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A todos los libros

A todos los libros,

Gracias por regalarnos las palabras precisas en el instante oportuno, por hacernos soñar, por descubrirnos puertas que nunca nos hubiéramos atrevido a cruzar solos, por enfrentarnos a nuestros temores y darnos el coraje y las claves para vencerlos, por esperarnos pacientemente y recibirnos siempre con la misma alegría, por complacernos y enseñarnos cada día una nueva lección, por acercarnos de lleno a la realidad y alejarnos de ella para madurar otra visión del mundo. Gracias por no dejarnos solos en nuestras noches en vela, por custodiar nuestra imaginación y seguir alimentándola sin descanso. Gracias por tus historias, porque a veces, o casi siempre, ellas son también las nuestras personales, y ese vínculo alcanza un poder indestructible. Gracias sencillamente por ser, por reivindicar con elegancia vuestro lugar, por confiarnos ciegamente y con enorme sencillez cuanto poseéis, que al fin y al cabo es lo más valioso que se le podría entregar a alguien, porque cuando una primera página se muestra en todo su esplendor ante nuestros ojos, un delicado hilo invisible nos habrá unido a ella para siempre. Gracias por tu amistad incondicional.

Hoy es vuestro día, y por ello os cedemos todo el protagonismo…

Libro de bolsillo

Me levanté, y allí estaba, encima de mi mesita de noche. Un libro, el típico libro gordo y no demasiado llamativo. Eran las 7:45 cuando me di cuenta que el libro me hablaba. No paraba de decirme una y otra vez que lo leyese. Cuando llegué al colegio, abrí la mochila, y allí estaba, y comiendo, cenando…Me seguía a todas partes. Dijo que si no lo leía desaparecería. Desde entonces me encanta leer.

Natalia Guillem, 1ºESO B

María y su amigo

Ésta que está tumbada es María y ese montón de hojas es el libro que ella sueña con publicar. Ellos llevan juntos desde que María tenía siete años, y desde entonces han ido creciendo poco a poco los dos juntos, hablando hasta tarde todas las noches. Y así seguirán hasta que María consiga su sueño, mostrárselo al mundo.

Nieves Casado, 1ºESO A

Una historia entre hojas

Estaba harto. Harto de haberme pasado parte de mi vida esperando ser escrito para ahora estar postrado en una estantería junto a mis hermanos, viendo como unos se iban pero luego volvían tras haber experimentado la satisfacción de servir al fin parael que estábamos hechos, la lectura. Me he pasado cada día viendo como unas manos cogían a mis compañeros y yo todavía seguía ahí, postrado en esa estantería. ¿Por qué yo? ¿No podría ser un libro de aventuras o para niños pequeños? Así que aquí sigo yo, en la estantería con una historia de hace millones de años que fue evolucionando, hasta que un día noté como alguien me cogía…

Vicky Bernabéu, 1ºESO B

El poder de la lectura

Esta es la historia de un niño que siempre estaba jugando a la consola, y sus notas cada vez iban a peor. Sus padres no sabían qué hacer para que dejase los videojuegos y se pusiera a estudiar.

Un día el niño y sus padres se fueron a la caseta de su abuelo, sin cobertura, sin internet, sin tele. El abuelo le dijo que escogiera su libro favorito, el niño dijo que no. Aguantó un día, dos, una semana. Desesperado empezó a leer, sus notas mejoraron, se convirtió en una persona nueva, renovada, porque había descubierto una bella afición.

 Mar Juan, 1ºESO A

Un libro feliz

Érase una vez un libro feliz. Pero no del todo, porque no tenía amigos, ya que siempre estaba metido en un cajón. Hasta que un día salió de éste, gracias a la ayuda de un niño. Al principio no sabía qué hacer, pero se le ocurrió buscar más y más amigos, y los encontró. Después de ese hecho, que cambió su vida, el libro fue feliz para siempre y nunca más volvería a estar solo.

Vicente Pardines, 1ºESO B

Almas gemelas

Había un libro que nadie compraba. Se encontraba en una estantería apartada donde sólo estaba él. Se sentía triste. Hasta que un día una niñita llamada Clara, que estaba enfadada, se encontró con este libro y lo compró para alegrarle el día. Cuando Clara se lo leyó, también él le alegró el día a ella. Ahora son grandes amigos.

Santi Millán, 1ºESO A

Roger, un libro aventurero

Érase una vez la historia de Roger, que era un libro con muchas aventuras, pero siempre estaba solo. Y un día, Ernesto empezó a leer a Roger. Él estaba feliz, porque no se divertía desde hacía mucho, mucho tiempo. Pasaron los días y Ernesto terminó el libro, después, Ernesto lo fue dejando a sus amigos Angelillo, Alfredillo, Willy… Por fin, Roger era feliz.

Sergi Juan, 1ºESO A

Un sueño no correspondido

Érase una vez un libro que soñaba con conocer mundo, viajar, quería comprobar y observar si de verdad existían los personajes de sus historias. Pero después de mucho tiempo, asumió que su deber era cultivar el conocimiento de los niños, le bastaba con saber que hay niños que aún leen sus historias, que se interesaban por los cuentecillos de hadas, princesa y trols. Le bastaba con eso.

Marta Sanchis, 1ºESO A

El país de Librolandia

Una vez en una biblioteca había un libro al que siempre despreciaban, nunca lo leían y siempre estaba tirado por el suelo. Él se sentía alejado del mundo, hasta que una niña lo recogió del suelo y se lo llevó a su casa . El libro le habló y le dijo: ¡Gracias!

La niña se asustó. Al día siguiente el libro le invitó a ir al país de librolandia y la niña dijo encantada: ¡Sí!. Viajaron los dos juntos a través del libro y …

Sara Sanchís, 1ºESO A

¿Sabes si existo?

Dicen que tan solo soy un libro, pero no soy un libro cualquiera. Dentro de mí hay una historia. Tengo varios recuerdos, son recuerdos que están grabados en mí. El recuerdo más bonito que tengo fue cuando los niños y las niñas me cogían con sus suaves y delicadas manos. Cuando todo el mundo leía mis historias. Pero hay que pasar página, hoy en día nadie sabe de mi existencia.

Llúcia Castelló, 1ºESO A

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El séptimo arte

“Un niño, un maestro, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo”.

¡Cuánta razón tenías Malala!

Después de leer bellas historias de amor y desamor, descubrir grandes verdades y sufrir algún que otro desengaño;  viajar hasta los lugares más estrafalarios que la imaginación creó, sentir en primera persona la adrenalina de una aventura apasionante, y experimentar en la propia piel el dolor ajeno. Después de conocer a personas que cambiaron su forma de ver el mundo y hallar en lo desconocido e incierto lo mejor de sí mismos; después de entender que en los libros se encuentran las mejores respuestas, los más sabios consejos y el más apacible refugio para la reflexión, despertó en su interior la necesidad imperiosa de expresarse.

Tomaron papel y lápiz, y así fue como comenzó todo. Hasta hoy,  fecha en la que yo, orgullosa y satisfecha, os presento en primicia el resultado de un gran y maravilloso trabajo, demostrando con ello que de las herramientas más sencillas pueden obtenerse los más óptimos resultados.

                        Sensibilidad

               Humanidad

               Comprensión

         Solidaridad

Respeto

 Alegría

       Tolerancia

Se combinan a la perfección en estos cortometrajes donde la EMPATÍA es el componente esencial y determinante.

Sin más preámbulos comienza esta gala del cine…

Sergi Juan, Elena Pastor, Marta Sanchís y Clara Sirvent, 1ºESO A

Álex Climent, Natalia Guillem y Pablo Rico, 1ºESO B

 Mónica Gosálbez, Lucía Quintana, Cristian Rus y Álvaro Suárez, 1ºESO 

Llúcia Castelló, Nacho Cintas, Sara Sanchís y Ainhoa Vera, 1ºESO A

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Historias

Cuántas veces hemos pasado por delante de ese letrero…Hubo días en los que lo observamos pormenorizadamente, mientras esperábamos a alguien, desde el coche parados ante aquel semáforo que nunca parece ponerse en verde, una tarde de domingo cuando paseábamos sin rumbo fijo…y así, de forma casual, reparamos en sus colores, que contrastaban con la sobriedad de sus letras, sonreímos ante el ingenioso juego de palabras, y sentimos cierta curiosidad por saber que se escondía tras aquellas siglas…Ajenos a la historia que se escondía tras su anodina apariencia. Él continúa ahí, y probablemente, si las cosas no cambian, seguirá estándolo, pétreo ante nuestra mirada y la de todos los viandantes que algún día lo observaron al pasar.

Como lo seguirá estando ese museo que visitamos de niños y al que, desafortunadamente, ya no hemos vuelto, aun a pesar de que aquella mañana nos pareció el lugar más fascinante de todo el universo.

Como cada tarde, si las circunstancias no lo impiden, regresará a nuestros oídos el sonido dulce y melódico del inconfundible piano de cola que, desde hace un año, le devolvió la juventud a nuestro edificio.

Como cada noche, nuestra luz se apagará antes que la de nuestra vecina, cuya sombra seguirá tejiendo y tejiendo hasta bien entrado el amanecer. Piezas únicas de un valor incalculable que algún día cubrirán de belleza otra piel.

Y como parte de esa rutina que hace grande la vida, con cada nuevo despertar los sueños y las esperanzas de millones de personas empezarán con ilusión el día. Algunos de esos designios, muchos quizá, no llegarán al ocaso; pero otros, muchos también, seguirán firmes a su propósito y aguardarán con paciencia y entusiasmo su momento, cuando al fin puedan convertirse en realidad.

Cada noche, cuando el sol se desvanezca definitivamente, infinitas historias como infinitas son las estrellas del cielo, descansarán en el interior de cada corazón, hasta que tal vez un día, nadie sabe ni cuándo, ni dónde, se conviertan en fuente de inspiración.

Ellos, pequeños-grandes periodistas, cogieron su cámara y tomaron el sendero que sólo están dispuestos a cruzar los auténticos aventureros, y por el impredecible trayecto esto fue lo que encontraron…

Porque nunca lo olviden amigos, aunque las paredes no hablen, algunos sueños no se hagan oír y los más altos muros custodien hermosos secretos, no hay historia que se le resista a estos buscadores de realidad. ¡Disfrútenlas!

Nacho Guerrero y Javir Latorre, 2ºESO A

Clara Rivas y Carla Valero, 2ºESO B

Lucía Brotons, Silvia Casanova y Lucía Montesinos, 2ºESO A

Aitana Palao y Lucía Valls, 2ºESO B

Laura Salvador y Lucía Tárraga, 2ºESO A

Inés Mira y Matilde Reig, 2ºESO B

Daniel Amorós y Luis García, 2ºESO B

José Martínez y Carlos Reche, 2ºESO B

Mis imprescindibles

Todos somos prescindibles. Sí, amigos y amigas, sé que suena triste, y que además ofrece una visión algo pesimista, o incluso derrotista, de la propia existencia humana. Si ninguno de nosotros somos imprescindibles, es que no somos necesarios, podríamos concluir, pero permítanme que les diga, por paradójico que pueda resultar, que esa deducción no anda en absoluto bien encaminada.

Desde bien pequeños nos enseñan a comprender la vida, mal que nos cueste aceptarlo, como un ciclo: nacemos, procuramos, presumiblemente, disfrutar de nuestra estancia terrenal en la medida de lo que podemos, y asumimos a regañadientes que un día, sin saber ni cómo, ni dónde, ni tal vez por qué nos marcharemos. Sin embargo, reducir a esta simplicidad esquemática la magnitud de una trayectoria tan inédita y especial como es la vida, podría resultar desalentador, pues bien sabemos que aunque al final nos habrá parecido tan corta como la expresión gráfica de dicho proceso, la realidad es que ésta es mucho, muchísimo más que una secuencia de tres pasos.

Cuando llegamos al mundo, ni siquiera tenemos conciencia de haberlo hecho. Y es curioso, porque sin la capacidad de poder pensar por nosotros mismos, sin haber recibido indicaciones previas, o algún que otro consejo, la simple razón de estar ahí, de ser persona, nos arrastra sin paliativos hasta la línea de partida para, sin más preámbulos, comenzar nuestra propia carrera.

Nuestro ritmo, en principio, será leve, sutil, delicado, pero la frecuencia irá subiendo de intensidad conforme avancemos; vendrán obstáculos que superaremos, otros que sencillamente esquivaremos con audacia, y otros que nos harán caer y casi desfallecer. Habrá lugar para el éxito y la satisfacción que a cambio deja todo esfuerzo. En ocasiones iremos más rápido y en otras desearemos hacerlo lento. Pero lo más importante es que no estaremos solos durante el recorrido, porque en él siempre encontraremos a quienes quieran trabajar en equipo, por lo que alcanzar la meta se nos planteará como el más vacuo de nuestros objetivos.

Todos somos prescindibles, sí, porque todos algún día dejaremos de ser en un sentido puramente físico, y la vida seguirá su curso incluso para las personas que tanto amamos y tanto nos amaron, pero lo cierto es que nuestro lugar será para aquellos que se queden irreemplazable. Y siempre habrá alguien que recordará el eco de nuestra risa, que bailará emocionado nuestra canción, que cerrará los ojos y aspirará fuerte al sentir cerca la esencia de nuestro perfume. Siempre habrá quien devuelva a la memoria colectiva algunas de nuestras anécdotas, y hará suyos los consejos que un día le dijimos. Y así será como si nunca nos hubiésemos ido.

