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Chindogu

¡Hola alumnos y alumnas! Estrenamos nueva sección en nuestro blog TERTULIA LITERARIA.

Desde hoy, y con carácter puntual, os propondré actividades voluntarias en este espacio. Avisaré en clase de su publicación para que las tengáis en cuenta. ¡Gracias!

Esta es la primera de ellas: ¡Chindogu! Planteada en esta ocasión para los alumnos de 2ºESO.

 

Category: Actividades Voluntarias  Tags: , ,  Comments off

Si te pienso quiero verte…

Me gusta poder contar contigo, me hace feliz al tiempo que me reconforta.

Me gusta saber que siempre encontrarás la forma de hacerme reír aun cuando me sienta muy triste, que me protegerás en las frías y gélidas noches de invierno, y no dejarás que el hastío me consuma jamás.

Me gusta que seas tan polifacético y que desprendas esa sensibilidad; me conmueve y despierta mi admiración.  Siempre sabes qué decir y desde luego lo haces con gran ingenio.

Me gusta tu infinita creatividad y que siempre me sorprendas con algo nuevo. Me gusta que vivas la vida con pasión, que seas un romántico empedernido al que le entusiasman las historias de acción.

Me gusta tu original manera de concebir el mundo, incluso tu rocambolesca percepción futurista del mismo, consigues que parezca tan real…

Me gusta tu sentido del humor, el fácil, el pícaro y el inteligente.

Me gusta tu manera de contar hasta las más sencillas anécdotas, pues tu voz hace que suenen diferentes. Sólo ella sabe envolverlas de ese halo de misterio e intriga que las hace  sumamente especiales.

Me gusta que encuentres inspiración hasta en los detalles más simples, para convertirlos después en algo hermoso y extraordinario.

Me gusta tu carácter altruista y generoso, libre y espontáneo, filantrópico y arrollador, porque me mantienes expectante y destruye lo predecible, convirtiendo mi vida en un torrente de emociones.

Me gusta tu manera de conectar con las personas, tienes lo que se suele decir “don de gentes”, pero sin resultar nunca arrogante.

Me gusta que estés en todo y que nunca te olvides de nadie, de los niños y de los no tan niños, para dedicarnos parte de tu maravilloso tiempo.

Me gusta todo de ti, hasta tu nombre… ¡CINE! Al pronunciarlo siento que necesito verte…

He aquí algunas de tus mejores versiones…

Inception

Aitana Palao, 2ºESO B

Título original: Inception

Título en castellano: Origen

Dirección: Christopher Nolan

Reparto: Leonardo DiCaprio, Ellen Page, Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt, Tom Hardy, Cillian Murphy, Ken Watanabe, Michael Caine

Fecha de estreno: 6 de agosto del 2010

Duración: 148 minutos

Género: Ciencia ficción. Thriller. Intriga. Acción. Thriller futurista. Robos & Atracos

País: Estados Unidos

Guión: Christopher Nolan

Fotografía: Wally Pfister

Efectos especiales: Paul Franklin, Chris Corbould, Andrew Lockley, Peter Bebb

Banda Sonora: Hans Zimmer

Presupuesto: $160.000.000

Recaudación: $825.532.764

Óscar: Nominados: Mejor película

Mejor guión original

Mejor dirección de arte

Mejor banda sonora

       Ganados:     Mejor fotografía

Mejor edición de sonido

Mejor sonido

Mejores efectos visuales

Dom Cobb (DiCaprio) es un experto en apropiarse de las ideas del subconsciente ajeno a través de los sueños. Esta habilidad lo ha convertido en un hombre muy buscado tanto por la ley como por sus posibles clientes. Antes de que todo esto ocurriera, él era una persona normal, hasta que las circunstancias cambiaron y desde entonces dejó de tener una vida tranquila y corriente. Un día un extraño y peculiar hombre le presenta la oportunidad de volver a su vida anterior, sólo tiene que recurrir a la incepción, que consiste en implantar una idea en el subconsciente del heredero de una gran empresa. Para ello recurre, entre otros, a la joven arquitecta Ariadne (Ellen Page). Pero encontrará una gran traba en su camino. Una piedra con la que ya tropezó, y Cobb no sabe si estará psicológicamente preparado para enfrentarla de nuevo.

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El laberinto de los sueños

Sorprendente, inigualable, con giros inesperados y efectos buenísimos. Si me dijeran que tengo que describir Inception en  sólo unos pocos adjetivos, sin duda, elegiría los anteriores. Los efectos visuales y sonoros son exquisitos, merecedores de los Óscar recibidos; pero una película no sería lo que es sino contase con un magnífico guión, y una excelente dirección, a cargo, cómo no, del genio Chritopher Nolan .

Pasemos a la banda sonora, banda sonora que te deja los pelos de punta, es sencillamente impecable. Nolan cuenta con el gran Hans Zimmer, con el que trabajó anteriormente en Batman Begins (2005) y The Dark Knight (2008). Y después de Inception, en dos películas más. La música se ajusta perfectamente a las imágenes y a los momentos de acción, cuando pasa algo repentino, la música se acelera, y cuando es un momento más calmado, sigue la melodía pero no se descompasa en ningún momento de las imágenes y los acontecimientos del largometraje.

Y para acabar el reparto, también espléndido. DiCaprio, para mí, representa uno de los mejores papeles dentro de su larga carrera como actor. Además de Ellen Page, Marion Cotillard, Joseph Gordon-Levitt y Tom Hardy, cuya interpretación te transporta directamente al mundo de los sueños, te sumerges tanto en la aventura, que ni te das cuenta de que estás en la sala de un cine.

En definitiva, una película, incluyendo a todo el mundo que está detrás y la hace posible, extraordinaria, que te deja un buen sabor de boca. Que te hace pensar y reflexionar.

Indiana Jones. En busca del arca perdida

Jordi Sanz, 2ºESO A

Título: Indiana Jones. En busca del arca perdida.

Año: 1981

Duración: 115 min.

País: Estados Unidos

Director: Steven Spielberg

Banda Sonora: John Williams – Jäger des verloren Schatzes

Reparto: Harrison Ford, Karen Allen, Paul Freeman, Ronald Lacey, John Rhys-Davies, Vic Tablian, Denholm Elliott, Wolf Kahler, Alfred Molina, George Harris.

Género: Aventuras. Acción. Nazismo.

Indiana Jones

Sinopsis:

En Busca del Arca Perdida, la trama se desarrolla en 1936. Mientras la Alemania Nazi continúa expandiendo su reinado de terror, Adolf Hitler está inmerso en una búsqueda para encontrar el Arca de la Alianza, en la que se hallan guardados los diez mandamientos, cuyos poderes sobrenaturales, según una leyenda, pueden eliminar ejércitos en su totalidad.

El gobierno de los Estados Unidos quiere encontrar el Arca antes que Hitler y para ello decide enviar al Dr. Henry “Indiana” Jones. Éste es un profesor de arqueología, que acaba de regresar de una fallida expedición, cuyo objetivo era recuperar un ídolo sagrado de las junglas sudamericanas.

Indiana viaja a Patán (Nepal), donde se reencuentra con Marion Ravenwood, una hermosa y atrevida mujer que tiempo antes había sido su amante. Reticente a apoyarlo en un principio, ella decide unírsele para seguirle la pista a los nazis. Ambos viajan a El Cairo (Egipto) donde Marion se convierte en la aparente víctima de un atentado perpetrado contra Indiana.

Durante su persecución por los seguidores de Hitler, Jones se entera de que su enemigo René Belloq, un saqueador de tumbas francés, ha sido contratado por los nazis para guiar a éstos en la búsqueda del Arca. Peligrosamente, Indy logra infiltrarse en las excavaciones llevadas a cabo por las tropas nazis y descubre «el Pozo de las Almas», lugar en el que se ha mantenido históricamente oculta el Arca.

Crítica

La primera entrega de la afamada saga del arqueólogo Indiana Jones es sin duda la mejor de todas.

La trama, que se desarrolla de forma magistral, no deja que despeguemos la mirada de la pantalla.

La genial interpretación de Harrison Ford se une a la espectacular banda sonora del gran maestro John Williams. Ésta es, sin duda alguna, la culminación entre películas históricas y películas de ciencia-ficción.

Con uno de los repartos más aclamados de su época y también con el mejor director de su tiempo, Steven Spielberg, ésta ha sido  una de las mejores creaciones del aclamado George Lucas, también creador de Star Wars y Cazafantasmas.

El médico

Lucía Valls, 2ºESO B

EL MÉDICO

Basada en la novela de Noah Gordon.

Director: Philipp Stolzl

Guion: Philipp Stölzl, Noah Gordon (novela), Simon Block, Jan Berger y Christoph Müller.
Reparto: Tom Payne, Emma Rigby, Stellan Skargard y Ben Kingsley.

País: Alemania

Año: 2013

Género: Aventuras

Duración: 150 minutos

El médico

Escena de la película en la que Robert opera al Sha de apendicitis.

El amor y la medicina

Sinopsis

En la Inglaterra del siglo XI vive el joven Robert Cole, que desamparado por la muerte de su madre se convierte en el ayudante de un cirujano barbero, pero al sentir la muerte de cerca, decide embarcarse en un viaje a Oriente Medio para aprender medicina del médico más famoso de la época. Allí habrá de enfrentarse a multitud de adversarios y por sorpresa conocerá al amor de su vida, Rebecca. Tendrá que renunciar incluso a su religión para poder alcanzar su sueño.

Para los aventureros amantes de las historias de amor imposibles.

Muchos de los directores de hoy en día basan sus películas en novelas ya escritas, aunque no de  todas puede decirse lo mismo. Muchas supieron hacer honor al libro en el que estaban basadas, pero en cambio otras no tenían nada que ver con la historia original. “El médico” es una de las mejores que yo haya visto, aunque no haya leído el libro sé que la película se asemeja mucho a la historia de Noah Gordon. A mí la película me pareció increíble, pero es que el libro en su momento tuvo también una gran acogida y se convirtió en betseller.

Los paisajes, el decorado y la fotografía te transportarán al siglo XI.

El vestuario es igual o muy semejante al de la época.

El guión está muy bien argumentado y se utiliza un lenguaje culto propio del medievo.

La película es larga, y aunque transcurre de forma lenta, hay giros argumentales y cambios de escenarios que te atrapan.

Gran interpretación por parte de los actores y actrices. Me gusta sobre todo el papel que interpreta Emma Rigby, porque expresa muy bien el miedo y la inseguridad que siente el personaje de Rebecca a lo largo de la película.

Los efectos especiales son bastante creíbles, la sangre, los órganos, los cuerpos…

Muchas personas prefieren ver comedias absurdas que no enseñan nada. Todos  tenemos gustos distintos, pero si no se puede juzgar un libro por su portada, no se puede juzgar una película por su tráiler. Ésta en concreto nos da a conocer cómo se podían curar las enfermedades en el siglo XI, las diferencias y conflictos entre judíos y musulmanes y los imprevistos del amor, todo esto junto hará que nuestro protagonista tenga que superar gran cantidad de obstáculos y enfrentarse a grandes adversarios para tratar de alcanzar su sueño.

A todos los amantes de las películas  grotescas y sin sentido les digo que está bien ver alguna película de verdad, de vez en cuando. No tiene que ser necesariamente histórica o basada en un libro, puede ser de amor, aventuras, acción, comedia o drama.

Mi conclusión es que vale la pena ver esta película, la trama es muy interesante y apasionante, además, lo tiene todo, amor, pasión, drama y acción.

Os la recomiendo.

Memorias de una Geisha

Soraya Aracil, 2ºESO A

DIRECTOR: Rob Marshall

GUIÓN: Robin Swicord, Doug Wright

GÉNERO: Drama/Romance

DURACIÓN: 145 min.

FECHA DE ESTRENO: 29 de noviembre de 2005

MÚSICA: John Williams

REPARTO:      Ziyi Zhang (Chiyo/Sayuri)

Ken Watanable (Presidente)

Michelle Yeoh (Mahema)

Randall Duk Kim (Dr.Cangrejo)

Gong Li (Hatsumoto)

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“Creamos otro mundo secreto, un mundo de belleza”

Años previos a la Segunda Guerra Mundial, una niña japonesa de nueve años es vendida junto a  su hermana, por sus padres. Chiyo (Ziyi Zhang) es enviada a trabajar a una casa de geishas de Nitta Okiya; mientras que su hermana mayor no tiene tanta suerte y es enviada a un prostíbulo. Los comienzos de Chiyo son duros, en su camino se cruza  una rival traicionera que casi consigue quebrar su entereza, pero tras un encuentro con el que será el amor de su vida, todo cambiará y desde ese momento sólo deseará convertirse en una famosa geisha, que se iniciará en este arte con la amargura de preservar su amor en secreto.

Esta película está basada en la obra homónima de Arthur Golden, aunque todavía no he leído esta novela, y por lo tanto, no puedo juzgar su adaptación, lo cierto es que esta maravillosa película atrapa de lleno al espectador, es como si te hiciera entrar a través de los ojos de la protagonista hasta las entrañas de esta profesión que rinde culto a la feminidad, la belleza y el arte de la sofisticación.

El principio es un poco sombrío y opaco, ya que su infancia es la parte  más floja de la película, pero conforme la protagonista crece el interés aumenta y tienes una verdadera inclinación por su  misterioso final.

El diseño del vestuario y el maquillaje tienen un peso muy importante, todo en él es correcto, cuidado y elegante. La película goza de una imponente y visual fotografía, que se ve reforzada por la interpretación magistral de las protagonistas, todo en la película es increíblemente creíble, gracias al abundante don de interpretación de estas actrices.

Esta película ha conseguido impresionarme, inquietarme e incluso conmoverme, es asombroso y sorprendente como una película puede apoderarse de una persona, ha logrado que la gente comprendiera el verdadero significado de las geishas “obras de arte en movimiento”.

 Orgullo y prejuicio

Inés Mira, 2ºESO B

Dirección: Joe Wright.

Reparto: Keira Knightley, Matthew Macfadyen, Tom Hollander, Rosamund Pike, Jena Malone, Donald Sutherland, Brenda Blethyn, Judi Dench.

Año: 2005

Fecha de estreno: 10-02-2006

Duración: 129 min.

Género: Drama romántico.

Color o en B/N: Color.

Guión: Deborah Moggach.

Fotografía: Roman Osin.

Montaje: Paul Tothill.

Basada en la novela homónima: Orgullo y Prejuicio de Jane Austen.

Banda sonora: Dario Marianelli.

Esta clásica historia de amor y malentendidos tiene lugar en la Inglaterra de finales del siglo XVIII. Las cinco hermanas Bennet, Elizabeth (Keira Knightley), Jane (Rosamund Pike), Lydia (Jena Malone), Mary (Talulah Riley) y Kitty (Carey Mulligan), tienen una madre (Brenda Blethyn) cuya única fijación es encontrarles marido. Pero Elizabeth, inteligente y con carácter muy fuerte, quiere casarse por amor, y a este respecto cuenta con el apoyo incondicional de su padre (Donald Sutherland) y no así con el de su madre, que es una casamentera. Cuando el rico y soltero Sr. Bingley (Simon Woods) se instala en una mansión vecina, les cambia la suerte a su favor, ya que su principal prioridad era encontrar esposa. En el baile de bienvenida, Lizzie conoce al apuesto y elegante señor Darcy (Matthew Macfadyen), pero, su primera impresión no es muy buena, le parece demasiado orgulloso y arrogante.

Orgullo y Prejuicio

 

La película es genial, ya que han utilizado todos los factores necesarios para que te introduzcas en la vida y en las costumbres de esa época. Es una película que engancha desde el principio hasta el final.

Toda la película está contada con un exquisito vocabulario. Por otra parte, la banda sonora de Dario Marianelli es preciosa, muy pegadiza y destaca la música de piano, instrumento principal en el romanticismo y que sale a lo largo de la película. Y también, la fotografía de Roman Osin, que ofrece hermosos planos de la Inglaterra del S.XVIII. «Orgullo y prejuicio» se disfruta de principio a fin. El único defecto es que no tiene una segunda parte, y para los que nos gusta este género de películas te quedas con ganas de una continuación.

Interestelar 

Lucía Tárraga, 2ºESO A

AÑO: 2014

DURACIÓN: 169 MIN

PAÍS: ESTADOS UNIDOS

DIRECTOR: CHRISTOPHER NOLAN

GUIÓN: JONATHAN NOLAN, CHRISTOPHER NOLAN

MÚSICA: HANS ZIMMER

FOTOGRAFÍA: HOYTE VAN HOYTEMA

GÉNERO: CIENCIA FICCIÓN

Inspirada en la teoría del experto en relatividad Kip Stepehen Thorne sobre la existencia de los agujeros de gusano, y su función como canal para llevar a cabo los viajes en el tiempo. La historia gira en torno a un grupo de intrépidos exploradores que se adentran por uno de esos agujeros y viajan a través del mismo, encontrándose en otra dimensión. Un mundo desconocido se abre ante ellos y deberán luchar por mantenerse unidos si quieren volver de una pieza. La película cuenta con un reparto de lujo con nombres como Matthew McConaughey (‘Sahara’), Anne Hathaway (‘El caballero oscuro. La leyenda renace’), Jessica Chastain (‘La noche más oscura’) y Michael Caine (‘El caballero oscuro’), todos ellos a las órdenes de Christopher Nolan (‘Memento’, ‘Origen’).

Interestelar

¿La típica película?

El guión se empeña en dar explicaciones para que no nos perdamos en la película, cosa que creo que resulta contraproducente porque al final genera aburrimiento, ya que sabes cómo va a desenvolverse la trama desde el principio. A mí en cambio por mucho que intente dar explicaciones el guión, no he podido llegar a comprender del todo el porqué de ese viaje al espacio para salvar la raza humana, sin antes dejar claro, qué motivó la destrucción de la Tierra.

La música de Hans Zimmer no es lo que esperaba. La mezcla de sonido me ha sorprendido negativamente. El sonido durante las escenas más espectaculares hace que uno se sienta dentro de la película, pero en muchas escenas el diálogo se escuchaba demasiado bajo, e incluso a veces se ve eclipsado por la música. Hay momentos que simplemente es suficiente con escuchar el sonido del espacio, cosa que creo que el espectador agradecería.

La aventura está bien contada, aunque no me ha causado ni frío ni calor, cosa que creo que hay que tener en cuenta dada la naturaleza de lo que se están jugando: la existencia de la raza humana, y no despierta la suficiente intriga por descubrir el final, resulta un poco predecible. Creo que el desenlace es demasiado típico, me falta un cambio de rumbo en los últimos minutos que desvíe totalmente la trayectoria de la película.

