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LA OTRA CARTA…

Queridos Reyes Magos:

Os escribo esta carta, aunque sé que estaréis muy ocupados, no para pediros un deseo, sino para agradeceros todo lo que me concedisteis a cambio de nada…Noches de ensueño en las que, efectivamente, hubo magia; noches en las que yo, prendida de una inocencia y una emoción irrefrenable, corría a buscar el abrazo fuerte de mis padres, en cuyos ojos brillaba una sensación tan única y especial que sigue latiendo aun hoy en mi recuerdo. Fui tan feliz que ahora que he crecido no puedo evitar preguntarme esto: ¿por qué tuve ese inmenso privilegio?

Siendo niña nunca reparé en el hecho de lo importante que eráis para mí, sí sé que cuando se acercaba el día de vuestra ansiada visita, me sentía inquieta, procuraba portarme bastante mejor de lo normal y durante los instantes previos a vuestra llegada, sólo el hecho de esperaros le concedía un enorme sentido a todo lo que antes, quizá, me había pasado desapercibido. Me mostraba más atenta, más nerviosa, más entusiasmada, y sólo la alegría tenía cabida en mi pequeño corazón. Sin embargo, durante aquellos días, admito que rara vez pensé en aquellos niños que, resignados, habían arrinconado al olvido la posibilidad de veros algún día.

Yo no elegí, pues ninguna persona puede hacerlo, y quién sabe si por azar, por un mero golpe de suerte o por razones inescrutables que escapan a la condición humana, tuve el inconmensurable honor de disfrutar del que debería ser un derecho: LA INFANCIA. Tal vez por ello, porque ese derecho sigue sonando a suposición, pero le falta veracidad y realismo en la práctica, lamento más si cabe, las ocasiones en las que no cuidé lo suficiente de ese preciado regalo, lloré por egoísmo, me enfadé sin razón y desperdicié segundos que ahora rogaría por volver a tener.

Conozco la frustrante sensación de haber anhelado algo con todas tus fuerzas, hasta el punto de sacrificar todo lo demás creyendo que así las posibilidades de hacerse realidad aumentaban, y resignarte a contemplar como el manto de la desolación termina cubriéndolo todo, incluidos tus primeros sueños, sin duda, los más auténticos. Quizá a consecuencia de esa triste lección, aprendí que los deseos no son algo que nos pertenezca sin condición, y que muchas personas incluso, olvidaron el día en que dejaron de tenerlos.

Por eso no quiero pedir nada, absolutamente nada, porque ya recibí lo más valioso. Disfruté de 22 navidades al lado de mi padre, de su imborrable sonrisa, de su efusividad, de su mirada cómplice, de sus gestos de amor y sus palabras dulces, de sus te quiero y sus abrazos…Recibí su paciente comprensión, sus consejos, incluso sus regañinas que tanto me ayudaron a crecer…Y eso es algo que me pertenece, un tesoro imperecedero que vivirá en mí siempre. Por ello, porque ya recibí el mejor de los regalos, y porque todavía tengo miles de gracias que dar, millones de palabras por pronunciar, infinitas ganas de emocionarme cada día, de dejarme embriagar por el aroma natural que desprenden las cosas más sencillas, porque no quiero malgastar ni un solo minuto –sean muchos o pocos los que el destino me depare-, porque quiero seguir creyendo en todo lo que un día me contagiasteis y transmitirlo de la misma manera a los que lo necesiten, no puedo, ni anhelo tener nada más.

Me despido de vosotros, sus Majestades, con el homenaje que ahora sigue. Mis alumnos, al igual que yo, sólo deseamos que vuestra presencia se haga omnipresente en todos los hogares del mundo…

 

 

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Orígenes

Era el verano de 1973, cuando mis padres y yo nos disponíamos a disfrutar de nuestras primeras vacaciones en familia. Nunca antes habíamos tenido ocasión de despedirnos, al menos, temporalmente, de la ciudad con la que habíamos compartido tantos días y noches, para entrar en contacto con nuevos olores, sabores, fragancias e incluso nuevas gentes e historias, que le confiriesen a nuestro espíritu parte de una magia jamás concebida.

Abandonamos Madrid con la sensación de nostalgia atravesada en nuestras gargantas, pero al mismo tiempo felices. No podíamos saber qué nos depararía el nuevo destino, pero de lo que sí estábamos convencidos los tres es de que nuestra predisposición era mucho más que buena. Y con esa actitud positiva, que no solía ser muy usual en mi padre y en mí, emprendimos rumbo a la bonita y emblemática aldea de mi bisabuela, a la que por cierto no conocía (o mejor dicho, no recordaba, porque la última vez que la había visto era demasiado pequeña).
Con ella me pasaba algo muy curioso, sin apenas haber tenido contacto físico más allá de en tres ocasiones contadas, sí recuerdo la sensación del día en que nos vimos por primera vez, y lo sé porque fue idéntica a la segunda, y algo me decía que sería igual en la tercera, lo que me provocaba cierto nerviosismo e inquietud. No sabría ponerle nombre a aquella insólita sensación, pero es como si de alguna forma mi corazón me hubiese indicado que ella, mi tan venerada bisabuela, era mi alma gemela, la semilla de mi personalidad, mi referente, mi yo adulto…

Durante todo el trayecto traté de imaginarme cómo sería el hecho de volver a verla, lo que hizo que los minutos y las horas a bordo del 600 pasaran a un ritmo frenético.

A las 11:00 de la mañana llegamos a la maravillosa villa de Montensueño. Poco tiempo después estábamos frente a una humilde casa de madera, que muy a pesar de su evidente sencillez, despertaba una calidez y encanto que la hacían destacar sobremanera frente a todas las demás viviendas de alrededor. Golpeamos dos veces la puerta y cuando nos disponíamos a hacerlo una tercera, nos alertó desde el interior la voz dulce y melódica de una mujer: ¡Mi abuela!

Nada más abrir el portón salté sobre sus brazos. Llevaba más de seis meses sin verla, ya que ella había decidido trasladarse a vivir con mi bisabuela para poder estar cerca de ella y cuidarla. Yo adoraba a mi madre, pero siempre, por alguna razón que desconocía, había tenido una conexión especial con mi abuela, aunque paradójicamente, mi padre dijera que éramos radicalmente distintas. Y lo mismo me sucedía con mi madre, dos caracteres muy diferentes que, sin embargo, necesitaban el uno del otro para complementarse.

Cuando llegamos a la altura del precioso y cuidado jardín, pude ver desde el imponente portón de cristal el reflejo de mi bisabuela sentada en una mecedora mirando al cielo. Era muy mayor, creo que rondaría los 98 años, sin embargo, y a pesar de su avanzada edad, me pareció un rostro lleno de vida que albergaba en cada una de sus arrugas recuerdos de valor incalculable. Mi bisabuela desprendía dulzura y energía por cada poro de su curtida piel. Cuando se volvió y me regaló su sonrisa, sentí como si siempre hubiera estado a mi lado. De nuevo me abrazó esa sensación, pero esta vez sí la supe interpretar: mi bisabuela era la persona a la que debía mi forma de ser, lo intuí por sus gestos, incluso por su manera de apoyarse sobre el respaldo, por su manera de torcer la boca al sonreír. Y con el devenir de los días, mis sospechas fueron cobrando cada vez más fundamento.

Una semana después llegaron mis primos. A algunos sí los veía más a menudo, pues éramos prácticamente vecinos en Madrid; pero a otros sólo les podía ver en esa corta estación del año, así que ninguno de nosotros derrochaba ni un segundo de esa experiencia, pues de lo vivido en ella nos alimentaríamos de bonitos sueños el resto del año.

Mis primos y yo, éramos siete en total, teníamos personalidades muy variopintas, que sólo coincidían entre sí en aspectos quizá poco significativos, pero lo cierto es que ello no parecía preocuparnos en exceso, porque nos amábamos con locura. Yo no había tenido hermanos, así que ellos habían cubierto con creces esa ausencia. Sabía que siempre, sin dudarlo, podría contar con ellos. No importaba la distancia, ni el tiempo transcurrido, ellos serían mi familia en lo bueno y en lo malo.

Una tarde, cansados de haber estado jugando todo el día en el jardín y los alrededores, decidimos, por unanimidad, ir a indagar los recovecos de la casa. Cuan espías, recorrimos juntos y de puntillas cada una de las estancias, las cuales nos dejaron prendados por su colosal tamaño. Sin embargo, lo que más nos llamó la atención fue la ingente cantidad de fotografías repartidas por todas las habitaciones, incluidos los pasillos. Imágenes que mostraban en actitud divertida y distendida a muchos de nuestros conocidos: padres, tíos, abuelos…También a nosotros, en las que habían sido las mejores aventuras de nuestras vidas. Y por último, a personas que nos resultaban del todo desconocidas.

En principio, acordamos no revelar a los mayores que habíamos estado investigando por toda la casa, pues nos asustaba la posibilidad de un castigo, pero nuestra insaciable curiosidad pudo con nosotros y, finalmente, bajamos al salón, donde todos se habían reunido, y confesamos nuestro secreto con la intención de desvelar la identidad de esos agentes no conocidos (como así los habíamos bautizado), y saber así si guardábamos con ellos alguna relación de parentesco. Esto último vino a colación de que Rafa encontró parecido entre ellos y algunos de nosotros.

Los mayores, en contra de todo pronóstico, arrancaron en sonoras carcajadas, que sólo se vieron interrumpidas cuando mi bisabuela trazó un gran plan que gritó con entusiasmo: ¡Ayudadme niños a hacer un árbol genealógico! Sólo conociendo el pasado y con él vuestros orígenes, comprenderéis vuestro presente.

Y así fue como transcurrió el verano más inolvidable de toda mi vida, con la imagen de ocho niños sentados junto a su bisabuela componiendo su propia historia.

Aquel septiembre de 1973 mi bisabuela nos dejó, y de alguna manera yo sentí que había perdido parte de mi ser para siempre, pero poco después descubrí que la herencia de su energía me había hecho inconmensurablemente fuerte.

Árbol Genealógico

«La familia es el País del corazón. Hay un ángel en la familia que por la influencia misteriosa de la gracia, la dulzura y el amor, hace que el cumplimiento de los deberes sea una tarea menos fatigosa y las penas sean menos amargas. Definitivamente, el amor familiar es uno de los sentimientos más sagrados de la humanidad”.

Nguyen Vinh Tien

 Árbol Genealógico de Inés Mira Pérez, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Jordi Vilaplana Sola, 2ºESO B

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Árbol Genealógico de Laura Pérez Bernabéu, 2ºESO A

Árbol Genealógico de Raquel Monllor Guillem, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

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Si pudiera tener un poder…

A veces me siento extraña en un mundo que me resulta inhóspito y desconcertante. Hay tantas cosas que no entiendo y sé que nunca comprenderé, que la frustración se ha convertido en casi un estado de ánimo. Miles de porqués fluyen en vano suspendidos en un aire cansado de respirar, tristes y abandonados a una tediosa soledad que les ha vetado su libertad y con ella, la posibilidad de encontrar respuestas; por lo que terminarán volatilizándose sin más, resignados al temido olvido.

En momentos en los que la cruda realidad supera con creces a la ficción, y el dolor no conoce límites, simplemente me gustaría cerrar los ojos y autoconvencerme de que en nuestra Tierra, la que altruistamente nos fue concedida a los seres humanos bajo la promesa de que cuidáramos de ella, sigue habiendo un ápice de esperanza, sueños por cumplir, y metas por alcanzar, y que es un lugar digno para la vida…Pero no puedo evitar que me atenace el escepticismo, cuando veo al hombre convertido en un propio lobo para sí mismo. Cuando es el odio, la ira irracional y el rencor infundado quienes batallan por monopolizar el mundo, y no así la fraternidad, el amor y la empatía.

Sé que sólo soy una minúscula partícula en mitad de este universo infinito, y que por tanto mi aportación -aun con la mejor de las intenciones- no podría representar apenas nada sobre el conjunto de la sociedad, pero sí quizá en el corazón de mis seres queridos. Y eso, de alguna manera, ya es más que mucho…Si todos los días regalásemos bellas palabras; si antes de enervarnos sin razón, sopesáramos la necesidad de hacerlo; si sonriéramos más, agradeciéramos de verdad cada segundo de vida, de aire puro en nuestro interior; si alabásemos la presencia del sol que nos regala un nuevo día, y nos dedicáramos a vivirlo en paz, sin juicios injustificados, ni mentiras, ni recelos, sólo sorbiendo el jugo de un nuevo y trepidante pasaje, quizá así seríamos mucho más felices, y el mundo entero lo sería con nosotros.

Cuando les pregunté a los alumnos que pensaran en la posibilidad de tener un poder, uno cualquiera, yo también pensé en el que yo elegiría. Sé bien que el mío está custodiado por la cámara infranqueable de la utopía, pero quién sabe, quizá algún día, si nuestra entereza no se aflige, nuestro deseo avanza unánime y con firmeza, y llegamos a la conclusión de que LA PAZ no es una causa por la que merezca la pena esforzarse, sino que es la única razón de ser de todos nosotros, la que de verdad justifica nuestra existencia; tal vez entonces la humanidad al completo nos habremos convertido, sin siquiera sospecharlo, en magos que devolvieron al mundo, nuestro mundo, la magia que nunca debería haberse ido.

Si pudiera tener un poder…Sin dudarlo, me elevaría a lo más alto, agitaría mi varita de los deseos y dejaría que la inocencia comenzase un recorrido incandescente por calles y hogares escondidos, por rincones olvidados, lugares arrasados por el horror, y corazones desolados; y siguiera su curso por el interior de almas perdidas, por barrios y plazas, por lugares emblemáticos, y bellas terrazas, que no dejase a su paso ni un solo metro por conquistar, para que a la mañana siguiente, al despertar de un tedioso letargo, todos fuésemos un poco más niños, y recordásemos la importancia vital de CREAR UN MUNDO MEJOR.

Varita
“Cuando el poder del amor, supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz”.

Sri Chinmoy Ghose

Pepe Fernández León, 2ºESO B

Si yo pudiera tener un poder sería el de hacer que la gente pudiera vivir en paz. Con este poder podría hacer verdaderas maravillas. Es un poder que un humano no puede conseguir sin más porque siempre hay algo por el que pelearse, aunque sea una tontería. A veces nos peleamos por cosas que no vienen a cuento. Por eso yo creo que eso será imposible si seguimos comportándonos de la manera en que lo hacemos. Ojalá no hubiera tantas injusticias, ni tantas desigualdades culturales, de sexo, etc. Ojalá todas las guerras que ya han pasado no se volvieran a repetir en la historia. Ojalá que cesasen todos los atentados, incluso que ninguno hubiera tenido lugar; ojalá que la gente no pasara tanta hambre. Hay tantos ojalás. Por eso yo quisiera tener ese poder, para conseguir que todos esos `ojalás´ no existieran y fueran sencillamente una realidad.

Yo creo que la paz en el mundo no existe, y sin duda no existirá, si seguimos por la misma senda. Siempre habrá alguien que quiera interrumpir esa paz y convertirla en un conflicto. El poder de “hacer que la gente viviera en paz” sería casi un milagro más que un poder. Uno se puede hacer un millón de preguntas sobre por qué hay gente que no quiere vivir en paz, el problema es que nunca sacará una respuesta en claro, porque es evidente que no la hay.

Las personas que no saben convivir con otras culturas distintas a la suya, y respetar las diferencias, son personas que nunca sabrán convivir en paz con el mundo. En esta sociedad hay tantas injusticias que es imposible contarlas con los dedos de las manos. Espero y deseo que algún día, aunque sólo fuera por un minuto, reinase la paz mundial. Lo que yo verdaderamente no entiendo es por qué la gente tiene que abandonar sus casas, sus familias, sus amigos para huir de toda esa gente que no sabe lo que es algo tan importante en este mundo como vivir en paz. Hay gente que es bastante egoísta y quiere mandar en la vida de los demás. Yo daría lo que fuera por tener ese poder, al menos por un día…

Yo sueño con un mundo sin violencia, sin guerras…Y sé que si el deseo es unánime y lo buscamos de verdad, de corazón, juntos podemos hacer ese sueño realidad, pero lo tenemos que hacer entre todos, porque si una persona no está dispuesta a vivir en paz con los demás, ese sueño ya no podrá tener lugar.