Muchas serán las personas que pasarán por nuestra vida, y puesto que el ser humano fue dotado a mansalva de ese instinto tan primario llamado amor, podrá quererlas a todas ellas a la vez, aunque de distinta manera. Pero tal vez sólo un grupo reducido de ellas, quizá cinco, quizá algunas más, serán la última imagen que proyecte nuestra memoria antes de apagarse llevándose consigo nuestros recuerdos.

Carla Valero Cespedosa, 2ºESO B

A lo largo de mis 14 años de vida muchas personas han sido esenciales para mí y muchas de ellas aún lo siguen siendo, pero si tuviera que elegir, sin duda, me quedo con estas cinco maravillosas personas.

La primera y la más especial es mi madre. Ella es la mujer de mi vida, mi ejemplo a seguir, la que me guía cuando dudo con lo que tengo que hacer. Es una mujer fuerte, que nunca se rinde. También es muy soñadora, pero con los pies en la tierra, esto es algo que me repite siempre. Es la persona que pase lo que pase me va a apoyar y a querer incondicionalmente. A ella le debo la vida, aunque a veces no se lo demuestre.

Otro imprescindible es mi padre, mi superhéroe, mi hombre perfecto. La persona que junto a mi madre me ha educado, apoyado y querido siempre. A él también le debo la vida. Es un hombre muy valiente y luchador, que si algo quiere va a por ello hasta el final, es algo que admiro mucho de él.

Mi abuela, creo que no tengo palabras para describirla. Simplemente todo se resume en que es la mejor. Mi cocinera favorita, el otro amor de mi vida. La mujer más fuerte que puede haber, ha luchado y lucha por todos nosotros cada día. Aún no encuentro las palabras para describirla y para agradecerle todo lo que ha hecho y lo que hace por todos nosotros. Ojalá fuera eterna, porque el día que me falte una parte de mí se apagará para siempre.

Otra persona imprescindible es mi tía, pero yo diría que es mi hermana. Desde que era muy pequeñita ha estado junto a mí, apoyándome, dándome la mano cada vez que caía y aún lo sigue haciendo. A ella le debo mucho.

Y el último, pero no por ello menos importante, es él, el que ha cambiado una parte de mí: Albert Espinosa, un escritor que con sus libros me ha ayudado mucho y gracias a él mi forma de ver el mundo ha cambiado. Y me ha enseñado que por muy desgraciado que te sientas siempre hay motivos para sonreír y que las cosas, a veces, sí pueden ser para siempre.

Y con esta carta, les doy las gracias por todo.

 Lucía Montesinos Medina, 2ºESO A

Muchas personas dicen que tienen muchos amigos, que todo el mundo les quiere, pero la verdad es que, desde mi punto de vista, las verdaderas que siempre están a tu lado se pueden contar con los dedos de la mano.

Hay muchas personas que a lo largo de mi vida se han ganado toda mi confianza, y otras la han perdido, pero la verdad es que sólo cinco personas son las que sé que nunca me dejarán caer, que siempre van a estar ahí para mí, que son imprescindibles.

De alguna forma son como los dedos de mi mano, me completan. También me ayudan a hacer la mayoría de las cosas, me hacen todo más fácil y le van dando ritmo y energía a mi propia historia.

Mi madre es un pilar muy importante en mi vida y me da el amor más grande de todos. No sé lo que haría sin ella, sin todo su apoyo, sin todos los consejos que me da cada día y, sobre todo, sin sus abrazos.

También está mi padre, que es como mi perro guía, siempre me enseña el buen camino. Supongo que de alguna forma, gracias a él soy como soy. Me asombra que le haga enfadar todos los días y que, sin embrago, siempre encuentre la forma de perdonarme y seguir dándome su cariño.

Aunque no se lo diga muy a menudo mi hermano también es muy imprescindible para mí. Durante este largo tiempo que no he estado con él, he llegado a echar de menos incluso nuestras peleas, porque cuando mis padres no están la casa se siente muy vacía y necesito a alguien que me de consejos cuando los necesito porque no es lo mismo hablar por videollamada.

Por otra parte está mi tío que siempre está ahí. No le hace falta preguntar qué me pasa, él siempre lo sabe y me saca el tema de la cabeza con alguna de sus tonterías o de sus historias.

Finalmente está mi mejor amiga, mi hermana, Aitana. Siempre sabe sacarme una sonrisa y sabe escuchar todos mis problemas y también ponerles solución. Constantemente nos peleamos y muchas veces he llegado a pensar que se iría de mi lado, pero siempre me sorprende y se queda.

No sé de qué manera podría agradecerles a todas estas personas lo mucho que han hecho por mí, y creo que nunca la encontraré. Así que de alguna forma espero que con brindarles todo mi amor sea suficiente.

Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

Cuando leí el tema de esta redacción por mi cabeza circularon muchos nombres. ¿Cómo elegir cinco? ¿Cómo escoger, si las personas imprescindibles en mi vida son incluso más de diez? Tengo tres personas claras: mi padre, mi madre y mi hermano, pero, ¿y las personas que han estado siempre ahí? ¿Y mis abuelos? Supongo que entre los cuatro tendría que elegir a dos. ¡Esto es tan difícil!

Empezaré por mi abuela Antonia, porque siempre recordaré las tardes de parchís en su casa, cómo sonreía al ver que me ilusionaba cuando iba a ganar; por enseñarme a amar a mi familia por encima de todo y hacerme ver que nunca me sentiría sola. Por pasarme dinero a escondidas para que mi madre no nos regañara, por decirme que era su nieta favorita, para después decírselo a Marc, Paula y a Víctor. Porque aunque te hayas ido, sólo lo has hecho físicamente, porque cada vez que vea una película de cowboys o de Hitchcock me acordaré de ti. Porque cada vez que alguien cante una canción de Raffaella Carrà, me vendrá una imagen tuya a la cabeza. Porque en las comidas familiares siempre serás el gran tema de conversación. Porque cuando veo la foto que hay en casa siempre sonrío… Me has dado valores muy importantes, pero sobre todo, me has dado felicidad. Muchas gracias por haberme aguantado y haber hecho de mi paso por tu vida algo muy divertido.

Otra persona a la que le debo mucho es a mi abuela Carmen. Ella siempre me ha cuidado, siempre me ha mimado, y siempre me ha querido. Supongo que como ella es la abuela más joven que tengo, es quizá, con la que más tiempo he pasado. Las noches de películas, las comidas familiares, las visitas inesperadas, y otras con sorpresa. Las meriendas viendo “Puente Viejo”, las otras recordando al abuelo, los días interminables escuchándome practicar piano, y otros haciendo experimentos en la cocina. Ella me ha enseñado a respetar sin condiciones, a valorar lo que tenemos, a sacar moraleja de todas las historias que me contaba del abuelo… Ha demostrado ser una persona paciente, bondadosa, amable… Y por eso aún tengo cosas que aprender de ella. Es principal en mi vida, sin ella, estaría perdida.

Ahora, como no, mi madre. Mi madre, mi niñera, mi profesora, mi cocinera, mi taxista, mi psicóloga, mi estilista, mi peluquera, mi consejera, mi hombro sobre el que llorar, la sonrisa que me apoya… Hay veces que no te lo demuestro, creo que muy pocas veces se lo he dicho, pero sólo puedo decirle gracias, por todo y por mucho más. La verdad, no sé que más escribir, supongo que lo que siento no se puede expresar con palabras, ni incluso con hechos. Tengo fe ciega en ella, en sus brazos encuentro siempre un referente, mi guía.

Mi padre, el pilar que sostiene el techo de mi desastrosa vida. Sin él sería como una brújula que perdióel rumbo. Él me ha enseñado a valerme por mí misma, aunque sé que él, en el fondo, no quiere que crezca. Es imprescindible para mí, como supongo, que todo padre lo es en la vida de un niño. Muchas gracias por todo, de verdad, gracias.

Y por último, pero no menos importante, mi hermano, mi compañero de vida, mi compinche, mi confidente… Sé que a veces me paso con él, pero supongo que le ataco para defenderme a mí, para crearme un escudo. Lo siento, de verdad, a veces no eres consciente del daño que haces hasta que te lo hacen. Supongo que como es más pequeño lo veo vulnerable, pero me ha enseñado mucho, más de lo que nunca podría imaginar. No me había dado cuenta de que puede que él me haya enseñado más a mí que yo a él.

Así que gracias. A todos. Por todo.

Nacho Guerrero Ferrer, 2ºESO A

Pensar en sólo cinco personas que sean imprescindibles en mi vida es una decisión muy difícil, porque yo elegiría a toda mi familia, a  mis amigos y también a mi ídolo Iker Casillas. Pero reflexionando en mi interior, la primera elegida, sin dudarlo, sería mi madre, porque la quiero mucho y  me ayuda siempre con mis problemas, con los deberes, etc; también contribuye a que mi día a día sea mejor. Además ella fue quien me concedió el regalo más bonito y que nunca me cansaré de agradecerle: la vida.

Después elegiría a mi padre. Él es muy importante para mí y también me ha dado el regalo de la vida. A los dos nos gusta hacer largas caminatas por la montaña, en las que a veces nos acompaña mi madre, también salir a correr y ver el futbol, sobre todo cuando juega España pues disfrutamos animando a la selección.

Mi hermano, aunque a veces nos pelemos, pero lo cierto es que siempre que estoy con él me lo paso muy bien y me divierto mucho, juntos hemos pasado muy buenos momentos y seguro que nos quedan muchos más por vivir.

Los dos últimos son mis amigos Pablo García y Edu porque siempre hemos estado juntos, nos lo hemos pasado  muy bien y hemos vivido momentos que nunca olvidaré. También, como tenemos en común la misma afición: el fútbol, cuando no sabemos qué hacer jugamos a este deporte y nos lo pasamos genial.

Podría haber elegido a otros, pero he pensado en estas cinco personas porque son muy importantes para mí y, sin duda, lo seguirán siendo.

Irene Picó Samper, 2ºESO B

 A lo largo de mi vida le he cogido cariño a muchas personas y para mí se han convertido en mis imprescindibles. Ellos son: mi madre, mi padre, mi hermano y mis abuelos. Mi madre es una de las personas más importantes en mi vida porque aunque a veces no la quiera ni ver, sé que en el fondo no podría vivir sin ella, muchas veces no me comprende, pero curiosamente, siempre me acaba dando los mejores consejos. También mi padre es muy importante en mi vida, porque aunque no lo vea tanto o no hable tanto con él, siempre está dispuesto a ayudarme y a apoyarme en todo lo que haga falta, aunque él no esté convencido del todo o no le guste mucho.

Otros súper imprescindibles son mis abuelos. Mi abuela Irene, que de ahí me viene el nombre, vive en frente de mi casa y la veo todos los días. Ella siempre está dispuesta a ayudarme, dentro de lo que puede; y luego está mi abuelo, siempre que voy a verlo me cuenta cosas de todo lo que hace y revive conmigo muchas anécdotas de cuándo era pequeño.

De niña me encantaba estar con ellos porque me entretenía mucho, aunque ahora, como es normal, ya no juego con ellos. Son un gran apoyo para mí y no sé qué haré cuando no estén. Por suerte tengo a todos los abuelos, pero son tantos años cogiéndoles cariño que cuando pienso en que algún día ya no no estarán conmigo y ya no veré a mi abuela todas las mañanas venir de comprar el pan, me costará mucho superar su pérdida, aunque es ley de vida, pero son demasiado importantes para mí.

Por supuesto, fundamental es mi hermano Rubén, que aunque ya no juego con él como cuando éramos pequeños lo quiero mucho y aún nos echamos algunas risas de vez en cuando. Para mí es un gran apoyo porque se preocupa mucho por todo lo que me sucede, aunque a veces yo no lo vea, o no lo quiera ver, enseguida que me ve preocupada intenta hacerme reír y si me ve triste me anima, desde que pasé a secundaría ya casi no nos vemos, y cuando nos vemos, siempre estamos peleándonos, aun así es muy, muy importante en mi vida, y sé que sin él, no voy a decir que no podría vivir, porque todo se supera, pero me quedaría siempre un hueco en el corazón que nadie podría llenar.

Lucía Tárraga Romero, 2ºESO A

Es difícil saber quién nos aporta algo, quién nos enseña, quién nos abre la puerta cuando la vemos cerrada ante nuestros ojos. Evidentemente yo sé perfectamente las personas que me enseñan, me apoyan y me ayudan día a día. Ellos son mis padres, quienes siempre han estado ahí, me han enseñado, regañando, abrazado. Pero ahora, en esta etapa de mi vida, es todo diferente. Ahora mi mayor apoyo son mis amigas y una de ellas en especial. Siempre he tenido relación con ella, con el tiempo nos fuimos distanciando, y ahora me doy cuenta de que aunque estuviera un poco lejos de mí siempre estaba. Ella no me regala los oídos, siempre me dice la verdad, pero ante todo me apoya.