Hay que admitir que los efectos especiales son muy buenos (las escenas en el espacio, junto a la magnífica iluminación son realmente espectaculares) pero ¿y qué más? Ya está, no cabe nada más que destacar y pienso que es algo alarmante, ya que con todo el marketing que ha tenido esta película, me faltó algo más, insisto, un cambio en el final. Un giro argumental que no hubiera relegado  a esta proyección a convertirse en la típica historia en el espacio que al final acaba solucionándose felizmente. Siento que la película es buena, pero con demasiadas imperfecciones que al final acaban oscureciéndola.

Yo le daría tres estrellas, no siento amor por esta película pero tampoco un desprecio.

Una gran película

Carla Valero, 2ºESO B

Película: La milla verde (1999)

Duración: 198 minutos

Género: Drama fantástico

Actores: Michael Clarke, Tom Hanks, David Morse, Doug Hutchinson

Director: Frank Darabont

La milla verde

Esta película cuenta la historia de John Coffey, un hombre de gran tamaño al que acusan de la violación y el asesinato de dos niñas. Es sentenciado a muerte así que lo envían a “la milla verde” para ser electrocutado. En el tiempo que está allí, Paul Edgecombre y otros funcionarios presencian extraños sucesos realizados por Coffey que los lleva a descubrir la verdad de  su  historia.

Qué decir de tan excelente trabajo. Esta película es simplemente perfecta. Una de las mejores que he visto y la única que realmente ha conseguido que me emocione. Está perfectamente ambientada y qué decir de los actores, que estaban completamente metidos en su papel. El toque fantástico es lo que hace que la película sea especial. Una vez más Frank Darabont ha demostrado su gran talento para el rodaje como ya lo hizo con “Pesadilla en el Elm Street”y posteriormente en “King Kong”.

Recomiendo ver esta película a todos los amantes del cine ya que esto es una película y lo demás son tonterías.

Yo soy Sam

Natalia Teruel, 2ºESO B

Dirección: Jessie Nelson

Producción: Jessie Nelson, Richard Solomon

Guion: Kristine Johnson

Fotografía: Elliot Davis

Montaje: Richard Chew

Protagonistas: Dakota Fanning, Sean Penn, Michelle Pfeiffer

País: Estados Unidos

Año: 2001

Género: Drama

Duración: 134 minutos

Música: John Powel

Sam (Sean Penn) es un hombre adulto que sufre discapacidad mental. Es abandonado por su mujer tras el nacimiento de su hija. Pero a pesar de todo eso, Sam trata a su hija con todo el cariño del mundo. Todo cambia cuando en el cumpleaños de Lucy, la asistenta social observa un desequilibrio en las emociones de Sam. Sam tiene una mentalidad comparable a la de un niño de 7 años. Las autoridades le quitan a su hija ya que piensan que no la podrá cuidar y educar, por eso, la darán en adopción. Sam decide buscar una abogada para que le ayude a recuperar a Lucy.

CONMOVEDOR Y TIERNO DRAMA

Yo soy Sam

Lo primero destacar las interpretaciones de Sean Penn, que bordó el papel de una persona discapacitada; por otra parte, Dakota Fanning, que pese a su corta edad, borda la interpretación.  Y Michelle Pfeiffer que interpreta a Rita, una abogada que se llegará a enamorar de Sam.

El trabajo con la cámara me parece de lo más reseñable, su movimiento crea tensión y angustia, e incluso podemos ponernos en la piel de Sam. La cámara unida a la fotografía, consigue crear un ambiente fantástico.

La banda sonora de esta película es una adaptación de ocho temas de los Beatles, y en continuas ocasiones podemos visualizar al grupo.

Tendremos en nuestro rostro una sonrisa continua por la personalidad de Sam y sus meteduras de pata, incluyendo a su grupo de amigos, también muy graciosos.

En resumen, es una película entrañable y muy bien interpretada y gracias a eso se ha convertido en una de mis películas preferidas.

Yo recomiendo verla, ya que os reiréis y os emocionaréis a partes iguales.

Historias

Cuántas veces hemos pasado por delante de ese letrero…Hubo días en los que lo observamos pormenorizadamente, mientras esperábamos a alguien, desde el coche parados ante aquel semáforo que nunca parece ponerse en verde, una tarde de domingo cuando paseábamos sin rumbo fijo…y así, de forma casual, reparamos en sus colores, que contrastaban con la sobriedad de sus letras, sonreímos ante el ingenioso juego de palabras, y sentimos cierta curiosidad por saber que se escondía tras aquellas siglas…Ajenos a la historia que se escondía tras su anodina apariencia. Él continúa ahí, y probablemente, si las cosas no cambian, seguirá estándolo, pétreo ante nuestra mirada y la de todos los viandantes que algún día lo observaron al pasar.

Como lo seguirá estando ese museo que visitamos de niños y al que, desafortunadamente, ya no hemos vuelto, aun a pesar de que aquella mañana nos pareció el lugar más fascinante de todo el universo.

Como cada tarde, si las circunstancias no lo impiden, regresará a nuestros oídos el sonido dulce y melódico del inconfundible piano de cola que, desde hace un año, le devolvió la juventud a nuestro edificio.

Como cada noche, nuestra luz se apagará antes que la de nuestra vecina, cuya sombra seguirá tejiendo y tejiendo hasta bien entrado el amanecer. Piezas únicas de un valor incalculable que algún día cubrirán de belleza otra piel.

Y como parte de esa rutina que hace grande la vida, con cada nuevo despertar los sueños y las esperanzas de millones de personas empezarán con ilusión el día. Algunos de esos designios, muchos quizá, no llegarán al ocaso; pero otros, muchos también, seguirán firmes a su propósito y aguardarán con paciencia y entusiasmo su momento, cuando al fin puedan convertirse en realidad.

Cada noche, cuando el sol se desvanezca definitivamente, infinitas historias como infinitas son las estrellas del cielo, descansarán en el interior de cada corazón, hasta que tal vez un día, nadie sabe ni cuándo, ni dónde, se conviertan en fuente de inspiración.

Ellos, pequeños-grandes periodistas, cogieron su cámara y tomaron el sendero que sólo están dispuestos a cruzar los auténticos aventureros, y por el impredecible trayecto esto fue lo que encontraron…

Porque nunca lo olviden amigos, aunque las paredes no hablen, algunos sueños no se hagan oír y los más altos muros custodien hermosos secretos, no hay historia que se le resista a estos buscadores de realidad. ¡Disfrútenlas!

Nacho Guerrero y Javir Latorre, 2ºESO A

Clara Rivas y Carla Valero, 2ºESO B

Lucía Brotons, Silvia Casanova y Lucía Montesinos, 2ºESO A

Aitana Palao y Lucía Valls, 2ºESO B

Laura Salvador y Lucía Tárraga, 2ºESO A

Inés Mira y Matilde Reig, 2ºESO B

Daniel Amorós y Luis García, 2ºESO B

José Martínez y Carlos Reche, 2ºESO B

Mis imprescindibles

Todos somos prescindibles. Sí, amigos y amigas, sé que suena triste, y que además ofrece una visión algo pesimista, o incluso derrotista, de la propia existencia humana. Si ninguno de nosotros somos imprescindibles, es que no somos necesarios, podríamos concluir, pero permítanme que les diga, por paradójico que pueda resultar, que esa deducción no anda en absoluto bien encaminada.

Desde bien pequeños nos enseñan a comprender la vida, mal que nos cueste aceptarlo, como un ciclo: nacemos, procuramos, presumiblemente, disfrutar de nuestra estancia terrenal en la medida de lo que podemos, y asumimos a regañadientes que un día, sin saber ni cómo, ni dónde, ni tal vez por qué nos marcharemos. Sin embargo, reducir a esta simplicidad esquemática la magnitud de una trayectoria tan inédita y especial como es la vida, podría resultar desalentador, pues bien sabemos que aunque al final nos habrá parecido tan corta como la expresión gráfica de dicho proceso, la realidad es que ésta es mucho, muchísimo más que una secuencia de tres pasos.

Cuando llegamos al mundo, ni siquiera tenemos conciencia de haberlo hecho. Y es curioso, porque sin la capacidad de poder pensar por nosotros mismos, sin haber recibido indicaciones previas, o algún que otro consejo, la simple razón de estar ahí, de ser persona, nos arrastra sin paliativos hasta la línea de partida para, sin más preámbulos, comenzar nuestra propia carrera.

Nuestro ritmo, en principio, será leve, sutil, delicado, pero la frecuencia irá subiendo de intensidad conforme avancemos; vendrán obstáculos que superaremos, otros que sencillamente esquivaremos con audacia, y otros que nos harán caer y casi desfallecer. Habrá lugar para el éxito y la satisfacción que a cambio deja todo esfuerzo. En ocasiones iremos más rápido y en otras desearemos hacerlo lento. Pero lo más importante es que no estaremos solos durante el recorrido, porque en él siempre encontraremos a quienes quieran trabajar en equipo, por lo que alcanzar la meta se nos planteará como el más vacuo de nuestros objetivos.

Todos somos prescindibles, sí, porque todos algún día dejaremos de ser en un sentido puramente físico, y la vida seguirá su curso incluso para las personas que tanto amamos y tanto nos amaron, pero lo cierto es que nuestro lugar será para aquellos que se queden irreemplazable. Y siempre habrá alguien que recordará el eco de nuestra risa, que bailará emocionado nuestra canción, que cerrará los ojos y aspirará fuerte al sentir cerca la esencia de nuestro perfume. Siempre habrá quien devuelva a la memoria colectiva algunas de nuestras anécdotas, y hará suyos los consejos que un día le dijimos. Y así será como si nunca nos hubiésemos ido.

Muchas serán las personas que pasarán por nuestra vida, y puesto que el ser humano fue dotado a mansalva de ese instinto tan primario llamado amor, podrá quererlas a todas ellas a la vez, aunque de distinta manera. Pero tal vez sólo un grupo reducido de ellas, quizá cinco, quizá algunas más, serán la última imagen que proyecte nuestra memoria antes de apagarse llevándose consigo nuestros recuerdos.

Carla Valero Cespedosa, 2ºESO B

A lo largo de mis 14 años de vida muchas personas han sido esenciales para mí y muchas de ellas aún lo siguen siendo, pero si tuviera que elegir, sin duda, me quedo con estas cinco maravillosas personas.

La primera y la más especial es mi madre. Ella es la mujer de mi vida, mi ejemplo a seguir, la que me guía cuando dudo con lo que tengo que hacer. Es una mujer fuerte, que nunca se rinde. También es muy soñadora, pero con los pies en la tierra, esto es algo que me repite siempre. Es la persona que pase lo que pase me va a apoyar y a querer incondicionalmente. A ella le debo la vida, aunque a veces no se lo demuestre.

Otro imprescindible es mi padre, mi superhéroe, mi hombre perfecto. La persona que junto a mi madre me ha educado, apoyado y querido siempre. A él también le debo la vida. Es un hombre muy valiente y luchador, que si algo quiere va a por ello hasta el final, es algo que admiro mucho de él.

Mi abuela, creo que no tengo palabras para describirla. Simplemente todo se resume en que es la mejor. Mi cocinera favorita, el otro amor de mi vida. La mujer más fuerte que puede haber, ha luchado y lucha por todos nosotros cada día. Aún no encuentro las palabras para describirla y para agradecerle todo lo que ha hecho y lo que hace por todos nosotros. Ojalá fuera eterna, porque el día que me falte una parte de mí se apagará para siempre.

Otra persona imprescindible es mi tía, pero yo diría que es mi hermana. Desde que era muy pequeñita ha estado junto a mí, apoyándome, dándome la mano cada vez que caía y aún lo sigue haciendo. A ella le debo mucho.

Y el último, pero no por ello menos importante, es él, el que ha cambiado una parte de mí: Albert Espinosa, un escritor que con sus libros me ha ayudado mucho y gracias a él mi forma de ver el mundo ha cambiado. Y me ha enseñado que por muy desgraciado que te sientas siempre hay motivos para sonreír y que las cosas, a veces, sí pueden ser para siempre.

Y con esta carta, les doy las gracias por todo.

 Lucía Montesinos Medina, 2ºESO A

Muchas personas dicen que tienen muchos amigos, que todo el mundo les quiere, pero la verdad es que, desde mi punto de vista, las verdaderas que siempre están a tu lado se pueden contar con los dedos de la mano.

Hay muchas personas que a lo largo de mi vida se han ganado toda mi confianza, y otras la han perdido, pero la verdad es que sólo cinco personas son las que sé que nunca me dejarán caer, que siempre van a estar ahí para mí, que son imprescindibles.

De alguna forma son como los dedos de mi mano, me completan. También me ayudan a hacer la mayoría de las cosas, me hacen todo más fácil y le van dando ritmo y energía a mi propia historia.

Mi madre es un pilar muy importante en mi vida y me da el amor más grande de todos. No sé lo que haría sin ella, sin todo su apoyo, sin todos los consejos que me da cada día y, sobre todo, sin sus abrazos.

También está mi padre, que es como mi perro guía, siempre me enseña el buen camino. Supongo que de alguna forma, gracias a él soy como soy. Me asombra que le haga enfadar todos los días y que, sin embrago, siempre encuentre la forma de perdonarme y seguir dándome su cariño.

Aunque no se lo diga muy a menudo mi hermano también es muy imprescindible para mí. Durante este largo tiempo que no he estado con él, he llegado a echar de menos incluso nuestras peleas, porque cuando mis padres no están la casa se siente muy vacía y necesito a alguien que me de consejos cuando los necesito porque no es lo mismo hablar por videollamada.

Por otra parte está mi tío que siempre está ahí. No le hace falta preguntar qué me pasa, él siempre lo sabe y me saca el tema de la cabeza con alguna de sus tonterías o de sus historias.

Finalmente está mi mejor amiga, mi hermana, Aitana. Siempre sabe sacarme una sonrisa y sabe escuchar todos mis problemas y también ponerles solución. Constantemente nos peleamos y muchas veces he llegado a pensar que se iría de mi lado, pero siempre me sorprende y se queda.

No sé de qué manera podría agradecerles a todas estas personas lo mucho que han hecho por mí, y creo que nunca la encontraré. Así que de alguna forma espero que con brindarles todo mi amor sea suficiente.

Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

Cuando leí el tema de esta redacción por mi cabeza circularon muchos nombres. ¿Cómo elegir cinco? ¿Cómo escoger, si las personas imprescindibles en mi vida son incluso más de diez? Tengo tres personas claras: mi padre, mi madre y mi hermano, pero, ¿y las personas que han estado siempre ahí? ¿Y mis abuelos? Supongo que entre los cuatro tendría que elegir a dos. ¡Esto es tan difícil!

Empezaré por mi abuela Antonia, porque siempre recordaré las tardes de parchís en su casa, cómo sonreía al ver que me ilusionaba cuando iba a ganar; por enseñarme a amar a mi familia por encima de todo y hacerme ver que nunca me sentiría sola. Por pasarme dinero a escondidas para que mi madre no nos regañara, por decirme que era su nieta favorita, para después decírselo a Marc, Paula y a Víctor. Porque aunque te hayas ido, sólo lo has hecho físicamente, porque cada vez que vea una película de cowboys o de Hitchcock me acordaré de ti. Porque cada vez que alguien cante una canción de Raffaella Carrà, me vendrá una imagen tuya a la cabeza. Porque en las comidas familiares siempre serás el gran tema de conversación. Porque cuando veo la foto que hay en casa siempre sonrío… Me has dado valores muy importantes, pero sobre todo, me has dado felicidad. Muchas gracias por haberme aguantado y haber hecho de mi paso por tu vida algo muy divertido.

Otra persona a la que le debo mucho es a mi abuela Carmen. Ella siempre me ha cuidado, siempre me ha mimado, y siempre me ha querido. Supongo que como ella es la abuela más joven que tengo, es quizá, con la que más tiempo he pasado. Las noches de películas, las comidas familiares, las visitas inesperadas, y otras con sorpresa. Las meriendas viendo “Puente Viejo”, las otras recordando al abuelo, los días interminables escuchándome practicar piano, y otros haciendo experimentos en la cocina. Ella me ha enseñado a respetar sin condiciones, a valorar lo que tenemos, a sacar moraleja de todas las historias que me contaba del abuelo… Ha demostrado ser una persona paciente, bondadosa, amable… Y por eso aún tengo cosas que aprender de ella. Es principal en mi vida, sin ella, estaría perdida.

Ahora, como no, mi madre. Mi madre, mi niñera, mi profesora, mi cocinera, mi taxista, mi psicóloga, mi estilista, mi peluquera, mi consejera, mi hombro sobre el que llorar, la sonrisa que me apoya… Hay veces que no te lo demuestro, creo que muy pocas veces se lo he dicho, pero sólo puedo decirle gracias, por todo y por mucho más. La verdad, no sé que más escribir, supongo que lo que siento no se puede expresar con palabras, ni incluso con hechos. Tengo fe ciega en ella, en sus brazos encuentro siempre un referente, mi guía.

Mi padre, el pilar que sostiene el techo de mi desastrosa vida. Sin él sería como una brújula que perdióel rumbo. Él me ha enseñado a valerme por mí misma, aunque sé que él, en el fondo, no quiere que crezca. Es imprescindible para mí, como supongo, que todo padre lo es en la vida de un niño. Muchas gracias por todo, de verdad, gracias.

Y por último, pero no menos importante, mi hermano, mi compañero de vida, mi compinche, mi confidente… Sé que a veces me paso con él, pero supongo que le ataco para defenderme a mí, para crearme un escudo. Lo siento, de verdad, a veces no eres consciente del daño que haces hasta que te lo hacen. Supongo que como es más pequeño lo veo vulnerable, pero me ha enseñado mucho, más de lo que nunca podría imaginar. No me había dado cuenta de que puede que él me haya enseñado más a mí que yo a él.

Así que gracias. A todos. Por todo.

Nacho Guerrero Ferrer, 2ºESO A

Pensar en sólo cinco personas que sean imprescindibles en mi vida es una decisión muy difícil, porque yo elegiría a toda mi familia, a  mis amigos y también a mi ídolo Iker Casillas. Pero reflexionando en mi interior, la primera elegida, sin dudarlo, sería mi madre, porque la quiero mucho y  me ayuda siempre con mis problemas, con los deberes, etc; también contribuye a que mi día a día sea mejor. Además ella fue quien me concedió el regalo más bonito y que nunca me cansaré de agradecerle: la vida.