Ojalá el mundo llegue a estar tranquilo y en armonía alguna vez, aunque yo no esté para verlo, pero es lo que verdaderamente quiero y deseo.

Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

Si yo pudiera tener un poder especial elegiría el de ver el futuro para intentar cambiar aquello que pudiera prever.

Gracias a esto, vería el porvenir de mi familia, de la gente que me pidiera consulta, e incluso mi propio futuro. No consistiría en leer la mano, aunque bien es cierto que las manos cuentan vidas, es realmente curioso que simples rayas de izquierda a derecha, puedan ser las mejores guardianas de tantos y tantos recuerdos.
Tampoco me agradaría tener sueños presagios, ya que eso lo puede tener cualquier persona en cualquier momento. Los sueños presagios son sueños que parecen reales, y luego se reproducen casi exactos al despertar.

Mi poder consistiría en cerrar los ojos y visionar unas revelaciones ciertas, con mi poder podría ayudar a la ciencia en la prevención de enfermedades. Podría anticipar acciones de las personas y ayudarles a rectificar a tiempo, porque a menudo las personas cometen fallos o errores que cambian la vida. Mis prevenciones ayudarían al mundo a ser un poco mejor.

Luego me gustaría tener el poder de viajar en el tiempo, ir a la Prehistoria y así entender el pasado mejor, pasando por los reinados de los faraones, las enseñanzas de Platón en la Antigua Grecia. Realizar una travesía a bordo del emblemático velero Santa María junto a Cristóbal Colón; pasando por los años 60, 70, 80 y 90, para descubrir las técnicas de baile perfectas de Elvis Presley o de Michael Jackson, entre muchos otros.

De esta manera también podría adivinar cosas nuevas que no sabemos del pasado.

Luego iría a hacer un viajecito o un gran viaje al futuro. Me gustaría saber qué pasará en él, para así, en la medida de mis posibilidades, cambiar el rumbo de las cosas: inundaciones, tan salvajes como las que suelen nombrar en la televisión; guerras; un futuro donde la robótica vaya arrinconando al propio ser humano… Aunque lo malo es que quizá también podría visionar el día del juicio final, ya que el Sol, como estrella que es, algún día, inevitablemente, se cansará de nosotros.
Pero este trepidante viaje también me reservaría partes buenas, vería quizá coches voladores, nuevos e ingeniosos medios de transporte… Todas estas cosas podría visionarlas y así contar a la humanidad o a los científicos los secretos que aguarda este enorme signo de interrogación llamado vida.

Este sería mi superpoder, si lo pudiera elegir, claro, creo que ver el futuro sólo con cerrar los ojos o viajar en el tiempo para ayudar a la ciencia sería un gran avance para la humanidad.

Aitana Palao, 2ºESO B

Era una cálida tarde de otoño. El cielo se teñía de tonos rojos y anaranjados. Las hojas danzaban al son de una música imaginaria. Amarillas, verdes, marrones… a Jane le encantaba contemplar la caída de las hojas a través de la ventana del salón.

Le gustaban los paisajes desiertos, la gente le agobiaba, y así, las oscuras y apagadas voces que sonaban en su cabeza no la molestaban. Ella siempre había sido una persona normal, hasta aquel día. Seguía teniendo pesadillas sobre aquello. A pesar de eso era medianamente feliz.

Un portazo interrumpió de golpe sus pensamientos. Le entristecía ver que su hijo nunca volvía a casa acompañado, pero Jane no podía hacer nada con respecto a las amistadas de él. James había madurado demasiado deprisa, pero las circunstancias le hacían difícil disfrutar de su niñez. Con la familia se mostraba como un niño feliz y normal, aunque en el fondo no fuera así. Jane reparó en el cardenal que le cubría todo el ojo izquierdo.

-¿Qué te ha pasado? Preguntó espantada.

-Nada, me he caído y me he dado contra una silla.

James tenía los ojos tristes y vacíos. Sabía que no era verdad, pero a ella no le gustaba meterse en los pensamientos de la gente que quería.

-James, sabes que puedes contarme lo que quieras, pero no me mientas, ¿ha sido un accidente o no?

No contestó, pero no hizo falta, una lágrima empezó a descender por su rosado pómulo. No le gustaba que los otros niños se metieran con él porque decían que su madre estaba loca, se sentía responsable, y no entendía cómo los niños podían ser tan crueles.

-¿Quieres que hablemos?

Su tono sonó extrañamente tranquilizador. James asintió y más lágrimas se agolparon en sus bonitos ojos azules.

Tras unos largos minutos de reflexión. Tocaron a la puerta muy suavemente.

-¿Interrumpo?

-No, claro que no, pasa.

Jane nunca se cansaba de ver esos grandes ojos pardos y ese revoltoso cabello castaño. Su figura esbelta se asomaba por la puerta.
Noah se sentó junto a ella y la rodeó con sus fuertes brazos. Tras una hora de habla -larga y tendida-, miró el reloj y vio lo tarde que era.

-Es tarde, voy a ir preparando la cena.

Después de una cena tranquila en la cocina, acostaron a James y los dos se quedaron acurrucados en el sofá. Noah veía la tele, y Jane empezó a cerrar los ojos…

“¿Está muerta?”, “No se mueve…”, “Pero sí que respira, ¿no?”
(El cuerpo de una niña de doce años se encontraba entre la fina línea que separa la vida de la muerte… Tras una gran explosión, Jane sólo recordaba gente mirándola y dudando si llamar a emergencias. Estaba lisiada, pero por lo demás se notaba normal, hasta que empezó a oír las voces de las personas que estaban allí, pero no movían los labios… De repente, apareció en una habitación de hospital. Había unos globos sujetados a la cama y una docena de peluches y demás regalos horteras agolpados en la pequeña estancia. Vio a sus padres durmiendo en un sillón con aspecto incómodo, pero no veía por ninguna parte a su hermana… Un trueno estalló en el oscuro cielo, y apareció en un cementerio, pero había una lápida que le llamó la atención. Ese nombre, esos apellidos, esa foto de esa pequeña niña, y esa fecha, que se le quedó marcada como fuego en la piel.

Se despertó sobresaltada, la tele estaba encendida, y Noah, dormido. Otra vez ese estúpido sueño, bueno, más bien ese estúpido recuerdo que le hacía añorar a su pequeña hermana cada vez más…).

-¿Otra vez la pesadilla?

-Otra vez.

-No puedes continuar así, acabarás consumiéndote por una cosa que pasó hace años.

-¿Y qué quieres que haga? No puedo hacer nada. Pero todas las noches esa pesadilla me recuerda que ya no me queda nadie…

-Por favor Jane, no digas eso, nos tienes a James y a mí, y te queremos más de lo que nadie podrá hacerlo jamás.

-Noah…

Una preciosa sonrisa se dibujó en su cara, enseñando su perfecta dentadura. Cuando se reía, la pequeña cicatriz de su labio inferior casi desparecía, pero a ella no le molestaba, todo lo contrario, le recordaba todo lo que habían pasado juntos.
Se despertó con los tenues rayos de luz que intentaban colarse por la ventana.

-Buenos días

Salía del baño con sus vaqueros negros y su sudadera roja que tanto le gustaba. Tenía el pelo húmedo, y parecía que hubiera hecho un nulo intento de peinarse.

-Hoy es el gran día, tenemos una hora para ir a presentar el libro, ya he dejado a James en casa de mis padres y…

Jane dejó de escuchar, y los recuerdos empezaron a invadir su mente…

“Jane Grace, ¡enhorabuena! Ya pertenece oficialmente al cuerpo militar de los Estados Unidos”. ..
(Estaba harta de aguantar la tristeza que le rondaba por el cuerpo como la sangre por sus venas. Estaba harta de no salir nunca, estaba harta de decirse a sí misma que las cosas cambiarían, así que, como no le quedaba nadie, decidió alistarse en el ejército y hacer algo de provecho. Ya llevaba cuatro años trabajando duro, hasta que la ascendieron a coronel y la enviaron a la guerra de Afganistán. Ya había entrado en combate muchas veces, pero Afganistán le daba más miedo, el lugar, la relevancia de la batalla…)

-¿Jane?, ¿me estás escuchando?

Su voz la devolvió a la realidad.

-Claro, el libro, James y todo eso.

-Sabes que te apoyo en todo, puedes contarme lo que sea.

-Sí, sí, sólo estaba recordando, ya sabes, lo de siempre.

Forzó una sonrisa que pareció convencer a Noah, y pusieron rumbo a la presentación de su libro.

Tras un largo discurso por parte de Jane, pasaron al banquete y al montón de gente.

-Noah, necesito salir un rato.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, gracias, me vendrá bien pasear un rato sola.

-Lo que prefieras, estaré aquí todo el rato, si necesitas algo me llamas.

-Vale, en nada vuelvo.

Si algo inquietaba más a Jane que las pesadillas eran los momentos en los que se ponía a recordar y se ausentaba de la realidad. Suponía que era otro efecto secundario de la explosión radioactiva, como la muerte de su hermana o la enfermedad de sus padres.

“Lydia, me voy a Afganistán, por favor, prométeme que no te vas a enfadar conmigo, eres la única persona que me puede llegar a soportar, y para mí ya es difícil marcharme, como para que me eches el sermón de lo irresponsable que soy al tomar esta decisión.” “¿No me has dejado hablar y ya me estás juzgando?” Dijo Lydia con sorna. “Te juzgo porque te conozco” “Y porque puedes leerme la mente, ¿por ejemplo?” “Cállate” Y las dos empezaron a reírse, pero Jane lanzó una mirada fulminante a Lydia, y ésta comprendió la seriedad de la situación. “Cuídate” “Créeme que lo haré, pero me preocupo por ti” Afirmó tristemente Jane.

Ella recordaba el interminable trayecto a Afganistán, aquel cielo oscuro, aquellos gritos ahogados que retumbaban en las rocas, aquellas caras de terror… Pero no podía mostrarse afectada, muchos soldados dependían de ella, así que se puso a repasar las estrategias y a comprobar que no quedaba ningún cabo suelto.

“Coronel, estamos a punto de atracar, allí nos esperarán con unos camiones para llevarnos a la base”.

“Claro, avisa a las soldados.”

“Sí, señor”

(De repente, Jane ya no sabía ni dónde estaba, ni cúanto tiempo había estado caminando, así que decidió volver tras sus pasos, supuso que ya estarían preocupados por ella).

-Llevas dos horas fuera, empezaba a preocuparme.

-No pasa nada, estaba paseando.

-¿Estás bien?, ¿necesitas hablar?

Jane asintió y salieron a un banco cerca del comedor.

-No sé si ha sido una buena idea lanzar este libro. Tengo dudas sobre la aceptación del público.

-A mi Jane de siempre le daba igual la opinión de los demás.

-No es eso, sólo que tengo miedo, me ha costado mucho. La gente se lo toma como un libro de ficción, aunque en realidad están leyendo mi historia.

-Eso ya lo sé, pero si sale mal estaremos aquí para apoyarte.

-¿Interrumpo tortolitos?

Su mejor amiga se asomó entre los frondosos árboles.

-¡Lydia!¡Creía que ya no vendrías!

-Y perderme el triunfo de mi mejor amiga, no gracias.

Jane corrió a abrazarla, ahora sí que le daba igual el éxito del libro, sabía que su mejor amiga estaba bien y eso ya la tranquilizaba.

-¿Pasamos dentro?

-Ni lo dudes, ya sabes cuánto me gustan las fiestas.

-No hace falta que lo jures. Dijo Jane. Y se adentraron en la aglomerada estancia.

-Creo que voy a hacer lo mismo que tú y dejar ya el ejército, estoy cansada de todo esto, creo que quiero formar una familia. Dijo Lydia, y por primera vez sin sarcasmos.

-¿Tú?, ¿formar una familia?

Dijo Noah riéndose.

-Anda Noah, no seas malo, a lo mejor le apetece sentar la cabeza.

-Gracias.

-Si quieres te puedes quedar a dormir en casa, hay sitio de sobra.

-No, me voy a visitar a mis padres, hace más de tres meses que no los veo.

-Como quieras, pero ya sabes que tienes un sitio con nosotros.

-Gracias, lo tendré en cuenta.

Y desapareció entre los coches del aparcamiento.

Acabaron antes de lo previsto, pero era demasiado tarde para ir a recoger a James, así que decidieron dejarlo estar e ir directamente a casa.

Durante el trayecto no hablaron mucho, cosas irrelevantes para llenar el silencio. En la radio sonaba R.E.M, y en el cielo las estrellas resplandecían…

(Después de llegar a la base, Jane se había dejado llevar por su instinto y lo organizó todo muy bien, pero cuando llegaron al combate, le ocurrió, aquello que tanto temía que le sucediera en el campo de batalla le pasó, el flashback empezó y volvió a recordar aquella noche de la explosión.

Jane se vio arrastrada por varios soldados, se había quedado en estado de shock y su cuerpo no respondía.

Cuando despertó, se encontraba en una improvisada trinchera, no muy segura, pero bien escondida. Se sentía orgullosa del trabajo que hacían las soldados. Pero en ese justo momento un enemigo se abalanzó sobre ella con un cuchillo en la mano. Jane consiguió apartarse y recuperar el aliento, evaluó la situación, no podía coger su arma, el hombre se interponía, así que confió en su agilidad y se abalanzó sobre los pies de aquel extraño hombre. Dio una voltereta y lo empujó al otro lado de la improvisada trinchera. Cogió su daga, pero cuando se giró, no había nadie. Se extrañó, pero no se podía permitir tanto tiempo de ausencia, así que subió al campo de batalla. Se veía muy poco a causa del polvo que levantaban las granadas y demás dispositivos explosivos. Balas silbaban por el aire, y de vez en cuando una brigada de bombarderos surcaba el cielo. Aquello era un desastre, pero no se paró a contemplar aquel horrible paisaje, tenía que actuar. Así que arremetió contra el primer enemigo que vio.

Tras unas horas de confusión y batalla, Jane tenía el brazo sangrando, la cara llena de rasguños y un corte preocupante en la pierna izquierda. Pero aún con las pocas fuerzas que tenía ayudó a unas compañeras en peligro y se desmayó a casusa de la gran cantidad de sangre perdida.)

-¿Jane?

-¿Sí?

-¿Bajas del coche o te vas a quedar a vivir ahí?

-Muy gracioso Noah. Dijo ella con sarcasmo.

Entraron en la casa y Jane se puso su pijama, Noah hizo lo mismo. Él se quedó leyendo y ella apagó la luz y cerró los ojos…

“Vino a ayudarnos y se desmayó, respira, pero no reacciona, ya le ha pasado otras veces.”

“¿Sabéis por qué?” Esa profunda voz de hombre sonaba en su cabeza. “No la había visto en mi vida, ¡qué raro que sea coronel!, le veo poco músculo comparada con las otras, pero es bastante guapa…” Ahí dejó de querer saber lo que pensaba. Estaba tumbada en una camilla lejos del campo de batalla.

“No, pero siempre despierta al cabo de un rato.”

“Es peligroso, si no llego a estar ahí podía haberse matado.”

Jane abrió los ojos, y vio a un hombre alto y musculado, con un uniforme lleno de insignias y la placa de general. Sus ojos eran grandes, y el color oscilaba entre el verde y el marrón. Tenía el pelo revuelto y castaño, y las facciones de la cara muy marcadas. Una nariz respingona, pero no vulgar y se encontraba a pocos centímetros de ella.

“¿Quién eres?, ¿qué hago aquí?”

“Curarte, estás muy débil.”

“No me has contestado a la primera pregunta.”

“Soy el general Noah Chase, de las fuerzas especiales.”

Tras unas cuantas explicaciones y afirmaciones, volvieron al campo de batalla, pero esta vez a informar que se retiraban, les superaban en número y las bajas eran demasiadas.”

-¿Jane, Jane? ¿vas tú a por James o voy yo?

-Mejor los do, ¿no?

-Como quieras.