Luego, por otra parte, está mi hermano. Es más pequeño que yo, pero es una persona muy importante en mi vida. Sin él no sería quien soy. Y sí, vale, yo soy mayor que él, pero me ha enseñado cosas que ni yo misma sabía. Desde pequeña he estado siempre con él, ha sido la pieza que completa mi puzzle, porque hasta que no llegó estaba incompleto.

Por supuesto, en mi lista también está mi padre, desde pequeña me ha apoyado, siempre ha sido mi ejemplo a seguir, siempre ha sido el típico padre que nunca te castiga, pero es que con él nunca me he portado mal; sí, he tenido algunos roces, pero el mero hecho de que entendiera mis errores y siempre los corrigiera con cariño y me concediera una segunda oportunidad, eso es algo que siempre valoré de él.

¿Y ahora qué? ¿Quién más es importante en esta prueba llamada vida? ¿Quién es la persona que valoró el esfuerzo que hice desde pequeña? ¿Quién más sabrá por lo que he tenido que pasar y lo fuerte que tuve que ser, que soy y que tendré que ser? Bueno pues esa persona es mi tío. El ya no se encuentra entre nosotros, se fue cuando yo tenía 10 años. Y hasta el día que me dejó no supe valorar lo importante que era en mi vida. Él me apoyó y me dejó una pequeña misión (por llamarlo de alguna manera) esa misión fue que fuera feliz, que disfrutara de todo momento, que aprovechara cada día porque cada nueva mañana nos regala un día más de vida, y tú decides si quieres que éste sea maravilloso o no.

Y ahora falta esa última y gran persona que es mi otra gran pieza de mi inmenso puzzle que al final poco a poco se va completando y encajando. Me faltan muchos imprescindibles, si tuviera que hacer una lista me he dado cuenta de lo larga e inmensa que sería. Bueno pues poco a poco me he dado cuenta de quién ha creado la persona que soy. Esa persona, aunque parezca raro, soy yo, yo he ido observando, escuchando y dándome cuenta de cómo es el mundo de ahora, de cómo es la sociedad y de cómo es el trayecto de mi camino. Soy afortunada por tener lo que tengo, por tener la capacidad de saber y aprender un poco más cada día. Me he dado cuenta de que tengo tantos, tantos imprescindibles, que al final yo soy la semilla del gran árbol que, progresivamente, voy creando, mi vida, mi destino, mi misión, mi rompecabezas. Me he dado cuenta de que todos mis imprescindibles, tenían algo en común, ellos eran parte de mí.

 Laura Azorín Rico, 2ºESO A

Las personas más imprescindibles de mi vida son muchas, pero de éstas he escogido a cinco en concreto: la primera es mi madre. Ella es inteligente, atenta, se preocupa mucho por nosotros y para mí es la mejor madre del mundo; me entiende en muchos sentidos y suele ser la que más me apoya.

En segundo lugar está mi padre, él es más frío, pero también se preocupa mucho por mí, siempre intenta hacernos felices a todos.

En tercer lugar está mi abuela, ella es muy cariñosa y dulce, siempre intenta tenernos a todos contentos y también nos ayuda a todos en lo que puede.

En cuarto lugar está mi abuelo, él ya no está entre nosotros pero nunca le olvidaremos, nos quería mucho al igual que nosotros a él, siempre nos defendía y con él nos lo pasábamos muy bien. ¡Era un abuelo 10!

En quinto y último lugar está mi tía, ella siempre quiere lo mejor para mí, aunque yo, a veces, no lo valore y nos enfademos por ello, pero ella siempre sabe perdonar y nuestros enfados duran muy poco.

Éstas son las personas más imprescindibles de mi vida, aunque no los únicos, hay muchas personas más, tanto amigos como familiares a los que también quiero mucho y también son muy importantes para mí.

 Laura Salvador Sanjuán, 2ºESO A

En mi vida han aparecido muchas personas esenciales, pero a lo largo de todo este tiempo he descubierto quiénes son “mis imprescindibles”. Podría hablar de todas mis amigas y también de todos mis familiares, pero en esta ocasión sólo lo haré de aquellos que de verdad me han marcado y apoyado.

La primera de todas sin dudarlo es mi hermana María. Ella es mi icono, mi ejemplo a seguir. Aunque nos peleemos siempre terminamos arreglándolo. Desde pequeña mis ganas por parecerme a ella fueron infinitas. Ella fue quien me enseñó a jugar al baloncesto y quien me impulsó a apuntarme.

Mis otras personas imprescindibles, claramente son mis padres, quienes siempre están ahí, tanto en las buenas como en las malas. Últimamente la situación con ellos no es igual que cuando era pequeña, ya que yo he crecido y ellos piensan que sigo siendo la niña pequeña que hay que tratar con guantes de seda, eso me enfada y hace que discutamos por cualquier tontería. Pero igualmente yo les quiero mucho y aunque no se lo demuestre siempre, sigo pensando que ellos son mis héroes.

Otra persona imprescindible para mí es mi abuela Isabel, la madre de mi padre, que por desgracia  últimamente no se encuentra muy bien. Sé que ella es muy fuerte y puede contra todo, pero tengo miedo a perderla. Sólo con mirarla a los ojos se me llena la mente de recuerdos y pienso que mi vida no sería igual sin ella a mi lado. La quiero mucho, y aunque de pequeña no la visitaba con demasiada frecuencia, ahora siempre que puedo voy y así aparte de verla sonreír, también recabo más recuerdos que de mayor me harán reír a mí. 

Mi última persona no es la menos importante, sólo que es con la que menos tiempo he vivido. Esta persona es mi primo Álvaro, que tiene ahora tres años. Con él siempre estoy feliz. Estos años a su lado han sido maravillosos, ya que no había tenido ningún primo hermano, niño y pequeño. Siempre que va a casa de mi abuela quiere que este con él y que juegue con él a los coches o a saltar en la cama. Cada día que lo veo una sonrisa se dibuja en mi cara y pienso que ojalá cuando se haga mayor, siga siendo el  niño con el que nunca me enfado y siempre esté bien.

Soraya Aracil Seco, 2ºESO A

Momentos, la vida está hecha de momentos, para los cuales necesitamos a las personas idóneas y poder entonces aguardar esos pequeños recuerdos. Sólo somos una raza avanzada de primates, donde tarde o temprano estos recuerdos serán olvidados, pero mientras esta vida llega a su fin puedes cerrar los ojos y dejar que todos estos hechos fluyan.

Cerraba los ojos y su imagen flotaba junto a mí, mi abuelo, con aquella mirada misteriosa a la vez que intrigante. Su imagen parecía real, pues un día lo fue. Esta persona fue esencial en mi vida. Los instantes que pasé junto a él vivirían en mí eternamente y nunca podré olvidarlos. Esta persona tan extrovertida me hizo ver el mundo de otra manera, con cadencias y giros que me parecían una danza única, sublime e inigualable.

Todo comenzaba a cobrar vida y, ahí estaba, mi abuela. Ella inundaba de bellos colores mis días en un mundo de penumbras y soledad. Era la única que, con una sola mirada, sabía todo aquello que me pasaba, la única que creía en mí cuando otros no lo hacían.

La joven Jane Austen, esta persona que decidió vivir de su pluma, a Jane no le importaba la casta y ésta se hubiera casada con alguna persona inferior a su rango si en ese compromiso hubiera existido el amor. Esta persona me ha transmitido firmeza y seguridad, por querer vivir de lo que tanto amaba y no dejarse influir por nadie.

Mi madre por ser una persona risueña, que me ha hecho creer que hasta lo que parece imposible se puede superar si uno lo desea con mucha fuerza. Su ayuda es un sentimiento noble y honesto en un mundo de indiferencia y dolor, por su bondad y todos sus logros que son dignos de elogio.

Emma Watson, una modelo a seguir. Te hace sentir fuerte y poderosa por haber nacido mujer. Esta mujer, como embajadora de Buena Voluntad de la ONU Mujeres, ha hecho creer que el feminismo no es, lejos de lo que algunos pudieran creer, una corriente caduca, cuyo objetivo es ningunear al género masculino. Para ella el feminismo es la doctrina social que anima a las mujeres a luchar por tener los mismos derechos que los hombres, estar todos -con independencia de nuestro género- en igualdad de condiciones. Emma te hace creer que merece la pena seguir a tu corazón y tener principios.

¡No somos la generación perdida!

Estos jóvenes, aunque pueda parecerles extraño dada su corta edad, pues la mayoría no superan los trece, tienen, sin embargo, un arduo cometido por delante; un firme objetivo que ellos mismos se autoimpusieron y que están dispuestos a cumplir cueste lo que cueste, pues tenacidad no les falta.  Tal vez por ello, han querido unánimemente que esto que hoy os muestro como mera intermediaria, sea el primer paso para demostrar que están trabajando en ello y que, desde luego, el estado latente de un pronóstico por el momento poco alentador, no les parece motivo siquiera suficiente para perder la esperanza.

Son jóvenes, sí, pero precisamente por esta razón poseen en su plenitud los sentimientos que a veces, al hacernos mayores, se nos olvidan, o simplemente los fuimos aplacando con el tiempo por pura resignación. Un error que terminamos pagando caro, pues sin quererlo o sin saberlo, aceptamos vivir bajo la temible losa de las injusticias, que tanto pesa y consume. ¡Pero no teman!, pues no está todo perdido, las nuevas generaciones -a las que no les sirve de consuelo, y mucho menos de ayuda- que las emplacen bajo la maltrecha definición de “perdida”, son, y estoy convencida de ello, el mejor garante para ejemplificar que las cosas, en el sentido genérico y más ambicioso de la palabra, pueden cambiar si uno de verdad se lo propone.

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Querido yo…

Cuando era niña disfrutaba de los días sin más, no reparaba más allá de los primeros segundos desconcertantes al despertar, en saber si era lunes o sábado, pues para mí todos tenían algo especial. Recuerdo que siempre me levantaba con una sonrisa y rara vez, salvo en ocasiones extremadamente puntuales, me sentía triste. Nada me acongojaba y me ponía el mundo por montera cada dos por tres.

Me sobraban horas de sueño, pues muchas veces las desestimaba por considerarlas tiempo perdido, yo prefería jugar, reír con mis amigos, pasear junto a mis padres, cantar mis canciones favoritas y fantasear con los sueños que algún día, lejano, podría cumplir.

Cuando era niña vivía la vida sin preocuparme en cómo sería ella conmigo, simplemente la aceptaba como el regalo que altruistamente me había sido concedido, y tal vez por ello, fui inmensamente feliz. Y es posible que ahí esté la clave, el día en que empecé a preguntarme por la vida en términos que sólo un adulto debería barajar, ese día, todo empezó a ser diferente.

Sí, tomé una conciencia mayor o tal vez más realista de mi propia existencia, pero durante mucho tiempo me desistí a creer que esa nueva madurez pudiera destrozar su esencia y mucho menos el amor incondicional que yo sentía por ella, así que luché por preservar esa pequeña parte de mi yo interior que se resistía a crecer para seguir nutriéndome de su fuente natural de optimismo.

Sin nada más que una ligera idea de lo que era la vida, me lancé de bruces sobre ella dispuesta a abrazarla, a quererla a pesar de sus defectos, a perdonarla por sus errores, a aprender con ella y a escucharla más, para no juzgarla antes de lo debido. Ella a veces fue fría, casi distante, me rompió el corazón con sus desprecios, dándome la espalda en el momento más insospechado; fue cruel, mezquina hasta lo inimaginable, pero aun en el peor de mis recuerdos con ella, hay fotogramas, borrosas secuencias que aún hoy circulan por mi mente en una danza maravillosa. Esas imágenes me acompañan allá donde voy y son muchas veces el engranaje que guía mis pasos.

Aun así, mentiría si dijera que en más de una ocasión no me hubiera gustado resguárdame al amparo de esa inocente y despreocupada concepción de la vida que todos tuvimos alguna vez, pero hubiera sido cobarde no aceptar que la vida nos reta para hacernos más fuertes, aunque esto, a veces, sea difícil de creer. Cada embestida, cada golpe, cada caída, nos hace caer en el desaliento, pero es nuestra fe en ella, en nuestra vida, la que nos da el golpecito que necesitamos para seguir adelante.

Cada uno de nosotros somos héroes de nuestra propia batalla, pero la realidad es que a veces nosotros somos nuestro peor enemigo. Renunciamos a oportunidades por creernos incapaces ante ellas; somos feroces e incisivos críticos con algunas facetas de nuestra personalidad, sin ser conscientes de que son esas cualidades las que nos hacen diferentes y únicos. Nos infravaloramos y ocultamos con recelo la parte de ese yo que reservamos para cuando estamos solos, haciendo únicamente visible a los demás, los resquicios del otro yo que intentamos en balde que nos represente por completo.

Todos necesitamos ser aceptados, contar con la aprobación de aquellos a quienes queremos y nutrirnos de su fuente inagotable de cariño. Necesitamos imperiosamente que nos quieran, sentirnos queridos y amar sin límites, para no lamentar el día en que no lo hicimos. Es la naturaleza más pura de nuestro instinto, y sin ella difícilmente podríamos encontrar sentido a nada.