Después elegiría a mi padre. Él es muy importante para mí y también me ha dado el regalo de la vida. A los dos nos gusta hacer largas caminatas por la montaña, en las que a veces nos acompaña mi madre, también salir a correr y ver el futbol, sobre todo cuando juega España pues disfrutamos animando a la selección.

Mi hermano, aunque a veces nos pelemos, pero lo cierto es que siempre que estoy con él me lo paso muy bien y me divierto mucho, juntos hemos pasado muy buenos momentos y seguro que nos quedan muchos más por vivir.

Los dos últimos son mis amigos Pablo García y Edu porque siempre hemos estado juntos, nos lo hemos pasado  muy bien y hemos vivido momentos que nunca olvidaré. También, como tenemos en común la misma afición: el fútbol, cuando no sabemos qué hacer jugamos a este deporte y nos lo pasamos genial.

Podría haber elegido a otros, pero he pensado en estas cinco personas porque son muy importantes para mí y, sin duda, lo seguirán siendo.

Irene Picó Samper, 2ºESO B

 A lo largo de mi vida le he cogido cariño a muchas personas y para mí se han convertido en mis imprescindibles. Ellos son: mi madre, mi padre, mi hermano y mis abuelos. Mi madre es una de las personas más importantes en mi vida porque aunque a veces no la quiera ni ver, sé que en el fondo no podría vivir sin ella, muchas veces no me comprende, pero curiosamente, siempre me acaba dando los mejores consejos. También mi padre es muy importante en mi vida, porque aunque no lo vea tanto o no hable tanto con él, siempre está dispuesto a ayudarme y a apoyarme en todo lo que haga falta, aunque él no esté convencido del todo o no le guste mucho.

Otros súper imprescindibles son mis abuelos. Mi abuela Irene, que de ahí me viene el nombre, vive en frente de mi casa y la veo todos los días. Ella siempre está dispuesta a ayudarme, dentro de lo que puede; y luego está mi abuelo, siempre que voy a verlo me cuenta cosas de todo lo que hace y revive conmigo muchas anécdotas de cuándo era pequeño.

De niña me encantaba estar con ellos porque me entretenía mucho, aunque ahora, como es normal, ya no juego con ellos. Son un gran apoyo para mí y no sé qué haré cuando no estén. Por suerte tengo a todos los abuelos, pero son tantos años cogiéndoles cariño que cuando pienso en que algún día ya no no estarán conmigo y ya no veré a mi abuela todas las mañanas venir de comprar el pan, me costará mucho superar su pérdida, aunque es ley de vida, pero son demasiado importantes para mí.

Por supuesto, fundamental es mi hermano Rubén, que aunque ya no juego con él como cuando éramos pequeños lo quiero mucho y aún nos echamos algunas risas de vez en cuando. Para mí es un gran apoyo porque se preocupa mucho por todo lo que me sucede, aunque a veces yo no lo vea, o no lo quiera ver, enseguida que me ve preocupada intenta hacerme reír y si me ve triste me anima, desde que pasé a secundaría ya casi no nos vemos, y cuando nos vemos, siempre estamos peleándonos, aun así es muy, muy importante en mi vida, y sé que sin él, no voy a decir que no podría vivir, porque todo se supera, pero me quedaría siempre un hueco en el corazón que nadie podría llenar.

Lucía Tárraga Romero, 2ºESO A

Es difícil saber quién nos aporta algo, quién nos enseña, quién nos abre la puerta cuando la vemos cerrada ante nuestros ojos. Evidentemente yo sé perfectamente las personas que me enseñan, me apoyan y me ayudan día a día. Ellos son mis padres, quienes siempre han estado ahí, me han enseñado, regañando, abrazado. Pero ahora, en esta etapa de mi vida, es todo diferente. Ahora mi mayor apoyo son mis amigas y una de ellas en especial. Siempre he tenido relación con ella, con el tiempo nos fuimos distanciando, y ahora me doy cuenta de que aunque estuviera un poco lejos de mí siempre estaba. Ella no me regala los oídos, siempre me dice la verdad, pero ante todo me apoya.

Luego, por otra parte, está mi hermano. Es más pequeño que yo, pero es una persona muy importante en mi vida. Sin él no sería quien soy. Y sí, vale, yo soy mayor que él, pero me ha enseñado cosas que ni yo misma sabía. Desde pequeña he estado siempre con él, ha sido la pieza que completa mi puzzle, porque hasta que no llegó estaba incompleto.

Por supuesto, en mi lista también está mi padre, desde pequeña me ha apoyado, siempre ha sido mi ejemplo a seguir, siempre ha sido el típico padre que nunca te castiga, pero es que con él nunca me he portado mal; sí, he tenido algunos roces, pero el mero hecho de que entendiera mis errores y siempre los corrigiera con cariño y me concediera una segunda oportunidad, eso es algo que siempre valoré de él.

¿Y ahora qué? ¿Quién más es importante en esta prueba llamada vida? ¿Quién es la persona que valoró el esfuerzo que hice desde pequeña? ¿Quién más sabrá por lo que he tenido que pasar y lo fuerte que tuve que ser, que soy y que tendré que ser? Bueno pues esa persona es mi tío. El ya no se encuentra entre nosotros, se fue cuando yo tenía 10 años. Y hasta el día que me dejó no supe valorar lo importante que era en mi vida. Él me apoyó y me dejó una pequeña misión (por llamarlo de alguna manera) esa misión fue que fuera feliz, que disfrutara de todo momento, que aprovechara cada día porque cada nueva mañana nos regala un día más de vida, y tú decides si quieres que éste sea maravilloso o no.

Y ahora falta esa última y gran persona que es mi otra gran pieza de mi inmenso puzzle que al final poco a poco se va completando y encajando. Me faltan muchos imprescindibles, si tuviera que hacer una lista me he dado cuenta de lo larga e inmensa que sería. Bueno pues poco a poco me he dado cuenta de quién ha creado la persona que soy. Esa persona, aunque parezca raro, soy yo, yo he ido observando, escuchando y dándome cuenta de cómo es el mundo de ahora, de cómo es la sociedad y de cómo es el trayecto de mi camino. Soy afortunada por tener lo que tengo, por tener la capacidad de saber y aprender un poco más cada día. Me he dado cuenta de que tengo tantos, tantos imprescindibles, que al final yo soy la semilla del gran árbol que, progresivamente, voy creando, mi vida, mi destino, mi misión, mi rompecabezas. Me he dado cuenta de que todos mis imprescindibles, tenían algo en común, ellos eran parte de mí.

 Laura Azorín Rico, 2ºESO A

Las personas más imprescindibles de mi vida son muchas, pero de éstas he escogido a cinco en concreto: la primera es mi madre. Ella es inteligente, atenta, se preocupa mucho por nosotros y para mí es la mejor madre del mundo; me entiende en muchos sentidos y suele ser la que más me apoya.

En segundo lugar está mi padre, él es más frío, pero también se preocupa mucho por mí, siempre intenta hacernos felices a todos.

En tercer lugar está mi abuela, ella es muy cariñosa y dulce, siempre intenta tenernos a todos contentos y también nos ayuda a todos en lo que puede.

En cuarto lugar está mi abuelo, él ya no está entre nosotros pero nunca le olvidaremos, nos quería mucho al igual que nosotros a él, siempre nos defendía y con él nos lo pasábamos muy bien. ¡Era un abuelo 10!

En quinto y último lugar está mi tía, ella siempre quiere lo mejor para mí, aunque yo, a veces, no lo valore y nos enfademos por ello, pero ella siempre sabe perdonar y nuestros enfados duran muy poco.

Éstas son las personas más imprescindibles de mi vida, aunque no los únicos, hay muchas personas más, tanto amigos como familiares a los que también quiero mucho y también son muy importantes para mí.

 Laura Salvador Sanjuán, 2ºESO A

En mi vida han aparecido muchas personas esenciales, pero a lo largo de todo este tiempo he descubierto quiénes son “mis imprescindibles”. Podría hablar de todas mis amigas y también de todos mis familiares, pero en esta ocasión sólo lo haré de aquellos que de verdad me han marcado y apoyado.

La primera de todas sin dudarlo es mi hermana María. Ella es mi icono, mi ejemplo a seguir. Aunque nos peleemos siempre terminamos arreglándolo. Desde pequeña mis ganas por parecerme a ella fueron infinitas. Ella fue quien me enseñó a jugar al baloncesto y quien me impulsó a apuntarme.

Mis otras personas imprescindibles, claramente son mis padres, quienes siempre están ahí, tanto en las buenas como en las malas. Últimamente la situación con ellos no es igual que cuando era pequeña, ya que yo he crecido y ellos piensan que sigo siendo la niña pequeña que hay que tratar con guantes de seda, eso me enfada y hace que discutamos por cualquier tontería. Pero igualmente yo les quiero mucho y aunque no se lo demuestre siempre, sigo pensando que ellos son mis héroes.

Otra persona imprescindible para mí es mi abuela Isabel, la madre de mi padre, que por desgracia  últimamente no se encuentra muy bien. Sé que ella es muy fuerte y puede contra todo, pero tengo miedo a perderla. Sólo con mirarla a los ojos se me llena la mente de recuerdos y pienso que mi vida no sería igual sin ella a mi lado. La quiero mucho, y aunque de pequeña no la visitaba con demasiada frecuencia, ahora siempre que puedo voy y así aparte de verla sonreír, también recabo más recuerdos que de mayor me harán reír a mí. 

Mi última persona no es la menos importante, sólo que es con la que menos tiempo he vivido. Esta persona es mi primo Álvaro, que tiene ahora tres años. Con él siempre estoy feliz. Estos años a su lado han sido maravillosos, ya que no había tenido ningún primo hermano, niño y pequeño. Siempre que va a casa de mi abuela quiere que este con él y que juegue con él a los coches o a saltar en la cama. Cada día que lo veo una sonrisa se dibuja en mi cara y pienso que ojalá cuando se haga mayor, siga siendo el  niño con el que nunca me enfado y siempre esté bien.

Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

Momentos, la vida está hecha de momentos, para los cuales necesitamos a las personas idóneas y poder entonces aguardar esos pequeños recuerdos. Sólo somos una raza avanzada de primates, donde tarde o temprano estos recuerdos serán olvidados, pero mientras esta vida llega a su fin puedes cerrar los ojos y dejar que todos estos hechos fluyan.

Cerraba los ojos y su imagen flotaba junto a mí, mi abuelo, con aquella mirada misteriosa a la vez que intrigante. Su imagen parecía real, pues un día lo fue. Esta persona fue esencial en mi vida. Los instantes que pasé junto a él vivirían en mí eternamente y nunca podré olvidarlos. Esta persona tan extrovertida me hizo ver el mundo de otra manera, con cadencias y giros que me parecían una danza única, sublime e inigualable.

Todo comenzaba a cobrar vida y, ahí estaba, mi abuela. Ella inundaba de bellos colores mis días en un mundo de penumbras y soledad. Era la única que, con una sola mirada, sabía todo aquello que me pasaba, la única que creía en mí cuando otros no lo hacían.

La joven Jane Austen, esta persona que decidió vivir de su pluma, a Jane no le importaba la casta y ésta se hubiera casada con alguna persona inferior a su rango si en ese compromiso hubiera existido el amor. Esta persona me ha transmitido firmeza y seguridad, por querer vivir de lo que tanto amaba y no dejarse influir por nadie.

Mi madre por ser una persona risueña, que me ha hecho creer que hasta lo que parece imposible se puede superar si uno lo desea con mucha fuerza. Su ayuda es un sentimiento noble y honesto en un mundo de indiferencia y dolor, por su bondad y todos sus logros que son dignos de elogio.

Emma Watson, una modelo a seguir. Te hace sentir fuerte y poderosa por haber nacido mujer. Esta mujer, como embajadora de Buena Voluntad de la ONU Mujeres, ha hecho creer que el feminismo no es, lejos de lo que algunos pudieran creer, una corriente caduca, cuyo objetivo es ningunear al género masculino. Para ella el feminismo es la doctrina social que anima a las mujeres a luchar por tener los mismos derechos que los hombres, estar todos -con independencia de nuestro género- en igualdad de condiciones. Emma te hace creer que merece la pena seguir a tu corazón y tener principios.

Querido yo…

Cuando era niña disfrutaba de los días sin más, no reparaba más allá de los primeros segundos desconcertantes al despertar, en saber si era lunes o sábado, pues para mí todos tenían algo especial. Recuerdo que siempre me levantaba con una sonrisa y rara vez, salvo en ocasiones extremadamente puntuales, me sentía triste. Nada me acongojaba y me ponía el mundo por montera cada dos por tres.

Me sobraban horas de sueño, pues muchas veces las desestimaba por considerarlas tiempo perdido, yo prefería jugar, reír con mis amigos, pasear junto a mis padres, cantar mis canciones favoritas y fantasear con los sueños que algún día, lejano, podría cumplir.

Cuando era niña vivía la vida sin preocuparme en cómo sería ella conmigo, simplemente la aceptaba como el regalo que altruistamente me había sido concedido, y tal vez por ello, fui inmensamente feliz. Y es posible que ahí esté la clave, el día en que empecé a preguntarme por la vida en términos que sólo un adulto debería barajar, ese día, todo empezó a ser diferente.

Sí, tomé una conciencia mayor o tal vez más realista de mi propia existencia, pero durante mucho tiempo me desistí a creer que esa nueva madurez pudiera destrozar su esencia y mucho menos el amor incondicional que yo sentía por ella, así que luché por preservar esa pequeña parte de mi yo interior que se resistía a crecer para seguir nutriéndome de su fuente natural de optimismo.

Sin nada más que una ligera idea de lo que era la vida, me lancé de bruces sobre ella dispuesta a abrazarla, a quererla a pesar de sus defectos, a perdonarla por sus errores, a aprender con ella y a escucharla más, para no juzgarla antes de lo debido. Ella a veces fue fría, casi distante, me rompió el corazón con sus desprecios, dándome la espalda en el momento más insospechado; fue cruel, mezquina hasta lo inimaginable, pero aun en el peor de mis recuerdos con ella, hay fotogramas, borrosas secuencias que aún hoy circulan por mi mente en una danza maravillosa. Esas imágenes me acompañan allá donde voy y son muchas veces el engranaje que guía mis pasos.

Aun así, mentiría si dijera que en más de una ocasión no me hubiera gustado resguárdame al amparo de esa inocente y despreocupada concepción de la vida que todos tuvimos alguna vez, pero hubiera sido cobarde no aceptar que la vida nos reta para hacernos más fuertes, aunque esto, a veces, sea difícil de creer. Cada embestida, cada golpe, cada caída, nos hace caer en el desaliento, pero es nuestra fe en ella, en nuestra vida, la que nos da el golpecito que necesitamos para seguir adelante.

Cada uno de nosotros somos héroes de nuestra propia batalla, pero la realidad es que a veces nosotros somos nuestro peor enemigo. Renunciamos a oportunidades por creernos incapaces ante ellas; somos feroces e incisivos críticos con algunas facetas de nuestra personalidad, sin ser conscientes de que son esas cualidades las que nos hacen diferentes y únicos. Nos infravaloramos y ocultamos con recelo la parte de ese yo que reservamos para cuando estamos solos, haciendo únicamente visible a los demás, los resquicios del otro yo que intentamos en balde que nos represente por completo.

Todos necesitamos ser aceptados, contar con la aprobación de aquellos a quienes queremos y nutrirnos de su fuente inagotable de cariño. Necesitamos imperiosamente que nos quieran, sentirnos queridos y amar sin límites, para no lamentar el día en que no lo hicimos. Es la naturaleza más pura de nuestro instinto, y sin ella difícilmente podríamos encontrar sentido a nada.

La vida sólo nos da una oportunidad para ser quienes queramos ser. Por eso viaja, ama, conversa con tu interior, aléjate de lo que no te representa y busca en el fondo de tu corazón, a solas y en silencio, todas las respuestas. Y por primera vez, te habrás encontrado a ti mismo. Tú en plenitud, formando un maravilloso juego de luces y sombras.

Cartas de los alumnos a sí mismos…

Como he puesto en la parte delantera de esta peculiar carta, espero estar leyendo esto en unos quince años, aproximadamente. El problema es que no sé siquiera sí podré atreverme a abrir este papel lleno de estúpidas reflexiones de adolescente algún día.

Esta no va a ser la típica carta de: espero haber cumplido mis metas, mis sueños, estar dedicándome a lo que quiero, porque ahora mismo no tengo claro ni lo que quiero cenar, cómo voy a saber algo que cuestiona mi vida a un mayor nivel.

A mis aburridos y cortos trece años, he aprendido que nadie se muestra como realmente es. Todo el mundo tiene una máscara que se coloca cuando se siente vulnerable, un disfraz, una apariencia, un “otro yo”. Así que nunca sabes si estás hablando con la persona en realidad o sólo con la parte de él o de ella que quiere mostrar.

Yo, o nosotras, no sé… (Esto es tan raro que ni siquiera sé como dirigirme a mí misma.), no me acuerdo cuándo empecé a construirlo, pero sé, que de momento el muro que esconde mis más sinceros y profundos sentimientos sigue siendo impenetrable; aunque por dentro me muero por que alguien logre traspasarlo y conocerme como realmente soy.

Espero que a mis veintiocho años de edad, (que es cuando supongo estaré leyendo este montón de palabras sin sentido) alguien lo haya conseguido, sino, creo que explotaré.

La gente dice que la adolescencia es una etapa para vivir el momento, exprimirlo al máximo, pasarlo bien. Yo no sé los demás, pero para mí, no es tan fácil como lo pintan. Tras mi máscara se esconden lágrimas de inseguridad, tristeza… Pequeñas gotas de cristal escondidas tras el muro, y que nadie sabe de su existencia. Esas diminutas, aunque abundantes lágrimas, se acumulan tras la barrera, y al final, terminará por desbordarse.

Muchas veces siento que debo soltarme, mostrarme como soy, pero no puedo, sencillamente me es imposible. El mero hecho de no ser aceptada me aterra. Pero espero haber afrontado este temor cuando esté leyendo esta carta. Y sino, tengo un mensaje urgente para mí misma:

“Tienes que mostrarte como realmente eres, ser tú misa, porque de lo contrario, la gente de tu alrededor querrá la idea que tienen de ti, y no a ti en estado puro. Porque la parte de detrás del muro se hará pequeña y pequeña, hasta acabar por ser inexistente. Y como Paulo Coelho explicó en su hermoso relato: “Mi otro yo”, si acabas con ese “otro yo” acabas con tu esencia, tu alma, contigo misma. Sólo tienes que dejarte llevar por tu verdadero yo, y encontrarás a las personas que te quieran de verdad.

Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

¡Querido Octavio!, últimamente te veo feliz y alegre, sé que no sabes que te observo, y ambos sabemos que eso no es exactamente lo que sientes, sino lo que les haces ver a tus familiares y amigos, por miedo a que piensen que eres débil o inferior. También sé que te sientes en ocasiones frustrado y enfadado y que por dentro tienes ganas de gritar de rabia, por las injusticias que pasan a menudo, no lo expresas en público ni tampoco dejas que esas injusticias te desmoralicen, sé que sigues adelante e intentas erradicarlas con tu empeño.

Te sientes estresado y agobiado en ocasiones, y a raíz de eso a veces muestras mal genio y te enfadas mucho con tus seres queridos sin motivo, sé que lo haces sin darte cuenta, pero para eso te estoy escribiendo, para darte consejo y decirte que pase lo que pase, siempre tendrás a esas personas que quieres y amas a tu disposición para todo lo que necesites, por eso debes cuidarlas. No te sientas avergonzado ni oprimido por tus propios sentimientos, sólo deja que salgan, porque de vez en cuando, viene muy bien soltarlos y decir lo que piensas. Y cuando estés estresado por algo, sea lo que sea, no olvides hacer otras cosas para relajarte. Sólo quiero que siempre que puedas mires el lado positivo de las cosas, y que, sobre todo, no olvides aprovechar los pequeños instantes que te da la vida.

Con mucho amor: Tu otro yo.

Octavio Ferrero Miró, 2ºESO B

Querida Clara,

Te escribo esta carta porque, al fin y al cabo, soy la persona que mejor te conoce. Y la que mejor te puede ayudar. Esta carta es para ti, por lo tanto sólo tú vas a entenderlo todo a la perfección.

Escribo esto para desahogarme, para que sepas que estoy aquí y seré la única que lo esté siempre.

Cierro los ojos y nos veo en la cuna, tan pequeñas, tan indefensas e inocentes frente a la vida en sí. Recuerdo cuando no llegábamos al estante donde estaba nuestro juguete preferido y nos poníamos a llorar ya que no podíamos alcanzarlo y requeríamos de la ayuda de mamá o de papá, eso era lo que menos nos gustaba, en verdad siempre fuimos muy independientes, a veces demasiado. También recuerdo cuando jugando nos caíamos y nos hacíamos un pelado en la rodilla, como llorábamos, como si se acabara el mundo. Era irónico ya que el nuestro no había hecho más que empezar.

Éramos indefensas, pero qué seguras nos sentíamos cuando mamá nos hacía la guarida secreta, creo que nunca nos sentiremos tan seguras como lo estuvimos en sus brazos. O cuando papá nos decía «Te quiero pequeña», esas tres palabras eran necesarias, eran como una pequeña dosis de energía extra que recibía nuestro corazón.

Dicen que siempre hemos sido muy curiosas, ahora aún lo somos, pero menos. Creo que con los años se va perdiendo parte de esa frescura inicial, esa curiosidad insaciable por saberlo todo. Eso es algo que deberíamos apuntar en la lista de «Cosas a mejorar», pero no de cambiar;toda nuestra vida hemos oído el `tienes que cambiar esto o tienes que cambiar lo otro´, no me gusta esa expresión. Nunca nos ha gustado. No se trata de cambiar, las personas no cambiamos, mejoramos. Vamos progresando con los años. Así deberíamos de pensar todos. Pero bueno, me voy del tema, estoy aquí para hablar de nosotras. Aún no te lo he dicho, pero me gustaría que supieras que te quiero, que quiero que te quieras y quiero que nos queramos siempre, porque si nosotras no nos queremos ¿quién nos va a querer?

Esta carta es para ayudarte, pero hasta que no me he puesto a escribirla no me he dado cuenta de que también me ayuda a mí. Y mucho. Ha sido como una terapia de psicología, pero sin salir de casa. ¡Ah! Hablando de psicología, es nuestro sueño desde hace ya bastante tiempo. Convertirnos en una gran psicóloga, poder ayudar a la gente con sus problemas. Espero que lo hagamos bien. Pero para conseguirlo tenemos que estar ahora centradas, pues nos estamos acercando a la meta final.

Ahora mismo estamos pasando por una mala racha, nuestra adolescencia. Estamos enfadadas con el mundo la mayor parte del tiempo, sobre todo con mamá, esto es algo que tenemos que añadir a la lista de «Cosas a mejorar». Estamos confusas, ya que lo que ayer nos gustaba hoy lo odiamos, o al revés. No sabemos bien lo que queremos hacer con todo en general. A veces somos demasiado impulsivas para hacer las cosas, no pensamos. Bueno, por no hablar del carácter, es lo primero que tenemos que mejorar. Sobre todo con mamá, que es la que nos aguanta las veinticuatro horas del día y con la que más broncas tenemos, porque si no nos deja hacer algo nos enfadamos, damos cuatro gritos, algún que otro portazo y ya está. Como si así solucionáramos algo, ¡qué ingenuas somos a veces! Pero también tiene mucho que ver con la edad, es algo «normal» ahora. Cuando no nos dejan hacer algo, comprarnos algo o incluso hacernos algo en el pelo, creemos que somos unas incomprendidas, a veces tenemos razón, pero no siempre. Los adultos no nos entienden en la mayor parte de las cosas que nos gustan o que nos queremos hacer y es algo que no entiendo. Total, el pelo crece, ¿la ropa? Ya se pasará la moda, o ya nos cansaremos de esa prenda. Esto tendría que venir de serie, nosotros tendríamos que tener un manual para entender a los padres y ellos uno para entender a los hijos. Sería todo más fácil. Algún día podríamos inventarlo ¿no crees?

Quiero que nos queramos por encima de todo, porque esta época es muy dura y con los cambios tenemos las hormonas revolucionadas y un día nos vemos estupendas y otro no nos queremos ni un poquito (otra cosa que hay que mejorar).

Que nos tenemos que rodear de buena gente y apartar la energía negativa de nuestra vida. Todo lo que nos quite la sonrisa que se vaya por donde ha venido y muy lejos a ser posible, porque nos merecemos ser felices y punto.

Tenemos que tener presente que si algún día nos sentimos bajas de moral, deberemos hacer un esfuerzo por estar arriba, pero que al igual que estamos en lo alto también podemos bajar. Eso es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar, pero que sea de las pocas cosas a las que hay que acostumbrase, no tenemos que darles el placer a otros de ser conformistas. Tenemos que ir siempre a mejorar en todos los aspectos: en el baloncesto, en los estudios, en nuestros sueños, en nuestras opiniones y en cualquier cosa que nos pase en la vida. No nos podemos permitir que la lista se quede vacía, por lo menos tiene que tener dos o tres cosas susceptibles de mejora. Nos tenemos que levantar cada día pensando que ese día va a ser el mejor de todos y que nos van a pasar un montón de cosas maravillosas. Siempre con una sonrisa en la cara, porque estar tristes no merece la pena. Tenemos que pensar que pueden ocurrir cosas geniales y que si no lo vivimos al máximo, es un día que perderemos de nuestro paso por el mundo.

Tenemos que confiar mucho en nosotras, querernos muchísimo y cada vez que nos miremos a algún espejo vernos bonitas, porque lo somos.

Y nada pequeña, creo que está todo dicho. Esta carta la vamos a guardar como nuestro pequeño pero valioso tesoro. Y cada vez que nos sintamos mal, tristes o con poca autoestima quiero que leamos esta carta y que nos demos cuenta de que somos estupendas. Incluso con todo lo bueno y lo no tan bueno que nos forma como persona.

Te quiero mucho y quiero que tu también te quieras muchísimo. Que todo lo que hagamos sea de corazón y porque queremos. Que nos tomemos la vida de forma positiva, y procuremos que nuestro paso por la Tierra haya sido realmente único y maravilloso. Y, sobre todo, que nunca dejemos de ser nuestro yo en plenitud.

Cariñosamente, tu yo.

 Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

Querido yo de dentro de diez años.

Durante estos últimos años te he estado observando.

No olvides nunca ser tú misma, con tus virtudes y tus defectos, no dejes que nadie te manipule, sé libre, no tengas vergüenza de mostrar al mundo cómo eres en realidad y, sobre todo, diviértete, aunque eso suponga algunas veces no seguir las normas.

Aprendiste de los errores cometidos antaño y procuraste hacer lo que tú creíste correcto.

Recuerda que no has de llorar por personas que no se merecen tus lágrimas, confía en personas que demostraron ser verdaderos amigos y procura tener siempre cerca a tu familia, por muchos disgustos y peleas sin sentido, que puedas tener.

No abandones tus esperanzas, persigue tus sueños y no te rindas nunca. Aprovecha cada segundo, cada instante para vivir la vida, ya que la etapa más bonita de nuestra vida se acabó y ahora empezamos una nueva, mirando hacia el futuro sí, pero siempre viviendo el presente. Lo mejor o lo peor quizá esté por llegar, pero las dos sabemos que hay algo en lo inesperado que nos intriga.

No olvides nunca el lema de “Vive y deja vivir”.

Elige tu destino y escoge quién serás en un futuro. Y recuerda, jamás olvides quién eres.

Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Querida Lidiana,

Hacía tiempo que no sabía nada de ti, hasta que empecé a recordar mi pasado, y ahí es donde estás tú, en cada lado. Recuerdo muchas cosas y en todas estás, a veces me gustaría no recordar cosas que dejaron marca, que siguen atemorizándome, me gustaría que todo fuese tan fácil como parece, pero por desgracia nada lo es. Te escribo para decirte que no sigas así, como mi yo del pasado, camina, avanza y piensa más en tu futuro, ya que gracias a él podrás disfrutar de cosas geniales, momentos inolvidables con personas que serán importantes en tu vida y que, seguramente, estarán siempre a tu lado, gustándoles estar contigo a pesar de todo.

Lidiana Martínez Pérez, 2ºESO A

 

Hola Carlos,

Últimamente te veo muy contento, supongo que será porque has conseguido tu sueño de tener una mujer, dos hijos, y un trabajo que te hace feliz y te permite tener los fines de semana libres para disfrutar de tu familia. Yo sigo igual que la última vez que te escribí, aún me acuerdo que antes solía hacerlo muy a menudo: por tu cumpleaños, en cualquier otra celebración, un día sin más, porque necesitaba contarte cómo me sentía.

El otro día me acordé que tenía que decirte que buscaras en casa de papá y mamá, en nuestro antiguo cuarto, aquel libro de hojas sueltas que escribí durante el 2015 en el que figuran todos los buenos momentos con los amigos y la familia, pero también los malos momentos. Te sugiero que lo leas para que la nostalgia te haga revivir en tu mente bellos recuerdos. Está encima de la mesita de noche.

Sabes, me llena de curiosidad la respuesta que tú tienes a la pregunta que yo hoy me hago: ¿Qué fue de Camilo y Valentina, mis periquitos? Bueno, si te digo la verdad, prefiero que no me lo cuentes y que el propio destino sí lo haga por ti.

También me gustaría saber cómo están mis profesores de secundaria, ya que me quedan dos años en el colegio, y no sé si los volveré a ver algún día…

Espero que tú ya hayas visto la saga de “Harry Potter” ya que yo no, y la de “Indiana Jones” también…

Po cierto, al final ¿Hiciste bachillerato o hiciste algún módulo? ¡Estoy muy nervioso, necesito saber eso!

Siempre he soñado con tener mascotas ¿También lo has conseguido? Si es que sí, ¿Cuál? Si es que no, ¿Por qué? Espero que tengas periquitos, un perrito y una gata. Ojalá que sea así.

Bueno me tengo que despedir.

Espero tu respuesta,

¡Adiós!

Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

 

 

EL OTRO YO 

Mario Benedetti

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había quitado la vida.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

BREVE REFLEXIÓN:

El pobre Armando pasó buena parte de su vida intentando conciliar y limar asperezas entre dos personalidades radicalmente opuestas. Una de ellas siempre intentaba por todos los medios imponerse y alzarse victoriosa frente a la otra; y Armando, aunque erróneamente, terminaba declinando la balanza en favor de la más fuerte, tratando de evitar con ello más quebraderos de cabeza.

Esta postura no era justa, pero todo podría haber quedado ahí, de no ser porque esa lucha la lidiaba Armando en su propio interior. Su yo rudo, implacable, tosco y osado se empeñaba en derrotar, aniquilar y destruir por entero a su yo sensible, profundo e inseguro, quien entonces lloraba desolado al sentirse arrinconado, perdido y desesperadamente solo.

A Armando, por mucho que le costase reconocerlo, –y de hecho nunca lo haría-, esta situación le incomodaba y no le hacía en absoluto feliz. Quería a sus dos yo por igual, cada uno –por separado- le aportaba cosas únicas y especiales, y aunque en ocasiones recelase de algunas de sus cualidades, o incluso las llegara a aborrecer o a menospreciar, sabía que sin ellas nunca hubiera sido Armando; y Armando era una persona con sueños, con luces y sombras, con ganas de encontrar su lugar, de amar y ser amado, de desmelenarse y dejarse llevar, guardándose la seriedad para las cosas importantes.

Armando se enfrentó, como muchos otros antes, al mayor enigma del ser humano: saber cómo era en realidad, y cuando lo resolvió, rehusó la respuesta, ¿y por qué? tal vez por miedo a no gustar, a ser rechazado, a decepcionar a aquellos en los que él había confiado las más altas expectativas. Y, cómo no, se equivocó, porque desde entonces dejó de ser Armando para ser una vulgar parodia de sí mismo, una mitad sin vida arrojada al inescrutable juicio de los demás, un yo ahogado en su propia búsqueda que se quedó huérfano de espíritu, de esencia.

Armando desestimó de él esa parte que le hacía diferente frente a los demás, y eso marcó su final. Armando no se escuchó, ni se habló a sí mismo con sinceridad, aplacó el grito sofocante de su voz, que se fue haciendo cada vez más inaudible; Armando trabajó arduamente en la creación de otra persona, la que le hubiera gustado ser pero no fue, y tal fue el esfuerzo depositado en dicha obra, que se olvidó de volar libre siendo simplemente él.

La de Armando fue una historia triste, de esas que dejan un sabor amargo, pero quizá de no ser así su lección no nos hubiera afectado tan profundamente. Sólo tenemos una oportunidad para mostrarnos al mundo como realmente somos, sin miedo, sin perjuicios, disfrutando del mero hecho de vivir, para que llegado el ocaso de nuestra existencia sólo nos quede paz, y la satisfacción de haber hecho lo que sentimos de todo corazón.

 

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Orígenes

Era el verano de 1973, cuando mis padres y yo nos disponíamos a disfrutar de nuestras primeras vacaciones en familia. Nunca antes habíamos tenido ocasión de despedirnos, al menos, temporalmente, de la ciudad con la que habíamos compartido tantos días y noches, para entrar en contacto con nuevos olores, sabores, fragancias e incluso nuevas gentes e historias, que le confiriesen a nuestro espíritu parte de una magia jamás concebida.

Abandonamos Madrid con la sensación de nostalgia atravesada en nuestras gargantas, pero al mismo tiempo felices. No podíamos saber qué nos depararía el nuevo destino, pero de lo que sí estábamos convencidos los tres es de que nuestra predisposición era mucho más que buena. Y con esa actitud positiva, que no solía ser muy usual en mi padre y en mí, emprendimos rumbo a la bonita y emblemática aldea de mi bisabuela, a la que por cierto no conocía (o mejor dicho, no recordaba, porque la última vez que la había visto era demasiado pequeña).
Con ella me pasaba algo muy curioso, sin apenas haber tenido contacto físico más allá de en tres ocasiones contadas, sí recuerdo la sensación del día en que nos vimos por primera vez, y lo sé porque fue idéntica a la segunda, y algo me decía que sería igual en la tercera, lo que me provocaba cierto nerviosismo e inquietud. No sabría ponerle nombre a aquella insólita sensación, pero es como si de alguna forma mi corazón me hubiese indicado que ella, mi tan venerada bisabuela, era mi alma gemela, la semilla de mi personalidad, mi referente, mi yo adulto…

Durante todo el trayecto traté de imaginarme cómo sería el hecho de volver a verla, lo que hizo que los minutos y las horas a bordo del 600 pasaran a un ritmo frenético.

A las 11:00 de la mañana llegamos a la maravillosa villa de Montensueño. Poco tiempo después estábamos frente a una humilde casa de madera, que muy a pesar de su evidente sencillez, despertaba una calidez y encanto que la hacían destacar sobremanera frente a todas las demás viviendas de alrededor. Golpeamos dos veces la puerta y cuando nos disponíamos a hacerlo una tercera, nos alertó desde el interior la voz dulce y melódica de una mujer: ¡Mi abuela!

Nada más abrir el portón salté sobre sus brazos. Llevaba más de seis meses sin verla, ya que ella había decidido trasladarse a vivir con mi bisabuela para poder estar cerca de ella y cuidarla. Yo adoraba a mi madre, pero siempre, por alguna razón que desconocía, había tenido una conexión especial con mi abuela, aunque paradójicamente, mi padre dijera que éramos radicalmente distintas. Y lo mismo me sucedía con mi madre, dos caracteres muy diferentes que, sin embargo, necesitaban el uno del otro para complementarse.

Cuando llegamos a la altura del precioso y cuidado jardín, pude ver desde el imponente portón de cristal el reflejo de mi bisabuela sentada en una mecedora mirando al cielo. Era muy mayor, creo que rondaría los 98 años, sin embargo, y a pesar de su avanzada edad, me pareció un rostro lleno de vida que albergaba en cada una de sus arrugas recuerdos de valor incalculable. Mi bisabuela desprendía dulzura y energía por cada poro de su curtida piel. Cuando se volvió y me regaló su sonrisa, sentí como si siempre hubiera estado a mi lado. De nuevo me abrazó esa sensación, pero esta vez sí la supe interpretar: mi bisabuela era la persona a la que debía mi forma de ser, lo intuí por sus gestos, incluso por su manera de apoyarse sobre el respaldo, por su manera de torcer la boca al sonreír. Y con el devenir de los días, mis sospechas fueron cobrando cada vez más fundamento.

Una semana después llegaron mis primos. A algunos sí los veía más a menudo, pues éramos prácticamente vecinos en Madrid; pero a otros sólo les podía ver en esa corta estación del año, así que ninguno de nosotros derrochaba ni un segundo de esa experiencia, pues de lo vivido en ella nos alimentaríamos de bonitos sueños el resto del año.