Fueron a por James, y se lo encontraron sentado junto a su abuelo, y éste le contaba una historia que parecía interesante.

-¡Mamá, papá, ya estáis aquí!

-Sí, pero nos tenemos que ir, es tarde y no queremos molestar.

Jane sabía que no le caía bien a los padres de Noah, no sólo porque les leyera la mente, sino porque se lo hacía saber por indirectas como: “No hace falta que os quedéis a comer, pero si se quieren quedar los chicos…” o “Cuando recojáis al niño no hace falta que venga ella, que si no la molestamos…” Pensándolo bien eran unas indirectas muy directas.

Una vez dentro del coche Noah preguntó:

-¿Qué historia te estaba contando el abuelo?

-Me estaba contando cómo se conocieron él y la abuela, ¿cómo os conocisteis vosotros? Nunca me lo habéis dicho.

-Bueno, tu madre y yo nos conocimos en la guerra de Afganistán, ella estaba…

Y como no, Jane entró en “el trance de los recuerdos”…

“¿Qué tal llevas la pierna coronel?”. Preguntó él con sorna. “Gracias por preguntar, pero bastante bien.” Él echó un vistazo a su pierna e hizo mala cara. “No parece que esté bastante bien, más bien parece infectada.” “¿Ahora eres médico o qué?” Preguntó ella. “Un poco, déjame echar un vistazo” Le quitó la venda y cogió un bote, desinfectante, supuso ella. Echó el líquido transparente en una gasa y la puso sobre la herida. Soltó un quejido y Noah preguntó: “¿Jane, estás bien?” Ella asintió y él siguió con la labor. Tras unos minutos que le parecieron eternos, él colocó una venda nueva y se fue a lavarse las manos. “Gracias” “¿Por qué?, desinfectar una herida no es muy difícil, lo hubieras podido hacer tú sola.” “No, por todo, si no hubieses estado allí…” A Jane se le humedecieron los ojos. “Lo importante es que estuve, y que estás bien.” Los dos sonrieron, y él selló sus labios con los de ella, y todo lo demás, por una vez, no importó.

 Clara Rivas Boronat, 2ºESO B

Un día, sin más, me desperté tranquilamente. Mi madre no estaba, pero me había dejado una nota diciéndome que el desayuno estaba preparado, se había ido a trabajar, otra vez demasiado pronto, para poder mantenernos a mis hermanas y a mí.

Aquella mañana todo iba bien, o por lo menos es lo que pensé yo al principio…

Llegué a la escuela y, de repente… Entré en clase y un tedioso clamor se fue acumulando en mi cabeza, eran los pensamientos de todas las personas que había en dicha aula. Fue muy duro oír cosas como “¡Madre mía como va vestida…!” o “¿De donde comprará la ropa esta niña…?” , pero bueno también cuando vi a mi mejor amiga, Sara, me sentí mucho mejor, porque lo que pasaba por su cabeza era “¿Qué haría yo sin esta chica?”. Y eso anuló todo lo demás. La situación en sí era bastante extraña, todo giraba a mi alrededor, todo parecía dar vueltas en mi interior y yo permanecía ahí, escuchando el pensamiento de las personas… No entendía nada.

Al llegar a mi casa pensé incluso que estaba loca, me tranquilicé por unos minutos y me fui a dormir, pensando que al día siguiente todo volvería a estar igual, pero ¿y si me gustaba la idea de tener algo único?. Algo que fuera sólo mío, algo que desde ese día me iba a hacer especial para siempre…

Octavio Ferrero Miró, 2ºESO B

Me desperté esa mañana y me sentí un poco raro. De repente oí un ruido, pero no era un ruido cualquiera, ¡era el ruido de un tren! Estaba en mitad de las vías del ferrocarril. ¡No me dio tiempo a reaccionar cuando el sonido de la trepidante locomotora se acercaba hacia mí!, Supuse que era el fin, pero de pronto aparecí en mi cama. Entonces pensé que podía haber sido un sueño, pero había sido tan realista…

Me vestí, bajé las escaleras y desayuné . Seguía pensando en mi «sueño». Por curiosidad intenté concentrarme mucho, mirando a mi salón y… ¡Puf! Allí estaba mágicamente, en el salón, me asusté. Hice otra comprobación, concentrándome mucho en la cocina y… ¡estaba en la cocina otra vez! No sabía cómo, pero acababa de adquirir poderes de tele-transportación.

Salí a la calle, cuando vi a lo lejos a una mujer forcejeando con un hombre por un bolso de cuero, inmediatamente me tele-transporté detrás del ladrón, le cogí el bolso de la mujer y el hombre empezó a correr calle abajo, sin pensármelo fui corriendo detrás de él y cuando creí oportuno me tele-transporté delante de él. Se llevó el susto de su vida, le puse la zancadilla y se cayó de bruces en el asfalto. Llamé rápidamente a la policía, el ladrón permanecía en el suelo, la policía vino enseguida. Le pusieron las esposas y se lo llevaron.

Me giré dispuesto a volver a mi casa, y vi a la mujer a la que le había devuelto el bolso, me dio las gracias y me tendió un billete, yo lo rechacé con educación, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Impactado por los acontecimientos, giré la calle cuando de pronto vi un coche enfrente mía, apunto de chocar contra mí, igual que en el sueño. Me desperté y fue entonces cuando me di cuenta de que todo no había sido nada más que eso: un sueño.

Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

Me desperté con una sensación extraña, estaba despierto pero parecía que seguía durmiendo. Empecé mi rutina de todos los días, la misma rutina monótona y aburrida. Me vestí, desayuné, me despedí de mi madre y salí de casa. Miré el reloj, llegaba tarde, bueno, tardísimo. Así que empecé a correr, tenía nueve minutos para cruzar la Gran Vía hasta llegar al instituto, cosa que no sería fácil. En esos momentos deseaba poder controlarlo todo, parar el tráfico y a las personas, y atrasar todos los relojes media hora, yo creo que eso sería algo fantástico, Madrid conseguiría media hora de tranquilidad; las personas, al ver que aún les quedaban treinta minutos para llegar al trabajo, se relajarían y no irían por las avenidas principales con la lengua fuera porque tienen cinco minutos más para llegar a sus oficinas. Todo sería más fácil, pero por desgracia no tenía ese poder, seguía siendo un chico cualquiera de trece años que sigue soñando como si tuviera nueve. Entré tarde a la primera hora y la profesora de Historia no me dejó entrar, así que me quedé en el pasillo. El resto del día fue sobre la marcha, como cualquier otro día de mi rutina habitual. Después de las clases me dirigí hacia casa, saludé a mi madre, comí, hice algún que otro deber del instituto y me puse a terminar mi maqueta, lo que me llevó casi toda la tarde, hasta la hora de dormir. Y me acosté.

Al día siguiente, me volví a levantar y continúe mi rutina habitual. Crucé, como cada mañana la Gran Vía, pero esta vez con un poco más de tiempo, me acordé del poder aquel en el que había pensado el día anterior. Y entonces todo se detuvo, todo menos yo, una sensación extraña y a la vez emocionante se apoderó de mí. Tenía un poder y eso no era algo que tuviera todo el mundo. Incrédulo fui a comprobar si también podía adelantar o atrasar el tiempo, y así fue. Hice volver todo a la normalidad y me dirigí al instituto. La mañana fue mejor de lo que creía, cuando me aburría, adelantaba la clase o incluso adelantaba dos horas para que no tuviéramos que darla. Gastaba bromas a los profesores y a mis compañeros de clase. Todo iba de maravilla, pero ya tocaba irse a casa. De camino a ella, hice lo mismo que en el instituto. Pero después de mucho adelantar y atrasar el tiempo y gastar bromas, todo volvió a ser como siempre, y me aburrí. Pasé la tarde como acostumbraba a hacer, aun teniendo un don, o eso creía, pero me daba miedo malgastarlo.

Me fui a dormir y al día siguiente, nada más levantarme, intenté adelantar el tiempo pero ya no pude, seguían siendo las siete menos cuarto. Intenté pararlo todo pero tampoco pude, fue algo muy extraño. Puede que todo hubiera sido un sueño, o puede que sí que hubiera tenido ese poder, pero no supe aprovecharlo y tal vez por ello, me fue arrebatado.

Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Yo era una niña normal de catorce años, aunque invisible para los demás, no tenía amigos y vivía centrada sólo en los estudios, “una friki”, como se suele decir, y también una cobarde. Todo parecía transcurrir como siempre: las clases, los mismos compañeros, los mismos deberes, hasta que noté que en mi interior algo no iba del todo bien, sentía como si una fuerza se apoderase de mi cuerpo y de mi mente…

Pasadas unas semanas ya no sentía nada, hasta que un miércoles lluvioso de noviembre me desperté, y noté algo raro. De pronto empecé a oir voces susurrando en mi cabeza, voces de otras personas. Me vestí y salí a la calle, ahí fue entonces cuando me di cuenta que lo que oía no eran voces, sino pensamientos, aún no podía creerlo, podía leer la mente. Sus deseos, sus opiniones, sus remordimientos, todo con sólo acercarme a una persona.

Aun sorprendida por la magnitud de mi superpoder, seguí caminando hacia el instituto, sin parar de mirar a mi alrededor. Cuando llegué a la puerta del instituto sonó el timbre y todos se dirigieron a sus respectivas clases; y mientras yo me dirigía a la mía, una de las chicas más presumidas del centro, pasó por mi lado y sin querer me choqué con ella y se le cayeron los libros, ella me insultó, diciéndome que yo era una patosa y una gafe. Yo no la escuchaba, estaba absorta en oír sus pensamientos, permanecí callada unos instantes hasta que le contesté, usando sus debilidades contra ella, haciendo que se pusiera a llorar. La culpa no era mía, sino suya, ella era la primera que había empezado. Ella se fue y yo entré en mi clase, me senté en el pupitre y empecé a escuchar los pensamientos de mis compañeros y de mi profesora. Era asombroso, no me imaginaba que mis compañeros tuvieran tantos problemas, no me había dado cuenta hasta ahora.

Cuando acabaron las clases salí al patio, y empezó todo, comencé a escuchar millones de pensamientos en mi cabeza, unos buenos y algunos malos, hasta ahora no me había dado cuenta de lo mal que lo podían pasar algunas personas más desgraciadas que yo. Los nervios se apoderaron de mí y empezó a dolerme la cabeza, era un dolor sobrehumano. Fue entonces cuando me desperté, solamente había sido un sueño, pero ese sueño me había hecho reflexionar.

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A TODOS LOS MAESTROS DE SUEÑOS

Este es un homenaje a todos los maestros y maestras del mundo…A aquellos que tuve el placer de conocer y a los que me hubiera encantado poder hacerlo; a los que se levantan cada mañana con la misma ilusión; a los que creen en sus alumnos; a aquellos que se enfrentan con coraje a los cambios y sin perder ni un ápice de su alegría. A los valientes que nunca se cansan de soñar; a los que aman esta profesión sin condiciones. A los que alimentan de esperanza y prosperidad mentes ávidas de deseos y de crecer aprendiendo. A aquellos a los que les mueve la ilusión y no les frena el miedo.
A todos, gracias por contribuir a la justicia, por ensalzar la libertad y defender a ultranza el derecho a la EDUCACIÓN. Juntos hacemos que la sociedad quiera ser cada día un poquito mejor.

 

La maravillosa aventura de vivir

Walt Whitman nos invitaba en uno de sus más ilustres poemas a vivir la vida intensamente, sin mediocridad, olvidando con ello el esbozo de días futuros que pudieran distanciarnos del hoy, el momento que de verdad nos pertenece.

El gran Whitman creía en la fugacidad del tiempo, pero no así en el reguero de buenos instantes que a su paso podría legarnos. Quizá por ello el maestro Whitman emitía profundos alaridos por los techos de este mundo, sabía que su voz de poeta podría remover conciencias, atrapar nuestros sentidos y convencernos para siempre de que cada segundo puede ser único en nuestra existencia, y profundamente valioso en la de aquellos que nos precedieron.

Somos seres llenos de pasión, decía, de sueños y esperanzas, que necesitan celebrar los éxitos y las alegrías, y reservar el dolor para cuando realmente merezca la pena.

Nuestra naturaleza nos hizo amantes de una sonrisa contagiosa, de un atardecer compartido, de un gesto de cariño espontáneo. Y, sin embargo, nos hizo fervientes detractores de las despedidas, de las lágrimas que puedan hacer naufragar nuestra paz, abandonándola al océano de una insalvable tristeza. Nos confió el instinto de ser fieles a nuestro corazón y díscolos de la rigidez irracional y extrema, pues sólo el primero dicta las mejores respuestas y es siempre el incondicional consejero.

Venimos al mundo con la única ambición de encontrar la felicidad, búsqueda que resulta únicamente satisfactoria cuando después de todo, de lo bueno y lo malo que el destino nos pueda deparar, podemos decir bien fuerte que conocimos el amor verdadero, que amamos sin condición a cuantas personas formaron parte de nuestra vida y la hicieron especial, porque definitivamente, ellos y ellas lo eran.

Nos equivocaremos, quizá no una, ni dos, sino miles de veces, pero el amor a los nuestros siempre nos traerá de vuelta. Si como nuestros sabios antepasados hacemos nuestro el emblema latino Carpe Diem, ciertamente no perderemos un día de sol, dejaremos que la lluvia nos envuelva con su tenue manto y no nos faltarán los motivos para mirar hacia adelante. Y así, nuestros días contados serán una infinidad de buenos e increíbles recuerdos. Algunos se irán para no volver, otros se perderán en nuestra memoria, pero siempre habrá alguien que los conserve en nuestro lugar; y habrá otros, muchos otros que compondrán nuestra maravillosa y personal historia. Ni incluso la más desdichada de las experiencias deberá dejar en nosotros una desdeñable huella, porque como decía Whitman “la vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima…”, pero también nos enseña.

Por todo ello, “no dejes que la vida te pase a ti sin que la vivas”. Abrázala y cuídala como el mejor y más preciado regalo. Empápate del sabor de cada nueva experiencia, y nunca te permitas estar a la vuelta de todo, pues no hay sensación más grata que la de seguir creciendo cada día un poco.

Queridos alumnos y alumnas espero que estos doce años hayan sido sencillamente únicos, y que viváis el resto de vuestra vida con mucho, muchísimo amor.

“Creí que era una aventura y en realidad era la vida” Joseph Conrad.

Carpe Diem 2

La aventura de la vida es aprender.
El objetivo de la vida es crecer.
La naturaleza de la vida es cambiar.
El desafío de la vida es superarse.
La esencia de la vida es cuidar.
El secreto de la vida es atreverse.
La belleza de la vida es dar.
La alegría de la vida es amar»
 
William Ward

Sergi Juan Beneyto, 1ºESO A

Miriam Navarro Moreno, 1ºESO B

Javier Rueda Pérez, 1ºESO A

Lucía Quintana Fernández, 1ºESO B

Nicolás Martínez Company, 1ºESO A

Vicky Bernabéu Balibrea, 1ºESO B

Marcos Berlanga Juárez, 1ºESO A

María Reche Guillem, 1ºESO A

Álvaro Medina Pérez, 1ºESO A

Nieves Casado Verdú, 1ºESO A

Clara Sirvent Martínez, 1ºESO A

Natalia Guillem Mayor, 1ºESO B

Sonia Sanchís Arnedo, 1ºESO A

Pilar Berenguer Pina, 1ºESO A

Aida Cazorla Redondo, 1ºESO B

Juegos retóricos

“Dos personas pueden mirar la misma cosa y ver cosas diferentes”, ¡Qué paradoja! podríais pensar…Pero si reparáis detenidamente en el sentido implícito de esta afirmación de Dulce María Loynaz, es muy probable que intuyáis a qué quiso hacer referencia la poeta con él.

Es cierto que vivimos en una sociedad de acusados contrastes, pero aun teniendo en cuenta esta obviedad insalvable, creo que no es lícito, ni justo afirmar que todo en ella es o blanco o negro, pues la paleta cromática es mucho más visible en nuestro día a día de lo que quizá pudiéramos siquiera sospechar. Sencillamente porque la vida, sin la alegría que proporcionan los colores, sería un estanque inerte, gris e irremediablemente triste, en el que a nadie le gustaría estar.