La vida sólo nos da una oportunidad para ser quienes queramos ser. Por eso viaja, ama, conversa con tu interior, aléjate de lo que no te representa y busca en el fondo de tu corazón, a solas y en silencio, todas las respuestas. Y por primera vez, te habrás encontrado a ti mismo. Tú en plenitud, formando un maravilloso juego de luces y sombras.

Cartas de los alumnos a sí mismos…

Como he puesto en la parte delantera de esta peculiar carta, espero estar leyendo esto en unos quince años, aproximadamente. El problema es que no sé siquiera sí podré atreverme a abrir este papel lleno de estúpidas reflexiones de adolescente algún día.

Esta no va a ser la típica carta de: espero haber cumplido mis metas, mis sueños, estar dedicándome a lo que quiero, porque ahora mismo no tengo claro ni lo que quiero cenar, cómo voy a saber algo que cuestiona mi vida a un mayor nivel.

A mis aburridos y cortos trece años, he aprendido que nadie se muestra como realmente es. Todo el mundo tiene una máscara que se coloca cuando se siente vulnerable, un disfraz, una apariencia, un “otro yo”. Así que nunca sabes si estás hablando con la persona en realidad o sólo con la parte de él o de ella que quiere mostrar.

Yo, o nosotras, no sé… (Esto es tan raro que ni siquiera sé como dirigirme a mí misma.), no me acuerdo cuándo empecé a construirlo, pero sé, que de momento el muro que esconde mis más sinceros y profundos sentimientos sigue siendo impenetrable; aunque por dentro me muero por que alguien logre traspasarlo y conocerme como realmente soy.

Espero que a mis veintiocho años de edad, (que es cuando supongo estaré leyendo este montón de palabras sin sentido) alguien lo haya conseguido, sino, creo que explotaré.

La gente dice que la adolescencia es una etapa para vivir el momento, exprimirlo al máximo, pasarlo bien. Yo no sé los demás, pero para mí, no es tan fácil como lo pintan. Tras mi máscara se esconden lágrimas de inseguridad, tristeza… Pequeñas gotas de cristal escondidas tras el muro, y que nadie sabe de su existencia. Esas diminutas, aunque abundantes lágrimas, se acumulan tras la barrera, y al final, terminará por desbordarse.

Muchas veces siento que debo soltarme, mostrarme como soy, pero no puedo, sencillamente me es imposible. El mero hecho de no ser aceptada me aterra. Pero espero haber afrontado este temor cuando esté leyendo esta carta. Y sino, tengo un mensaje urgente para mí misma:

“Tienes que mostrarte como realmente eres, ser tú misa, porque de lo contrario, la gente de tu alrededor querrá la idea que tienen de ti, y no a ti en estado puro. Porque la parte de detrás del muro se hará pequeña y pequeña, hasta acabar por ser inexistente. Y como Paulo Coelho explicó en su hermoso relato: “Mi otro yo”, si acabas con ese “otro yo” acabas con tu esencia, tu alma, contigo misma. Sólo tienes que dejarte llevar por tu verdadero yo, y encontrarás a las personas que te quieran de verdad.

Aitana Palao Peydró, 2ºESO B

¡Querido Octavio!, últimamente te veo feliz y alegre, sé que no sabes que te observo, y ambos sabemos que eso no es exactamente lo que sientes, sino lo que les haces ver a tus familiares y amigos, por miedo a que piensen que eres débil o inferior. También sé que te sientes en ocasiones frustrado y enfadado y que por dentro tienes ganas de gritar de rabia, por las injusticias que pasan a menudo, no lo expresas en público ni tampoco dejas que esas injusticias te desmoralicen, sé que sigues adelante e intentas erradicarlas con tu empeño.

Te sientes estresado y agobiado en ocasiones, y a raíz de eso a veces muestras mal genio y te enfadas mucho con tus seres queridos sin motivo, sé que lo haces sin darte cuenta, pero para eso te estoy escribiendo, para darte consejo y decirte que pase lo que pase, siempre tendrás a esas personas que quieres y amas a tu disposición para todo lo que necesites, por eso debes cuidarlas. No te sientas avergonzado ni oprimido por tus propios sentimientos, sólo deja que salgan, porque de vez en cuando, viene muy bien soltarlos y decir lo que piensas. Y cuando estés estresado por algo, sea lo que sea, no olvides hacer otras cosas para relajarte. Sólo quiero que siempre que puedas mires el lado positivo de las cosas, y que, sobre todo, no olvides aprovechar los pequeños instantes que te da la vida.

Con mucho amor: Tu otro yo.

Octavio Ferrero Miró, 2ºESO B

Querida Clara,

Te escribo esta carta porque, al fin y al cabo, soy la persona que mejor te conoce. Y la que mejor te puede ayudar. Esta carta es para ti, por lo tanto sólo tú vas a entenderlo todo a la perfección.

Escribo esto para desahogarme, para que sepas que estoy aquí y seré la única que lo esté siempre.

Cierro los ojos y nos veo en la cuna, tan pequeñas, tan indefensas e inocentes frente a la vida en sí. Recuerdo cuando no llegábamos al estante donde estaba nuestro juguete preferido y nos poníamos a llorar ya que no podíamos alcanzarlo y requeríamos de la ayuda de mamá o de papá, eso era lo que menos nos gustaba, en verdad siempre fuimos muy independientes, a veces demasiado. También recuerdo cuando jugando nos caíamos y nos hacíamos un pelado en la rodilla, como llorábamos, como si se acabara el mundo. Era irónico ya que el nuestro no había hecho más que empezar.

Éramos indefensas, pero qué seguras nos sentíamos cuando mamá nos hacía la guarida secreta, creo que nunca nos sentiremos tan seguras como lo estuvimos en sus brazos. O cuando papá nos decía «Te quiero pequeña», esas tres palabras eran necesarias, eran como una pequeña dosis de energía extra que recibía nuestro corazón.

Dicen que siempre hemos sido muy curiosas, ahora aún lo somos, pero menos. Creo que con los años se va perdiendo parte de esa frescura inicial, esa curiosidad insaciable por saberlo todo. Eso es algo que deberíamos apuntar en la lista de «Cosas a mejorar», pero no de cambiar;toda nuestra vida hemos oído el `tienes que cambiar esto o tienes que cambiar lo otro´, no me gusta esa expresión. Nunca nos ha gustado. No se trata de cambiar, las personas no cambiamos, mejoramos. Vamos progresando con los años. Así deberíamos de pensar todos. Pero bueno, me voy del tema, estoy aquí para hablar de nosotras. Aún no te lo he dicho, pero me gustaría que supieras que te quiero, que quiero que te quieras y quiero que nos queramos siempre, porque si nosotras no nos queremos ¿quién nos va a querer?

Esta carta es para ayudarte, pero hasta que no me he puesto a escribirla no me he dado cuenta de que también me ayuda a mí. Y mucho. Ha sido como una terapia de psicología, pero sin salir de casa. ¡Ah! Hablando de psicología, es nuestro sueño desde hace ya bastante tiempo. Convertirnos en una gran psicóloga, poder ayudar a la gente con sus problemas. Espero que lo hagamos bien. Pero para conseguirlo tenemos que estar ahora centradas, pues nos estamos acercando a la meta final.

Ahora mismo estamos pasando por una mala racha, nuestra adolescencia. Estamos enfadadas con el mundo la mayor parte del tiempo, sobre todo con mamá, esto es algo que tenemos que añadir a la lista de «Cosas a mejorar». Estamos confusas, ya que lo que ayer nos gustaba hoy lo odiamos, o al revés. No sabemos bien lo que queremos hacer con todo en general. A veces somos demasiado impulsivas para hacer las cosas, no pensamos. Bueno, por no hablar del carácter, es lo primero que tenemos que mejorar. Sobre todo con mamá, que es la que nos aguanta las veinticuatro horas del día y con la que más broncas tenemos, porque si no nos deja hacer algo nos enfadamos, damos cuatro gritos, algún que otro portazo y ya está. Como si así solucionáramos algo, ¡qué ingenuas somos a veces! Pero también tiene mucho que ver con la edad, es algo «normal» ahora. Cuando no nos dejan hacer algo, comprarnos algo o incluso hacernos algo en el pelo, creemos que somos unas incomprendidas, a veces tenemos razón, pero no siempre. Los adultos no nos entienden en la mayor parte de las cosas que nos gustan o que nos queremos hacer y es algo que no entiendo. Total, el pelo crece, ¿la ropa? Ya se pasará la moda, o ya nos cansaremos de esa prenda. Esto tendría que venir de serie, nosotros tendríamos que tener un manual para entender a los padres y ellos uno para entender a los hijos. Sería todo más fácil. Algún día podríamos inventarlo ¿no crees?

Quiero que nos queramos por encima de todo, porque esta época es muy dura y con los cambios tenemos las hormonas revolucionadas y un día nos vemos estupendas y otro no nos queremos ni un poquito (otra cosa que hay que mejorar).

Que nos tenemos que rodear de buena gente y apartar la energía negativa de nuestra vida. Todo lo que nos quite la sonrisa que se vaya por donde ha venido y muy lejos a ser posible, porque nos merecemos ser felices y punto.

Tenemos que tener presente que si algún día nos sentimos bajas de moral, deberemos hacer un esfuerzo por estar arriba, pero que al igual que estamos en lo alto también podemos bajar. Eso es algo a lo que nos tenemos que acostumbrar, pero que sea de las pocas cosas a las que hay que acostumbrase, no tenemos que darles el placer a otros de ser conformistas. Tenemos que ir siempre a mejorar en todos los aspectos: en el baloncesto, en los estudios, en nuestros sueños, en nuestras opiniones y en cualquier cosa que nos pase en la vida. No nos podemos permitir que la lista se quede vacía, por lo menos tiene que tener dos o tres cosas susceptibles de mejora. Nos tenemos que levantar cada día pensando que ese día va a ser el mejor de todos y que nos van a pasar un montón de cosas maravillosas. Siempre con una sonrisa en la cara, porque estar tristes no merece la pena. Tenemos que pensar que pueden ocurrir cosas geniales y que si no lo vivimos al máximo, es un día que perderemos de nuestro paso por el mundo.

Tenemos que confiar mucho en nosotras, querernos muchísimo y cada vez que nos miremos a algún espejo vernos bonitas, porque lo somos.

Y nada pequeña, creo que está todo dicho. Esta carta la vamos a guardar como nuestro pequeño pero valioso tesoro. Y cada vez que nos sintamos mal, tristes o con poca autoestima quiero que leamos esta carta y que nos demos cuenta de que somos estupendas. Incluso con todo lo bueno y lo no tan bueno que nos forma como persona.

Te quiero mucho y quiero que tu también te quieras muchísimo. Que todo lo que hagamos sea de corazón y porque queremos. Que nos tomemos la vida de forma positiva, y procuremos que nuestro paso por la Tierra haya sido realmente único y maravilloso. Y, sobre todo, que nunca dejemos de ser nuestro yo en plenitud.

Cariñosamente, tu yo.

 Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

Querido yo de dentro de diez años.

Durante estos últimos años te he estado observando.

No olvides nunca ser tú misma, con tus virtudes y tus defectos, no dejes que nadie te manipule, sé libre, no tengas vergüenza de mostrar al mundo cómo eres en realidad y, sobre todo, diviértete, aunque eso suponga algunas veces no seguir las normas.

Aprendiste de los errores cometidos antaño y procuraste hacer lo que tú creíste correcto.

Recuerda que no has de llorar por personas que no se merecen tus lágrimas, confía en personas que demostraron ser verdaderos amigos y procura tener siempre cerca a tu familia, por muchos disgustos y peleas sin sentido, que puedas tener.

No abandones tus esperanzas, persigue tus sueños y no te rindas nunca. Aprovecha cada segundo, cada instante para vivir la vida, ya que la etapa más bonita de nuestra vida se acabó y ahora empezamos una nueva, mirando hacia el futuro sí, pero siempre viviendo el presente. Lo mejor o lo peor quizá esté por llegar, pero las dos sabemos que hay algo en lo inesperado que nos intriga.

No olvides nunca el lema de “Vive y deja vivir”.

Elige tu destino y escoge quién serás en un futuro. Y recuerda, jamás olvides quién eres.

Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Querida Lidiana,

Hacía tiempo que no sabía nada de ti, hasta que empecé a recordar mi pasado, y ahí es donde estás tú, en cada lado. Recuerdo muchas cosas y en todas estás, a veces me gustaría no recordar cosas que dejaron marca, que siguen atemorizándome, me gustaría que todo fuese tan fácil como parece, pero por desgracia nada lo es. Te escribo para decirte que no sigas así, como mi yo del pasado, camina, avanza y piensa más en tu futuro, ya que gracias a él podrás disfrutar de cosas geniales, momentos inolvidables con personas que serán importantes en tu vida y que, seguramente, estarán siempre a tu lado, gustándoles estar contigo a pesar de todo.

Lidiana Martínez Pérez, 2ºESO A

 

Hola Carlos,

Últimamente te veo muy contento, supongo que será porque has conseguido tu sueño de tener una mujer, dos hijos, y un trabajo que te hace feliz y te permite tener los fines de semana libres para disfrutar de tu familia. Yo sigo igual que la última vez que te escribí, aún me acuerdo que antes solía hacerlo muy a menudo: por tu cumpleaños, en cualquier otra celebración, un día sin más, porque necesitaba contarte cómo me sentía.