Mis primos y yo, éramos siete en total, teníamos personalidades muy variopintas, que sólo coincidían entre sí en aspectos quizá poco significativos, pero lo cierto es que ello no parecía preocuparnos en exceso, porque nos amábamos con locura. Yo no había tenido hermanos, así que ellos habían cubierto con creces esa ausencia. Sabía que siempre, sin dudarlo, podría contar con ellos. No importaba la distancia, ni el tiempo transcurrido, ellos serían mi familia en lo bueno y en lo malo.

Una tarde, cansados de haber estado jugando todo el día en el jardín y los alrededores, decidimos, por unanimidad, ir a indagar los recovecos de la casa. Cuan espías, recorrimos juntos y de puntillas cada una de las estancias, las cuales nos dejaron prendados por su colosal tamaño. Sin embargo, lo que más nos llamó la atención fue la ingente cantidad de fotografías repartidas por todas las habitaciones, incluidos los pasillos. Imágenes que mostraban en actitud divertida y distendida a muchos de nuestros conocidos: padres, tíos, abuelos…También a nosotros, en las que habían sido las mejores aventuras de nuestras vidas. Y por último, a personas que nos resultaban del todo desconocidas.

En principio, acordamos no revelar a los mayores que habíamos estado investigando por toda la casa, pues nos asustaba la posibilidad de un castigo, pero nuestra insaciable curiosidad pudo con nosotros y, finalmente, bajamos al salón, donde todos se habían reunido, y confesamos nuestro secreto con la intención de desvelar la identidad de esos agentes no conocidos (como así los habíamos bautizado), y saber así si guardábamos con ellos alguna relación de parentesco. Esto último vino a colación de que Rafa encontró parecido entre ellos y algunos de nosotros.

Los mayores, en contra de todo pronóstico, arrancaron en sonoras carcajadas, que sólo se vieron interrumpidas cuando mi bisabuela trazó un gran plan que gritó con entusiasmo: ¡Ayudadme niños a hacer un árbol genealógico! Sólo conociendo el pasado y con él vuestros orígenes, comprenderéis vuestro presente.

Y así fue como transcurrió el verano más inolvidable de toda mi vida, con la imagen de ocho niños sentados junto a su bisabuela componiendo su propia historia.

Aquel septiembre de 1973 mi bisabuela nos dejó, y de alguna manera yo sentí que había perdido parte de mi ser para siempre, pero poco después descubrí que la herencia de su energía me había hecho inconmensurablemente fuerte.

Árbol Genealógico

«La familia es el País del corazón. Hay un ángel en la familia que por la influencia misteriosa de la gracia, la dulzura y el amor, hace que el cumplimiento de los deberes sea una tarea menos fatigosa y las penas sean menos amargas. Definitivamente, el amor familiar es uno de los sentimientos más sagrados de la humanidad”.

Nguyen Vinh Tien

 Árbol Genealógico de Inés Mira Pérez, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Jordi Vilaplana Sola, 2ºESO B

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Árbol Genealógico de Laura Pérez Bernabéu, 2ºESO A

Árbol Genealógico de Raquel Monllor Guillem, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

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Si pudiera tener un poder…

A veces me siento extraña en un mundo que me resulta inhóspito y desconcertante. Hay tantas cosas que no entiendo y sé que nunca comprenderé, que la frustración se ha convertido en casi un estado de ánimo. Miles de porqués fluyen en vano suspendidos en un aire cansado de respirar, tristes y abandonados a una tediosa soledad que les ha vetado su libertad y con ella, la posibilidad de encontrar respuestas; por lo que terminarán volatilizándose sin más, resignados al temido olvido.

En momentos en los que la cruda realidad supera con creces a la ficción, y el dolor no conoce límites, simplemente me gustaría cerrar los ojos y autoconvencerme de que en nuestra Tierra, la que altruistamente nos fue concedida a los seres humanos bajo la promesa de que cuidáramos de ella, sigue habiendo un ápice de esperanza, sueños por cumplir, y metas por alcanzar, y que es un lugar digno para la vida…Pero no puedo evitar que me atenace el escepticismo, cuando veo al hombre convertido en un propio lobo para sí mismo. Cuando es el odio, la ira irracional y el rencor infundado quienes batallan por monopolizar el mundo, y no así la fraternidad, el amor y la empatía.

Sé que sólo soy una minúscula partícula en mitad de este universo infinito, y que por tanto mi aportación -aun con la mejor de las intenciones- no podría representar apenas nada sobre el conjunto de la sociedad, pero sí quizá en el corazón de mis seres queridos. Y eso, de alguna manera, ya es más que mucho…Si todos los días regalásemos bellas palabras; si antes de enervarnos sin razón, sopesáramos la necesidad de hacerlo; si sonriéramos más, agradeciéramos de verdad cada segundo de vida, de aire puro en nuestro interior; si alabásemos la presencia del sol que nos regala un nuevo día, y nos dedicáramos a vivirlo en paz, sin juicios injustificados, ni mentiras, ni recelos, sólo sorbiendo el jugo de un nuevo y trepidante pasaje, quizá así seríamos mucho más felices, y el mundo entero lo sería con nosotros.

Cuando les pregunté a los alumnos que pensaran en la posibilidad de tener un poder, uno cualquiera, yo también pensé en el que yo elegiría. Sé bien que el mío está custodiado por la cámara infranqueable de la utopía, pero quién sabe, quizá algún día, si nuestra entereza no se aflige, nuestro deseo avanza unánime y con firmeza, y llegamos a la conclusión de que LA PAZ no es una causa por la que merezca la pena esforzarse, sino que es la única razón de ser de todos nosotros, la que de verdad justifica nuestra existencia; tal vez entonces la humanidad al completo nos habremos convertido, sin siquiera sospecharlo, en magos que devolvieron al mundo, nuestro mundo, la magia que nunca debería haberse ido.

Si pudiera tener un poder…Sin dudarlo, me elevaría a lo más alto, agitaría mi varita de los deseos y dejaría que la inocencia comenzase un recorrido incandescente por calles y hogares escondidos, por rincones olvidados, lugares arrasados por el horror, y corazones desolados; y siguiera su curso por el interior de almas perdidas, por barrios y plazas, por lugares emblemáticos, y bellas terrazas, que no dejase a su paso ni un solo metro por conquistar, para que a la mañana siguiente, al despertar de un tedioso letargo, todos fuésemos un poco más niños, y recordásemos la importancia vital de CREAR UN MUNDO MEJOR.

Varita
“Cuando el poder del amor, supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz”.

Sri Chinmoy Ghose

Pepe Fernández León, 2ºESO B

Si yo pudiera tener un poder sería el de hacer que la gente pudiera vivir en paz. Con este poder podría hacer verdaderas maravillas. Es un poder que un humano no puede conseguir sin más porque siempre hay algo por el que pelearse, aunque sea una tontería. A veces nos peleamos por cosas que no vienen a cuento. Por eso yo creo que eso será imposible si seguimos comportándonos de la manera en que lo hacemos. Ojalá no hubiera tantas injusticias, ni tantas desigualdades culturales, de sexo, etc. Ojalá todas las guerras que ya han pasado no se volvieran a repetir en la historia. Ojalá que cesasen todos los atentados, incluso que ninguno hubiera tenido lugar; ojalá que la gente no pasara tanta hambre. Hay tantos ojalás. Por eso yo quisiera tener ese poder, para conseguir que todos esos `ojalás´ no existieran y fueran sencillamente una realidad.

Yo creo que la paz en el mundo no existe, y sin duda no existirá, si seguimos por la misma senda. Siempre habrá alguien que quiera interrumpir esa paz y convertirla en un conflicto. El poder de “hacer que la gente viviera en paz” sería casi un milagro más que un poder. Uno se puede hacer un millón de preguntas sobre por qué hay gente que no quiere vivir en paz, el problema es que nunca sacará una respuesta en claro, porque es evidente que no la hay.

Las personas que no saben convivir con otras culturas distintas a la suya, y respetar las diferencias, son personas que nunca sabrán convivir en paz con el mundo. En esta sociedad hay tantas injusticias que es imposible contarlas con los dedos de las manos. Espero y deseo que algún día, aunque sólo fuera por un minuto, reinase la paz mundial. Lo que yo verdaderamente no entiendo es por qué la gente tiene que abandonar sus casas, sus familias, sus amigos para huir de toda esa gente que no sabe lo que es algo tan importante en este mundo como vivir en paz. Hay gente que es bastante egoísta y quiere mandar en la vida de los demás. Yo daría lo que fuera por tener ese poder, al menos por un día…

Yo sueño con un mundo sin violencia, sin guerras…Y sé que si el deseo es unánime y lo buscamos de verdad, de corazón, juntos podemos hacer ese sueño realidad, pero lo tenemos que hacer entre todos, porque si una persona no está dispuesta a vivir en paz con los demás, ese sueño ya no podrá tener lugar.

Ojalá el mundo llegue a estar tranquilo y en armonía alguna vez, aunque yo no esté para verlo, pero es lo que verdaderamente quiero y deseo.

Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

Si yo pudiera tener un poder especial elegiría el de ver el futuro para intentar cambiar aquello que pudiera prever.

Gracias a esto, vería el porvenir de mi familia, de la gente que me pidiera consulta, e incluso mi propio futuro. No consistiría en leer la mano, aunque bien es cierto que las manos cuentan vidas, es realmente curioso que simples rayas de izquierda a derecha, puedan ser las mejores guardianas de tantos y tantos recuerdos.
Tampoco me agradaría tener sueños presagios, ya que eso lo puede tener cualquier persona en cualquier momento. Los sueños presagios son sueños que parecen reales, y luego se reproducen casi exactos al despertar.

Mi poder consistiría en cerrar los ojos y visionar unas revelaciones ciertas, con mi poder podría ayudar a la ciencia en la prevención de enfermedades. Podría anticipar acciones de las personas y ayudarles a rectificar a tiempo, porque a menudo las personas cometen fallos o errores que cambian la vida. Mis prevenciones ayudarían al mundo a ser un poco mejor.

Luego me gustaría tener el poder de viajar en el tiempo, ir a la Prehistoria y así entender el pasado mejor, pasando por los reinados de los faraones, las enseñanzas de Platón en la Antigua Grecia. Realizar una travesía a bordo del emblemático velero Santa María junto a Cristóbal Colón; pasando por los años 60, 70, 80 y 90, para descubrir las técnicas de baile perfectas de Elvis Presley o de Michael Jackson, entre muchos otros.

De esta manera también podría adivinar cosas nuevas que no sabemos del pasado.

Luego iría a hacer un viajecito o un gran viaje al futuro. Me gustaría saber qué pasará en él, para así, en la medida de mis posibilidades, cambiar el rumbo de las cosas: inundaciones, tan salvajes como las que suelen nombrar en la televisión; guerras; un futuro donde la robótica vaya arrinconando al propio ser humano… Aunque lo malo es que quizá también podría visionar el día del juicio final, ya que el Sol, como estrella que es, algún día, inevitablemente, se cansará de nosotros.
Pero este trepidante viaje también me reservaría partes buenas, vería quizá coches voladores, nuevos e ingeniosos medios de transporte… Todas estas cosas podría visionarlas y así contar a la humanidad o a los científicos los secretos que aguarda este enorme signo de interrogación llamado vida.

Este sería mi superpoder, si lo pudiera elegir, claro, creo que ver el futuro sólo con cerrar los ojos o viajar en el tiempo para ayudar a la ciencia sería un gran avance para la humanidad.

Aitana Palao, 2ºESO B

Era una cálida tarde de otoño. El cielo se teñía de tonos rojos y anaranjados. Las hojas danzaban al son de una música imaginaria. Amarillas, verdes, marrones… a Jane le encantaba contemplar la caída de las hojas a través de la ventana del salón.

Le gustaban los paisajes desiertos, la gente le agobiaba, y así, las oscuras y apagadas voces que sonaban en su cabeza no la molestaban. Ella siempre había sido una persona normal, hasta aquel día. Seguía teniendo pesadillas sobre aquello. A pesar de eso era medianamente feliz.

Un portazo interrumpió de golpe sus pensamientos. Le entristecía ver que su hijo nunca volvía a casa acompañado, pero Jane no podía hacer nada con respecto a las amistadas de él. James había madurado demasiado deprisa, pero las circunstancias le hacían difícil disfrutar de su niñez. Con la familia se mostraba como un niño feliz y normal, aunque en el fondo no fuera así. Jane reparó en el cardenal que le cubría todo el ojo izquierdo.

-¿Qué te ha pasado? Preguntó espantada.

-Nada, me he caído y me he dado contra una silla.

James tenía los ojos tristes y vacíos. Sabía que no era verdad, pero a ella no le gustaba meterse en los pensamientos de la gente que quería.

-James, sabes que puedes contarme lo que quieras, pero no me mientas, ¿ha sido un accidente o no?

No contestó, pero no hizo falta, una lágrima empezó a descender por su rosado pómulo. No le gustaba que los otros niños se metieran con él porque decían que su madre estaba loca, se sentía responsable, y no entendía cómo los niños podían ser tan crueles.

-¿Quieres que hablemos?

Su tono sonó extrañamente tranquilizador. James asintió y más lágrimas se agolparon en sus bonitos ojos azules.

Tras unos largos minutos de reflexión. Tocaron a la puerta muy suavemente.

-¿Interrumpo?

-No, claro que no, pasa.

Jane nunca se cansaba de ver esos grandes ojos pardos y ese revoltoso cabello castaño. Su figura esbelta se asomaba por la puerta.
Noah se sentó junto a ella y la rodeó con sus fuertes brazos. Tras una hora de habla -larga y tendida-, miró el reloj y vio lo tarde que era.

-Es tarde, voy a ir preparando la cena.

Después de una cena tranquila en la cocina, acostaron a James y los dos se quedaron acurrucados en el sofá. Noah veía la tele, y Jane empezó a cerrar los ojos…

“¿Está muerta?”, “No se mueve…”, “Pero sí que respira, ¿no?”
(El cuerpo de una niña de doce años se encontraba entre la fina línea que separa la vida de la muerte… Tras una gran explosión, Jane sólo recordaba gente mirándola y dudando si llamar a emergencias. Estaba lisiada, pero por lo demás se notaba normal, hasta que empezó a oír las voces de las personas que estaban allí, pero no movían los labios… De repente, apareció en una habitación de hospital. Había unos globos sujetados a la cama y una docena de peluches y demás regalos horteras agolpados en la pequeña estancia. Vio a sus padres durmiendo en un sillón con aspecto incómodo, pero no veía por ninguna parte a su hermana… Un trueno estalló en el oscuro cielo, y apareció en un cementerio, pero había una lápida que le llamó la atención. Ese nombre, esos apellidos, esa foto de esa pequeña niña, y esa fecha, que se le quedó marcada como fuego en la piel.

Se despertó sobresaltada, la tele estaba encendida, y Noah, dormido. Otra vez ese estúpido sueño, bueno, más bien ese estúpido recuerdo que le hacía añorar a su pequeña hermana cada vez más…).

-¿Otra vez la pesadilla?

-Otra vez.

-No puedes continuar así, acabarás consumiéndote por una cosa que pasó hace años.

-¿Y qué quieres que haga? No puedo hacer nada. Pero todas las noches esa pesadilla me recuerda que ya no me queda nadie…

-Por favor Jane, no digas eso, nos tienes a James y a mí, y te queremos más de lo que nadie podrá hacerlo jamás.

-Noah…

Una preciosa sonrisa se dibujó en su cara, enseñando su perfecta dentadura. Cuando se reía, la pequeña cicatriz de su labio inferior casi desparecía, pero a ella no le molestaba, todo lo contrario, le recordaba todo lo que habían pasado juntos.
Se despertó con los tenues rayos de luz que intentaban colarse por la ventana.

-Buenos días

Salía del baño con sus vaqueros negros y su sudadera roja que tanto le gustaba. Tenía el pelo húmedo, y parecía que hubiera hecho un nulo intento de peinarse.

-Hoy es el gran día, tenemos una hora para ir a presentar el libro, ya he dejado a James en casa de mis padres y…

Jane dejó de escuchar, y los recuerdos empezaron a invadir su mente…

“Jane Grace, ¡enhorabuena! Ya pertenece oficialmente al cuerpo militar de los Estados Unidos”. ..
(Estaba harta de aguantar la tristeza que le rondaba por el cuerpo como la sangre por sus venas. Estaba harta de no salir nunca, estaba harta de decirse a sí misma que las cosas cambiarían, así que, como no le quedaba nadie, decidió alistarse en el ejército y hacer algo de provecho. Ya llevaba cuatro años trabajando duro, hasta que la ascendieron a coronel y la enviaron a la guerra de Afganistán. Ya había entrado en combate muchas veces, pero Afganistán le daba más miedo, el lugar, la relevancia de la batalla…)

-¿Jane?, ¿me estás escuchando?

Su voz la devolvió a la realidad.

-Claro, el libro, James y todo eso.

-Sabes que te apoyo en todo, puedes contarme lo que sea.

-Sí, sí, sólo estaba recordando, ya sabes, lo de siempre.

Forzó una sonrisa que pareció convencer a Noah, y pusieron rumbo a la presentación de su libro.

Tras un largo discurso por parte de Jane, pasaron al banquete y al montón de gente.

-Noah, necesito salir un rato.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, gracias, me vendrá bien pasear un rato sola.

-Lo que prefieras, estaré aquí todo el rato, si necesitas algo me llamas.

-Vale, en nada vuelvo.

Si algo inquietaba más a Jane que las pesadillas eran los momentos en los que se ponía a recordar y se ausentaba de la realidad. Suponía que era otro efecto secundario de la explosión radioactiva, como la muerte de su hermana o la enfermedad de sus padres.

“Lydia, me voy a Afganistán, por favor, prométeme que no te vas a enfadar conmigo, eres la única persona que me puede llegar a soportar, y para mí ya es difícil marcharme, como para que me eches el sermón de lo irresponsable que soy al tomar esta decisión.” “¿No me has dejado hablar y ya me estás juzgando?” Dijo Lydia con sorna. “Te juzgo porque te conozco” “Y porque puedes leerme la mente, ¿por ejemplo?” “Cállate” Y las dos empezaron a reírse, pero Jane lanzó una mirada fulminante a Lydia, y ésta comprendió la seriedad de la situación. “Cuídate” “Créeme que lo haré, pero me preocupo por ti” Afirmó tristemente Jane.

