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Cadena de deseos para sembrar la PAZ

El día de hoy me trae a la mente una de las citas más certeras y bonitas que he leído: «Cuando el poder del amor supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz». El célebre guitarrista Jimi Hendrix le dio vida sin saber, quizá, que seguiría aleteando con fuerza muchos años después de su muerte. Y es que no nos engañemos, el efecto hipnotizante que se desprende del poder sigue enloqueciendo a aquellos que desean ostentarlo a toda costa. Y cuando hablo de poder, no me refiero únicamente a aquel en el que todos pensamos de forma inmediata -véase el político o el económico, o tal vez una fusión de los dos-, el poder (en su connotación más desdeñable) involucra y atañe a los que siempre creen estar en posesión de la verdad más absoluta e integradora, a aquellos que devalúan el valor positivo de las palabras para lanzarlas como arma arrojadiza contra los demás. Hablo del poder que nubla, que extorsiona, que vilipendia a la diferencia tildándola de rémora, y obstaculiza la vía del diálogo. Me refiero al poder de la sinrazón, al de aquellas personas que codician lo que no tienen, apartándose con ello de cualquier intento de aspiración a la felicidad. El poder que arrastra a las masas incapaces de abandonar el rebaño por temor; el poder que anida en los corazones que bombean inquina e ingratitud. El poder, en definitiva, que destruye los cimientos de una sociedad que tardó mucho tiempo en comenzar a labrarse un porvenir por el que empiece a filtrarse la luz.

Ese poder está lejos de la quimera que anhelan los soñadores. Pero nunca es demasiado tarde si el deseo es mayor que la barrera que lo obstruye. Hoy es una jornada para la paz, que debe invitarnos una vez más a la reflexión. No permitamos que este mensaje se escriba sobre papel mojado, hagamos que llegue a cuantos más destinatarios mejor, que no quede un rincón de nuestro planeta Tierra que no refuerce esta fantasía.

Puede que los adultos necesitemos, a veces, una lección que nos llegue desde abajo, y ahí están los niños y niñas. Sus mentes libres de prejuicios, de visiones parciales de una mitad de la realidad, nos recuerdan (a través de estos vídeos) que el mundo en el que vivimos puede ser mejor si todas las personas sumamos esfuerzos y dejamos de restarle importancia a las que deberían ser las premisas garantes del éxito de nuestra sociedad: tolerancia, igualdad y respeto.

Hagamos una cadena de deseos infinita…Si queremos un superpoder, sin duda, que sea el de prodigar la PAZ.

MARCOS CIFUENTES:

CLAUDIA JUAN:

ROSA LÓPEZ:

BLANCA PÉREZ:

CARLA TORRALBA:

ELENA MARIEL:

ELISABETH CARRASCO:

ESTHER CARRICONDO:

MARÍA PÉREZ:

MARÍA VALERO:

MARINA BROTONS:

MIGUEL MONZÓ:

NATALIA DE JUAN:

ALEJANDRO JUAN:

ALICIA RECHE:

HÉCTOR CARBONELL:

PAULA CRUZ:

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Deseos para que el mundo sea mejor…

«Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz». Ese fue el deseo expreso de John Lennon hace cuarenta y cuatro años, y lo triste es que se fue sin haber podido asistir a su culminación. Él, un hombre que amaba la vida, que cantaba a la libertad y que creía en la palabra como la mejor combatiente del horror, se marchó dejando tras de sí los rescoldos de un sueño malherido y trastocado, que en su búsqueda desesperada por la conciliación, se encontró de bruces con la guerra.

Se fue sin decir adiós, con la esperanza quebrantada de quien tiene aún un largo camino por recorrer, y sobre todo, muchas metas por alcanzar. Sin embargo, su intuición no le falló cuando compuso aquella canción antes de irse, un esplendoroso desfile de vocablos amados que él reunió para crear un mensaje unívoco de paz.

En nuestros corazones quedó grabada aquella letra entusiasta, que tantas y tantas veces entonamos con ferviente pasión. Palabras alimentadas por la fuerza de nuestra voz, empujadas a salir al mundo al abrazo de nuestro cálido aliento. Y llegaron a volar libres, hubo momentos en que sí lo consiguieron, pero su libertad se vio truncada en mitad de un dadivoso viaje que las trajo de vuelta al papel mojado.

Quizá fue el miedo lo que nos paralizó, o la violencia con su imponente presencia física, pero ante ello siempre nos quedará nuestra fe, el mejor abrigo del alma, para seguir cantando por aquello que nos pertenece sin condición.

Aunemos nuestras ilusiones y deseos para tocar con los dedos un sueño que algún día, sin duda, se hará realidad.

Gracias alumnos y alumnas por devolvernos la esperanza de que un mundo mejor es posible.