El otro día me acordé que tenía que decirte que buscaras en casa de papá y mamá, en nuestro antiguo cuarto, aquel libro de hojas sueltas que escribí durante el 2015 en el que figuran todos los buenos momentos con los amigos y la familia, pero también los malos momentos. Te sugiero que lo leas para que la nostalgia te haga revivir en tu mente bellos recuerdos. Está encima de la mesita de noche.

Sabes, me llena de curiosidad la respuesta que tú tienes a la pregunta que yo hoy me hago: ¿Qué fue de Camilo y Valentina, mis periquitos? Bueno, si te digo la verdad, prefiero que no me lo cuentes y que el propio destino sí lo haga por ti.

También me gustaría saber cómo están mis profesores de secundaria, ya que me quedan dos años en el colegio, y no sé si los volveré a ver algún día…

Espero que tú ya hayas visto la saga de “Harry Potter” ya que yo no, y la de “Indiana Jones” también…

Po cierto, al final ¿Hiciste bachillerato o hiciste algún módulo? ¡Estoy muy nervioso, necesito saber eso!

Siempre he soñado con tener mascotas ¿También lo has conseguido? Si es que sí, ¿Cuál? Si es que no, ¿Por qué? Espero que tengas periquitos, un perrito y una gata. Ojalá que sea así.

Bueno me tengo que despedir.

Espero tu respuesta,

¡Adiós!

Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

 

 

EL OTRO YO 

Mario Benedetti

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había quitado la vida.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le llenó de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

BREVE REFLEXIÓN:

El pobre Armando pasó buena parte de su vida intentando conciliar y limar asperezas entre dos personalidades radicalmente opuestas. Una de ellas siempre intentaba por todos los medios imponerse y alzarse victoriosa frente a la otra; y Armando, aunque erróneamente, terminaba declinando la balanza en favor de la más fuerte, tratando de evitar con ello más quebraderos de cabeza.

Esta postura no era justa, pero todo podría haber quedado ahí, de no ser porque esa lucha la lidiaba Armando en su propio interior. Su yo rudo, implacable, tosco y osado se empeñaba en derrotar, aniquilar y destruir por entero a su yo sensible, profundo e inseguro, quien entonces lloraba desolado al sentirse arrinconado, perdido y desesperadamente solo.

A Armando, por mucho que le costase reconocerlo, –y de hecho nunca lo haría-, esta situación le incomodaba y no le hacía en absoluto feliz. Quería a sus dos yo por igual, cada uno –por separado- le aportaba cosas únicas y especiales, y aunque en ocasiones recelase de algunas de sus cualidades, o incluso las llegara a aborrecer o a menospreciar, sabía que sin ellas nunca hubiera sido Armando; y Armando era una persona con sueños, con luces y sombras, con ganas de encontrar su lugar, de amar y ser amado, de desmelenarse y dejarse llevar, guardándose la seriedad para las cosas importantes.

Armando se enfrentó, como muchos otros antes, al mayor enigma del ser humano: saber cómo era en realidad, y cuando lo resolvió, rehusó la respuesta, ¿y por qué? tal vez por miedo a no gustar, a ser rechazado, a decepcionar a aquellos en los que él había confiado las más altas expectativas. Y, cómo no, se equivocó, porque desde entonces dejó de ser Armando para ser una vulgar parodia de sí mismo, una mitad sin vida arrojada al inescrutable juicio de los demás, un yo ahogado en su propia búsqueda que se quedó huérfano de espíritu, de esencia.

Armando desestimó de él esa parte que le hacía diferente frente a los demás, y eso marcó su final. Armando no se escuchó, ni se habló a sí mismo con sinceridad, aplacó el grito sofocante de su voz, que se fue haciendo cada vez más inaudible; Armando trabajó arduamente en la creación de otra persona, la que le hubiera gustado ser pero no fue, y tal fue el esfuerzo depositado en dicha obra, que se olvidó de volar libre siendo simplemente él.

La de Armando fue una historia triste, de esas que dejan un sabor amargo, pero quizá de no ser así su lección no nos hubiera afectado tan profundamente. Sólo tenemos una oportunidad para mostrarnos al mundo como realmente somos, sin miedo, sin perjuicios, disfrutando del mero hecho de vivir, para que llegado el ocaso de nuestra existencia sólo nos quede paz, y la satisfacción de haber hecho lo que sentimos de todo corazón.

 

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Constitución por la PAZ

Reunidos todos los integrantes de 1ºESO en la Sala Primera donde se toman las grandes decisiones, acordamos por unanimidad la aprobación y posterior entrada en vigor del texto que a continuación les presentamos.

Esta Constitución, que será vinculante para todos los ciudadanos de la Tierra, es el mejor exponente de lo que deseamos: La consecución de un mundo más justo, ecuánime y libre, en el que los principios de la solidaridad, el respeto y la fraternidad sean valores incuestionables en el corazón de cada ser humano.

Todas las personas, sin excepción, deberán conocer los derechos y deberes aquí recogidos y hacerlos suyos, contribuyendo así a que la paz sea una realidad constatable; la mejor herencia para las generaciones del futuro y el más codiciado regalo para los que hoy suscribimos este acuerdo inédito.

Esta Carta Magna está fundamentada en tres pilares clave: empatía, tolerancia y amor. Es por ello que todos los padres de la misma, los que decidimos sumar nuestra voz a la causa común, estamos convencidos de que su publicación, prevista para el 30 de enero de 2016, será decisiva para que el progreso llegue, y empecemos a caminar por una nueva sociedad en la que no exista el miedo, ni el rencor, tan sólo la confianza en que podemos ser enteramente felices.

Desde el momento de su vigencia, la mentada Constitución de 2016 anulará la validez de aquellos preceptos anteriores que pudieran atentar contra su carácter eminentemente comprometido, equilibrado e íntegro, por considerarlos contrarios a la esencia de su personalidad. De este modo, nuestra nueva Constitución se reserva la potestad para eliminar la inquina, el dolor, la frustración y la soberbia de todos cuantos las alberguen, para cederles en su lugar aquellos sentimientos que les serán de gran utilidad para su bienestar y el de todos los que les rodeen.

Sin más preámbulos, procedemos a su exposición.

Firmado, 1ºESO.

DERECHOS Y DEBERES FUNDAMENTALES:

Artículo 1. Todas las personas tenemos derecho a expresar lícitamente nuestros sentimientos y opiniones en libertad, sin temor a ser juzgados por ello.

Artículo 2. Todos los ciudadanos tenemos el deber de valernos sólo de la palabra como la única solución posible.

Artículo 3. Todas las personas tendrán garantizado el derecho a la alimentación. Y juntos contribuiremos a la erradicación del hambre.

Artículo 4. Los ciudadanos deberán comprometerse con el uso de las energías renovables, en detrimento de las fuentes agotables.

Artículo 5. Todos tenemos el deber moral de no contaminar, promover activamente el reciclaje y cuidar del planeta.

Artículo 6. Todos debemos trabajar en el refuerzo y el enaltecimiento de la empatía, juzgar menos y vivir más.

Artículo 7. Todas las personas tendremos el inconmensurable privilegio de poder elegir nuestro camino, siempre que nuestra senda no interfiera indebidamente en la de los demás.

Artículo 8. Todos debemos preservar parte de nuestra inocencia infantil para seguir creyendo que existe la magia, y no perder nunca la esperanza.

Artículo 9. Todos debemos confiar en el perdón como el antídoto contra el odio y la maldad.

Artículo 10. Todas las personas harán del amor el motor de sus vidas.

Artículo 11. Todas las personas asumiremos el compromiso moral de cuidar y proteger nuestra flora y fauna.

Artículo 12. Todos tenemos derecho a manifestar nuestra opinión en cosas importantes para que ésta pueda ser escuchada.

Artículo 13. Tenemos el deber de respetar a los demás y lo de los demás.

Artículo 14. Todos denunciaremos públicamente cualquier acto que denigre la integridad de las personas tanto física como moralmente.

Artículo 15. Todos tenemos el deber de ser honrados y bondadosos, humildes y justos.

Artículo 16. Todos los niños tendrán garantizado el derecho a ser niños y, por lo tanto, vivir intensamente su infancia.

Artículo 17. Todos los niños tendrán derecho a ir a la escuela y recibir una formación que les prepare para la vida, haciéndoles autosuficientes, competentes y, sobre todo, personas de buen corazón.

Artículo 18. Todos tenemos derecho a predicar con los valores y principios de una religión, y a practicarla libremente sin perjuicio de otras manifestaciones distintas a la nuestra.

Artículo 19. Todos tenemos derecho a desarrollar, cultivar y alimentar nuestra propia creatividad con ánimo de llenar el mundo de cosas bellas.

Artículo 20. Todos debemos respetar y valorar nuestras diferencias como atributos que nos hacen únicos y especiales.

 Artículo 21. Todos debemos comprometernos a no perjudicar conscientemente, con hábitos nada saludables, nuestra salud y la de quienes nos rodean, pues es lo más valioso que tenemos.

Artículo 22. Todos tenemos derecho a ser felices.

Artículo 23. Todos tenemos derecho a encontrar el amor, amar sin condiciones y ser amados de igual modo.

Artículo 24. Todos tenemos el deber de apreciar lo que tenemos y no pedir nada más allá de lo necesario.

Artículo 25. Todos tenemos el deber de prohibir las armas y evitar las guerras.

Artículo 26. Toda persona deberá ser fiel a sí misma, a sus sueños, metas y convicciones. Seguir las directrices que marque su corazón en el uso lícito de su libertad.

Artículo 27. Todos tenemos derecho a la PAZ.

LA OTRA CARTA…

Queridos Reyes Magos:

Os escribo esta carta, aunque sé que estaréis muy ocupados, no para pediros un deseo, sino para agradeceros todo lo que me concedisteis a cambio de nada…Noches de ensueño en las que, efectivamente, hubo magia; noches en las que yo, prendida de una inocencia y una emoción irrefrenable, corría a buscar el abrazo fuerte de mis padres, en cuyos ojos brillaba una sensación tan única y especial que sigue latiendo aun hoy en mi recuerdo. Fui tan feliz que ahora que he crecido no puedo evitar preguntarme esto: ¿por qué tuve ese inmenso privilegio?

Siendo niña nunca reparé en el hecho de lo importante que eráis para mí, sí sé que cuando se acercaba el día de vuestra ansiada visita, me sentía inquieta, procuraba portarme bastante mejor de lo normal y durante los instantes previos a vuestra llegada, sólo el hecho de esperaros le concedía un enorme sentido a todo lo que antes, quizá, me había pasado desapercibido. Me mostraba más atenta, más nerviosa, más entusiasmada, y sólo la alegría tenía cabida en mi pequeño corazón. Sin embargo, durante aquellos días, admito que rara vez pensé en aquellos niños que, resignados, habían arrinconado al olvido la posibilidad de veros algún día.

Yo no elegí, pues ninguna persona puede hacerlo, y quién sabe si por azar, por un mero golpe de suerte o por razones inescrutables que escapan a la condición humana, tuve el inconmensurable honor de disfrutar del que debería ser un derecho: LA INFANCIA. Tal vez por ello, porque ese derecho sigue sonando a suposición, pero le falta veracidad y realismo en la práctica, lamento más si cabe, las ocasiones en las que no cuidé lo suficiente de ese preciado regalo, lloré por egoísmo, me enfadé sin razón y desperdicié segundos que ahora rogaría por volver a tener.

Conozco la frustrante sensación de haber anhelado algo con todas tus fuerzas, hasta el punto de sacrificar todo lo demás creyendo que así las posibilidades de hacerse realidad aumentaban, y resignarte a contemplar como el manto de la desolación termina cubriéndolo todo, incluidos tus primeros sueños, sin duda, los más auténticos. Quizá a consecuencia de esa triste lección, aprendí que los deseos no son algo que nos pertenezca sin condición, y que muchas personas incluso, olvidaron el día en que dejaron de tenerlos.

Por eso no quiero pedir nada, absolutamente nada, porque ya recibí lo más valioso. Disfruté de 22 navidades al lado de mi padre, de su imborrable sonrisa, de su efusividad, de su mirada cómplice, de sus gestos de amor y sus palabras dulces, de sus te quiero y sus abrazos…Recibí su paciente comprensión, sus consejos, incluso sus regañinas que tanto me ayudaron a crecer…Y eso es algo que me pertenece, un tesoro imperecedero que vivirá en mí siempre. Por ello, porque ya recibí el mejor de los regalos, y porque todavía tengo miles de gracias que dar, millones de palabras por pronunciar, infinitas ganas de emocionarme cada día, de dejarme embriagar por el aroma natural que desprenden las cosas más sencillas, porque no quiero malgastar ni un solo minuto –sean muchos o pocos los que el destino me depare-, porque quiero seguir creyendo en todo lo que un día me contagiasteis y transmitirlo de la misma manera a los que lo necesiten, no puedo, ni anhelo tener nada más.