Ella recordaba el interminable trayecto a Afganistán, aquel cielo oscuro, aquellos gritos ahogados que retumbaban en las rocas, aquellas caras de terror… Pero no podía mostrarse afectada, muchos soldados dependían de ella, así que se puso a repasar las estrategias y a comprobar que no quedaba ningún cabo suelto.

“Coronel, estamos a punto de atracar, allí nos esperarán con unos camiones para llevarnos a la base”.

“Claro, avisa a las soldados.”

“Sí, señor”

(De repente, Jane ya no sabía ni dónde estaba, ni cúanto tiempo había estado caminando, así que decidió volver tras sus pasos, supuso que ya estarían preocupados por ella).

-Llevas dos horas fuera, empezaba a preocuparme.

-No pasa nada, estaba paseando.

-¿Estás bien?, ¿necesitas hablar?

Jane asintió y salieron a un banco cerca del comedor.

-No sé si ha sido una buena idea lanzar este libro. Tengo dudas sobre la aceptación del público.

-A mi Jane de siempre le daba igual la opinión de los demás.

-No es eso, sólo que tengo miedo, me ha costado mucho. La gente se lo toma como un libro de ficción, aunque en realidad están leyendo mi historia.

-Eso ya lo sé, pero si sale mal estaremos aquí para apoyarte.

-¿Interrumpo tortolitos?

Su mejor amiga se asomó entre los frondosos árboles.

-¡Lydia!¡Creía que ya no vendrías!

-Y perderme el triunfo de mi mejor amiga, no gracias.

Jane corrió a abrazarla, ahora sí que le daba igual el éxito del libro, sabía que su mejor amiga estaba bien y eso ya la tranquilizaba.

-¿Pasamos dentro?

-Ni lo dudes, ya sabes cuánto me gustan las fiestas.

-No hace falta que lo jures. Dijo Jane. Y se adentraron en la aglomerada estancia.

-Creo que voy a hacer lo mismo que tú y dejar ya el ejército, estoy cansada de todo esto, creo que quiero formar una familia. Dijo Lydia, y por primera vez sin sarcasmos.

-¿Tú?, ¿formar una familia?

Dijo Noah riéndose.

-Anda Noah, no seas malo, a lo mejor le apetece sentar la cabeza.

-Gracias.

-Si quieres te puedes quedar a dormir en casa, hay sitio de sobra.

-No, me voy a visitar a mis padres, hace más de tres meses que no los veo.

-Como quieras, pero ya sabes que tienes un sitio con nosotros.

-Gracias, lo tendré en cuenta.

Y desapareció entre los coches del aparcamiento.

Acabaron antes de lo previsto, pero era demasiado tarde para ir a recoger a James, así que decidieron dejarlo estar e ir directamente a casa.

Durante el trayecto no hablaron mucho, cosas irrelevantes para llenar el silencio. En la radio sonaba R.E.M, y en el cielo las estrellas resplandecían…

(Después de llegar a la base, Jane se había dejado llevar por su instinto y lo organizó todo muy bien, pero cuando llegaron al combate, le ocurrió, aquello que tanto temía que le sucediera en el campo de batalla le pasó, el flashback empezó y volvió a recordar aquella noche de la explosión.

Jane se vio arrastrada por varios soldados, se había quedado en estado de shock y su cuerpo no respondía.

Cuando despertó, se encontraba en una improvisada trinchera, no muy segura, pero bien escondida. Se sentía orgullosa del trabajo que hacían las soldados. Pero en ese justo momento un enemigo se abalanzó sobre ella con un cuchillo en la mano. Jane consiguió apartarse y recuperar el aliento, evaluó la situación, no podía coger su arma, el hombre se interponía, así que confió en su agilidad y se abalanzó sobre los pies de aquel extraño hombre. Dio una voltereta y lo empujó al otro lado de la improvisada trinchera. Cogió su daga, pero cuando se giró, no había nadie. Se extrañó, pero no se podía permitir tanto tiempo de ausencia, así que subió al campo de batalla. Se veía muy poco a causa del polvo que levantaban las granadas y demás dispositivos explosivos. Balas silbaban por el aire, y de vez en cuando una brigada de bombarderos surcaba el cielo. Aquello era un desastre, pero no se paró a contemplar aquel horrible paisaje, tenía que actuar. Así que arremetió contra el primer enemigo que vio.

Tras unas horas de confusión y batalla, Jane tenía el brazo sangrando, la cara llena de rasguños y un corte preocupante en la pierna izquierda. Pero aún con las pocas fuerzas que tenía ayudó a unas compañeras en peligro y se desmayó a casusa de la gran cantidad de sangre perdida.)

-¿Jane?

-¿Sí?

-¿Bajas del coche o te vas a quedar a vivir ahí?

-Muy gracioso Noah. Dijo ella con sarcasmo.

Entraron en la casa y Jane se puso su pijama, Noah hizo lo mismo. Él se quedó leyendo y ella apagó la luz y cerró los ojos…

“Vino a ayudarnos y se desmayó, respira, pero no reacciona, ya le ha pasado otras veces.”

“¿Sabéis por qué?” Esa profunda voz de hombre sonaba en su cabeza. “No la había visto en mi vida, ¡qué raro que sea coronel!, le veo poco músculo comparada con las otras, pero es bastante guapa…” Ahí dejó de querer saber lo que pensaba. Estaba tumbada en una camilla lejos del campo de batalla.

“No, pero siempre despierta al cabo de un rato.”

“Es peligroso, si no llego a estar ahí podía haberse matado.”

Jane abrió los ojos, y vio a un hombre alto y musculado, con un uniforme lleno de insignias y la placa de general. Sus ojos eran grandes, y el color oscilaba entre el verde y el marrón. Tenía el pelo revuelto y castaño, y las facciones de la cara muy marcadas. Una nariz respingona, pero no vulgar y se encontraba a pocos centímetros de ella.

“¿Quién eres?, ¿qué hago aquí?”

“Curarte, estás muy débil.”

“No me has contestado a la primera pregunta.”

“Soy el general Noah Chase, de las fuerzas especiales.”

Tras unas cuantas explicaciones y afirmaciones, volvieron al campo de batalla, pero esta vez a informar que se retiraban, les superaban en número y las bajas eran demasiadas.”

-¿Jane, Jane? ¿vas tú a por James o voy yo?

-Mejor los do, ¿no?

-Como quieras.

Fueron a por James, y se lo encontraron sentado junto a su abuelo, y éste le contaba una historia que parecía interesante.

-¡Mamá, papá, ya estáis aquí!

-Sí, pero nos tenemos que ir, es tarde y no queremos molestar.

Jane sabía que no le caía bien a los padres de Noah, no sólo porque les leyera la mente, sino porque se lo hacía saber por indirectas como: “No hace falta que os quedéis a comer, pero si se quieren quedar los chicos…” o “Cuando recojáis al niño no hace falta que venga ella, que si no la molestamos…” Pensándolo bien eran unas indirectas muy directas.

Una vez dentro del coche Noah preguntó:

-¿Qué historia te estaba contando el abuelo?

-Me estaba contando cómo se conocieron él y la abuela, ¿cómo os conocisteis vosotros? Nunca me lo habéis dicho.

-Bueno, tu madre y yo nos conocimos en la guerra de Afganistán, ella estaba…

Y como no, Jane entró en “el trance de los recuerdos”…

“¿Qué tal llevas la pierna coronel?”. Preguntó él con sorna. “Gracias por preguntar, pero bastante bien.” Él echó un vistazo a su pierna e hizo mala cara. “No parece que esté bastante bien, más bien parece infectada.” “¿Ahora eres médico o qué?” Preguntó ella. “Un poco, déjame echar un vistazo” Le quitó la venda y cogió un bote, desinfectante, supuso ella. Echó el líquido transparente en una gasa y la puso sobre la herida. Soltó un quejido y Noah preguntó: “¿Jane, estás bien?” Ella asintió y él siguió con la labor. Tras unos minutos que le parecieron eternos, él colocó una venda nueva y se fue a lavarse las manos. “Gracias” “¿Por qué?, desinfectar una herida no es muy difícil, lo hubieras podido hacer tú sola.” “No, por todo, si no hubieses estado allí…” A Jane se le humedecieron los ojos. “Lo importante es que estuve, y que estás bien.” Los dos sonrieron, y él selló sus labios con los de ella, y todo lo demás, por una vez, no importó.

 Clara Rivas Boronat, 2ºESO B

Un día, sin más, me desperté tranquilamente. Mi madre no estaba, pero me había dejado una nota diciéndome que el desayuno estaba preparado, se había ido a trabajar, otra vez demasiado pronto, para poder mantenernos a mis hermanas y a mí.

Aquella mañana todo iba bien, o por lo menos es lo que pensé yo al principio…

Llegué a la escuela y, de repente… Entré en clase y un tedioso clamor se fue acumulando en mi cabeza, eran los pensamientos de todas las personas que había en dicha aula. Fue muy duro oír cosas como “¡Madre mía como va vestida…!” o “¿De donde comprará la ropa esta niña…?” , pero bueno también cuando vi a mi mejor amiga, Sara, me sentí mucho mejor, porque lo que pasaba por su cabeza era “¿Qué haría yo sin esta chica?”. Y eso anuló todo lo demás. La situación en sí era bastante extraña, todo giraba a mi alrededor, todo parecía dar vueltas en mi interior y yo permanecía ahí, escuchando el pensamiento de las personas… No entendía nada.

Al llegar a mi casa pensé incluso que estaba loca, me tranquilicé por unos minutos y me fui a dormir, pensando que al día siguiente todo volvería a estar igual, pero ¿y si me gustaba la idea de tener algo único?. Algo que fuera sólo mío, algo que desde ese día me iba a hacer especial para siempre…

Octavio Ferrero Miró, 2ºESO B

Me desperté esa mañana y me sentí un poco raro. De repente oí un ruido, pero no era un ruido cualquiera, ¡era el ruido de un tren! Estaba en mitad de las vías del ferrocarril. ¡No me dio tiempo a reaccionar cuando el sonido de la trepidante locomotora se acercaba hacia mí!, Supuse que era el fin, pero de pronto aparecí en mi cama. Entonces pensé que podía haber sido un sueño, pero había sido tan realista…

Me vestí, bajé las escaleras y desayuné . Seguía pensando en mi «sueño». Por curiosidad intenté concentrarme mucho, mirando a mi salón y… ¡Puf! Allí estaba mágicamente, en el salón, me asusté. Hice otra comprobación, concentrándome mucho en la cocina y… ¡estaba en la cocina otra vez! No sabía cómo, pero acababa de adquirir poderes de tele-transportación.

Salí a la calle, cuando vi a lo lejos a una mujer forcejeando con un hombre por un bolso de cuero, inmediatamente me tele-transporté detrás del ladrón, le cogí el bolso de la mujer y el hombre empezó a correr calle abajo, sin pensármelo fui corriendo detrás de él y cuando creí oportuno me tele-transporté delante de él. Se llevó el susto de su vida, le puse la zancadilla y se cayó de bruces en el asfalto. Llamé rápidamente a la policía, el ladrón permanecía en el suelo, la policía vino enseguida. Le pusieron las esposas y se lo llevaron.

Me giré dispuesto a volver a mi casa, y vi a la mujer a la que le había devuelto el bolso, me dio las gracias y me tendió un billete, yo lo rechacé con educación, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Impactado por los acontecimientos, giré la calle cuando de pronto vi un coche enfrente mía, apunto de chocar contra mí, igual que en el sueño. Me desperté y fue entonces cuando me di cuenta de que todo no había sido nada más que eso: un sueño.

Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

Me desperté con una sensación extraña, estaba despierto pero parecía que seguía durmiendo. Empecé mi rutina de todos los días, la misma rutina monótona y aburrida. Me vestí, desayuné, me despedí de mi madre y salí de casa. Miré el reloj, llegaba tarde, bueno, tardísimo. Así que empecé a correr, tenía nueve minutos para cruzar la Gran Vía hasta llegar al instituto, cosa que no sería fácil. En esos momentos deseaba poder controlarlo todo, parar el tráfico y a las personas, y atrasar todos los relojes media hora, yo creo que eso sería algo fantástico, Madrid conseguiría media hora de tranquilidad; las personas, al ver que aún les quedaban treinta minutos para llegar al trabajo, se relajarían y no irían por las avenidas principales con la lengua fuera porque tienen cinco minutos más para llegar a sus oficinas. Todo sería más fácil, pero por desgracia no tenía ese poder, seguía siendo un chico cualquiera de trece años que sigue soñando como si tuviera nueve. Entré tarde a la primera hora y la profesora de Historia no me dejó entrar, así que me quedé en el pasillo. El resto del día fue sobre la marcha, como cualquier otro día de mi rutina habitual. Después de las clases me dirigí hacia casa, saludé a mi madre, comí, hice algún que otro deber del instituto y me puse a terminar mi maqueta, lo que me llevó casi toda la tarde, hasta la hora de dormir. Y me acosté.

Al día siguiente, me volví a levantar y continúe mi rutina habitual. Crucé, como cada mañana la Gran Vía, pero esta vez con un poco más de tiempo, me acordé del poder aquel en el que había pensado el día anterior. Y entonces todo se detuvo, todo menos yo, una sensación extraña y a la vez emocionante se apoderó de mí. Tenía un poder y eso no era algo que tuviera todo el mundo. Incrédulo fui a comprobar si también podía adelantar o atrasar el tiempo, y así fue. Hice volver todo a la normalidad y me dirigí al instituto. La mañana fue mejor de lo que creía, cuando me aburría, adelantaba la clase o incluso adelantaba dos horas para que no tuviéramos que darla. Gastaba bromas a los profesores y a mis compañeros de clase. Todo iba de maravilla, pero ya tocaba irse a casa. De camino a ella, hice lo mismo que en el instituto. Pero después de mucho adelantar y atrasar el tiempo y gastar bromas, todo volvió a ser como siempre, y me aburrí. Pasé la tarde como acostumbraba a hacer, aun teniendo un don, o eso creía, pero me daba miedo malgastarlo.

Me fui a dormir y al día siguiente, nada más levantarme, intenté adelantar el tiempo pero ya no pude, seguían siendo las siete menos cuarto. Intenté pararlo todo pero tampoco pude, fue algo muy extraño. Puede que todo hubiera sido un sueño, o puede que sí que hubiera tenido ese poder, pero no supe aprovecharlo y tal vez por ello, me fue arrebatado.

Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Yo era una niña normal de catorce años, aunque invisible para los demás, no tenía amigos y vivía centrada sólo en los estudios, “una friki”, como se suele decir, y también una cobarde. Todo parecía transcurrir como siempre: las clases, los mismos compañeros, los mismos deberes, hasta que noté que en mi interior algo no iba del todo bien, sentía como si una fuerza se apoderase de mi cuerpo y de mi mente…

Pasadas unas semanas ya no sentía nada, hasta que un miércoles lluvioso de noviembre me desperté, y noté algo raro. De pronto empecé a oir voces susurrando en mi cabeza, voces de otras personas. Me vestí y salí a la calle, ahí fue entonces cuando me di cuenta que lo que oía no eran voces, sino pensamientos, aún no podía creerlo, podía leer la mente. Sus deseos, sus opiniones, sus remordimientos, todo con sólo acercarme a una persona.

Aun sorprendida por la magnitud de mi superpoder, seguí caminando hacia el instituto, sin parar de mirar a mi alrededor. Cuando llegué a la puerta del instituto sonó el timbre y todos se dirigieron a sus respectivas clases; y mientras yo me dirigía a la mía, una de las chicas más presumidas del centro, pasó por mi lado y sin querer me choqué con ella y se le cayeron los libros, ella me insultó, diciéndome que yo era una patosa y una gafe. Yo no la escuchaba, estaba absorta en oír sus pensamientos, permanecí callada unos instantes hasta que le contesté, usando sus debilidades contra ella, haciendo que se pusiera a llorar. La culpa no era mía, sino suya, ella era la primera que había empezado. Ella se fue y yo entré en mi clase, me senté en el pupitre y empecé a escuchar los pensamientos de mis compañeros y de mi profesora. Era asombroso, no me imaginaba que mis compañeros tuvieran tantos problemas, no me había dado cuenta hasta ahora.

Cuando acabaron las clases salí al patio, y empezó todo, comencé a escuchar millones de pensamientos en mi cabeza, unos buenos y algunos malos, hasta ahora no me había dado cuenta de lo mal que lo podían pasar algunas personas más desgraciadas que yo. Los nervios se apoderaron de mí y empezó a dolerme la cabeza, era un dolor sobrehumano. Fue entonces cuando me desperté, solamente había sido un sueño, pero ese sueño me había hecho reflexionar.

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A TODOS LOS MAESTROS DE SUEÑOS

Este es un homenaje a todos los maestros y maestras del mundo…A aquellos que tuve el placer de conocer y a los que me hubiera encantado poder hacerlo; a los que se levantan cada mañana con la misma ilusión; a los que creen en sus alumnos; a aquellos que se enfrentan con coraje a los cambios y sin perder ni un ápice de su alegría. A los valientes que nunca se cansan de soñar; a los que aman esta profesión sin condiciones. A los que alimentan de esperanza y prosperidad mentes ávidas de deseos y de crecer aprendiendo. A aquellos a los que les mueve la ilusión y no les frena el miedo.
A todos, gracias por contribuir a la justicia, por ensalzar la libertad y defender a ultranza el derecho a la EDUCACIÓN. Juntos hacemos que la sociedad quiera ser cada día un poquito mejor.

 

Juegos retóricos

“Dos personas pueden mirar la misma cosa y ver cosas diferentes”, ¡Qué paradoja! podríais pensar…Pero si reparáis detenidamente en el sentido implícito de esta afirmación de Dulce María Loynaz, es muy probable que intuyáis a qué quiso hacer referencia la poeta con él.

Es cierto que vivimos en una sociedad de acusados contrastes, pero aun teniendo en cuenta esta obviedad insalvable, creo que no es lícito, ni justo afirmar que todo en ella es o blanco o negro, pues la paleta cromática es mucho más visible en nuestro día a día de lo que quizá pudiéramos siquiera sospechar. Sencillamente porque la vida, sin la alegría que proporcionan los colores, sería un estanque inerte, gris e irremediablemente triste, en el que a nadie le gustaría estar.

Y somos nosotros, con nuestras variopintas y genuinas opiniones, quienes llenamos de complejidad, pasión, locura, retos y altas dosis de emoción cada nuevo día, convirtiéndole en único y diferente frente a todos los demás.