Y somos nosotros, con nuestras variopintas y genuinas opiniones, quienes llenamos de complejidad, pasión, locura, retos y altas dosis de emoción cada nuevo día, convirtiéndole en único y diferente frente a todos los demás.

No me imagino un mundo con uniformidad de pensamiento, que no ose jamás discrepar. Ni me gusta creer que sólo una respuesta será incondicionalmente más válida que cualquier otra; que no pueda haber un punto de vista que no sea susceptible de generar debate; y que la riqueza expresiva de cada ser pase inadvertida a nuestros sentidos.

Creo en la magia de las palabras, porque al contrario de lo que muchos pudieran pensar, éstas pueden cambiar el mundo. A veces, cuando nadie me ve, las cambio de lugar, las desordeno, las reemplazo por semejantes, las abrazo, las amo, las antepongo o las comparo, las cubro bajo un tupido velo, o las dejo brillar exuberantes, las cambio de lugar o les reservo una posición preferente; otras veces las tiño de sutileza y otras me embriago de su naturalidad y arrollador carácter. En ocasiones disfrutan de su soledad y otras tantas necesitan de la compañía de buenos amigos. Pero lo que nunca puede pasar con ellas es que las olvide. Me entusiasma demasiado su forma de crear poesía.

Mis alumnos, dignos herederos de esta afición, nos regalan hoy sus mejores juegos retóricos…

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LA HIPÉRBOLE

Natalia Teruel Santoyo e Inés Mira Pérez, 2ºESO B

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LA PERSONIFICACIÓN

Claudia Hidalgo Bañón y Ainara Bautista Bayona, 2ºESO A

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LA HIPÉRBOLE

Carlos Díaz Carricondo y Pau Verdú Palau, 2ºESO B

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 EL PARALELISMO Y LA PERSONIFICACIÓN

Lucía Tárraga Romero y Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

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Carlos Bornay Ramón y Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE

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Clara Valero Cespedosa y Raquel Monllor Guillem, 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE

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Carlos Díaz Carricondo, 2ºESO A

LA METÁFORA

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Clara Rivas Boronat y Carla Valero Ruiz, 2ºESO B

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Javier Latorre Martí y Eduardo Vicedo Ortega, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE Y LA PERSONIFICACIÓN

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Lucía Valls Hernández y Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

LA PERSONIFICACIÓN Y LA HIPÉRBOLE

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Emilio Hueso Romero, 2ºESO A

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Jordi Vilaplana Sola e Irene Picó Samper, 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE

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Lidiana Martínez Pérez y Laura Azorín Rico, 2ºESO A

LA METÁFORA Y LA HIPÉRBOLE

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Annais Díaz-Cacho Pérez, 2ºESO A

LA HIPÉRBOLE

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Silvia Casanova Llinares y Nerea Giner Aguado, 2ºESO A y 2ºESO B

LA HIPÉRBOLE Y LA PERSONIFICACIÓN

Cartas al cielo

«Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida (…)»

Mario Benedetti

Cartas al cielo

Querido papá:

Cuánto me hubiera gustado poder detener el tiempo en aquel último abrazo, en un intento por retenerte a mi lado para siempre…Pero no me escuchó, no oyó ni una sola de mis infinitas plegarias, y siguió su curso, llevándose consigo parte de la que fui y dejándome a solas con un sentimiento con el que no me sería nada fácil lidiar.

Te fuiste, dejándonos solos ante un abismo de nuevos segundos, minutos, días y más días en los que ya no estarías tú. Y sí, volvimos a reír, a soñar despiertos, a llorar y a dejar que la vida nos guiase, pero en cada uno de esos instantes nos faltó el eco de tu inconfundible sonrisa, la luz de tus ojos para iluminar nuestras esperanzas y tu hombro para que las lágrimas encontrasen su remanso de paz…

Papá no ha habido un solo momento desde entonces en el que no te haya pensado, y de algún modo, siento que me susurras la mejor respuesta cuándo no sé bien qué hacer, que recorres el camino sin soltarme de la mano como solíamos hacer en nuestros memorables paseos. Te veo en cada rincón que recorrimos juntos y me invaden los recuerdos.

Papá, aquel día gris comprendí las palabras de mamá: “los padres hacen falta siempre”. ¡Cuánta razón tenía! Me hago inevitablemente mayor, aunque hubiera deseado quedarme para siempre en tu regazo escuchando hermosas canciones de cuna, o bailando sobre tus pies las bellas melodías que volaban libres al compás de aquel viejo gramófono. Pero no pude oponerme al devenir de los días, y en ellos siento que me faltas tú.

Te quiero tanto papá…Juntos creamos una maravillosa historia, quizá demasiado breve, pero cargada de intensidad. Páginas que nunca me canso de releer, porque en ellas estás tú, tu perfume, tu sentido del humor, tu alegría, tus sabios consejos, tus palabras siempre llenas de amor y en definitiva, tu esencia, la que me da fuerzas cada mañana para afrontar un nuevo día, para combatir las adversidades y encontrar en los pequeños detalles el sentido de la existencia.

Sé que tendré que aprender a vivir con la ausencia de tus abrazos, con la necesidad de contarte mis sueños y el deseo irrevocable de hacer planes contigo. Sé que no pasará un solo día en el que no te eche de menos hasta el culmen de la desesperación, que no lloraré de dolor mirando al cielo; que no acariciaré con las yemas de mis dedos cada letra de tus cartas, queriendo emular la danza maravillosa de tu trazo. Pero nunca perderé la fe y te seguiré buscando en las estrellas, en cada recoveco de nuestro hogar, en el silencio de mi soledad y en mis infinitos recuerdos a tu lado, porque también sé, y estoy segura de ello, que siempre, siempre te encontraré cuidando de todos nosotros.

Siempre tuya, siempre mío, siempre nuestro.

Ibi, 1 de Noviembre de 2015

Querida Loles:

Hace tiempo que no te recuerdo, ya que no quiero ponerme triste pensando que ya no estás. Pero hoy como no es un día cualquiera lo voy a hacer para recordar lo importante que fuiste para mi familia.

No me acuerdo mucho de todo, aunque siempre hablaron muy bien de ti, pero sí recuerdo algunos momentos sobre todo en verano, cuando siempre que llegábamos nos esperabas sentada en la silla del porche y salíamos a saludarte.

Cuidaste a mi abuela cuando era pequeña, creciste con ella, y luego también cuidaste de mi madre y de mis tías y mi tío con todo tu cariño, por eso eras como una más de la familia y yo te consideraba como mi segunda abuela.

Según me han contado y me imagino, pasasteis muy buenos momentos y os divertisteis bastante, pero el 17 de febrero de 2008 sonaron las últimas campanas para una señora que hizo muy feliz a una familia.

Mis seres queridos estaban muy afectados, pero como todos hacemos, lo asumimos y tratamos poco a poco de reponernos a tanto dolor.

Pero la carta no acaba así, la última vez que sentí que estabas con nosotros fue cuando vi donde creciste y conocí a la chica que te cuidó durante los últimos años, y cuando nos íbamos me pareció verte diciéndonos adiós. Espero que algún día te llegue esta carta o sientas lo que he escrito…

Un abrazo. Siempre a tu lado, Victoria

Victoria Bernabéu Balibrea, 1ºESO B

A mi tío Rafa:

¡Hola tío Rafa! Hace mucho tiempo que no te veo, que no te hablo… ¡Te echo tanto de menos! Recuerdo cuando yo era muy pequeñito y subía a tu casa, me veías y me dabas un abrazo con voltereta incluida. Recuerdo cuando nos hacías reír a todos con tus chistes y bromas, que siempre eran muy divertidas y me hacían disfrutar.

Eras un apasionado del fútbol; siempre que había un partido del Barça, lo veíamos juntos, ya que de toda la familia a ti y a mí nos encantaba, y tú siempre me decías: “El meu culé preferit”. Nunca olvidaré el día después de Reyes cuando venía de ver a mis primos de Agost y me fui contigo, con Kiti y con mi padre a ver el Celta-Alcoyano a Alcoy.

Ha habido momentos que he olvidado, otros que recuerdo y me hacen reír, pero lo que nunca olvidaré es que eres una muy buena persona y que fuiste el mejor tío que podría haber tenido nunca. Sé que lo tuyo no fue un adiós, sino un hasta luego y estoy seguro que volveré a verte.

De tu culé, Sergi

¡Te mando mis besos y abrazos!

¡Te quiero Rafa!

Sergi Juan Beneyto, 1ºESO A

Al mejor pajarito…

¡Hola Pepe!

Hoy te escribo para recordarte. Hace ya dos meses desde que te fuiste y te echo mucho de menos. Recuerdo cuando te silbaba y tú piabas y te alegrabas, o cuando tenías miedo y te escondías y cuando yo llegaba salías de tu escondite ¡qué bien lo pasábamos! Recuerdo aquella singular mancha marrón que tenías alrededor del ojo.

Te contaré un poco sobre mi día a día: he empezado un nuevo curso y ahora estoy en la ESO, me va muy bien, en casa todos te echamos en falta. Espero que tú nos sigas recordando.

Cuando leas esta carta, seguro que te acuerdas de mí y recuerdas aquellos buenos momentos que pasábamos. Y aunque no estés conmigo siempre te recordaré.

Hasta siempre…

Javier Rueda Pérez, 1ºESO B

¡Hola abuelo! Sé que estás conmigo cuando sufro, sé que siempre me escuchas y permaneces a mi lado. Hace 2 años desde que no estás con nosotros, con la familia. Recuerdo ese día, cuando la abuela habló con Floren la profesora, y oí que habías fallecido. Durante esa clase estuve triste, no almorcé y no sonreía. Por la noche dormí en casa de los tíos y no fui al cole a la mañana siguiente. Ese día soñé que estábamos llorando y tú no estabas…La abuela llora cuando piensa en ti.

Espero que estés bien. Un abrazo muy grande de tu nieto.

Marcos Berlanga Juárez, 1ºESO A

Mi querida kika

La última vez que te vi fue el día después de que vinieran unos amigos a casa. Me acuerdo que te metimos en el agua y tú nadabas con tus patitas; aquel día también te disfrazamos de payaso, de vaca, de Michael Jackson…e incluso bailabas cuando te poníamos música.

Cuando veías un balón empezabas a intentar morderlo, pero no podías porque era demasiado grande. Cuando mi padre me pegaba de broma para ver la reacción que tenías, tú le ladrabas. Entre semana, por la mañana, te encontraba en mi cama metida con la cabeza sobre el cojín. También me acuerdo que cuando veías algo que daba vueltas le ladrabas

No sé dónde estás, pero espero que no estés muy lejos.

Con mucho amor, Isabella

Isabella Berenguer Bravo, 1ºESO B

Mi querida abuela:

Yo no te llegué a conocer, pero las personas que sí lo hicieron: tus amigos, me cuentan que eras una mujer alta, guapa, una señora elegante y con mucho temple, es decir, una mujer de los pies a la cabeza.

Tuviste mucha suerte en la vida, pues pudiste disfrutar de tu bella familia. Tenías y tienes unos hijos fantásticos. Tus amigos me dicen que os lo pasabais muy bien en esos viajes que hacíais todos juntos, unas veces a Benidorm, otras a París e incluso a pasar el día en un barco.

Tu hija, mi madre, me contó que una vez os fuisteis con un barco de un amigo vuestro y que parasteis en alta mar para bañaros. Todas las mujeres os estabais bañando tranquilamente, cuando de repente, Javi, (el más pequeño de la casa), se tiró de bomba desde el barco y salió del agua gritando: ¡Un pulpo!, y todas vosotras escapasteis a correr hacia el barco.

A mí, personalmente, me hubiera gustado conocerte, lo que es lógico, para saber lo que te gustaba, tus aficiones y, sobre todo, para tenerte aquí disfrutando de la vida y quererte mucho.

Con amor y respeto…

Tu nieta a la que no pudiste conocer, Elena

Elena Pastor Rodríguez, 1ºESO A

Querido abuelo,

Soy tu nieto, Santi, y te hablo desde la Tierra. Quiero decirte que desde que falleciste, mi corazón está vacío ya que faltas tú, una persona que siempre me quiso y siempre estuvo a mi lado, en lo bueno y en lo malo. Desde que nací, me cuidaste para que estuviera bien. Nunca olvidaré nuestros momentos en la caseta, paseando por Onil, en el mercado, en tu casa… Todos esos recuerdos son inolvidables. Para mí, todos los días 9 de cada mes se han convertido en sagrados. Y lo más importante, ha sido que no he podido demostrarte lo mucho que significabas y significas para mí.

Besos y abrazos,

Tu nieto, Santi

Santi Millán Pérez, 1ºESO B

Querido perro Chiki:

Hace ya 5 años que te fuiste…Espero que estés bien allá donde estés, aún recuerdo aquellos momentos en los que jugábamos a que yo te lanzaba un palo y tú ibas corriendo a recogerlo y me lo traías; como cuando te lanzaba las bolitas de tu comida y tú saltabas muy alto y te las comías.

Aunque no vivieras conmigo porque tenía alergia, cuando iba a casa de mi abuela -donde tú estabas- siempre me recibías muy alegre y me traías ese palo con el que siempre jugábamos para que jugara contigo. Auque eras un poco travieso (porque siempre que veías un balón mío de fútbol te lo llevabas corriendo y me lo pinchabas), recuerdo aquel sábado por la mañana cuando me llamaron mis abuelos diciéndome que estabas muy enfermo y que fuéramos rápido, como un día gris. Cuando llegué te vi apagándote, estabas tan malito…Viniste andando hacia mí y te di un fuerte abrazo y de repente, mientras te abrazaba, te fuiste para siempre. Fue un final muy triste. Nunca te olvidaré.

Adrián Galiano Martínez, 1ºESO A

A mi bisabuelo Virgilio:

Querido bisabuelo; te dedico esta carta con todo el amor del mundo. Quiero que sepas que no me olvido de ti, aunque estés en un lugar distinto y lejano, porque los tres años que conociste de mi vida fueron estupendos contigo.

Recuerdo una imagen en la que estoy jugando contigo un sábado por la mañana en tu casa. Tú estabas muy feliz y contento. Me hubiera gustado conocerte un poco más, pero el poco tiempo que compartí contigo, fue suficiente para hacerme saber que eras una persona maravillosa, alguien especial con un sentido del humor enorme y un corazón de oro.

Sé que ahora estás en un lugar mejor y no hay por qué estar triste. Desde aquí te mando un fuerte beso, que no tuve ocasión de darte para despedirme, y un abrazo.

Con todo el cariño del mundo, Miriam.

Miriam Navarro Moreno, 1ºESO B

Estimado Ramón:

Me acuerdo perfectamente del día que naciste, el uno de Abril de 2012, pero lo que quería decirte es que echo de menos tu presencia y todas las cosas que solías hacer, me gustaba cuando te quedabas dormido en el sofá los días de lluvia y los soleados. Me encantaba acariciarte ya que eras muy suave, y también me agradaba el momento en que empezabas a maullar en el umbral de la puerta sin consuelo cuando hacía frío.

De pequeño eras muy chiquitín, de mayor engordaste un poquito, lo cual no era problema ya que cuando te acostabas encima de mí me dabas más calorcito, también me encantaba hacerte rabiar poniéndote el gorro de nenuco y haciéndote una foto, pero me salió mal, ya que hice una foto chulísima, ¡y cómo no! te hice otra con el gorro de Papa Noel, y así sucesivamente. Otras cosas que solías hacer era ronronear como una locomotora, y cuando estabas durmiendo ya podías tener un sueño profundo que cuando oías el ruido del pienso te levantabas sin pensarlo dos veces, y cuando comíamos nosotros en la terraza teníamos que atarte a la sombrilla para que no subieras a la mesa ¡eras un comilón!

Un saludo, y espero que nos veamos dentro de muchos años.