Me despido de vosotros, sus Majestades, con el homenaje que ahora sigue. Mis alumnos, al igual que yo, sólo deseamos que vuestra presencia se haga omnipresente en todos los hogares del mundo…

 

 

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Orígenes

Era el verano de 1973, cuando mis padres y yo nos disponíamos a disfrutar de nuestras primeras vacaciones en familia. Nunca antes habíamos tenido ocasión de despedirnos, al menos, temporalmente, de la ciudad con la que habíamos compartido tantos días y noches, para entrar en contacto con nuevos olores, sabores, fragancias e incluso nuevas gentes e historias, que le confiriesen a nuestro espíritu parte de una magia jamás concebida.

Abandonamos Madrid con la sensación de nostalgia atravesada en nuestras gargantas, pero al mismo tiempo felices. No podíamos saber qué nos depararía el nuevo destino, pero de lo que sí estábamos convencidos los tres es de que nuestra predisposición era mucho más que buena. Y con esa actitud positiva, que no solía ser muy usual en mi padre y en mí, emprendimos rumbo a la bonita y emblemática aldea de mi bisabuela, a la que por cierto no conocía (o mejor dicho, no recordaba, porque la última vez que la había visto era demasiado pequeña).
Con ella me pasaba algo muy curioso, sin apenas haber tenido contacto físico más allá de en tres ocasiones contadas, sí recuerdo la sensación del día en que nos vimos por primera vez, y lo sé porque fue idéntica a la segunda, y algo me decía que sería igual en la tercera, lo que me provocaba cierto nerviosismo e inquietud. No sabría ponerle nombre a aquella insólita sensación, pero es como si de alguna forma mi corazón me hubiese indicado que ella, mi tan venerada bisabuela, era mi alma gemela, la semilla de mi personalidad, mi referente, mi yo adulto…

Durante todo el trayecto traté de imaginarme cómo sería el hecho de volver a verla, lo que hizo que los minutos y las horas a bordo del 600 pasaran a un ritmo frenético.

A las 11:00 de la mañana llegamos a la maravillosa villa de Montensueño. Poco tiempo después estábamos frente a una humilde casa de madera, que muy a pesar de su evidente sencillez, despertaba una calidez y encanto que la hacían destacar sobremanera frente a todas las demás viviendas de alrededor. Golpeamos dos veces la puerta y cuando nos disponíamos a hacerlo una tercera, nos alertó desde el interior la voz dulce y melódica de una mujer: ¡Mi abuela!

Nada más abrir el portón salté sobre sus brazos. Llevaba más de seis meses sin verla, ya que ella había decidido trasladarse a vivir con mi bisabuela para poder estar cerca de ella y cuidarla. Yo adoraba a mi madre, pero siempre, por alguna razón que desconocía, había tenido una conexión especial con mi abuela, aunque paradójicamente, mi padre dijera que éramos radicalmente distintas. Y lo mismo me sucedía con mi madre, dos caracteres muy diferentes que, sin embargo, necesitaban el uno del otro para complementarse.

Cuando llegamos a la altura del precioso y cuidado jardín, pude ver desde el imponente portón de cristal el reflejo de mi bisabuela sentada en una mecedora mirando al cielo. Era muy mayor, creo que rondaría los 98 años, sin embargo, y a pesar de su avanzada edad, me pareció un rostro lleno de vida que albergaba en cada una de sus arrugas recuerdos de valor incalculable. Mi bisabuela desprendía dulzura y energía por cada poro de su curtida piel. Cuando se volvió y me regaló su sonrisa, sentí como si siempre hubiera estado a mi lado. De nuevo me abrazó esa sensación, pero esta vez sí la supe interpretar: mi bisabuela era la persona a la que debía mi forma de ser, lo intuí por sus gestos, incluso por su manera de apoyarse sobre el respaldo, por su manera de torcer la boca al sonreír. Y con el devenir de los días, mis sospechas fueron cobrando cada vez más fundamento.

Una semana después llegaron mis primos. A algunos sí los veía más a menudo, pues éramos prácticamente vecinos en Madrid; pero a otros sólo les podía ver en esa corta estación del año, así que ninguno de nosotros derrochaba ni un segundo de esa experiencia, pues de lo vivido en ella nos alimentaríamos de bonitos sueños el resto del año.

Mis primos y yo, éramos siete en total, teníamos personalidades muy variopintas, que sólo coincidían entre sí en aspectos quizá poco significativos, pero lo cierto es que ello no parecía preocuparnos en exceso, porque nos amábamos con locura. Yo no había tenido hermanos, así que ellos habían cubierto con creces esa ausencia. Sabía que siempre, sin dudarlo, podría contar con ellos. No importaba la distancia, ni el tiempo transcurrido, ellos serían mi familia en lo bueno y en lo malo.

Una tarde, cansados de haber estado jugando todo el día en el jardín y los alrededores, decidimos, por unanimidad, ir a indagar los recovecos de la casa. Cuan espías, recorrimos juntos y de puntillas cada una de las estancias, las cuales nos dejaron prendados por su colosal tamaño. Sin embargo, lo que más nos llamó la atención fue la ingente cantidad de fotografías repartidas por todas las habitaciones, incluidos los pasillos. Imágenes que mostraban en actitud divertida y distendida a muchos de nuestros conocidos: padres, tíos, abuelos…También a nosotros, en las que habían sido las mejores aventuras de nuestras vidas. Y por último, a personas que nos resultaban del todo desconocidas.

En principio, acordamos no revelar a los mayores que habíamos estado investigando por toda la casa, pues nos asustaba la posibilidad de un castigo, pero nuestra insaciable curiosidad pudo con nosotros y, finalmente, bajamos al salón, donde todos se habían reunido, y confesamos nuestro secreto con la intención de desvelar la identidad de esos agentes no conocidos (como así los habíamos bautizado), y saber así si guardábamos con ellos alguna relación de parentesco. Esto último vino a colación de que Rafa encontró parecido entre ellos y algunos de nosotros.

Los mayores, en contra de todo pronóstico, arrancaron en sonoras carcajadas, que sólo se vieron interrumpidas cuando mi bisabuela trazó un gran plan que gritó con entusiasmo: ¡Ayudadme niños a hacer un árbol genealógico! Sólo conociendo el pasado y con él vuestros orígenes, comprenderéis vuestro presente.

Y así fue como transcurrió el verano más inolvidable de toda mi vida, con la imagen de ocho niños sentados junto a su bisabuela componiendo su propia historia.

Aquel septiembre de 1973 mi bisabuela nos dejó, y de alguna manera yo sentí que había perdido parte de mi ser para siempre, pero poco después descubrí que la herencia de su energía me había hecho inconmensurablemente fuerte.

Árbol Genealógico

«La familia es el País del corazón. Hay un ángel en la familia que por la influencia misteriosa de la gracia, la dulzura y el amor, hace que el cumplimiento de los deberes sea una tarea menos fatigosa y las penas sean menos amargas. Definitivamente, el amor familiar es uno de los sentimientos más sagrados de la humanidad”.

Nguyen Vinh Tien

 Árbol Genealógico de Inés Mira Pérez, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Jordi Vilaplana Sola, 2ºESO B

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Árbol Genealógico de Laura Pérez Bernabéu, 2ºESO A

Árbol Genealógico de Raquel Monllor Guillem, 2ºESO B

Árbol Genealógico de Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

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Si pudiera tener un poder…

A veces me siento extraña en un mundo que me resulta inhóspito y desconcertante. Hay tantas cosas que no entiendo y sé que nunca comprenderé, que la frustración se ha convertido en casi un estado de ánimo. Miles de porqués fluyen en vano suspendidos en un aire cansado de respirar, tristes y abandonados a una tediosa soledad que les ha vetado su libertad y con ella, la posibilidad de encontrar respuestas; por lo que terminarán volatilizándose sin más, resignados al temido olvido.

En momentos en los que la cruda realidad supera con creces a la ficción, y el dolor no conoce límites, simplemente me gustaría cerrar los ojos y autoconvencerme de que en nuestra Tierra, la que altruistamente nos fue concedida a los seres humanos bajo la promesa de que cuidáramos de ella, sigue habiendo un ápice de esperanza, sueños por cumplir, y metas por alcanzar, y que es un lugar digno para la vida…Pero no puedo evitar que me atenace el escepticismo, cuando veo al hombre convertido en un propio lobo para sí mismo. Cuando es el odio, la ira irracional y el rencor infundado quienes batallan por monopolizar el mundo, y no así la fraternidad, el amor y la empatía.

Sé que sólo soy una minúscula partícula en mitad de este universo infinito, y que por tanto mi aportación -aun con la mejor de las intenciones- no podría representar apenas nada sobre el conjunto de la sociedad, pero sí quizá en el corazón de mis seres queridos. Y eso, de alguna manera, ya es más que mucho…Si todos los días regalásemos bellas palabras; si antes de enervarnos sin razón, sopesáramos la necesidad de hacerlo; si sonriéramos más, agradeciéramos de verdad cada segundo de vida, de aire puro en nuestro interior; si alabásemos la presencia del sol que nos regala un nuevo día, y nos dedicáramos a vivirlo en paz, sin juicios injustificados, ni mentiras, ni recelos, sólo sorbiendo el jugo de un nuevo y trepidante pasaje, quizá así seríamos mucho más felices, y el mundo entero lo sería con nosotros.

Cuando les pregunté a los alumnos que pensaran en la posibilidad de tener un poder, uno cualquiera, yo también pensé en el que yo elegiría. Sé bien que el mío está custodiado por la cámara infranqueable de la utopía, pero quién sabe, quizá algún día, si nuestra entereza no se aflige, nuestro deseo avanza unánime y con firmeza, y llegamos a la conclusión de que LA PAZ no es una causa por la que merezca la pena esforzarse, sino que es la única razón de ser de todos nosotros, la que de verdad justifica nuestra existencia; tal vez entonces la humanidad al completo nos habremos convertido, sin siquiera sospecharlo, en magos que devolvieron al mundo, nuestro mundo, la magia que nunca debería haberse ido.

Si pudiera tener un poder…Sin dudarlo, me elevaría a lo más alto, agitaría mi varita de los deseos y dejaría que la inocencia comenzase un recorrido incandescente por calles y hogares escondidos, por rincones olvidados, lugares arrasados por el horror, y corazones desolados; y siguiera su curso por el interior de almas perdidas, por barrios y plazas, por lugares emblemáticos, y bellas terrazas, que no dejase a su paso ni un solo metro por conquistar, para que a la mañana siguiente, al despertar de un tedioso letargo, todos fuésemos un poco más niños, y recordásemos la importancia vital de CREAR UN MUNDO MEJOR.

Varita
“Cuando el poder del amor, supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz”.

Sri Chinmoy Ghose

Pepe Fernández León, 2ºESO B

Si yo pudiera tener un poder sería el de hacer que la gente pudiera vivir en paz. Con este poder podría hacer verdaderas maravillas. Es un poder que un humano no puede conseguir sin más porque siempre hay algo por el que pelearse, aunque sea una tontería. A veces nos peleamos por cosas que no vienen a cuento. Por eso yo creo que eso será imposible si seguimos comportándonos de la manera en que lo hacemos. Ojalá no hubiera tantas injusticias, ni tantas desigualdades culturales, de sexo, etc. Ojalá todas las guerras que ya han pasado no se volvieran a repetir en la historia. Ojalá que cesasen todos los atentados, incluso que ninguno hubiera tenido lugar; ojalá que la gente no pasara tanta hambre. Hay tantos ojalás. Por eso yo quisiera tener ese poder, para conseguir que todos esos `ojalás´ no existieran y fueran sencillamente una realidad.

Yo creo que la paz en el mundo no existe, y sin duda no existirá, si seguimos por la misma senda. Siempre habrá alguien que quiera interrumpir esa paz y convertirla en un conflicto. El poder de “hacer que la gente viviera en paz” sería casi un milagro más que un poder. Uno se puede hacer un millón de preguntas sobre por qué hay gente que no quiere vivir en paz, el problema es que nunca sacará una respuesta en claro, porque es evidente que no la hay.

Las personas que no saben convivir con otras culturas distintas a la suya, y respetar las diferencias, son personas que nunca sabrán convivir en paz con el mundo. En esta sociedad hay tantas injusticias que es imposible contarlas con los dedos de las manos. Espero y deseo que algún día, aunque sólo fuera por un minuto, reinase la paz mundial. Lo que yo verdaderamente no entiendo es por qué la gente tiene que abandonar sus casas, sus familias, sus amigos para huir de toda esa gente que no sabe lo que es algo tan importante en este mundo como vivir en paz. Hay gente que es bastante egoísta y quiere mandar en la vida de los demás. Yo daría lo que fuera por tener ese poder, al menos por un día…

Yo sueño con un mundo sin violencia, sin guerras…Y sé que si el deseo es unánime y lo buscamos de verdad, de corazón, juntos podemos hacer ese sueño realidad, pero lo tenemos que hacer entre todos, porque si una persona no está dispuesta a vivir en paz con los demás, ese sueño ya no podrá tener lugar.

Ojalá el mundo llegue a estar tranquilo y en armonía alguna vez, aunque yo no esté para verlo, pero es lo que verdaderamente quiero y deseo.

Carlos Asensio Alal, 2ºESO A

Si yo pudiera tener un poder especial elegiría el de ver el futuro para intentar cambiar aquello que pudiera prever.