No me imagino un mundo con uniformidad de pensamiento, que no ose jamás discrepar. Ni me gusta creer que sólo una respuesta será incondicionalmente más válida que cualquier otra; que no pueda haber un punto de vista que no sea susceptible de generar debate; y que la riqueza expresiva de cada ser pase inadvertida a nuestros sentidos.

Creo en la magia de las palabras, porque al contrario de lo que muchos pudieran pensar, éstas pueden cambiar el mundo. A veces, cuando nadie me ve, las cambio de lugar, las desordeno, las reemplazo por semejantes, las abrazo, las amo, las antepongo o las comparo, las cubro bajo un tupido velo, o las dejo brillar exuberantes, las cambio de lugar o les reservo una posición preferente; otras veces las tiño de sutileza y otras me embriago de su naturalidad y arrollador carácter. En ocasiones disfrutan de su soledad y otras tantas necesitan de la compañía de buenos amigos. Pero lo que nunca puede pasar con ellas es que las olvide. Me entusiasma demasiado su forma de crear poesía.

Mis alumnos, dignos herederos de esta afición, nos regalan hoy sus mejores juegos retóricos…

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LA HIPÉRBOLE

Natalia Teruel Santoyo e Inés Mira Pérez, 2ºESO B

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LA PERSONIFICACIÓN

Claudia Hidalgo Bañón y Ainara Bautista Bayona, 2ºESO A

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LA HIPÉRBOLE

Carlos Díaz Carricondo y Pau Verdú Palau, 2ºESO B

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 EL PARALELISMO Y LA PERSONIFICACIÓN

Lucía Tárraga Romero y Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

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Carlos Bornay Ramón y Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE

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Clara Valero Cespedosa y Raquel Monllor Guillem, 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE

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Carlos Díaz Carricondo, 2ºESO A

LA METÁFORA

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Clara Rivas Boronat y Carla Valero Ruiz, 2ºESO B

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Javier Latorre Martí y Eduardo Vicedo Ortega, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE Y LA PERSONIFICACIÓN

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Lucía Valls Hernández y Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

LA PERSONIFICACIÓN Y LA HIPÉRBOLE

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Emilio Hueso Romero, 2ºESO A

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Jordi Vilaplana Sola e Irene Picó Samper, 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE

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Lidiana Martínez Pérez y Laura Azorín Rico, 2ºESO A

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Annais Díaz-Cacho Pérez, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE

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Silvia Casanova Llinares y Nerea Giner Aguado, 2ºESO A y 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE Y LA PERSONIFICACIÓN

El árbol de las mil historias

Un día cualquiera, hace muchos, muchísimos años, alguien tuvo una idea; puede que no fuera la más ingeniosa, ni siquiera demasiado original, puede incluso que otros la hubieran imaginado antes, pero prefirieron reprimir su deseo de hacerla volar… Hasta que llegó él, el corazón que le dio a esa mano el coraje para escribirla, que no privó a sus articulaciones del genuino placer de una danza no pautada, liberándola así a la exultación de un escenario en blanco, preparado para el desfile sinuoso y curvilíneo de sus letras…

Letras de arrolladora personalidad que se aunaron formando bellas palabras; vocablos y más vocablos hermanados entre sí creando un pensamiento unívoco, la aventura hecha prosa de un valiente soñador. Y de esta manera, la historia que había nacido y crecido en aquel apabullante interior fue desplegando sus alas a la luz de la atenta mirada de aquellos que la quisieron contemplar, permitiendo que su intensidad no perdiese jamás su efervescencia.

Aquel relato se antepuso con coraje a los desafíos del tiempo, buscando siempre el mejor refugio en la caricia reconfortante de un tacto cálido, ávido de guardar para sí el perfume de esa personal esencia y procurarle un nuevo hogar.

Y así transcurrió su vida, sin rumbo fijo, abandonado a la emoción de una itinerante travesía por cielo, tierra y mar; con las compuertas abiertas a la espera de un intrépido navegante, decidido a embarcarse en la experiencia que prometían unas veteranas páginas.

Aquella historia, que en el momento de su nacimiento, nada le hizo sospechar que llegaría tan lejos, sonríe ahora plácidamente entre nuestras manos, mientras entre sus líneas viajan libres un sinfín de recuerdos, como el sesgo de una lágrima perdida, o el eco lejano de miles de voces susurrando palabras llenas de fuerza y valor, como el recorrido tenue de las yemas de unos dedos sobre el papel curtido; o los inconfundibles sollozos, o las contagiosas carcajadas… Lecciones para no olvidar y muchas otras para entender sólo con el fruto de los años…

No le fue fácil ni a aquel primer libro, ni a todos los que vinieron después, asumir que su lugar era estar en todas partes, incondicionalmente dispuestos para todo aquel que necesitase de ellos, preferían la comodidad de una vida sedentaria, pero al entrar en contacto con las emociones y sentimientos más profundos de la gente, comprendieron que habían creado las más sólidas raíces, fuentes de luz y de vida, cauce de nuevas e increíbles historias que serán la inspiración de todas las que vendrán. Y esto es sólo el principio…

“(…) No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye…”

WALT WHITMAN

OJOS DE SOLEDAD por Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

Todo comenzó aquel gélido invierno. Era un lunes de 1932 , Lynette era una joven de familia prestigiosa, cuyo único miedo era el tiempo, una joven consentida a la que no le complacía reconocer las verdades de la vida, su única preocupación era ser como Peter Pan y vivir en el país de nunca jamás para siempre. Lynette se embarcaba en aquel país, donde solo ella podía oír el ruido del oleaje. Ella sólo quería ser la juventud y la alegría y sentirse como un pajarillo recién salido del huevo.

Pero un día en la penumbra del atardecer, Lynette se adentró en una pequeña librería de París en busca de nuevos ejemplares. En ese momento vio a una joven. Su rostro y sus brazos vestían una piel pálida, casi translúcida, con rasgos afilados dibujados a trazo firme bajo una cabellera negra brillante, que brillaba como una piedra humedecida. Pero algo en su porte y en el modo en que el alma parecía caerle a los pies la diferenciaba. Parecía atrapada en un estado de perpetua juventud. Sus labios esbozaban una sonrisa tímida y temblorosa. Sus ojos palpaban el vacío, pupilas blancas como el mármol, tenía algo en aquellos ojos blancos, algo que la distinguía de las demás chicas. Estaba ciega.

Lynette se acercó a preguntar qué hacía una chica que no podía leer en aquel lugar, fue entonces cuando la muchacha habló. Con esa voz de cristal, trasparente y tan frágil que le pareció que sus palabras se quebrarían.

Le contó que ella leía con ojos de prestado, y que para ella esto era un mundo de sombras. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante Lynette supo que en aquella ocasión podría hacer el bien en vez del mal, hipnotizada por aquella mirada de porcelana, con ojos sin lágrimas ni engaños. Lynette se arrepintió de aquella pregunta y fue entonces cuando sugirió que ella podría ser aquellos ojos, pues ella no conocía el placer de leer, de explorar puertas que se te abrían en el alma y así poder devolverle la vista que había perdido.

Cada mañana las dos muchachas se reunían en la pequeña librería de París.

La joven sin nombre, al parecer se llamaba Adeline, sostenía que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino en tu corazón.

Aquella joven le enseñó que no había lenguas muertas, sino cerebros aletargados y que la codicia era pecado mortal de necesidad.

Lynette cada vez quería saber más sobre Adeline y su misterioso pasado. Era como un silencio a gritos que aun no había aprendido a acallar con palabras, pero Adeline sólo quería dejarse envolver por el sortilegio de la historia y su mundo.

Cada vez que leía, la voz de Lynette comenzaba un tanto envarada al principio, pero poco a poco se iba relajando y pronto se olvidaba de que estaba recitando, para volver a sumergirse en la narración, descubriendo cadencias y giros en la prosa que fluían como motivos musicales, acertijos de timbre y pausas en los que no había reparado en su primera lectura. Eran como nuevos detalles, briznas de imágenes y espejismos que despuntaban entre líneas.

Las visitas a la librería eran casi diarias. La librería disponía de fabulosos libros que les hacía disfrutar de increíbles y fascinantes aventuras, aunque algunas tardes apenas leían. Ahora abrían un universo infinito por explorar y sabían que, más allá de aquellas estanterías, el mundo dejaba pasar la vida. Juntas los minutos y las horas se deslizaban como un espejismo.

Lynette supo más del pasado de Adeline, ésta se encontró en un mundo de tinieblas, y seguía embrujada por los recuerdos y las vivencias aglomeradas en cada rincón de su memoria. Vivía en la sombra con un eco de soledad y pérdida, vivía en el pasado, en un mundo de quietud, miseria, y rencores velados. Era como si Adeline se descompusiera en mil historias, como si sus relatos hubiesen penetrado en una galería de espejos y su identidad se escindiera en docenas de reflejos diferentes y al mismo tiempo en uno solo.

Con el tiempo Lynette y Adeline se hicieron inseparables, Lynette ahora había cambiado, era una chica más dulce y ayudaba a Adeline a luchar para recuperar una infancia y una juventud perdida, porque gracias a ella los ojos de Adeline, ojos de niebla y pérdida, ya nunca más mirarían atrás.

“Porque una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas”. (La sobra del viento, Carlos Ruiz Zafón).

EL VIAJE DE YASHIRA por Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Mi nombre es Yashira, tengo catorce años y vivo en una ciudad de Siria llamada Homs junto con mi familia, o al menos vivía allí hasta que la guerra comenzó. Desde ese momento siempre que miraba a mis padres los veía cada vez más asustados y angustiados, como si predijeran lo que iba a pasar. Entonces llegó el día en el que todo Homs tembló. Aquella mañana mi madre nos despertó a mi hermano y a mí. Era la primera vez que la veía tan asustada. Me vestí con la primera cosa que cogí del armario, me puse unos zapatos y bajé las escaleras lo más rápido que pude. En el portal nos esperaba mi padre con unas maletas, una mochila y un gesto de terror en el rostro, le pregunté pero él no me dijo nada, entonces mi madre bajó con mi hermano en brazos y abrazó a mi padre con ternura.

Cuando salí a la calle aquello era un infierno, coches, gente corriendo, soldados, ambulancias, camiones, aquello era un caos. Mi padre me miró y me señaló un coche aparcado en la cuneta, al momento nos subimos en él. Era un taxi. Mi padre le hizo una indicación al taxista y éste arrancó. Pasada una hora ya estábamos a las afueras de la ciudad. Cuando eché la vista atrás vi la catástrofe, explosiones, fuego, la imagen más aterradora que había visto jamás. Los siguientes acontecimientos sucedieron rápido, el taxista nos dejó en una estación de autobuses, no llevábamos mucho dinero así que nos lo gastamos todo en pagar el taxi y el billete de autobús. Aquel autobús nos llevó hasta la costa donde mi padre, debido a que no teníamos dinero ni nada parecido, se vio obligado a caer en las hipnóticas redes de la inmigración ilegal, si quería salvar a su familia e ir en busca de un esperanzador futuro.

Pasadas unas horas nos encontramos con más gente como nosotros que también querían cruzar el mar para llegar a Europa, pero aún no sabíamos cómo hacerlo, no teníamos barco ni coche y no había ninguna manera de comunicarse con el mundo, ni teléfono ni internet, absolutamente nada. Entonces no teníamos otra opción que llegar andando a Europa, así que nos pusimos en marcha, y afortunadamente la suerte se puso de nuestro lado y mientras recorríamos un camino vimos pasar una furgoneta, ésta paró y de ella bajó un hombre alto y fornido vestido con un uniforme, un chaleco antibalas y un rifle colgado del hombro, el hombre nos habló pero no entendimos nada, pero por suerte uno de los hombres del grupo hablaba inglés, éste le contó lo sucedido y con un gesto nos dijo que subiéramos al vehículo, que él nos llevaría a un lugar seguro. Mi padre y otros dos hombres se sentaron en la parte delantera mientras que a los demás nos bastó con la parte trasera. Pronto cayó la noche y paramos, todos se durmieron al momento, pero a mí me costó mucho dormirme, lo conseguí después de algunas horas. De repente un ruido me sobresaltó y entonces vi como el soldado se peleaba con otro hombre, éste llevaba un pañuelo cubriéndole la boca y un traje negro donde se podía leer “estado islámico”. Se pegaban puñetazos y patadas hasta que vi como el soldado se sacaba un puñal de la bota y… El soldado se giró hacia mí y yo cerré los ojos, simulando no haber visto nada. Ya por la mañana me fijé y vi que el paisaje había cambiado, ya no estábamos en Siria sino en Turquía, al instante el vehículo se detuvo y bajamos todos, de ahora en adelante tendríamos que seguir a pie, le dimos gracias al soldado, nos despedimos y empezamos a caminar.

Pasaron los días y se nos acababa la comida y el agua. Pero de nuevo la suerte fue generosa con nosotros y nos encontramos con miles y miles de personas como nosotros que querían aspirar a un futuro mejor, nos unimos a ellos y no tardamos mucho en llegar a la frontera entre Grecia y Turquía y allí nos separamos. A mi familia y a mí nos subieron a un autobús que nos llevó hasta Hungría. Allí estuvimos mucho tiempo hasta que un día cuando mi padre ya había perdido toda esperanza, conseguimos subir al tren, al tren de la vida, al tren que nos llevaría hacia un mañana mejor. A día de hoy sigo en ese tren, pero no me faltan ganas, al contrario estoy impaciente por llegar al que será mi nuevo hogar, por volver al colegio y aprender y, sobre todo, por olvidarme de todo esto, pero eso no es lo más importante, lo que importa es que al fin he recuperado la esperanza y las ganas de vivir como muchos otros niños como yo, porque al fin y al cabo una muerte es un precio muy bajo por tantas miles de millones de nuevas esperanzas por vivir. Esta historia está inspirada en historias reales de niños que por desgracia están viviendo esta terrible guerra y sus muchas consecuencias. 

“SÓLO ES FELIZ EL QUE ES LIBRE, SÓLO ES LIBRE EL QUE ES LO QUE DEBE SER» por Laura Azorín Rico, 2ºESO A

En un aula suelen haber cuatro clases de niños, el primer grupo son los listos que se esfuerzan; el segundo grupo son los listos que no se esfuerzan; el tercer grupo está formado por aquellos a los que les cuesta más aprender y se esfuerzan lo máximo que pueden; y por último están los que les cuesta más y no hacen nada. En la escuela de una pequeña ciudad había un grupo de chicos que eran muy amigos, dos de ellos pasaron la ESO y los otros dos cumplieron los 16 y se fueron del instituto a trabajar en los negocios de sus familias. Marc y Antonio fueron a la universidad y se sacaron una carrera, Marc era muy inteligente y no le costó mucho sacársela, mientras que Antonio se tenía que esforzar más ya que no lo entendía nunca a la primera. Marc estudió para sacarse un doctorado y Antonio estudió lo que más le gustaba que era la mecánica, Marc quería ser profesor, pero su padre y su abuelo se sacaron el doctorado y su padre le obligó a sacárselo también.

Pablo, por su parte, se puso a trabajar como camarero en el bar de sus padres, pero eran éstos quienes en realidad lo mantenían ya que éste apenas hacía nada, el problema vino cuando éstos se jubilaron y Pablo tuvo que llevar el bar adelante con lo que había aprendido, trataba mal a los camareros y como el cocinero pedía demasiado dinero contrató a otro que apenas sabia hacer una tortilla, desde ese momento el bar fue cuesta abajo ya que a los clientes no les gustaba nada la comida de ese bar y dejó de ir gente, ya no iba casi nadie así que no le podía pagar a nadie y los empleados se fueron y tuvo que cerrar el bar.

En cuanto a Raúl, éste fue a trabajar a la panadería de sus abuelos, y se tenía que levantar a las cuatro de la mañana todos los días y no tenía días de descanso, así que al final se fue por vago. En el colegio, donde habían estado anteriormente estos cuatro chicos, iban a hacer una cena de antiguos alumnos y se encontraron los cuatro, Pablo y Raúl se inventaron que aún estaban trabajando y Marc dijo que era profesor en la mejor universidad que había en la ciudad, Antonio sabía toda la verdad sobre los tres y con una sonrisa en la cara les dijo: «solo es feliz el que es libre, y solo es libre el que es lo que debe ser». Los tres se quedaron boquiabiertos al escuchar estas palabras que les invitaron a reflexionaron. Aún tenían 25 años así que se pusieron a estudiar lo que más les gustaba, Marc estudió magisterio y acabó de profesor en secundaria; Raúl hizo un curso de informática que le sirvió para encontrar un puesto en una tienda como reparador de ordenadores; Pablo estudió hostelería y abrió de nuevo el restaurante, que al final tuvo mucho éxito.

EL HERIDO por Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

“Quizá Whitman tenía un don que yo no tengo. Por lo que a mí respecta, tengo que preguntarle al herido dónde tiene la herida, porque no puedo convertirme en el herido. El único herido que puedo ser es yo mismo.” John Green.

‐ Mamá, tienes que comer algo, estás muy débil.

No paraba de sollozar, tenía la cara pálida y unas ojeras hasta los pies.

Más sollozos.

‐ Lo siento cariño, pero no puedo. Necesito ir al dormitorio para poder pensar con claridad.

Y ahí fue cuando la gota colmó el vaso.

‐ ¿Qué quieres pensar, que papá no está? Eso ya lo sabes, llevamos tres meses con lo mismo, y ya sé que estás triste y que crees que has perdido al amor de tu vida, pero si no está no está, mamá. Tenemos que asumirlo. No sé si te has dado cuenta pero hace tres meses que no lavas, que no planchas y que no haces la comida, sé que tengo que ayudarte y todo eso, pero lo estoy haciendo todo yo sola. ¡Que tengo sólo trece años mamá!

Y me derrumbé.

Era la primera vez que lloraba desde la desaparición de papá. Creo que mamá ya lloró por las dos. Pero se me juntó todo: el estrés, la tristeza, la rabia, la impotencia…A la mañana siguiente estaba hecha polvo, me pasé mucho y sentía las punzadas dolorosas del remordimiento sobre mi conciencia, pero en aquel instante no sé bien por qué, no pude reprimir lo que sentía, estaba sobresaturada.

Mamá estaba diferente, aunque creo que la bronca de ayer no sirvió de nada, la verdad, tampoco creía que funcionaría pero necesitaba desahogarme.