Mar Juan Reig, 1ºESO A

Me gustará decirte muchas cosas y no sé bien por cuál de ellas empezar, quería decirte que eres una persona muy especial para mí. Hace seis años nos dijiste a toda la familia lo de tu grave enfermedad. Fue una noticia muy horrible para todos, pero poco a poco me fui dando cuenta de lo mucho que te esforzabas, que nunca te rendías ante las dificultades, de lo valiente que eras… Pero llegó el día en que te fuiste, ese día fue muy triste para todos, aunque aún hoysiento que estás a mi lado, que me apoyas, que me das ánimos, fuerza para seguir hacia adelante y mucho cariño. Fuiste una persona muy importante para mí, y quiero que lo sigas siendo en mi interior. “Sé ángel de mis sueños y espérame allá donde estés”.

Antonio Martí Bernabéu, 1ºESO B

Hoy en esta carta tan emotiva, os voy a hablar de una persona que aunque no esté muerta, está enferma y no recuerda su vida con claridad. Esta persona es mi tío abuelo Augencio Pérez Cabeza, que nació en Porcuna, Jaén. Él tuvo una vida dura y fue un gran luchador desde pequeño. Conforme fue haciéndose mayor empezó a ayudar en el negocio de su padre, que tenía un bar, y además de eso se fue a hacer el servicio militar a Melilla con sólo 18 años, y cuando volvió, pasados unos años, murió su madre Milagros, y siendo él el mayor de los hijos se hizo cargo de cuidar a sus hermanos con tan sólo 22 años, sobre todo de su hermana pequeña Ana de 7, que es ahora mi abuela.

Ya con 32 años empezó a tener sus propios negocios, y se trasladó a Barcelona junto con sus hermanos y su padre. Allí montó un bar y después de unos años murió su padre, por lo que decidió venirse a Ibi, aquí solicitó en el Mercado Central un puesto y puso una carnicería. Él trabajó en la carnicería durante años, hasta que volvió a iniciar, ya con 46 años, otro negocio, en este caso un restaurante en Ibi cuyo nombre es “El Picaor”, como a él lo apodaban. Trabajó mucho siempre y luchó incesantemente para sacar el restaurante adelante. Pero también éste le dio grandes recompensas porque él amaba su trabajo. Actualmente, debido a su enfermedad, se encuentra ingresado en un centro de enfermedades neurológicas, pues padece alzhéimer.

La familia lo amamos un montón, vamos a visitarlo todos los días pero ya no nos conoce y tenemos mucha pena, sobre todo su hermana pequeña Ana, porque él siempre fue como un padre para ella, ya que él la cuidó durante su infancia e incondicionalmente. Ha dejado un recuerdo imborrable en nosotros durante su vida de trabajador y buena persona. Desde aquí, quiero transmitirle que lo quiero mucho y espero que con 78 años que tiene se recupere y pueda volver a su casa.

Darío García Segura, 1ºESO A

Tú siempre estuviste a mi lado, recuerdo que me recogías del cole y siempre te daba la mano y nos bajábamos cantando la misma canción. Ahora, aunque no estés aquí sigo cantándola desde mi corazón. También me acuerdo cuando llegaba a tu casa, siempre te dábamos un besito en la frente.

Mi madre nos dijo una mañana que nos fuéramos a la caseta de mi tía cuando estabas en el hospital. Al tercer día mi madre vino a por nosotros, y yo la vi muy seria, hasta que una vez en casa me dijo que  tú habías muerto y yo me eché a llorar.

Te echo tanto de menos…

Neus Lozano Mira, 1ºESO B

Querido Chicky Blue,

Mi querido gatito, me acuerdo que te encontramos cuando eras muy pequeñito, maullando debajo de un árbol de mi calle y estabas muy asustado, entonces te acogimos cariñosamente en nuestro hogar; también me acuerdo que el primer día que estuviste en nuestra casa mi madre te subió al sofá y te arropó con una mantita porque tenías frío. Recuerdo cuando te metías detrás o debajo de la nevera o del sofá, hubo una noche que dormiste encima del DVD porque estaba calentito, pero eso de campar a tus anchas no duró mucho porque al día siguiente mi padre nos despertó diciéndonos que habías hecho tus necesidades en el sofá, y entonces te llevó a la caseta. Siempre que íbamos jugábamos contigo y a veces te molestábamos . Pues como mi tía vivía al lado, ella era la que te cuidaba, te daba de comer, te daba cobijo en su casa…A veces cuando íbamos huías de nosotras, otras te enrabiábamos y le mordías a mi padre.

Vivías muy feliz, te pasabas la noche dando vueltas y por el día tumbado o durmiendo en la terraza o viendo a mi tía como tendía la ropa. Hasta que un día te atropelló un coche. Fue uno de los peores días para mí. Por eso te he escrito esta carta , para recordarte estos momentos tan inolvidables e increíbles que siempre guardaré en mi corazón. También para pedirte perdón por todas las cosas malas que te hecho y para decirte que te quiero, que nunca te olvidaré y que siempre estarás en mi corazón.

Sonia Sanchís Arnedo, 1ºESO A

Querida Perla:

Te conocí cuando eras pequeña, y eras una perrita estupenda, me acuerdo cuando te dábamos paseos por la caseta. Tuviste dos cachorritos maravillosos, a uno de ellos lo llamamos Escubi , que fue con el último que te pudiste quedar.

Cuando íbamos con mi tía a la caseta os poníais súper contentos cuando nos veíais. Cuando íbamos a veros después del cole nos quedábamos allí a merendar y tú siempre venías a recibirnos. Yo siempre pensaba en ti y creo que tú también en mí, aunque a veces fuera un poco pesada. Siempre te acompañaba al veterinario cuando ibas para que no te preocuparas. Yo cuando tenía que elegir a una mascota, siempre te elegía a ti, porque eras buena, cariñosa, hacías caso y te quería mucho. Con el paso de los años me fui haciendo más mayor y tú también conmigo. Cada vez ibas más cojita, no oías tan bien como antes, tampoco veías de la misma manera, aunque yo fuera muy optimista y pensara que ese no era el inicio de tu final, mi tía siempre me decía que te quedaba poco para tu hora, pero yo prefería no pensar en eso, yo sólo pensaba en disfrutar contigo todo lo que te quedara. Pasaron días, semanas e incluso meses, hasta que llegó el momento de irte. Mi tía fue a la caseta y te encontró tirada en el suelo.

Recuerda siempre que yo desde el primer día que te conocí nunca te he olvidado. Siempre te querré Perla.

Sara Sanchís Arnedo, 1ºESO A

Abuelo esta carta te la escribo a ti con todo mi cariño. Falleciste el día 6 de Mayo de 2013, cuando yo tenía 11 años y tú 87. Mis hermanos y yo íbamos todos los fines de semana a visitarte porque vivías en Castalla y nosotros en Ibi, y siempre estabas en casa esperándonos con alegría al vernos, porque eras una persona muy alegre y familiar.

Los últimos meses de tu vida fueron tristes porque te veíamos sufrir. Me acuerdo de cuando fuimos al hospital de Alcoy con mis padres y mis hermanos a verte y te quedaste mirándome y me dijiste: “Mireu la xica què bonica està i què braços més bonics te”.

Esas palabras para mí fueron inolvidables porque estabas ya muy malito.

Te echo de menos porque tú me transmitías AMOR, PAZ Y FELICIDAD.

Besos de tu nieta.

Sandra Rico Berbegal, 1ºESO B

Querida abuela:

Soy Nieves, tu nieta. Te escribo esta carta porque te echo de menos, podrás pensar que es una tontería, dado que nunca te llegué a conocer, pero quiero que sepas que me hubiera encantado haberlo hecho, aunque, curiosamente, siento que de alguna manera lo hice por algunas cosas que papá me ha contado sobre ti.

También quería hablarte de algunas cosas que han pasado desde que tú no estás, una de las más importantes es que has tenido cinco nietos, dos niños y tres niñas, tres de los cuales son hijos de Eduardo. Ellos son: Leyre de 19 años, Eduardo de 16 años y yo de 12. Y los otros dos, que son de tu hija Blanca: Pablo de 13 y Adriana de 10.

En realidad lo que más importa de esta carta es que sepas que yo, aunque no te llegué a conocer, te quiero, te extraño y te tengo muy presente dentro de mi corazón.

Te quiere Nieves.

Besos y abrazos.

Nieves Casado Mira, 1ºESO A

Querida tía:

¿Cómo estás? Imagino que bien, ya que te habrás encontrado con tus padres y tus hermanos. Aquí estamos más o menos igual. Digo “más o menos” porque, al irte, has dejado un vacío que no conseguimos llenar.

Cuando más te echamos en falta fue en la comunión de Marina. Todos intentábamos no pensar en ti para no ponernos tristes: en lo contenta que te habrías puesto al verla, en cómo le habrías ayudado con el vestido, cómo te habrías reído…

La última vez que nos vimos fue cuando vinieron los primos de Granada a ver qué tal estabas. Si hubiera sabido que sería la última vez que te vería, no me habría ido a jugar con los pequeños… Si lo hubiera sabido, no me habría movido de tu lado… Si lo hubiera sabido te habría dicho una vez más “Te quiero”…

Debo ir despidiéndome, así que, si oyes esto, me gustaría que mandases alguna señal de que lo has recibido.

Con cariño y tristeza,

Lucía Fernández Giner, 1ºESO B

Querido Lucas:

Hoy he tenido la necesidad de escribirte, la necesidad de recordarte, de revivir aunque fuese sólo por un ratito, todo lo que compartí contigo. Y es que aunque eras un perro, para mí eras mucho más que eso. Eras un amigo, un compañero y el más fiel guardián de nuestra caseta.

Llegaste a casa un mes de septiembre de hace ya algún tiempo. Eras un precioso cachorro de pastor Belga de un color negro intenso brillante y hocico alargado. Tenías unas patas recias y fuertes. Eras un cachorro precioso y muy juguetón.

Desde el primer día supe que formarías parte de nuestras vidas y que cuidaría de ti para siempre.

Crecías muy rápido, pero nunca perdiste ni un ápice de tu alegría. Eras inquieto y fiel y poco a poco te convertirte en un gran perro adulto, negro azabache, de orejas puntiagudas y de pose amenazante… Aunque nunca hiciste daño a nadie, todo lo contrario, cuidaste de nosotros hasta que con quince años, ya muy viejecito y sin casi poder moverte, tuvimos que tomar la más difícil y dolorosa de las decisiones. Tuvimos que ayudarte a dejar de sufrir y acompañarte en el último de tus viajes.

Siempre estarás en mi recuerdo

Álvaro Medina Pérez, 1ºESO A

Esta carta al cielo va dirigida a mi pájaro Lola . Cuando yo tenía 7 años, mi compañero de clase Javier me regaló un pájaro por mi cumpleaños, a Javier también le gustaban mucho los pájaros, él tenía uno que se llamaba Lolo, así que yo le puse al mío Lola. Me encantaba jugar con ella, aunque alguna vez que otra me mordía. Me gustaba cuidarla, darle de comer, de beber, pero no me hacía mucha gracia limpiar su jaula.

Lola tenía el plumaje amarillento y una cresta verde. No era de gran tamaño, aunque era bastante fácil reconocerla porque tenía un amarillo bastante fosforito. Todos los días de verano la sacábamos a una ventanita, y por la noche la metíamos de nuevo, no obstante, un día se me olvidó meterla dentro de casa y pasó toda la noche fuera. Al día siguiente, me iba al cole cuando me di cuenta que su jaula estaba en el suelo con la puerta abierta. Desde ese momento no ha habido día que no haya pensado en ella. La echo mucho de menos desde lo ocurrido .

SIEMPRE ESTARÉ CONTIGO LOLA

Natalia Guillem Mayor, 1ºESO B

Yo tenía una bisabuela llamada Carmen. De pequeño, muchos cumpleaños los celebré en su casa. En Reyes Magos siempre nos íbamos a ver la cabalgata con ella, y como vivía en una casa grande, los negros nos subían los regalos por las escaleras. También tengo recuerdos de cuando nos reuníamos a comer toda la familia en su casa. Me acuerdo que cocinaba una especie de pastelitos a los que llamaba «pastissets», que estaban buenísimos.

Siempre me decía: «Nicolás, sé aplicat i estudia molt». El último día que la vi fue en la boda de mi tío en 2011. Hasta ese día me lo pasaba genial con ella. ¡Era la mejor!

Nicolás Martínez Company, 1ºESO A

Querido bisabuelo. Nunca pude verte, ya que vivías en Ecuador, pero siempre me pregunté ¿cómo eras?, ¿qué hacías?, etc. El día que mis padres me contaron que habías fallecido me puse muy triste, y me preocupé mucho porque pensé en qué pasaría si algún otro familiar falleciese o le pasase algo grave. No pude ir a tu entierro ni pude decirte «Adiós». Pero tengo que seguir mi camino y encontrar mi destino y ser fuerte, que ningún obstáculo de mi vida me atormente.

Este mal recuerdo será algo que no podré olvidar.

Kessvan Cedeño Espinoza, 1ºESO B

El árbol de las mil historias

Un día cualquiera, hace muchos, muchísimos años, alguien tuvo una idea; puede que no fuera la más ingeniosa, ni siquiera demasiado original, puede incluso que otros la hubieran imaginado antes, pero prefirieron reprimir su deseo de hacerla volar… Hasta que llegó él, el corazón que le dio a esa mano el coraje para escribirla, que no privó a sus articulaciones del genuino placer de una danza no pautada, liberándola así a la exultación de un escenario en blanco, preparado para el desfile sinuoso y curvilíneo de sus letras…

Letras de arrolladora personalidad que se aunaron formando bellas palabras; vocablos y más vocablos hermanados entre sí creando un pensamiento unívoco, la aventura hecha prosa de un valiente soñador. Y de esta manera, la historia que había nacido y crecido en aquel apabullante interior fue desplegando sus alas a la luz de la atenta mirada de aquellos que la quisieron contemplar, permitiendo que su intensidad no perdiese jamás su efervescencia.

Aquel relato se antepuso con coraje a los desafíos del tiempo, buscando siempre el mejor refugio en la caricia reconfortante de un tacto cálido, ávido de guardar para sí el perfume de esa personal esencia y procurarle un nuevo hogar.

Y así transcurrió su vida, sin rumbo fijo, abandonado a la emoción de una itinerante travesía por cielo, tierra y mar; con las compuertas abiertas a la espera de un intrépido navegante, decidido a embarcarse en la experiencia que prometían unas veteranas páginas.

Aquella historia, que en el momento de su nacimiento, nada le hizo sospechar que llegaría tan lejos, sonríe ahora plácidamente entre nuestras manos, mientras entre sus líneas viajan libres un sinfín de recuerdos, como el sesgo de una lágrima perdida, o el eco lejano de miles de voces susurrando palabras llenas de fuerza y valor, como el recorrido tenue de las yemas de unos dedos sobre el papel curtido; o los inconfundibles sollozos, o las contagiosas carcajadas… Lecciones para no olvidar y muchas otras para entender sólo con el fruto de los años…

No le fue fácil ni a aquel primer libro, ni a todos los que vinieron después, asumir que su lugar era estar en todas partes, incondicionalmente dispuestos para todo aquel que necesitase de ellos, preferían la comodidad de una vida sedentaria, pero al entrar en contacto con las emociones y sentimientos más profundos de la gente, comprendieron que habían creado las más sólidas raíces, fuentes de luz y de vida, cauce de nuevas e increíbles historias que serán la inspiración de todas las que vendrán. Y esto es sólo el principio…

“(…) No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye…”

WALT WHITMAN

OJOS DE SOLEDAD por Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

Todo comenzó aquel gélido invierno. Era un lunes de 1932 , Lynette era una joven de familia prestigiosa, cuyo único miedo era el tiempo, una joven consentida a la que no le complacía reconocer las verdades de la vida, su única preocupación era ser como Peter Pan y vivir en el país de nunca jamás para siempre. Lynette se embarcaba en aquel país, donde solo ella podía oír el ruido del oleaje. Ella sólo quería ser la juventud y la alegría y sentirse como un pajarillo recién salido del huevo.