Gracias a esto, vería el porvenir de mi familia, de la gente que me pidiera consulta, e incluso mi propio futuro. No consistiría en leer la mano, aunque bien es cierto que las manos cuentan vidas, es realmente curioso que simples rayas de izquierda a derecha, puedan ser las mejores guardianas de tantos y tantos recuerdos.
Tampoco me agradaría tener sueños presagios, ya que eso lo puede tener cualquier persona en cualquier momento. Los sueños presagios son sueños que parecen reales, y luego se reproducen casi exactos al despertar.

Mi poder consistiría en cerrar los ojos y visionar unas revelaciones ciertas, con mi poder podría ayudar a la ciencia en la prevención de enfermedades. Podría anticipar acciones de las personas y ayudarles a rectificar a tiempo, porque a menudo las personas cometen fallos o errores que cambian la vida. Mis prevenciones ayudarían al mundo a ser un poco mejor.

Luego me gustaría tener el poder de viajar en el tiempo, ir a la Prehistoria y así entender el pasado mejor, pasando por los reinados de los faraones, las enseñanzas de Platón en la Antigua Grecia. Realizar una travesía a bordo del emblemático velero Santa María junto a Cristóbal Colón; pasando por los años 60, 70, 80 y 90, para descubrir las técnicas de baile perfectas de Elvis Presley o de Michael Jackson, entre muchos otros.

De esta manera también podría adivinar cosas nuevas que no sabemos del pasado.

Luego iría a hacer un viajecito o un gran viaje al futuro. Me gustaría saber qué pasará en él, para así, en la medida de mis posibilidades, cambiar el rumbo de las cosas: inundaciones, tan salvajes como las que suelen nombrar en la televisión; guerras; un futuro donde la robótica vaya arrinconando al propio ser humano… Aunque lo malo es que quizá también podría visionar el día del juicio final, ya que el Sol, como estrella que es, algún día, inevitablemente, se cansará de nosotros.
Pero este trepidante viaje también me reservaría partes buenas, vería quizá coches voladores, nuevos e ingeniosos medios de transporte… Todas estas cosas podría visionarlas y así contar a la humanidad o a los científicos los secretos que aguarda este enorme signo de interrogación llamado vida.

Este sería mi superpoder, si lo pudiera elegir, claro, creo que ver el futuro sólo con cerrar los ojos o viajar en el tiempo para ayudar a la ciencia sería un gran avance para la humanidad.

Aitana Palao, 2ºESO B

Era una cálida tarde de otoño. El cielo se teñía de tonos rojos y anaranjados. Las hojas danzaban al son de una música imaginaria. Amarillas, verdes, marrones… a Jane le encantaba contemplar la caída de las hojas a través de la ventana del salón.

Le gustaban los paisajes desiertos, la gente le agobiaba, y así, las oscuras y apagadas voces que sonaban en su cabeza no la molestaban. Ella siempre había sido una persona normal, hasta aquel día. Seguía teniendo pesadillas sobre aquello. A pesar de eso era medianamente feliz.

Un portazo interrumpió de golpe sus pensamientos. Le entristecía ver que su hijo nunca volvía a casa acompañado, pero Jane no podía hacer nada con respecto a las amistadas de él. James había madurado demasiado deprisa, pero las circunstancias le hacían difícil disfrutar de su niñez. Con la familia se mostraba como un niño feliz y normal, aunque en el fondo no fuera así. Jane reparó en el cardenal que le cubría todo el ojo izquierdo.

-¿Qué te ha pasado? Preguntó espantada.

-Nada, me he caído y me he dado contra una silla.

James tenía los ojos tristes y vacíos. Sabía que no era verdad, pero a ella no le gustaba meterse en los pensamientos de la gente que quería.

-James, sabes que puedes contarme lo que quieras, pero no me mientas, ¿ha sido un accidente o no?

No contestó, pero no hizo falta, una lágrima empezó a descender por su rosado pómulo. No le gustaba que los otros niños se metieran con él porque decían que su madre estaba loca, se sentía responsable, y no entendía cómo los niños podían ser tan crueles.

-¿Quieres que hablemos?

Su tono sonó extrañamente tranquilizador. James asintió y más lágrimas se agolparon en sus bonitos ojos azules.

Tras unos largos minutos de reflexión. Tocaron a la puerta muy suavemente.

-¿Interrumpo?

-No, claro que no, pasa.

Jane nunca se cansaba de ver esos grandes ojos pardos y ese revoltoso cabello castaño. Su figura esbelta se asomaba por la puerta.
Noah se sentó junto a ella y la rodeó con sus fuertes brazos. Tras una hora de habla -larga y tendida-, miró el reloj y vio lo tarde que era.

-Es tarde, voy a ir preparando la cena.

Después de una cena tranquila en la cocina, acostaron a James y los dos se quedaron acurrucados en el sofá. Noah veía la tele, y Jane empezó a cerrar los ojos…

“¿Está muerta?”, “No se mueve…”, “Pero sí que respira, ¿no?”
(El cuerpo de una niña de doce años se encontraba entre la fina línea que separa la vida de la muerte… Tras una gran explosión, Jane sólo recordaba gente mirándola y dudando si llamar a emergencias. Estaba lisiada, pero por lo demás se notaba normal, hasta que empezó a oír las voces de las personas que estaban allí, pero no movían los labios… De repente, apareció en una habitación de hospital. Había unos globos sujetados a la cama y una docena de peluches y demás regalos horteras agolpados en la pequeña estancia. Vio a sus padres durmiendo en un sillón con aspecto incómodo, pero no veía por ninguna parte a su hermana… Un trueno estalló en el oscuro cielo, y apareció en un cementerio, pero había una lápida que le llamó la atención. Ese nombre, esos apellidos, esa foto de esa pequeña niña, y esa fecha, que se le quedó marcada como fuego en la piel.

Se despertó sobresaltada, la tele estaba encendida, y Noah, dormido. Otra vez ese estúpido sueño, bueno, más bien ese estúpido recuerdo que le hacía añorar a su pequeña hermana cada vez más…).

-¿Otra vez la pesadilla?

-Otra vez.

-No puedes continuar así, acabarás consumiéndote por una cosa que pasó hace años.

-¿Y qué quieres que haga? No puedo hacer nada. Pero todas las noches esa pesadilla me recuerda que ya no me queda nadie…

-Por favor Jane, no digas eso, nos tienes a James y a mí, y te queremos más de lo que nadie podrá hacerlo jamás.

-Noah…

Una preciosa sonrisa se dibujó en su cara, enseñando su perfecta dentadura. Cuando se reía, la pequeña cicatriz de su labio inferior casi desparecía, pero a ella no le molestaba, todo lo contrario, le recordaba todo lo que habían pasado juntos.
Se despertó con los tenues rayos de luz que intentaban colarse por la ventana.

-Buenos días

Salía del baño con sus vaqueros negros y su sudadera roja que tanto le gustaba. Tenía el pelo húmedo, y parecía que hubiera hecho un nulo intento de peinarse.

-Hoy es el gran día, tenemos una hora para ir a presentar el libro, ya he dejado a James en casa de mis padres y…

Jane dejó de escuchar, y los recuerdos empezaron a invadir su mente…

“Jane Grace, ¡enhorabuena! Ya pertenece oficialmente al cuerpo militar de los Estados Unidos”. ..
(Estaba harta de aguantar la tristeza que le rondaba por el cuerpo como la sangre por sus venas. Estaba harta de no salir nunca, estaba harta de decirse a sí misma que las cosas cambiarían, así que, como no le quedaba nadie, decidió alistarse en el ejército y hacer algo de provecho. Ya llevaba cuatro años trabajando duro, hasta que la ascendieron a coronel y la enviaron a la guerra de Afganistán. Ya había entrado en combate muchas veces, pero Afganistán le daba más miedo, el lugar, la relevancia de la batalla…)

-¿Jane?, ¿me estás escuchando?

Su voz la devolvió a la realidad.

-Claro, el libro, James y todo eso.

-Sabes que te apoyo en todo, puedes contarme lo que sea.

-Sí, sí, sólo estaba recordando, ya sabes, lo de siempre.

Forzó una sonrisa que pareció convencer a Noah, y pusieron rumbo a la presentación de su libro.

Tras un largo discurso por parte de Jane, pasaron al banquete y al montón de gente.

-Noah, necesito salir un rato.

-¿Quieres que te acompañe?

-No, gracias, me vendrá bien pasear un rato sola.

-Lo que prefieras, estaré aquí todo el rato, si necesitas algo me llamas.

-Vale, en nada vuelvo.

Si algo inquietaba más a Jane que las pesadillas eran los momentos en los que se ponía a recordar y se ausentaba de la realidad. Suponía que era otro efecto secundario de la explosión radioactiva, como la muerte de su hermana o la enfermedad de sus padres.

“Lydia, me voy a Afganistán, por favor, prométeme que no te vas a enfadar conmigo, eres la única persona que me puede llegar a soportar, y para mí ya es difícil marcharme, como para que me eches el sermón de lo irresponsable que soy al tomar esta decisión.” “¿No me has dejado hablar y ya me estás juzgando?” Dijo Lydia con sorna. “Te juzgo porque te conozco” “Y porque puedes leerme la mente, ¿por ejemplo?” “Cállate” Y las dos empezaron a reírse, pero Jane lanzó una mirada fulminante a Lydia, y ésta comprendió la seriedad de la situación. “Cuídate” “Créeme que lo haré, pero me preocupo por ti” Afirmó tristemente Jane.

Ella recordaba el interminable trayecto a Afganistán, aquel cielo oscuro, aquellos gritos ahogados que retumbaban en las rocas, aquellas caras de terror… Pero no podía mostrarse afectada, muchos soldados dependían de ella, así que se puso a repasar las estrategias y a comprobar que no quedaba ningún cabo suelto.

“Coronel, estamos a punto de atracar, allí nos esperarán con unos camiones para llevarnos a la base”.

“Claro, avisa a las soldados.”

“Sí, señor”

(De repente, Jane ya no sabía ni dónde estaba, ni cúanto tiempo había estado caminando, así que decidió volver tras sus pasos, supuso que ya estarían preocupados por ella).

-Llevas dos horas fuera, empezaba a preocuparme.

-No pasa nada, estaba paseando.

-¿Estás bien?, ¿necesitas hablar?

Jane asintió y salieron a un banco cerca del comedor.

-No sé si ha sido una buena idea lanzar este libro. Tengo dudas sobre la aceptación del público.

-A mi Jane de siempre le daba igual la opinión de los demás.

-No es eso, sólo que tengo miedo, me ha costado mucho. La gente se lo toma como un libro de ficción, aunque en realidad están leyendo mi historia.

-Eso ya lo sé, pero si sale mal estaremos aquí para apoyarte.

-¿Interrumpo tortolitos?

Su mejor amiga se asomó entre los frondosos árboles.

-¡Lydia!¡Creía que ya no vendrías!

-Y perderme el triunfo de mi mejor amiga, no gracias.

Jane corrió a abrazarla, ahora sí que le daba igual el éxito del libro, sabía que su mejor amiga estaba bien y eso ya la tranquilizaba.

-¿Pasamos dentro?

-Ni lo dudes, ya sabes cuánto me gustan las fiestas.

-No hace falta que lo jures. Dijo Jane. Y se adentraron en la aglomerada estancia.

-Creo que voy a hacer lo mismo que tú y dejar ya el ejército, estoy cansada de todo esto, creo que quiero formar una familia. Dijo Lydia, y por primera vez sin sarcasmos.

-¿Tú?, ¿formar una familia?

Dijo Noah riéndose.

-Anda Noah, no seas malo, a lo mejor le apetece sentar la cabeza.

-Gracias.

-Si quieres te puedes quedar a dormir en casa, hay sitio de sobra.

-No, me voy a visitar a mis padres, hace más de tres meses que no los veo.

-Como quieras, pero ya sabes que tienes un sitio con nosotros.

-Gracias, lo tendré en cuenta.

Y desapareció entre los coches del aparcamiento.

Acabaron antes de lo previsto, pero era demasiado tarde para ir a recoger a James, así que decidieron dejarlo estar e ir directamente a casa.

Durante el trayecto no hablaron mucho, cosas irrelevantes para llenar el silencio. En la radio sonaba R.E.M, y en el cielo las estrellas resplandecían…

(Después de llegar a la base, Jane se había dejado llevar por su instinto y lo organizó todo muy bien, pero cuando llegaron al combate, le ocurrió, aquello que tanto temía que le sucediera en el campo de batalla le pasó, el flashback empezó y volvió a recordar aquella noche de la explosión.

Jane se vio arrastrada por varios soldados, se había quedado en estado de shock y su cuerpo no respondía.

