Vivimos a ritmo de flash, esta era – la nuestra – nos embauca a tomar fotografías de todo cuanto sentimos, experimentamos, disfrutamos… porque nos ha obligado a creer que sin ese testimonio visual y su posterior publicación en redes, sería como si realmente nunca lo hubiéramos vivido, como si fuéramos ajenos a esa felicidad de la que muchos otros seres presumen. Sin embargo, mucho más allá de este canon imperativo, que algunos veneran y otros desdeñan, se encuentra el valor esencial de una fotografía, en ella no se quedan grabadas las risas, los comentarios divertidos, las anécdotas, ni tampoco el dolor o la alegría, ni la satisfacción de los sueños al fin cumplidos o la esperanza que se abrirá paso entre la tormenta; pero es bonito saber que en ellas siempre encontraremos los rostros que perdimos, la mirada que anhelamos, las sonrisas que nos hacen vibrar y, sobre todo, el recuerdo de tantos días que jamás olvidaremos.
Es un placer viajar a través de las imágenes a los lugares que conocimos, a los años que cumplimos, a las historias que contamos aquella noche de verano, al calor de la infancia, al abrazo de los que ya no están, a la luz de nuestro lugar preferido en el mundo, a un atardecer, a las primeras veces, al hogar…Quizá no guardemos muchas fotografías, porque puede que ellas vivan en la memoria de nuestro corazón, pero si tenemos algunas, las conservaremos como un auténtico tesoro.
Momentos de una vida es un trabajo pensado para que los alumnos/as fueran capaces de condensar en un collage algunos de los momentos más felices de sus vidas, y éste ha sido el resultado…