aunque también tengo que decir que seré el escalador que más lento ha subido esta montaña. Curioso, porque coincidiré en el ataque a cumbre con la mujer que más rápido ha ascendido (Fernanda Maciel, que hoy mismo ha batido el récord y ya está de regreso en el campo base) y el que más despacio va a hacer lo mismo.” Kyle hizo cumbre el domingo por la tarde y el lunes por la tarde estaba ya de regreso.

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Kyle Maynard subiendo al Kilimanjaro

Campeón de lucha libre:

Desde niño soñaba con competir en lucha libre. Aunque mucha gente lo daba por imposible, él nunca se rindió. Durante el primer año y medio, Kyle Maynard perdió todos los combates en los que participó, aun así no se rindió ni dejó de trabajar para mejorar e intentar conseguir aquello que se había propuesto. Acabó siendo campeón de lucha libre en su peso en el Estado de Georgia, y uno de los mejores luchadores de Estados Unidos.

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Kyle Maynard en lucha libre

Javier Gómez Noya, el hombre de hierro

Javier Gómez Noya

           Foto: ITU WORLD TRIATHLON

MIÉRCOLES 22 DE FEBRERO DE 2017

Con 33 años ha sido  nueve veces número uno mundial, según la Unión Internacional de Triatlón, cinco veces campeón mundial, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y cuatro veces campeón de Europa.

Pepe Fernández y Daniel Amorós

7:00 de la mañana. Un día soleado, tranquilo, sin precipitaciones, en la ciudad de Barcelona, apenas hay personas por las calles y Javier Gómez (Basilea, 1983) decide enfundarse su maillot, coge la bicicleta y empieza a pedalear dirección Tibidabo. 2 horas después se pone el neopreno y se tira al agua a empezar su entrenamiento diario de natación. 3 horas más tarde se coloca sus zapatillas de correr y empieza la última sesión de entrenamiento del día. “El triatlón es un deporte donde el sufrimiento está asegurado al 100%. Juegan muchos factores y durante las carreras hay veces que te quieres rendir por cansancio. Este deporte requiere entrenamiento, sacrifico y superación”, detalla Javier al acabar su entrenamiento.

Javier Gómez ya no es el niño que hace 20 años fue, aunque ya de pequeño la perseverancia y el sacrificio eran factores que influían en su vida. A los 11 años dejó de practicar el fútbol, que era el deporte que practicaba hasta entonces, y un amigo lo animó a practicar el triatlón.Debutó en el triatlón olímpico de Castropol (Asturias), con 15 años, sin entrenar apenas los segmentos de bici y carrera a pie, y a pesar de ello quedó en segunda posición en categoría juvenil. EL triatleta afirma “Considero que ese año fue uno de los más especiales de mi vida”.

“Hasta los 11 años sólo había practicado fútbol, y un amigo me animó a practicar triatlón. En ese momento conocí a mi primer entrenador, José Rioseco, con el que conseguí numerosos títulos de campeón gallego en categorías infantil, junior y absoluto en pruebas de crol (200, 400 y 1500m) y estilos (200 y 400m) y fui finalista en campeonatos de España en diferentes categorías”.

En diciembre de 1999, en una concentración con la selección española juvenil en Madrid, los médicos del Consejo Superior de Deportes (CSD) le detectan una anomalía cardiaca. En junio de 2000, participó en su primera competición internacional, el Campeonato de Europa juvenil por equipos, en Hungría.Con el apoyo de especialistas en cardiología de todo el mundo intenta recuperar su licencia internacional y, mientras, gana los Campeonatos de España de duatlón y triatlón, tanto en categoría junior como sub 23, y gracias a un error administrativo participa en el Campeonato de Europa junior de duatlón, aunque se le mantuvo la licencia retirada.Nos cuenta, “Fue una auténtica locura y hubo muchos nervios y estrés, pero una gran experiencia sin duda alguna”.

En noviembre de 2003, Noya recuperó la licencia tres semanas antes de participar en el Campeonato del Mundo sub 23. Después de tres semanas de entrenamiento acudió a Nueva Zelanda y ganó la competición.

En 2004 Noya intentó acudir a los Juegos Olímpicos de Atenas. Para ello dejó sus estudios y viajó a Pontevedra para entrenar. Debutó en la Copa del Mundo en Tongyeong (Corea del Sur) logrando el cuarto puesto final.

En 2008, en su primera competición internacional, se impuso en la Copa de África de Triatlón, disputada en Bloemfontein (Sudáfrica). Al mes siguiente, en marzo, disputó la primera prueba de la Copa del Mundo, en Mooloolaba (Australia), donde venció claramente con un tiempo de 1 hora, 49 minutos y 50 segundos al australiano Brad Kahlefeldt, “Fue todo inesperado, ya que habían deportistas de mucho nivel, y aunque era candidato para ganar no me lo esperaba por nada del mundo, fue increíble, nunca lo olvidaré”.

Lo más importante del 2012 era la disputa de los Juegos Olímpicos de Londres. Llegó a esta competición tras quedar segundo en Hamburgo. Tras darse comienzo a la prueba, se puso en cabeza y salió del agua en segundo lugar. Tras la sección ciclista seguía estando junto a los favoritos, pero en la carrera a pie Alistair Brownlee le aventajó en once segundos, siendo finalmente medalla de plata. Javier afirma, “Esto fue algo más que un sueño, nunca lo olvidaré”.

En junio de 2016 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias del Deporte.

Mientras realizaba sus entrenamientos de cara a los Juegos Olímpicos de Río sufrió una caída en bicicleta y se fracturó el brazo, por lo que tuvo que renunciar a su participación.

Por último Javier dice, “No voy a parar de entrenar ni un minuto y que se preparen en los próximos JJ.OO que me toca a mí”.

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