Cuando despertó, se encontraba en una improvisada trinchera, no muy segura, pero bien escondida. Se sentía orgullosa del trabajo que hacían las soldados. Pero en ese justo momento un enemigo se abalanzó sobre ella con un cuchillo en la mano. Jane consiguió apartarse y recuperar el aliento, evaluó la situación, no podía coger su arma, el hombre se interponía, así que confió en su agilidad y se abalanzó sobre los pies de aquel extraño hombre. Dio una voltereta y lo empujó al otro lado de la improvisada trinchera. Cogió su daga, pero cuando se giró, no había nadie. Se extrañó, pero no se podía permitir tanto tiempo de ausencia, así que subió al campo de batalla. Se veía muy poco a causa del polvo que levantaban las granadas y demás dispositivos explosivos. Balas silbaban por el aire, y de vez en cuando una brigada de bombarderos surcaba el cielo. Aquello era un desastre, pero no se paró a contemplar aquel horrible paisaje, tenía que actuar. Así que arremetió contra el primer enemigo que vio.

Tras unas horas de confusión y batalla, Jane tenía el brazo sangrando, la cara llena de rasguños y un corte preocupante en la pierna izquierda. Pero aún con las pocas fuerzas que tenía ayudó a unas compañeras en peligro y se desmayó a casusa de la gran cantidad de sangre perdida.)

-¿Jane?

-¿Sí?

-¿Bajas del coche o te vas a quedar a vivir ahí?

-Muy gracioso Noah. Dijo ella con sarcasmo.

Entraron en la casa y Jane se puso su pijama, Noah hizo lo mismo. Él se quedó leyendo y ella apagó la luz y cerró los ojos…

“Vino a ayudarnos y se desmayó, respira, pero no reacciona, ya le ha pasado otras veces.”

“¿Sabéis por qué?” Esa profunda voz de hombre sonaba en su cabeza. “No la había visto en mi vida, ¡qué raro que sea coronel!, le veo poco músculo comparada con las otras, pero es bastante guapa…” Ahí dejó de querer saber lo que pensaba. Estaba tumbada en una camilla lejos del campo de batalla.

“No, pero siempre despierta al cabo de un rato.”

“Es peligroso, si no llego a estar ahí podía haberse matado.”

Jane abrió los ojos, y vio a un hombre alto y musculado, con un uniforme lleno de insignias y la placa de general. Sus ojos eran grandes, y el color oscilaba entre el verde y el marrón. Tenía el pelo revuelto y castaño, y las facciones de la cara muy marcadas. Una nariz respingona, pero no vulgar y se encontraba a pocos centímetros de ella.

“¿Quién eres?, ¿qué hago aquí?”

“Curarte, estás muy débil.”

“No me has contestado a la primera pregunta.”

“Soy el general Noah Chase, de las fuerzas especiales.”

Tras unas cuantas explicaciones y afirmaciones, volvieron al campo de batalla, pero esta vez a informar que se retiraban, les superaban en número y las bajas eran demasiadas.”

-¿Jane, Jane? ¿vas tú a por James o voy yo?

-Mejor los do, ¿no?

-Como quieras.

Fueron a por James, y se lo encontraron sentado junto a su abuelo, y éste le contaba una historia que parecía interesante.

-¡Mamá, papá, ya estáis aquí!

-Sí, pero nos tenemos que ir, es tarde y no queremos molestar.

Jane sabía que no le caía bien a los padres de Noah, no sólo porque les leyera la mente, sino porque se lo hacía saber por indirectas como: “No hace falta que os quedéis a comer, pero si se quieren quedar los chicos…” o “Cuando recojáis al niño no hace falta que venga ella, que si no la molestamos…” Pensándolo bien eran unas indirectas muy directas.

Una vez dentro del coche Noah preguntó:

-¿Qué historia te estaba contando el abuelo?

-Me estaba contando cómo se conocieron él y la abuela, ¿cómo os conocisteis vosotros? Nunca me lo habéis dicho.

-Bueno, tu madre y yo nos conocimos en la guerra de Afganistán, ella estaba…

Y como no, Jane entró en “el trance de los recuerdos”…

“¿Qué tal llevas la pierna coronel?”. Preguntó él con sorna. “Gracias por preguntar, pero bastante bien.” Él echó un vistazo a su pierna e hizo mala cara. “No parece que esté bastante bien, más bien parece infectada.” “¿Ahora eres médico o qué?” Preguntó ella. “Un poco, déjame echar un vistazo” Le quitó la venda y cogió un bote, desinfectante, supuso ella. Echó el líquido transparente en una gasa y la puso sobre la herida. Soltó un quejido y Noah preguntó: “¿Jane, estás bien?” Ella asintió y él siguió con la labor. Tras unos minutos que le parecieron eternos, él colocó una venda nueva y se fue a lavarse las manos. “Gracias” “¿Por qué?, desinfectar una herida no es muy difícil, lo hubieras podido hacer tú sola.” “No, por todo, si no hubieses estado allí…” A Jane se le humedecieron los ojos. “Lo importante es que estuve, y que estás bien.” Los dos sonrieron, y él selló sus labios con los de ella, y todo lo demás, por una vez, no importó.

 Clara Rivas Boronat, 2ºESO B

Un día, sin más, me desperté tranquilamente. Mi madre no estaba, pero me había dejado una nota diciéndome que el desayuno estaba preparado, se había ido a trabajar, otra vez demasiado pronto, para poder mantenernos a mis hermanas y a mí.

Aquella mañana todo iba bien, o por lo menos es lo que pensé yo al principio…

Llegué a la escuela y, de repente… Entré en clase y un tedioso clamor se fue acumulando en mi cabeza, eran los pensamientos de todas las personas que había en dicha aula. Fue muy duro oír cosas como “¡Madre mía como va vestida…!” o “¿De donde comprará la ropa esta niña…?” , pero bueno también cuando vi a mi mejor amiga, Sara, me sentí mucho mejor, porque lo que pasaba por su cabeza era “¿Qué haría yo sin esta chica?”. Y eso anuló todo lo demás. La situación en sí era bastante extraña, todo giraba a mi alrededor, todo parecía dar vueltas en mi interior y yo permanecía ahí, escuchando el pensamiento de las personas… No entendía nada.

Al llegar a mi casa pensé incluso que estaba loca, me tranquilicé por unos minutos y me fui a dormir, pensando que al día siguiente todo volvería a estar igual, pero ¿y si me gustaba la idea de tener algo único?. Algo que fuera sólo mío, algo que desde ese día me iba a hacer especial para siempre…

Octavio Ferrero Miró, 2ºESO B

Me desperté esa mañana y me sentí un poco raro. De repente oí un ruido, pero no era un ruido cualquiera, ¡era el ruido de un tren! Estaba en mitad de las vías del ferrocarril. ¡No me dio tiempo a reaccionar cuando el sonido de la trepidante locomotora se acercaba hacia mí!, Supuse que era el fin, pero de pronto aparecí en mi cama. Entonces pensé que podía haber sido un sueño, pero había sido tan realista…

Me vestí, bajé las escaleras y desayuné . Seguía pensando en mi «sueño». Por curiosidad intenté concentrarme mucho, mirando a mi salón y… ¡Puf! Allí estaba mágicamente, en el salón, me asusté. Hice otra comprobación, concentrándome mucho en la cocina y… ¡estaba en la cocina otra vez! No sabía cómo, pero acababa de adquirir poderes de tele-transportación.

Salí a la calle, cuando vi a lo lejos a una mujer forcejeando con un hombre por un bolso de cuero, inmediatamente me tele-transporté detrás del ladrón, le cogí el bolso de la mujer y el hombre empezó a correr calle abajo, sin pensármelo fui corriendo detrás de él y cuando creí oportuno me tele-transporté delante de él. Se llevó el susto de su vida, le puse la zancadilla y se cayó de bruces en el asfalto. Llamé rápidamente a la policía, el ladrón permanecía en el suelo, la policía vino enseguida. Le pusieron las esposas y se lo llevaron.

Me giré dispuesto a volver a mi casa, y vi a la mujer a la que le había devuelto el bolso, me dio las gracias y me tendió un billete, yo lo rechacé con educación, me dio un beso en la mejilla y se fue.

Impactado por los acontecimientos, giré la calle cuando de pronto vi un coche enfrente mía, apunto de chocar contra mí, igual que en el sueño. Me desperté y fue entonces cuando me di cuenta de que todo no había sido nada más que eso: un sueño.

Clara Valero Cespedosa, 2ºESO B

Me desperté con una sensación extraña, estaba despierto pero parecía que seguía durmiendo. Empecé mi rutina de todos los días, la misma rutina monótona y aburrida. Me vestí, desayuné, me despedí de mi madre y salí de casa. Miré el reloj, llegaba tarde, bueno, tardísimo. Así que empecé a correr, tenía nueve minutos para cruzar la Gran Vía hasta llegar al instituto, cosa que no sería fácil. En esos momentos deseaba poder controlarlo todo, parar el tráfico y a las personas, y atrasar todos los relojes media hora, yo creo que eso sería algo fantástico, Madrid conseguiría media hora de tranquilidad; las personas, al ver que aún les quedaban treinta minutos para llegar al trabajo, se relajarían y no irían por las avenidas principales con la lengua fuera porque tienen cinco minutos más para llegar a sus oficinas. Todo sería más fácil, pero por desgracia no tenía ese poder, seguía siendo un chico cualquiera de trece años que sigue soñando como si tuviera nueve. Entré tarde a la primera hora y la profesora de Historia no me dejó entrar, así que me quedé en el pasillo. El resto del día fue sobre la marcha, como cualquier otro día de mi rutina habitual. Después de las clases me dirigí hacia casa, saludé a mi madre, comí, hice algún que otro deber del instituto y me puse a terminar mi maqueta, lo que me llevó casi toda la tarde, hasta la hora de dormir. Y me acosté.

Al día siguiente, me volví a levantar y continúe mi rutina habitual. Crucé, como cada mañana la Gran Vía, pero esta vez con un poco más de tiempo, me acordé del poder aquel en el que había pensado el día anterior. Y entonces todo se detuvo, todo menos yo, una sensación extraña y a la vez emocionante se apoderó de mí. Tenía un poder y eso no era algo que tuviera todo el mundo. Incrédulo fui a comprobar si también podía adelantar o atrasar el tiempo, y así fue. Hice volver todo a la normalidad y me dirigí al instituto. La mañana fue mejor de lo que creía, cuando me aburría, adelantaba la clase o incluso adelantaba dos horas para que no tuviéramos que darla. Gastaba bromas a los profesores y a mis compañeros de clase. Todo iba de maravilla, pero ya tocaba irse a casa. De camino a ella, hice lo mismo que en el instituto. Pero después de mucho adelantar y atrasar el tiempo y gastar bromas, todo volvió a ser como siempre, y me aburrí. Pasé la tarde como acostumbraba a hacer, aun teniendo un don, o eso creía, pero me daba miedo malgastarlo.

Me fui a dormir y al día siguiente, nada más levantarme, intenté adelantar el tiempo pero ya no pude, seguían siendo las siete menos cuarto. Intenté pararlo todo pero tampoco pude, fue algo muy extraño. Puede que todo hubiera sido un sueño, o puede que sí que hubiera tenido ese poder, pero no supe aprovecharlo y tal vez por ello, me fue arrebatado.

Lucía Valls Hernández, 2ºESO B

Yo era una niña normal de catorce años, aunque invisible para los demás, no tenía amigos y vivía centrada sólo en los estudios, “una friki”, como se suele decir, y también una cobarde. Todo parecía transcurrir como siempre: las clases, los mismos compañeros, los mismos deberes, hasta que noté que en mi interior algo no iba del todo bien, sentía como si una fuerza se apoderase de mi cuerpo y de mi mente…

Pasadas unas semanas ya no sentía nada, hasta que un miércoles lluvioso de noviembre me desperté, y noté algo raro. De pronto empecé a oir voces susurrando en mi cabeza, voces de otras personas. Me vestí y salí a la calle, ahí fue entonces cuando me di cuenta que lo que oía no eran voces, sino pensamientos, aún no podía creerlo, podía leer la mente. Sus deseos, sus opiniones, sus remordimientos, todo con sólo acercarme a una persona.

Aun sorprendida por la magnitud de mi superpoder, seguí caminando hacia el instituto, sin parar de mirar a mi alrededor. Cuando llegué a la puerta del instituto sonó el timbre y todos se dirigieron a sus respectivas clases; y mientras yo me dirigía a la mía, una de las chicas más presumidas del centro, pasó por mi lado y sin querer me choqué con ella y se le cayeron los libros, ella me insultó, diciéndome que yo era una patosa y una gafe. Yo no la escuchaba, estaba absorta en oír sus pensamientos, permanecí callada unos instantes hasta que le contesté, usando sus debilidades contra ella, haciendo que se pusiera a llorar. La culpa no era mía, sino suya, ella era la primera que había empezado. Ella se fue y yo entré en mi clase, me senté en el pupitre y empecé a escuchar los pensamientos de mis compañeros y de mi profesora. Era asombroso, no me imaginaba que mis compañeros tuvieran tantos problemas, no me había dado cuenta hasta ahora.

Cuando acabaron las clases salí al patio, y empezó todo, comencé a escuchar millones de pensamientos en mi cabeza, unos buenos y algunos malos, hasta ahora no me había dado cuenta de lo mal que lo podían pasar algunas personas más desgraciadas que yo. Los nervios se apoderaron de mí y empezó a dolerme la cabeza, era un dolor sobrehumano. Fue entonces cuando me desperté, solamente había sido un sueño, pero ese sueño me había hecho reflexionar.

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