Pero un día en la penumbra del atardecer, Lynette se adentró en una pequeña librería de París en busca de nuevos ejemplares. En ese momento vio a una joven. Su rostro y sus brazos vestían una piel pálida, casi translúcida, con rasgos afilados dibujados a trazo firme bajo una cabellera negra brillante, que brillaba como una piedra humedecida. Pero algo en su porte y en el modo en que el alma parecía caerle a los pies la diferenciaba. Parecía atrapada en un estado de perpetua juventud. Sus labios esbozaban una sonrisa tímida y temblorosa. Sus ojos palpaban el vacío, pupilas blancas como el mármol, tenía algo en aquellos ojos blancos, algo que la distinguía de las demás chicas. Estaba ciega.

Lynette se acercó a preguntar qué hacía una chica que no podía leer en aquel lugar, fue entonces cuando la muchacha habló. Con esa voz de cristal, trasparente y tan frágil que le pareció que sus palabras se quebrarían.

Le contó que ella leía con ojos de prestado, y que para ella esto era un mundo de sombras. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante Lynette supo que en aquella ocasión podría hacer el bien en vez del mal, hipnotizada por aquella mirada de porcelana, con ojos sin lágrimas ni engaños. Lynette se arrepintió de aquella pregunta y fue entonces cuando sugirió que ella podría ser aquellos ojos, pues ella no conocía el placer de leer, de explorar puertas que se te abrían en el alma y así poder devolverle la vista que había perdido.

Cada mañana las dos muchachas se reunían en la pequeña librería de París.

La joven sin nombre, al parecer se llamaba Adeline, sostenía que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino en tu corazón.

Aquella joven le enseñó que no había lenguas muertas, sino cerebros aletargados y que la codicia era pecado mortal de necesidad.

Lynette cada vez quería saber más sobre Adeline y su misterioso pasado. Era como un silencio a gritos que aun no había aprendido a acallar con palabras, pero Adeline sólo quería dejarse envolver por el sortilegio de la historia y su mundo.

Cada vez que leía, la voz de Lynette comenzaba un tanto envarada al principio, pero poco a poco se iba relajando y pronto se olvidaba de que estaba recitando, para volver a sumergirse en la narración, descubriendo cadencias y giros en la prosa que fluían como motivos musicales, acertijos de timbre y pausas en los que no había reparado en su primera lectura. Eran como nuevos detalles, briznas de imágenes y espejismos que despuntaban entre líneas.

Las visitas a la librería eran casi diarias. La librería disponía de fabulosos libros que les hacía disfrutar de increíbles y fascinantes aventuras, aunque algunas tardes apenas leían. Ahora abrían un universo infinito por explorar y sabían que, más allá de aquellas estanterías, el mundo dejaba pasar la vida. Juntas los minutos y las horas se deslizaban como un espejismo.

Lynette supo más del pasado de Adeline, ésta se encontró en un mundo de tinieblas, y seguía embrujada por los recuerdos y las vivencias aglomeradas en cada rincón de su memoria. Vivía en la sombra con un eco de soledad y pérdida, vivía en el pasado, en un mundo de quietud, miseria, y rencores velados. Era como si Adeline se descompusiera en mil historias, como si sus relatos hubiesen penetrado en una galería de espejos y su identidad se escindiera en docenas de reflejos diferentes y al mismo tiempo en uno solo.

Con el tiempo Lynette y Adeline se hicieron inseparables, Lynette ahora había cambiado, era una chica más dulce y ayudaba a Adeline a luchar para recuperar una infancia y una juventud perdida, porque gracias a ella los ojos de Adeline, ojos de niebla y pérdida, ya nunca más mirarían atrás.

“Porque una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas”. (La sobra del viento, Carlos Ruiz Zafón).

EL VIAJE DE YASHIRA por Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Mi nombre es Yashira, tengo catorce años y vivo en una ciudad de Siria llamada Homs junto con mi familia, o al menos vivía allí hasta que la guerra comenzó. Desde ese momento siempre que miraba a mis padres los veía cada vez más asustados y angustiados, como si predijeran lo que iba a pasar. Entonces llegó el día en el que todo Homs tembló. Aquella mañana mi madre nos despertó a mi hermano y a mí. Era la primera vez que la veía tan asustada. Me vestí con la primera cosa que cogí del armario, me puse unos zapatos y bajé las escaleras lo más rápido que pude. En el portal nos esperaba mi padre con unas maletas, una mochila y un gesto de terror en el rostro, le pregunté pero él no me dijo nada, entonces mi madre bajó con mi hermano en brazos y abrazó a mi padre con ternura.

Cuando salí a la calle aquello era un infierno, coches, gente corriendo, soldados, ambulancias, camiones, aquello era un caos. Mi padre me miró y me señaló un coche aparcado en la cuneta, al momento nos subimos en él. Era un taxi. Mi padre le hizo una indicación al taxista y éste arrancó. Pasada una hora ya estábamos a las afueras de la ciudad. Cuando eché la vista atrás vi la catástrofe, explosiones, fuego, la imagen más aterradora que había visto jamás. Los siguientes acontecimientos sucedieron rápido, el taxista nos dejó en una estación de autobuses, no llevábamos mucho dinero así que nos lo gastamos todo en pagar el taxi y el billete de autobús. Aquel autobús nos llevó hasta la costa donde mi padre, debido a que no teníamos dinero ni nada parecido, se vio obligado a caer en las hipnóticas redes de la inmigración ilegal, si quería salvar a su familia e ir en busca de un esperanzador futuro.

Pasadas unas horas nos encontramos con más gente como nosotros que también querían cruzar el mar para llegar a Europa, pero aún no sabíamos cómo hacerlo, no teníamos barco ni coche y no había ninguna manera de comunicarse con el mundo, ni teléfono ni internet, absolutamente nada. Entonces no teníamos otra opción que llegar andando a Europa, así que nos pusimos en marcha, y afortunadamente la suerte se puso de nuestro lado y mientras recorríamos un camino vimos pasar una furgoneta, ésta paró y de ella bajó un hombre alto y fornido vestido con un uniforme, un chaleco antibalas y un rifle colgado del hombro, el hombre nos habló pero no entendimos nada, pero por suerte uno de los hombres del grupo hablaba inglés, éste le contó lo sucedido y con un gesto nos dijo que subiéramos al vehículo, que él nos llevaría a un lugar seguro. Mi padre y otros dos hombres se sentaron en la parte delantera mientras que a los demás nos bastó con la parte trasera. Pronto cayó la noche y paramos, todos se durmieron al momento, pero a mí me costó mucho dormirme, lo conseguí después de algunas horas. De repente un ruido me sobresaltó y entonces vi como el soldado se peleaba con otro hombre, éste llevaba un pañuelo cubriéndole la boca y un traje negro donde se podía leer “estado islámico”. Se pegaban puñetazos y patadas hasta que vi como el soldado se sacaba un puñal de la bota y… El soldado se giró hacia mí y yo cerré los ojos, simulando no haber visto nada. Ya por la mañana me fijé y vi que el paisaje había cambiado, ya no estábamos en Siria sino en Turquía, al instante el vehículo se detuvo y bajamos todos, de ahora en adelante tendríamos que seguir a pie, le dimos gracias al soldado, nos despedimos y empezamos a caminar.

Pasaron los días y se nos acababa la comida y el agua. Pero de nuevo la suerte fue generosa con nosotros y nos encontramos con miles y miles de personas como nosotros que querían aspirar a un futuro mejor, nos unimos a ellos y no tardamos mucho en llegar a la frontera entre Grecia y Turquía y allí nos separamos. A mi familia y a mí nos subieron a un autobús que nos llevó hasta Hungría. Allí estuvimos mucho tiempo hasta que un día cuando mi padre ya había perdido toda esperanza, conseguimos subir al tren, al tren de la vida, al tren que nos llevaría hacia un mañana mejor. A día de hoy sigo en ese tren, pero no me faltan ganas, al contrario estoy impaciente por llegar al que será mi nuevo hogar, por volver al colegio y aprender y, sobre todo, por olvidarme de todo esto, pero eso no es lo más importante, lo que importa es que al fin he recuperado la esperanza y las ganas de vivir como muchos otros niños como yo, porque al fin y al cabo una muerte es un precio muy bajo por tantas miles de millones de nuevas esperanzas por vivir. Esta historia está inspirada en historias reales de niños que por desgracia están viviendo esta terrible guerra y sus muchas consecuencias. 

“SÓLO ES FELIZ EL QUE ES LIBRE, SÓLO ES LIBRE EL QUE ES LO QUE DEBE SER» por Laura Azorín Rico, 2ºESO A

En un aula suelen haber cuatro clases de niños, el primer grupo son los listos que se esfuerzan; el segundo grupo son los listos que no se esfuerzan; el tercer grupo está formado por aquellos a los que les cuesta más aprender y se esfuerzan lo máximo que pueden; y por último están los que les cuesta más y no hacen nada. En la escuela de una pequeña ciudad había un grupo de chicos que eran muy amigos, dos de ellos pasaron la ESO y los otros dos cumplieron los 16 y se fueron del instituto a trabajar en los negocios de sus familias. Marc y Antonio fueron a la universidad y se sacaron una carrera, Marc era muy inteligente y no le costó mucho sacársela, mientras que Antonio se tenía que esforzar más ya que no lo entendía nunca a la primera. Marc estudió para sacarse un doctorado y Antonio estudió lo que más le gustaba que era la mecánica, Marc quería ser profesor, pero su padre y su abuelo se sacaron el doctorado y su padre le obligó a sacárselo también.

Pablo, por su parte, se puso a trabajar como camarero en el bar de sus padres, pero eran éstos quienes en realidad lo mantenían ya que éste apenas hacía nada, el problema vino cuando éstos se jubilaron y Pablo tuvo que llevar el bar adelante con lo que había aprendido, trataba mal a los camareros y como el cocinero pedía demasiado dinero contrató a otro que apenas sabia hacer una tortilla, desde ese momento el bar fue cuesta abajo ya que a los clientes no les gustaba nada la comida de ese bar y dejó de ir gente, ya no iba casi nadie así que no le podía pagar a nadie y los empleados se fueron y tuvo que cerrar el bar.

En cuanto a Raúl, éste fue a trabajar a la panadería de sus abuelos, y se tenía que levantar a las cuatro de la mañana todos los días y no tenía días de descanso, así que al final se fue por vago. En el colegio, donde habían estado anteriormente estos cuatro chicos, iban a hacer una cena de antiguos alumnos y se encontraron los cuatro, Pablo y Raúl se inventaron que aún estaban trabajando y Marc dijo que era profesor en la mejor universidad que había en la ciudad, Antonio sabía toda la verdad sobre los tres y con una sonrisa en la cara les dijo: «solo es feliz el que es libre, y solo es libre el que es lo que debe ser». Los tres se quedaron boquiabiertos al escuchar estas palabras que les invitaron a reflexionaron. Aún tenían 25 años así que se pusieron a estudiar lo que más les gustaba, Marc estudió magisterio y acabó de profesor en secundaria; Raúl hizo un curso de informática que le sirvió para encontrar un puesto en una tienda como reparador de ordenadores; Pablo estudió hostelería y abrió de nuevo el restaurante, que al final tuvo mucho éxito.

EL HERIDO por Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

“Quizá Whitman tenía un don que yo no tengo. Por lo que a mí respecta, tengo que preguntarle al herido dónde tiene la herida, porque no puedo convertirme en el herido. El único herido que puedo ser es yo mismo.” John Green.

‐ Mamá, tienes que comer algo, estás muy débil.

No paraba de sollozar, tenía la cara pálida y unas ojeras hasta los pies.

Más sollozos.

‐ Lo siento cariño, pero no puedo. Necesito ir al dormitorio para poder pensar con claridad.

Y ahí fue cuando la gota colmó el vaso.

‐ ¿Qué quieres pensar, que papá no está? Eso ya lo sabes, llevamos tres meses con lo mismo, y ya sé que estás triste y que crees que has perdido al amor de tu vida, pero si no está no está, mamá. Tenemos que asumirlo. No sé si te has dado cuenta pero hace tres meses que no lavas, que no planchas y que no haces la comida, sé que tengo que ayudarte y todo eso, pero lo estoy haciendo todo yo sola. ¡Que tengo sólo trece años mamá!

Y me derrumbé.

Era la primera vez que lloraba desde la desaparición de papá. Creo que mamá ya lloró por las dos. Pero se me juntó todo: el estrés, la tristeza, la rabia, la impotencia…A la mañana siguiente estaba hecha polvo, me pasé mucho y sentía las punzadas dolorosas del remordimiento sobre mi conciencia, pero en aquel instante no sé bien por qué, no pude reprimir lo que sentía, estaba sobresaturada.

Mamá estaba diferente, aunque creo que la bronca de ayer no sirvió de nada, la verdad, tampoco creía que funcionaría pero necesitaba desahogarme.

Hice el desayuno y me puse a planchar, estaba agotada, pero tenía que hacerlo, sino, estaríamos igual que al principio. Mamá no abrió la boca en toda la mañana. Después me fui a comprar. No nos quedaba mucho dinero, así que compraba lo justo. Habían echado a mamá del trabajo y nos quedaban unos pocos ahorros, y el dinero que tendría que ser para mi universidad. La tía Emilia nos ayudaba con lo que podía, pero tampoco es que le sobrara el dinero, y para colmo estaba en el extranjero.

Al volver a casa, mamá estaba en la cocina.

‐ ¿Sólo me traes eso de comer? Que sepas que hace mucho que no como bien.

Me quedé pasmada, no entendía por qué me hablaba así, había hecho todo lo que podía pero me estaba poniendo de los nervios. Encima tampoco es que nos lleváramos muy bien cuándo papá estaba.

‐ Por cierto, necesito mi vestido rojo para ir al trabajo.

‐ ¡¿Qué?!

‐ Pues lo que te he dicho, que lo necesito para dentro de una hora.

‐ ¡Mamá entiendo que estés triste, pero no puedes pagarlo conmigo!.

Y me fui. Literalmente. Salí por patas y cerré de un portazo.

La verdad no sé por qué lo hice, no tenía nada, pero no pensaba aguantar más. Sabía que tarde o temprano tendría que volver, pero eso no me impidió hacerlo, encima ya había dado el primer paso.

Seguía con las bolsas de la compra en la mano y el cambio, por lo menos tenía provisiones, ahora me faltaba un sitio al que ir.

Me escondí en el jardín de la casa. Yo quise venderla cuando empezaba a escasearnos el dinero e intenté convencerla, pero no me respondió, sólo negó con la cabeza. Me alivió que no saliera y me encontrara detrás de los arbustos del jardín. Pero me entristeció ver que no había salido a buscarme.

Dormí sobre el césped, y por la mañana, se me ocurrió ir a buscar a papá, pero no sabía por dónde empezar.

Primero fui a la policía, pero me dijeron que habían cerrado el caso, lo que me pareció muy extraño.

Aunque no sabía lo que me esperaba ni a lo que me tendría que enfrentar.

Ya más entrada la tarde, pasé por la que era su antigua casa de soltero, la había comprado una pareja, quienes me dijeron que lo sentían pero que por allí (que ellos supieran), no había pasado nadie.

El pueblo era pequeño, y no había muchos sitios donde esconderse, pero si era cierto que lo habían raptado, no podría estar allí, hasta me costaba creer que siguiera vivo.

Volví al jardín sigilosamente para que mamá no me escuchara. Comí unas frutas, que era lo último que quedaba, y me acosté para, al día siguiente, volver a emprender la búsqueda.

Supongo que me levanté pronto, el sol estaba saliendo, y trepé por la valla para seguir investigando. Me había quedado sin sitios para buscar cuando me choqué contra una mujer en un cruce y se le cayeron los papeles que llevaba en una carpeta de colores vivos. La mujer era alta y esbelta, rubia y con los ojos verdes, iba bien vestida y ligeramente maquillada. Le ayudé a recogerlos, pero cuando me vio salió corriendo y se dejó los papeles en el suelo.

Me inquietó esa mujer, y cómo la cara se le puso pálida al verme, así que decidí seguirla, algo me decía que era importante.

