Estos jóvenes, aunque pueda parecerles extraño dada su corta edad, pues la mayoría no superan los trece, tienen, sin embargo, un arduo cometido por delante; un firme objetivo que ellos mismos se autoimpusieron y que están dispuestos a cumplir cueste lo que cueste, pues tenacidad no les falta. Tal vez por ello, han querido unánimemente que esto que hoy os muestro como mera intermediaria, sea el primer paso para demostrar que están trabajando en ello y que, desde luego, el estado latente de un pronóstico por el momento poco alentador, no les parece motivo siquiera suficiente para perder la esperanza.
Son jóvenes, sí, pero precisamente por esta razón poseen en su plenitud los sentimientos que a veces, al hacernos mayores, se nos olvidan, o simplemente los fuimos aplacando con el tiempo por pura resignación. Un error que terminamos pagando caro, pues sin quererlo o sin saberlo, aceptamos vivir bajo la temible losa de las injusticias, que tanto pesa y consume. ¡Pero no teman!, pues no está todo perdido, las nuevas generaciones -a las que no les sirve de consuelo, y mucho menos de ayuda- que las emplacen bajo la maltrecha definición de “perdida”, son, y estoy convencida de ello, el mejor garante para ejemplificar que las cosas, en el sentido genérico y más ambicioso de la palabra, pueden cambiar si uno de verdad se lo propone.