Hice el desayuno y me puse a planchar, estaba agotada, pero tenía que hacerlo, sino, estaríamos igual que al principio. Mamá no abrió la boca en toda la mañana. Después me fui a comprar. No nos quedaba mucho dinero, así que compraba lo justo. Habían echado a mamá del trabajo y nos quedaban unos pocos ahorros, y el dinero que tendría que ser para mi universidad. La tía Emilia nos ayudaba con lo que podía, pero tampoco es que le sobrara el dinero, y para colmo estaba en el extranjero.

Al volver a casa, mamá estaba en la cocina.

‐ ¿Sólo me traes eso de comer? Que sepas que hace mucho que no como bien.

Me quedé pasmada, no entendía por qué me hablaba así, había hecho todo lo que podía pero me estaba poniendo de los nervios. Encima tampoco es que nos lleváramos muy bien cuándo papá estaba.

‐ Por cierto, necesito mi vestido rojo para ir al trabajo.

‐ ¡¿Qué?!

‐ Pues lo que te he dicho, que lo necesito para dentro de una hora.

‐ ¡Mamá entiendo que estés triste, pero no puedes pagarlo conmigo!.

Y me fui. Literalmente. Salí por patas y cerré de un portazo.

La verdad no sé por qué lo hice, no tenía nada, pero no pensaba aguantar más. Sabía que tarde o temprano tendría que volver, pero eso no me impidió hacerlo, encima ya había dado el primer paso.

Seguía con las bolsas de la compra en la mano y el cambio, por lo menos tenía provisiones, ahora me faltaba un sitio al que ir.

Me escondí en el jardín de la casa. Yo quise venderla cuando empezaba a escasearnos el dinero e intenté convencerla, pero no me respondió, sólo negó con la cabeza. Me alivió que no saliera y me encontrara detrás de los arbustos del jardín. Pero me entristeció ver que no había salido a buscarme.

Dormí sobre el césped, y por la mañana, se me ocurrió ir a buscar a papá, pero no sabía por dónde empezar.

Primero fui a la policía, pero me dijeron que habían cerrado el caso, lo que me pareció muy extraño.

Aunque no sabía lo que me esperaba ni a lo que me tendría que enfrentar.

Ya más entrada la tarde, pasé por la que era su antigua casa de soltero, la había comprado una pareja, quienes me dijeron que lo sentían pero que por allí (que ellos supieran), no había pasado nadie.

El pueblo era pequeño, y no había muchos sitios donde esconderse, pero si era cierto que lo habían raptado, no podría estar allí, hasta me costaba creer que siguiera vivo.

Volví al jardín sigilosamente para que mamá no me escuchara. Comí unas frutas, que era lo último que quedaba, y me acosté para, al día siguiente, volver a emprender la búsqueda.

Supongo que me levanté pronto, el sol estaba saliendo, y trepé por la valla para seguir investigando. Me había quedado sin sitios para buscar cuando me choqué contra una mujer en un cruce y se le cayeron los papeles que llevaba en una carpeta de colores vivos. La mujer era alta y esbelta, rubia y con los ojos verdes, iba bien vestida y ligeramente maquillada. Le ayudé a recogerlos, pero cuando me vio salió corriendo y se dejó los papeles en el suelo.

Me inquietó esa mujer, y cómo la cara se le puso pálida al verme, así que decidí seguirla, algo me decía que era importante.

Gracias a Dios no subió en el coche, porque sino sí que hubiese sido difícil alcanzarla…Pasó una manzana y dejó de correr, supongo que o se cansó o no sabía que la seguía. De repente, entró en un chalet muy lujoso y se me ocurrió mirar por la ventana, (la verdad, si hubiese sabido lo que me iba a encontrar, no se me habría ocurrido asomarme por esa ventana…) Me topé de bruces con la verdad, la cruda realidad, y me desmayé ante tal dramática situación. Mi padre, en el que había confiado todos estos años, el que era mi ídolo, el que me había educado y mimado, salió para ver quién se había desmayado en el césped de su nueva casa, de su nueva familia.

LOS AMIGOS Y LA PACIENCIA por Lidiana Martínez Pérez, 2ºESO A

Todo empezó un martes, me levanté dispuesta para ir al colegio, como todas las mañanas, pero ese día no era como cualquiera. Ese día era el principio de un nuevo curso y el final de las vacaciones. Esa mañana estaba nerviosa porque iba a ir a un colegio nuevo, ya que por problemas tuve que dejar el anterior. Por fin iba a pasar a 2º ESO.

Cuando llegué a clase, todos los niños y niñas se acercaron para conocerme, me pareció hacer buenos amigos aquel día, pero no fue así, porque días después, dejaron de hablarme y… ¿huían? ¿de mí?, no sabía qué sucedía, cuando llegué a casa llorando (sin que mis padres se diesen cuenta), entré en mi cuarto, cerré la puerta con seguro y me acosté en la cama llorando, silenciosamente, cansada de que siempre me pasase lo mismo, en todos los colegios mis compañeros simulaban ser mis “amigos” pero no. De repente me dormí victima del cansancio. Al día siguiente el profesor pidió un trabajo en grupos de cuatro o cinco personas, y como siempre me quedé sola sin ningún compañero con quien hacer el trabajo, cuando llegó el momento en que el profesor preguntaría con quién iba a ir cada uno, al llegar mi turno avergonzada contesté que yo no me había emparejado con nadie, directamente el profesor miró alumno por alumno y dijo:

– Laura, tú irás con el grupo de Ana, Lucas, Carlos y Juan Miguel.

Llegó la hora del patio y como siempre fui a sentarme sola, pero de repente, Ana, Lucas, Carlos y Juan Miguel se acercaron a mí.

– ¡Hola! Si vamos a hacer el trabajo juntos tendríamos que planear el día y la hora en que quedaremos (me dijo Carlos)

Después de planear las cosas tocó el timbre, algo que no quería, pues por una vez no estaba sola y sabía que el resto de las horas ya no lo estaría. Llegué a casa después de un día raro, al menos no tenía que preocuparme por hacer sola el trabajo. Por la tarde cuando quedamos para planear cómo iba a ser el trabajo, pasamos momentos divertidos, les conocí bien durante aquellos días que pasamos juntos trabajando cooperativamente; los minutos pasaron sin darnos cuenta y yo me sentí una más en el grupo. Aquellos días al llegar a casa estaba contenta por lo que había hecho durante el día, la emoción hacía que tuviese ganas de todo y que la tarde pasase rápido, comparado con antes que sólo quería estar sola en mi cuarto con la luz apagada y durmiendo, porque pensaba que al menos en mis sueños era el único sitio donde nada ni nadie podría hacerme daño. Ahora, en cambio, me acostaba feliz, dormía la siesta e incluso veía la tele … .Tenía amigos con los que estar, tenía quien me animase, quien se preocupaba por mí, estaba contenta pero también me invadía el miedo, el miedo a perderles.

Tras 4 meses con mis nuevos amigos, uno de ellos me presentó a un amigo suyo, el cual me empezó a caer muy bien y nos hicimos grandes amigos con el tiempo, el problema fue que yo me enamoré de él y no tuve valor para decírselo, incluso después de medio año cuando él se iba a ir a otro lugar, y no volvería a verle, me conformé con pensar que al menos nos quedaría la amistad .

Cuando él se fue sentí un vacío muy grande, sentía que me faltaba algo en mi vida, ya que él era el que daba magia al grupo, gracias a él nos unimos más, cuando se fue ya nada fue igual, pensé que ya no volvería a verle, ya que se fue muy lejos (como a 5 horas de donde yo vivía). Seis meses después me enteré de que estaba saliendo con una chica y estuvo con ella durante 4 años. La chica era muy guapa y ahí fue cuando ya me di por vencida. Cada noche no podía dormir pensando en ello, pensando en él, una noche me dio por escribirle un whatsapp:

-¿Cómo va todo?, a ver cuando te pasas por aquí y nos volvemos a juntar todos.

Estuve esperando un poco, pero supuse que se fue a dormir, cogí el móvil lo apagué y me dispuse a poner la mente en blanco, intentando dormirme. Cuando desperté encendí el móvil, mientras que se encendía me preparé las cosas para ir al colegio y encontrarme con mis amigos, y en especial con mi amiga que, como siempre, soportaba mis charlas sobre el chico que aun me gustaba: Mario. Él no es alguien muy guapo, pero tiene algo especial; sus ojos son marrones, es ancho de caderas, un poco más alto que yo y lleva gafas. Su aspecto no era lo que más me gustaba de él, sino su amabilidad y su corazón lleno de bondad, era todo un caballero y siempre me trataba bien, no nos escondíamos nada, me llegó la noticia de que ya no estaba con su novia después de un año, y fue entonces cuando su mejor amigo me dijo:

-Mario me dio esto para que te lo entregase

Cuando extendió el brazo cogí una nota que decía:

-“Ella nunca fue la mujer de mis sueños, fue algo mejor, la mujer de mis despertares”

Esa nota me dejó sin palabras, y pasé días pensando en aquella nota .Un día estudiando escuché el timbre (tono de mi móvil, ¡Era Mario!)

– ¡Asómate! Mi amigo quiere darte una cosa de mi parte. Me asomé y allí estaba su amigo, bajé y ¡pum!, allí estaba él! De bajo de mi portal, se había escondido .Me cogió de las manos y me dijo:

– Nunca tuve valor de decírtelo y estos 2 años que he pasado sin ti viví aferrado a tu recuerdo, en aquella nota que te envié me refería a ti, tú eres la mujer de mis despertares.

HASTA EL INFINITO Y VUELTA, por Lucía Montesinos Medina, 2ºESO A

Todo empezó el 1 de Julio de 1956. Lewis iba como siempre haciendo el reparto de periódicos del día . Pedaleaba como nunca antes en la vieja bicicleta de su padre, pues tenía que llegar a tiempo a su segundo trabajo, el cual no es que le hiciera mucha gracia ya que, bueno, trabajar en un bar de carretera con el jefe más sucio de toda Canadá no es que fuera el sueño de nadie.

Abrió la puerta apresuradamente y todo seguía como siempre, el olor a fritanga, los moteros de los martes tomando sus cervezas y el viejo Erl, su jefe, quitándose los restos de café de su enorme bigote. Pero había algo diferente, y ese algo era ella. Una preciosa chica rubia de ojos verdes que alumbraba todo el bar con su deslumbrante sonrisa. Ella había traído la nueva moda al bar, e iba atendiendo a los clientes rápidamente gracias a sus patines de cuatro ruedas.

Lewis quitó su mirada de ella, ya que no quería quedar en ridículo, así que rápidamente se puso el delantal y entró en la cocina a preguntarle a Erl.

–Hola Erl! ¿Quién es la chica nueva?

– Se llama Anna, vino hace unos días preguntándome si le podía contratar, se ofreció a limpiar el local todas las semanas sólo por 3 dólares más que tú.

– Con que Anna, ¿eh? Desde ese momento Lewis supo que nunca iba a olvidar su nombre.

Rápidamente salió a la barra a atender a los clientes. Se puso muy nervioso al notar que ella se acercaba.

– Hola, soy Anna ¿Y tú?

– Lewis, encantado – Él hizo una pequeña reverencia provocando la risa de la joven.

Los ojos de Lewis se iluminaron en ese momento. Amaba su risa.

Pasó el tiempo y los dos se fueron haciendo muy amigos, todos los días se iban juntos cuando terminaban de trabajar e iban con la bici a algún parque a tomarse un sándwich, después se despedían y cada uno volvía a su casa, pero Lewis siempre hacía lo imposible para quedarse un poco más junto a ella porque, sinceramente, estaba muy enamorado de Anna, y cada día lo estaba más.

Un soleado día de agosto Lewis se armó de valor y le dijo que si le gustaría tener una cita con él mientras que iban de camino a casa, lo cual hizo que Anna se cayera de la bicicleta.

Lewis enseguida pensó que ella no quería tener nada con él y agachó la cabeza avergonzado.

Anna, al darse cuenta de que él había malinterpretado su acción, le aclaró todo rápidamente.

– Claro que quiero Lewis – y ella sonrió como enamorada. Le dio un beso en la mejilla y se fue pedaleando a gran velocidad.

Tuvieron varias citas, cada una mejor que la anterior. Cada día los dos se querían más, pero a ambos les daba vergüenza admitirlo.

El día que Lewis se decidió a pedirle oficialmente a Anna que fuera su novia se presentó genial, ni una sola nube. Así que felizmente se fue a comprar todo lo necesario para que ese día fuera perfecto.

Y la ansiada tarde llegó y un inquieto Lewis se encontraba caminando de un lado a otro del parque donde habían quedado.

En el momento en que la vio aparecer, se quedó impresionado. Estaba más guapa que nunca, y eso ya era mucho decir.

Vestía un precioso vestido de color verde, que combinaba perfectamente con sus ojos, y una pamela para que no le diera el sol.

Los dos se sentaron a tomar el riquísimo picnic que Lewis había preparado meticulosamente.

Y entonces el esperado momento llegó. Y comenzó con las bonitas palabras que le tenía preparadas.

– Bueno, en realidad no sé por dónde empezar, desde el día que te vi me enamoré de ti, y no has salido de mi cabeza ni un solo momento. Y, sinceramente…te quiero, te quiero más de lo que piensas, te quiero hasta el infinito y vuelta. Cada día que paso contigo es más especial y pues… me preguntaba si querías…

Pero se vio interrumpido por los labios de Anna, tardó un poco en reaccionar pero en seguida le siguió el beso, el mejor beso de su vida, porque indirectamente sabía que le había dicho sí.

Pero de repente todo empezó a temblar y vieron a la gente correr de aquí para allá. Los dos entrelazaron sus dedos y corrieron sin saber ciertamente hacia donde se dirigían. De repente se vieron apretados en el centro de una gran multitud. Sus manos se fueron separando por la gente que se movía de un lado para otro en el reducido espacio. Lewis intentaba desesperadamente que sus manos nunca dejaran de tocarse, pero cuando su último dedo se separó, todo se volvió negro…

Se levantó en su cama y miró desesperadamente el calendario. Era 1 de Septiembre, el primer día de instituto. Asustado miró a su pared, pero no encontró ninguna de las polaroids donde salían él y Anna. Bajó rápidamente a la cocina y le preguntó a su madre sobre el terremoto, ésta le miró como si estuviera loco y le dijo que nunca había habido un terremoto en Canadá. Una lágrima cayó por sus ojos…Se sentía estúpido, pensaba que todo había sido un sueño, pero de alguna forma todo parecía tan real, tan perfecto…

Pasó largos días sin poder quitarse el rostro de la joven de su cabeza, esos perfectos ojos eran difíciles de olvidar.

Iba caminando por el instituto con la cabeza gacha, dándole vueltas a ese rostro cuando notó que le tocaban la espalda, sacándolo de su trance.

– Perdona, soy nueva. ¿Me podrías decir dónde está el aula 15?– Reconocería ese rostro en cualquier sitio, eso ojos verdes, esa melena rubia pero, sobre todo, nunca olvidaría esa sonrisa.

LA NIÑA QUE NUNCA ENVEJECIÓ por Irene Picó Samper, 2ºESO B

Era una mañana tranquila en la granja, como siempre, pero yo ya estaba cansada de que todos los días fueran igual, me aburría nada más de pensarlo. Yo era una niña activa y con ganas de aventura, quería descubrir mundo, pero cada vez que le decía a mi madre si podía ir a la orilla del mar para explorar un poco todo aquello: los insectos, moluscos, algas… Ella siempre tenía algún trabajo que darme, como tender la ropa, jugar con mi hermano etc. En definitiva, excusas para que no me fuera. Yo siempre intentaba convencerla, pero ella nunca cambiaba de opinión “Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solos y es agotador para los niños tener que darle siempre y siempre explicaciones”. (El Principito)

Siempre que mi madre se iba al pueblo con mi hermano, yo no perdía ni un segundo, me iba corriendo a la orilla del mar.

En esos momentos en los que estaba a solas con la naturaleza me sentía con fuerzas de hacer cualquier cosa, me venían infinidad de emociones a la cabeza y eso me llenaba de satisfacción, incluso había veces en las que me quedaba dormida entre esas rocas tan grandes que descansan en los extremos de las orillas, pero que por mucho que suba la marea nunca te alcanza. En esos momentos me sentía viva, lejos de preocupaciones, miedos y todo tipo de pensamientos aburridos, hasta que venía mi madre diciéndome que fuera a la granja enseguida, y entonces todas las preocupaciones y los pensamientos rutinarios volvían a mi mente

Pasaron años y años, con el tiempo me compré una casa en la orilla del mar y todos los días me iba un rato y me quedaba allí hasta media noche contemplando ese bello paisaje, y me sentía como la niña inocente y astuta que era y eso me hacía sentir bien porque lo cierto es que “todas las personas mayores han sido niños antes, pero pocas lo recuerdan”.

NO HAY SUEÑO SIN DIFICULTADES por Álvaro Guillem Fernández, 2ºESO A

Era viernes por la tarde cuando decidí marcarme una meta en la vida. Mi meta consistía en ser jugador de fútbol profesional.

Se lo pregunté a mis padres y me dijeron que era muy improbable. Se lo pregunté a mis amigos y se rieron de mí. Se lo pregunté a mis abuelos y me dijeron más de lo mismo. Y por último se lo pregunté a mi entrenador, pero éste me dijo que si me esforzaba, al final llegaría a serlo.

Actué como me dijo mi entrenador, esforzándome. Llegó un día que estaba jugando con mis amigos en el parque y caí por las escaleras haciéndome un esguince.

Estuve tres meses sin poder mover mi pierna hasta que por fin pude volver a jugar. Cuando fui a entrenar ya no recordaba muchas de las cosas que antes sabía pero eso no me frenó, al contrario, me esforcé más para poder alcanzar el nivel de los demás o incluso superarlo. Empecé a acostarme y levantarme un poquito más pronto, a entrenar en vez de una hora, una hora y media, y me preparé a conciencia.

Empecé a entrenar con mi equipo y me sentía mejor, porque estaba a su nivel o más. Llegó el día del primer partido de temporada y yo estaba entusiasmado porque no jugaba un partido desde hacía casi nueve meses. Acabando el partido empecé a sentirme muy mal y me llevaron al hospital, era apendicitis. Me tuvieron que operar y esta vez estuve un año sin jugar.

Empezaba a creer que no era mi destino ser jugador de fútbol profesional, pero no me rendí y seguí esforzándome muy duro, cada vez más hasta que un hombre, que resultó ser un ojeador, me invitó a jugar en un equipo de fútbol profesional. Y de ahí aprendí que ante todas las dificultades, tienes que seguir esforzándote. “Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios” (C.S Lewis).

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