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Érase un árbol…

Hay una actividad que suelo encomendar a los alumnos/as de 3ºESO para el primer trimestre que me gusta especialmente. Tiene carácter voluntario, pero me sorprende que sean muchos los niños y las niñas que se animan a su realización. Es una propuesta sencilla, y casi me atrevería a decir, convencional, pues no es precisamente innovadora, pero está revestida de esa personalidad genuina y arrolladora que tanto me fascina.

Su potencial reside en el hecho mágico de que consigue, al menos por un momento, reunir a la familia al completo en torno a un árbol. Pero no un árbol cualquiera, uno con unas raíces marcadamente sólidas, que han aguantado generación tras generación, con esperanza, con brío, con amor. Un árbol capaz de cobijar la tristeza y resguardar el dolor, y, al tiempo, cedernos recovecos de luz en los momentos felices. Ese árbol nos vio crecer, custodia nuestra esencia, es nuestro rincón especial y representa lo que cada uno de nosotros somos.

Ese árbol ha aguantado firme contra viento y marea, vio caer algunas de sus hojas, resquebrajarse algunas de sus ramas, perder, en cierto modo, su vigor juvenil, pero tiene claro cuál es su papel en este mundo, y jamás permitirá que su tronco languidezca, se mantendrá firme sujeto a la tierra, donde sus raíces seguirán creciendo, nutriéndose del torrente de vida que circula por su interior, de la alegría que le proporcionan los minerales que tornan su existencia un poco más halagüeña cada día. Ese árbol, que tanto nos quiere, nos mira, aunque nosotros no siempre lo hagamos, porque sabe que, de algún modo, regresaremos a él cuando nos hallemos perdidos, cuando la nostalgia nos cubra y queramos rememorar viejos tiempos, y, sobre todo, cuando recordemos que la familia es el hogar del corazón.

 

«La familia es el País del alma. Hay un ángel en la familia que por la influencia misteriosa de la gracia, la dulzura y el amor, hace que el cumplimiento de los deberes sea una tarea menos fatigosa y las penas sean menos amargas. Definitivamente, el amor familiar es uno de los sentimientos más sagrados de la humanidad”.

Nguyen Vinh Tien