Gracias a Dios no subió en el coche, porque sino sí que hubiese sido difícil alcanzarla…Pasó una manzana y dejó de correr, supongo que o se cansó o no sabía que la seguía. De repente, entró en un chalet muy lujoso y se me ocurrió mirar por la ventana, (la verdad, si hubiese sabido lo que me iba a encontrar, no se me habría ocurrido asomarme por esa ventana…) Me topé de bruces con la verdad, la cruda realidad, y me desmayé ante tal dramática situación. Mi padre, en el que había confiado todos estos años, el que era mi ídolo, el que me había educado y mimado, salió para ver quién se había desmayado en el césped de su nueva casa, de su nueva familia.

LOS AMIGOS Y LA PACIENCIA por Lidiana Martínez Pérez, 2ºESO A

Todo empezó un martes, me levanté dispuesta para ir al colegio, como todas las mañanas, pero ese día no era como cualquiera. Ese día era el principio de un nuevo curso y el final de las vacaciones. Esa mañana estaba nerviosa porque iba a ir a un colegio nuevo, ya que por problemas tuve que dejar el anterior. Por fin iba a pasar a 2º ESO.

Cuando llegué a clase, todos los niños y niñas se acercaron para conocerme, me pareció hacer buenos amigos aquel día, pero no fue así, porque días después, dejaron de hablarme y… ¿huían? ¿de mí?, no sabía qué sucedía, cuando llegué a casa llorando (sin que mis padres se diesen cuenta), entré en mi cuarto, cerré la puerta con seguro y me acosté en la cama llorando, silenciosamente, cansada de que siempre me pasase lo mismo, en todos los colegios mis compañeros simulaban ser mis “amigos” pero no. De repente me dormí victima del cansancio. Al día siguiente el profesor pidió un trabajo en grupos de cuatro o cinco personas, y como siempre me quedé sola sin ningún compañero con quien hacer el trabajo, cuando llegó el momento en que el profesor preguntaría con quién iba a ir cada uno, al llegar mi turno avergonzada contesté que yo no me había emparejado con nadie, directamente el profesor miró alumno por alumno y dijo:

– Laura, tú irás con el grupo de Ana, Lucas, Carlos y Juan Miguel.

Llegó la hora del patio y como siempre fui a sentarme sola, pero de repente, Ana, Lucas, Carlos y Juan Miguel se acercaron a mí.

– ¡Hola! Si vamos a hacer el trabajo juntos tendríamos que planear el día y la hora en que quedaremos (me dijo Carlos)

Después de planear las cosas tocó el timbre, algo que no quería, pues por una vez no estaba sola y sabía que el resto de las horas ya no lo estaría. Llegué a casa después de un día raro, al menos no tenía que preocuparme por hacer sola el trabajo. Por la tarde cuando quedamos para planear cómo iba a ser el trabajo, pasamos momentos divertidos, les conocí bien durante aquellos días que pasamos juntos trabajando cooperativamente; los minutos pasaron sin darnos cuenta y yo me sentí una más en el grupo. Aquellos días al llegar a casa estaba contenta por lo que había hecho durante el día, la emoción hacía que tuviese ganas de todo y que la tarde pasase rápido, comparado con antes que sólo quería estar sola en mi cuarto con la luz apagada y durmiendo, porque pensaba que al menos en mis sueños era el único sitio donde nada ni nadie podría hacerme daño. Ahora, en cambio, me acostaba feliz, dormía la siesta e incluso veía la tele … .Tenía amigos con los que estar, tenía quien me animase, quien se preocupaba por mí, estaba contenta pero también me invadía el miedo, el miedo a perderles.

Tras 4 meses con mis nuevos amigos, uno de ellos me presentó a un amigo suyo, el cual me empezó a caer muy bien y nos hicimos grandes amigos con el tiempo, el problema fue que yo me enamoré de él y no tuve valor para decírselo, incluso después de medio año cuando él se iba a ir a otro lugar, y no volvería a verle, me conformé con pensar que al menos nos quedaría la amistad .

Cuando él se fue sentí un vacío muy grande, sentía que me faltaba algo en mi vida, ya que él era el que daba magia al grupo, gracias a él nos unimos más, cuando se fue ya nada fue igual, pensé que ya no volvería a verle, ya que se fue muy lejos (como a 5 horas de donde yo vivía). Seis meses después me enteré de que estaba saliendo con una chica y estuvo con ella durante 4 años. La chica era muy guapa y ahí fue cuando ya me di por vencida. Cada noche no podía dormir pensando en ello, pensando en él, una noche me dio por escribirle un whatsapp:

-¿Cómo va todo?, a ver cuando te pasas por aquí y nos volvemos a juntar todos.

Estuve esperando un poco, pero supuse que se fue a dormir, cogí el móvil lo apagué y me dispuse a poner la mente en blanco, intentando dormirme. Cuando desperté encendí el móvil, mientras que se encendía me preparé las cosas para ir al colegio y encontrarme con mis amigos, y en especial con mi amiga que, como siempre, soportaba mis charlas sobre el chico que aun me gustaba: Mario. Él no es alguien muy guapo, pero tiene algo especial; sus ojos son marrones, es ancho de caderas, un poco más alto que yo y lleva gafas. Su aspecto no era lo que más me gustaba de él, sino su amabilidad y su corazón lleno de bondad, era todo un caballero y siempre me trataba bien, no nos escondíamos nada, me llegó la noticia de que ya no estaba con su novia después de un año, y fue entonces cuando su mejor amigo me dijo:

-Mario me dio esto para que te lo entregase

Cuando extendió el brazo cogí una nota que decía:

-“Ella nunca fue la mujer de mis sueños, fue algo mejor, la mujer de mis despertares”

Esa nota me dejó sin palabras, y pasé días pensando en aquella nota .Un día estudiando escuché el timbre (tono de mi móvil, ¡Era Mario!)

– ¡Asómate! Mi amigo quiere darte una cosa de mi parte. Me asomé y allí estaba su amigo, bajé y ¡pum!, allí estaba él! De bajo de mi portal, se había escondido .Me cogió de las manos y me dijo:

– Nunca tuve valor de decírtelo y estos 2 años que he pasado sin ti viví aferrado a tu recuerdo, en aquella nota que te envié me refería a ti, tú eres la mujer de mis despertares.

HASTA EL INFINITO Y VUELTA, por Lucía Montesinos Medina, 2ºESO A

Todo empezó el 1 de Julio de 1956. Lewis iba como siempre haciendo el reparto de periódicos del día . Pedaleaba como nunca antes en la vieja bicicleta de su padre, pues tenía que llegar a tiempo a su segundo trabajo, el cual no es que le hiciera mucha gracia ya que, bueno, trabajar en un bar de carretera con el jefe más sucio de toda Canadá no es que fuera el sueño de nadie.

Abrió la puerta apresuradamente y todo seguía como siempre, el olor a fritanga, los moteros de los martes tomando sus cervezas y el viejo Erl, su jefe, quitándose los restos de café de su enorme bigote. Pero había algo diferente, y ese algo era ella. Una preciosa chica rubia de ojos verdes que alumbraba todo el bar con su deslumbrante sonrisa. Ella había traído la nueva moda al bar, e iba atendiendo a los clientes rápidamente gracias a sus patines de cuatro ruedas.

Lewis quitó su mirada de ella, ya que no quería quedar en ridículo, así que rápidamente se puso el delantal y entró en la cocina a preguntarle a Erl.

–Hola Erl! ¿Quién es la chica nueva?

– Se llama Anna, vino hace unos días preguntándome si le podía contratar, se ofreció a limpiar el local todas las semanas sólo por 3 dólares más que tú.

– Con que Anna, ¿eh? Desde ese momento Lewis supo que nunca iba a olvidar su nombre.

Rápidamente salió a la barra a atender a los clientes. Se puso muy nervioso al notar que ella se acercaba.

– Hola, soy Anna ¿Y tú?

– Lewis, encantado – Él hizo una pequeña reverencia provocando la risa de la joven.

Los ojos de Lewis se iluminaron en ese momento. Amaba su risa.

Pasó el tiempo y los dos se fueron haciendo muy amigos, todos los días se iban juntos cuando terminaban de trabajar e iban con la bici a algún parque a tomarse un sándwich, después se despedían y cada uno volvía a su casa, pero Lewis siempre hacía lo imposible para quedarse un poco más junto a ella porque, sinceramente, estaba muy enamorado de Anna, y cada día lo estaba más.

Un soleado día de agosto Lewis se armó de valor y le dijo que si le gustaría tener una cita con él mientras que iban de camino a casa, lo cual hizo que Anna se cayera de la bicicleta.

Lewis enseguida pensó que ella no quería tener nada con él y agachó la cabeza avergonzado.

Anna, al darse cuenta de que él había malinterpretado su acción, le aclaró todo rápidamente.

– Claro que quiero Lewis – y ella sonrió como enamorada. Le dio un beso en la mejilla y se fue pedaleando a gran velocidad.

Tuvieron varias citas, cada una mejor que la anterior. Cada día los dos se querían más, pero a ambos les daba vergüenza admitirlo.

El día que Lewis se decidió a pedirle oficialmente a Anna que fuera su novia se presentó genial, ni una sola nube. Así que felizmente se fue a comprar todo lo necesario para que ese día fuera perfecto.

Y la ansiada tarde llegó y un inquieto Lewis se encontraba caminando de un lado a otro del parque donde habían quedado.

En el momento en que la vio aparecer, se quedó impresionado. Estaba más guapa que nunca, y eso ya era mucho decir.

Vestía un precioso vestido de color verde, que combinaba perfectamente con sus ojos, y una pamela para que no le diera el sol.

Los dos se sentaron a tomar el riquísimo picnic que Lewis había preparado meticulosamente.

Y entonces el esperado momento llegó. Y comenzó con las bonitas palabras que le tenía preparadas.

– Bueno, en realidad no sé por dónde empezar, desde el día que te vi me enamoré de ti, y no has salido de mi cabeza ni un solo momento. Y, sinceramente…te quiero, te quiero más de lo que piensas, te quiero hasta el infinito y vuelta. Cada día que paso contigo es más especial y pues… me preguntaba si querías…

Pero se vio interrumpido por los labios de Anna, tardó un poco en reaccionar pero en seguida le siguió el beso, el mejor beso de su vida, porque indirectamente sabía que le había dicho sí.

Pero de repente todo empezó a temblar y vieron a la gente correr de aquí para allá. Los dos entrelazaron sus dedos y corrieron sin saber ciertamente hacia donde se dirigían. De repente se vieron apretados en el centro de una gran multitud. Sus manos se fueron separando por la gente que se movía de un lado para otro en el reducido espacio. Lewis intentaba desesperadamente que sus manos nunca dejaran de tocarse, pero cuando su último dedo se separó, todo se volvió negro…

Se levantó en su cama y miró desesperadamente el calendario. Era 1 de Septiembre, el primer día de instituto. Asustado miró a su pared, pero no encontró ninguna de las polaroids donde salían él y Anna. Bajó rápidamente a la cocina y le preguntó a su madre sobre el terremoto, ésta le miró como si estuviera loco y le dijo que nunca había habido un terremoto en Canadá. Una lágrima cayó por sus ojos…Se sentía estúpido, pensaba que todo había sido un sueño, pero de alguna forma todo parecía tan real, tan perfecto…

Pasó largos días sin poder quitarse el rostro de la joven de su cabeza, esos perfectos ojos eran difíciles de olvidar.

Iba caminando por el instituto con la cabeza gacha, dándole vueltas a ese rostro cuando notó que le tocaban la espalda, sacándolo de su trance.

– Perdona, soy nueva. ¿Me podrías decir dónde está el aula 15?– Reconocería ese rostro en cualquier sitio, eso ojos verdes, esa melena rubia pero, sobre todo, nunca olvidaría esa sonrisa.

LA NIÑA QUE NUNCA ENVEJECIÓ por Irene Picó Samper, 2ºESO B

Era una mañana tranquila en la granja, como siempre, pero yo ya estaba cansada de que todos los días fueran igual, me aburría nada más de pensarlo. Yo era una niña activa y con ganas de aventura, quería descubrir mundo, pero cada vez que le decía a mi madre si podía ir a la orilla del mar para explorar un poco todo aquello: los insectos, moluscos, algas… Ella siempre tenía algún trabajo que darme, como tender la ropa, jugar con mi hermano etc. En definitiva, excusas para que no me fuera. Yo siempre intentaba convencerla, pero ella nunca cambiaba de opinión “Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solos y es agotador para los niños tener que darle siempre y siempre explicaciones”. (El Principito)

Siempre que mi madre se iba al pueblo con mi hermano, yo no perdía ni un segundo, me iba corriendo a la orilla del mar.

En esos momentos en los que estaba a solas con la naturaleza me sentía con fuerzas de hacer cualquier cosa, me venían infinidad de emociones a la cabeza y eso me llenaba de satisfacción, incluso había veces en las que me quedaba dormida entre esas rocas tan grandes que descansan en los extremos de las orillas, pero que por mucho que suba la marea nunca te alcanza. En esos momentos me sentía viva, lejos de preocupaciones, miedos y todo tipo de pensamientos aburridos, hasta que venía mi madre diciéndome que fuera a la granja enseguida, y entonces todas las preocupaciones y los pensamientos rutinarios volvían a mi mente

Pasaron años y años, con el tiempo me compré una casa en la orilla del mar y todos los días me iba un rato y me quedaba allí hasta media noche contemplando ese bello paisaje, y me sentía como la niña inocente y astuta que era y eso me hacía sentir bien porque lo cierto es que “todas las personas mayores han sido niños antes, pero pocas lo recuerdan”.

NO HAY SUEÑO SIN DIFICULTADES por Álvaro Guillem Fernández, 2ºESO A

Era viernes por la tarde cuando decidí marcarme una meta en la vida. Mi meta consistía en ser jugador de fútbol profesional.

Se lo pregunté a mis padres y me dijeron que era muy improbable. Se lo pregunté a mis amigos y se rieron de mí. Se lo pregunté a mis abuelos y me dijeron más de lo mismo. Y por último se lo pregunté a mi entrenador, pero éste me dijo que si me esforzaba, al final llegaría a serlo.

Actué como me dijo mi entrenador, esforzándome. Llegó un día que estaba jugando con mis amigos en el parque y caí por las escaleras haciéndome un esguince.

Estuve tres meses sin poder mover mi pierna hasta que por fin pude volver a jugar. Cuando fui a entrenar ya no recordaba muchas de las cosas que antes sabía pero eso no me frenó, al contrario, me esforcé más para poder alcanzar el nivel de los demás o incluso superarlo. Empecé a acostarme y levantarme un poquito más pronto, a entrenar en vez de una hora, una hora y media, y me preparé a conciencia.

Empecé a entrenar con mi equipo y me sentía mejor, porque estaba a su nivel o más. Llegó el día del primer partido de temporada y yo estaba entusiasmado porque no jugaba un partido desde hacía casi nueve meses. Acabando el partido empecé a sentirme muy mal y me llevaron al hospital, era apendicitis. Me tuvieron que operar y esta vez estuve un año sin jugar.

Empezaba a creer que no era mi destino ser jugador de fútbol profesional, pero no me rendí y seguí esforzándome muy duro, cada vez más hasta que un hombre, que resultó ser un ojeador, me invitó a jugar en un equipo de fútbol profesional. Y de ahí aprendí que ante todas las dificultades, tienes que seguir esforzándote. “Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios” (C.S Lewis).

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Mi querido compañero

Quizá sea un supuesto carente de todo valor empírico, pero resulta curioso comprobar cómo al pedirle a alguien que se autodefina, una inefable sensación de inseguridad se apodera de sus sentidos, dejándolo solo ante su propio e inquietante silencio. Quizá entonces no encuentre el adjetivo idóneo para hacerlo, o aquellos apelativos que rondan en su mente suenan soberbios entre sus labios; puede simplemente que ese inescrutable interrogante tenga sobre su persona el efecto paralizador del frío, quizá porque nunca antes se cruzó en su camino.

Y es que las personas avanzamos sin un aparente rumbo fijo, como si cada trazo de nuestro recorrido fuese producto del dadivoso azar, pero nuestro subconsciente bien sabe que no es así; cada uno de nuestros pasos representa una estela imborrable en el maravilloso pasaje de nuestra vida, y esas huellas que a veces desearíamos borrar, pisotear para hacerlas desaparecer de nuestro trayecto, son las piedras del sendero que nos conducirán hacia nosotros mismos.

Ser los mejores y únicos guías de nuestro propio destino no es una cuestión fácil, pues es probable que a veces nos falte una herramienta tan sencilla como útil para hacerlo con determinación, sin mirar atrás, pero mientras nuestra personalidad crece y se hace fuerte, las personas que nos quieren nos darán una buena perspectiva de nuestro verdadero yo.

Y he aquí un buen ejemplo…Trece de mañanas compartidas son muchos minutos de recuerdos indelebles, de instantes pequeños que hacen la vida grande. Desde un discreto silencio, ese compañero o compañera que habita en el pupitre de al lado, ha observado maravillado nuestra genuina forma de escribir, y conoce incluso mejor que nosotros mismos, la forma abstracta de nuestras grafías. Entiende el porqué de nuestra sonrisa tímida, o por qué nos gusta o disgusta un color. Vaticina nuestras intervenciones e incluso intuye qué vamos a decir; sabe estar a la altura en nuestros días tristes y celebra como suya nuestra felicidad. Ese compañero o compañera con el que crecimos o al que la sabia casualidad puso un día en nuestro camino, sabe mucho más de nosotros de lo que pudiéramos creer o imaginar, porque lejos de quedarse en la cubierta, quiso descubrir las páginas del interior, para formar parte de nuestra historia.

 Descripción de un compañero-a

“A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea”.

Thomas Szasz.

Sergi es un chico, pero no un chico cualquiera, pues él es especial. Es muy simpático, agradable, risueño, gracioso, divertido, generoso y,sobre todo, muy buena persona, que es lo más importante. También es muy sociable, majo, trabajador y valiente.

En cuanto a su aspecto físico es alto, guapo, tiene los ojos marrones y es delgado.

Sergi es muy deportista, ya que es aficionado al fútbol y al tenis, y la verdad es que se le da muy bien. Además tanto si gana como si pierde siempre está sonriendo. Yo, sinceramente, os recomiendo ser su amigo porque os lo pasaréis muy bien con él, pues es muy buen amigo.

Darío García Segura, 1ºESO A

Hoy voy a describir a mi amiga Aida. Aida es alta, delgada, con el pelo corto, negro y liso. Sus ojos son de color marrón y un poco rasgados. Tiene la piel muy blanca y se ríe mucho. Su color favorito es el azul, le gusta salir a pasear y bailar. Es muy activa. También le gusta mucho hacer deporte y en mi opinión, es una de las más rápidas corriendo.

Me gusta ser su amiga porque siempre me hace reír y me alegra el día. También me gustaría que pasáramos más tiempo juntas para conocernos aún mejor.

Lucía Fernández Giner, 1ºESO B

Pilar es mi amiga, tiene 12 años y vive en la Calle Europa de Ibi.

Ella es alta y de complexión normal. Tiene el pelo castaño y siempre lo lleva recogido en una coleta. Sus ojos son redondos, grandes, brillantes, vivarachos y de color marrón. Su tez es un poco morena. Su nariz es chata. Sus mejillas son redondas. Su boca siempre tiene la forma de una sonrisa, ya que nunca he visto a Pilar enfada y/o triste.

En cuanto a su aspecto general parece atlética y sana. Y lleva gafas.

Ella es una chica muy feliz, pues como he dicho antes, nunca pierde la sonrisa. Es muy graciosa, ya que siempre está contando chistes y haciendo tonterías. También es muy simpática y la conozcas o no, siempre te va resultar una chica agradable. Es buena estudiante, ya que suele sacar buenas notas. Es una persona muy positiva y pizpireta. Conmigo siempre ha sido amable. Me encanta su simpatía, su entusiasmo, su generosidad y su sentido del humor.

Es muy extrovertida, educada y despierta.

Para mí, Pilar es una persona encantada con la vida y con muchas ganas de vivirla al máximo.

Santi Millán Pérez, 1ºESO A

En estas quince líneas, o no sé cuantas más o menos habrá, voy a describir a alguien que todos conocen y aprecian llamado Hugo. A todo el mundo le cae bien ya que es muy gracioso, simpático, divertido, amable, activo, atrevido, positivo, abierto, atento y, según se describe él, humilde y dinámico. Supongo que será trabajador y consciente de sus obligaciones, ya que hace tiempo que no vamos a la mima clase. Es muy divertido estar con él porque es muy ingenioso y siempre acabas riéndote, por no hablar de su risa que es muy contagiosa.

Por lo que respecta a su aspecto físico, el cabello de Hugo es corto y negro, tiene los ojos marrones y es de estatura normal, aunque crecerá aún más. Que yo sepa le gusta mucho jugar al fútbol y lo hace muy bien, también le gusta estar con sus amigos, pasarlo bien, reírse y jugar al “Clans of clans”.

Esta descripción acabada está, espero Hugo que te haya gustado y a la profesora que le haya encantado.

Victoria Bernabéu Balibrea, 1ºESO B

Mónica, ¡qué podría decir de ella!. Sí, podría decir que es buena chica, alegre, gentil y maravillosa. Tiene un cabello tan rizado que podría enredarme entre sus negros bucles. Su piel es tan clara que podríamos compararla con la bella Blancanieves. Es guapa, amable y natural por fuera y por dentro. Tiene los ojos bonitos y muchas pequitas.

Mónica para mí es buena persona, porque ayuda a los demás cuando tenemos problemas.

Neus Lozano Mira, 1ºESO B

María Reche es mi compañera de clase. Somos amigos desde muy pequeños. Tiene el pelo largo, los ojos verdes, las orejas pequeñas y es muy alta. Es muy amable y generosa. También es muy divertida y estudiosa. Se esfuerza en todo por hacerlo lo mejor posible. Le gusta mucho hacer deporte (bailar, jugar al baloncesto…) Se comporta muy bien en clase y hace caso a las profesoras. La verdad, es una chica que me cae muy bien y es muy buena persona.

Sergi Juan Beneyto, 1ºESO A

En este texto voy a hablar de mi compañero Ginés. Es un niño rubio, con gafas, ojos marrones y tez clarita, pero no muy pálida. Tiene una estatura normal para un niño de su edad. Estas características definen, más o menos, su apariencia exterior.

Yo no le conozco demasiado, ya que nunca hemos estado en la misma clase, pero los pocos días que he convivido con él en el aula, me han dado una idea de su carácter y forma de pensar. Desde mi punto de vista, le considero un niño muy jovial y deportista, que siempre trata de hacer reír a los demás. Es muy cordial y sociable. Uno de los adjetivos que mejor le define es afable.

Y dicho esto, acaba la descripción de mi compañero Ginés.

Miriam Navarro Moreno, 1ºESO B

Mi compañero se llama David, es muy simpático y divertido. Se sienta delante de mí y nos reímos mucho. No lo conozco demasiado todavía, pero me ha caído muy bien. Se parece mucho al presentador del hormiguero Pablo Motos. Le conoce todo el mundo. También es muy listo, bastante sociable y gracioso.

Es bajito, rubio, también es de tez clara y con muchas pecas, flaquito y le gusta jugar a los videojuegos. Tiene muchos amigos en el curso. No sé mucho de él porque lo conocí hace dos días, pero es buena persona. Lo cierto es que me ha encantado conocerle.

Pilar Berenguer Pina, 1ºESO A

Mi compañera Victoria es muy amable y respetuosa ya que nunca se mete con nadie. Es voluntariosa porque siempre quiere ayudar a los demás.

Es bondadosa y alegre, siempre está sonriendo. También es responsable, hace siempre los deberes y las tareas de clase; es estudiosa porque se esfuerza en sacar buena nota en los exámenes. Victoria es risueña porque se ríe bastante; tranquila, ya que no se suele poner nerviosa, y aunque es un poco insegura luego le sale todo bien, también es muy educada, amigable y simpática. Tiene los ojos azules, es de estatura mediana y tiene el pelo castaño. Así es Victoria.

Javier Rueda Pérez, 1ºESO B

Mar es una chica que conozco desde que éramos bien pequeñitos, o sea, en infantil ya íbamos a la misma clase. Ella es una chica muy alegre, graciosa, amable, generosa, sociable, amigable, chistosa, aunque con bastante carácter.

Personalmente, a mí me parece que Mar es una buena persona, una gran amiga y compañera,además de una estudiante competente y responsable.

Es una chica con el pelo castaño, más o menos hasta los hombros de largo, lleva gafas, tiene los ojos azules y siempre lleva una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.

Aunque está en la misma clase que yo, este año no tengo tanta relación con ella aunque sé que tiene buenas amigas como Clara, Ainhoa, Brighit, Andrea y Neus.

A ella le gusta mucho jugar al baloncesto con sus amigas, además de practicar muchas otras actividades. Intuyo que es una persona muy activa.

Álvaro Medina Pérez, 1ºESO A

Conozco a Natalia desde hace mucho tiempo, es una persona muy simpática, agradable y tiene buen carácter con todos.

También es divertida y amistosa, es estudiosa, muy lista y siempre hace los deberes en todas las asignaturas.

También practica gimnasia rítmica.

Natalia tiene el pelo castaño, ojos marrones, es de mediana estatura y además puedes contar con ella para lo que quieras, es buena compañera.

 Daniel Pérez Samper, 1ºESO B

Mi compañera Marta es una niña simpática, amable, divertida y amigable. Es buena compañera y deja sus cosas a los demás. Le cae muy bien a la gente. Tiene el pelo liso, largo, marrón clarito y mechas rubias en las puntas. Sus ojos son marrones y lleva gafas. Además su nariz es un poco chata. Para mí su voz es un poquito grave.

Marta vive en Ibi, un pueblecito de Alicante, con sus padres, sus dos hermanas y su perro, que se llama Luna. Como he dicho antes, tiene dos hermanas y las tres son trillizas, pero para mí no se parecen en nada. Una es rubia, la otra morena y la tercera tiene el pelo negro. Una no lleva gafas y las otras dos sí. Sus dos hermanas se llaman Sara y Sonia. Marta es diestra y acostumbra a escribir con la libreta de lado. Tiene la letra pequeña y es muy ordenada. Yo la conozco desde primero de primaria, pues estuvo en mi clase desde entonces hasta cuarto de primaria. Como estos dos últimos cursos no compartimos clase no he tenido mucho tiempo de hablar con ella, pero me parece una persona simpática y muy agradable, con la que da gusto estar en clase.

Clara Sirvent Martínez, 1ºESO A

Antonio es un buen amigo mío. Llevamos desde tercero de infantil juntos. Antonio es una persona muy activa, siempre está haciendo cosas. Es músico, muy buen músico, toca el clarinete y también es muy festero de las fiestas de Moros y Crisitanos de Ibi, de hecho sale de chumbero y/o contrabandista.

También es muy listo, saca muy buenas notas, sabe hacer de todo lo que le pongas por delante,
prácticamente. Antonio tiene 11 años casi 12, es muy gracioso, siempre hace reír con cualquier tontería; también es muy amable y cariñoso, y siempre se porta bien con los demás y nunca te deja de lado.

Alex Climent Brotons, 1ºESO B

Clara es una compañera de clase excelente. Ella es una chica de estatura normal, tiene el pelo medio rubio y lo lleva por los hombros, más o menos; sus gafas son creativas, como ella. Físicamente es una chica guapa, tiene unos dientes perfectos, pero lleva ortodoncia. Tiene los ojos  oscuros. Es delgada y viste de una forma muy colorida, que siempre complementa con una diadema o un peinado estrafalario.

Pero bueno, no hablemos sólo del físico. Es una chica alegre, perfeccionista, aunque sea un poco despistada. Es muy buena estudiante, le gusta leer. Es una persona activa y últimamente le ha dado por hacer surf y parece que le gusta bastante. También le gusta mucho patinar.

Resumiendo, es una chica dispuesta a todo.

Elena Pastor Rodríguez, 1ºESO A

Andrea es una persona alegre, leal y graciosa. Tiene 12 años y la conozco desde infantil. Andrea tiene muchas amigas, es alta, simpática y amigable. Tiene el pelo corto, pero a veces se lo deja crecer y llega a tenerlo largo, y es de color marrón castaño al igual que sus ojos. Tiene una hermana que es muy parecida a ella que se llama Irene.

Ausias Guillem Sorivella, 1ºESO B

Ainhoa es mi compañera de clase. Tiene el pelo oscuro y rizado. Sus ojos son grandes y de color marrón, y suele vestir muy bien. Ella es muy simpática, amable, sincera, cariñosa y, a la vez, inteligente.

Este año le ha tocado la misma clase que a mí. Por las tardes después de salir del cole va a un gimnasio a bailar, hace baile de todos los estilos: baile moderno, danza, salsa, hip-hop, etc. También va a una academia de inglés por las tardes.

Le gusta hacer deporte. Es una gran compañera y amiga.

Lorena Santonja Fernández, 1ºESO A

Cristian es el chico nuevo que ha venido a mi clase. Es de Rumanía y sólo lleva tres meses viviendo en España. Para el poco tiempo que lleva aquí habla muy bien español. Parece un chico inteligente porque sabe inglés, habla un poco de valenciano y como he dicho, habla muy bien el castellano. Es delgado, de estatura normal, tiene el pelo corto liso y negro, es moreno de piel y con ojos marrones.

Yo pienso que Cristian es muy simpático y amable con todos. A mí me ha caído muy bien, espero que haga muchos amigos nuevos. Se sienta detrás de mí y siempre está atendiendo a las profesoras en clase. Hace los deberes y es un gran compañero. No puedo decir mucho más porque solamente llevo dos días con él, aunque me gustaría conocerlo mejor.

María Reche Guillem, 1ºESO B

Yo no conozco muy bien a Sara, pero a mí me parece que es una persona: amable, educada, lista, sincera, aplicada, buena persona y buena compañera. Es una de las trillizas. Físicamente es una persona con el pelo de color castaño oscuro, el color de sus ojos es negro,  no lleva gafas, le gusta estar con sus amigas, y para mí Sara es una persona única, espero que no cambie nunca.

María Ángeles Aís Guillem, 1ºESO A

Mi amiga Miriam tiene 12 años. Y es de una estatura mediana. Tiene el pelo largo y marrón. Es muy delgada y flexible. Tiene la cara redonda, los ojos marrones, y la nariz chata, no muy pequeña. Es muy alegre, buena amiga, estudiosa y risueña. Le gusta mucho leer, hacer gimnasia rítmica y estudiar. En clase es muy buena compañera y ha ganado muchos premios de gimnasia rítmica. Y siempre intenta ayudar a los demás. Es muy lista y saca muy buenas notas en los exámenes. Cuando yo no entiendo algo ella me lo explica muy bien y detallado.

Vicente Pardines Grau, 1ºESO B

¡Bienvenidos!

Llegó septiembre, el mes de los buenos propósitos por excelencia. Para algunos “el mejor de los tiempos”, para otros “el peor de los tiempos”. Sin embargo, todo comienzo, aunque con su inconfundible sabor agridulce, es la antesala de una nueva experiencia, de la que seguro todos aprenderemos, ¡y quién sabe!, quizá resulte inolvidable…

Me gustan los comienzos, siempre me han gustado, son el preludio de una aventura inquietante, el inicio de una travesía que nos hechiza y nos asusta a la vez, que nos empuja inevitablemente a asumir un desafío, aunque con la prudencia que nos otorgó el camino ya recorrido.

En esos días en los que todo nos parece nuevo, cada pequeño detalle cobra un valor esencial, y nuestros sentidos permanecen alerta para que nada les pase inadvertido.

Hoy con la caída aun sutil de las primeras hojas, damos la bienvenida a un nuevo curso escolar. Aprovecho la ocasión para saludar y acoger en este espacio, que desde este instante será vuestra casa, a los nuevos alumnos y alumnas; y desear a los que ya dejasteis vuestra esencia aquí un maravilloso año.

¡BIENVENIDOS ESTIMADOS ALUMNOS Y ALUMNAS!

Bienvenidos

«Creí que era una aventura y en realidad era la vida»

JOSEPH CONRAD

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